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jueves, 21 de junio de 2012

LA APOSTASIA (2)

LA TRAICION DE AQUELLOS 
QUE PUDIERON SALVAR A LA IGLESIA.
El Señor es fiel a Sus promesas, como lo es también a Sus amenazas, porque es infinitamente justo. Cuando el supremo jerarca de la Iglesia suprimió el Sacrificio Perpetuo, -es decir el antipapa Paulo VI que era también una de las cabezas de la Bestia-, en su carácter jurídico cumplió la profecía de Cristo y también de Daniel, de Isaías, de San Pablo y de otros profetas. Sin embargo, 26 años y medio después, como estaba anunciado, fue restaurado también jurídicamente, a fin de que la Iglesia apóstata del Vaticano quedara fuera de la promesa y viniera a la luz el pequeño remanente que había permanecido fiel a la Misa católica. Debió de haber sido para ese resto, clara la infinita bondad del Señor. 
Una sola Misa le da tanta gloria a Dios como no podrán darle todos los ángeles y santos juntos, incluyendo a la santísima Madre de Dios, por toda la eternidad. La santa Misa entregada amorosamente a ese pequeño rebaño, rescatada para ellos, era una invaluable fuente de fuerza, de mérito y de gracia para la reconquista de la Iglesia en manos del Anticristo y de Satanás. El Sacrificio del Cielo, perpetuo, traído a los altares era sobradamente suficiente para ganar la batalla, salvar al mundo y reformarlo. 
En el principio de la historia de la Iglesia, pocas misas se celebraban, pero la voluntad y la fe del pueblo debían dar el triunfo, pues no hará Dios nada a favor de los hombres si ellos no quieren. El Anticristo actuando con todo su poder no podía derrotar a la Iglesia, incluso reducida a su mínima expresión. Ese pequeño remanente contaba con la fuerza de Dios, para el que es lo mismo una Iglesia reducida o una extendida por toda la Tierra. ¿Cuál es la diferencia para el Señor infinito una Iglesia como la del primer siglo, o como la del siglo XXI?.
Si la prostitución de los hombres habían dado como resultado la presencia del Anticristo posesionado de la Iglesia, todavía el Señor, cuya bondad es infinita, puso todos los medios para que ese pequeño remanente no fuera privado de la Iglesia. ¿Y qué hizo ese resto ante una gracia tan grande?, cayeron en el cisma más asqueroso y traidor. Desobedeciendo a la Iglesia retorcieron a su favor las leyes y los consejos creyendo que tan sólo la fidelidad al Sacrificio, los absolvía de todos sus excesos y desmanes. Se volvieron mercaderes de lo sacro, actuaron como lo hacen los guerrilleros en una espesa selva, y se atacaron y condenaron unos a otros. Se volvieron trepadores para favorecer sus intereses particulares, se calumniaron entre ellos mostrándose en extremo desconfiados y traidores incluso de quienes recibieron algún beneficio. Renunciando al gravísimo deber de la unidad, que les arrancaba una de las notas distintivas de la Iglesia de Cristo, se manejaron como les dio la gana, acogiéndose a un supuesto estado de necesidad, ficticio en su caso, y así llevaron a los fieles a la desorientación o a la defección. Porque dándose baños de pureza, llevaron a otros a la enemistad y a la desconfianza, aquella que ellos padecían porque creían que los otros les arrancaban jirones de su hacienda particular. Y se destapó la arrebatinga desencadenada. 
Y se hicieron actuales las palabras que el piadoso Cardenal Villot escribió a fines del siglo XIX: "La iglesia sera reducida condiciones domésticas". Lo que dice el Cardenal pienso que proféticamente o más bien por un profundo conocimiento de la profecía y del estado del mundo en franca e inevitable degeneración, ni siquiera da una idea de que la Iglesia se reducirá a pequeñas comunidades y capillas, sino a algo más dramático y grave. A algo sórdido y oscuro. ¿Y no es lo que estamos viendo?, porque esas pequeñas comunidades en el cisma, de ninguna manera son la verdadera Iglesia de Jesucristo.
El fenómeno anticrístico dependía completamente de la voluntad del hombre. De la voluntad humana que antes que ser fiel, fue cediendo poco a poco y aflojando el nervio de la disciplina, de la moral y de la Doctrina con el pretexto de la modernidad o de la moda. Del progreso del mundo y de la ciencia sin imaginarse nadie que se había iniciado un camino lento y seguro a la apostasía y al exterminio.
El reinado de la Bestia, era una cosa anunciada, advertida en muchas profecías no tan oscuras como son anunciados otros hechos. Es que el castigo a la apostasía y a una humanidad que forma en su seno al Anticristo, es muy severo. Es el último recurso de Dios para salvar a los mas posibles. Porque Dios, fiel a Su palabra, respeta hasta lo último la voluntad humana y no va a oponerse a quienes quieran condenarse.
La generación anticrística, será una generación de odio, de violencia, de inseguridad, de indiferencia, de injusticia, pero al mismo tiempo de farras, de fiestas, de vicio, de hedonismo, de viajes y diversiones, de lujos y comodidad. Se abandonará con tranquilidad a la Iglesia, se le condenará y su rostro será arrastrado por el lodo y estrellado contra la piedras del altar de Satanás.
En el Calvario a Cristo le arrancaron sus ropas, pero para cubrir Su vergüenza se cubrió de sangre y de jirones de piel arrancados en la flagelación. Esto han hecho con la Iglesia los hombres de hoy. Los que no la han condenado, pasan por el Calvario y con un ademán grosero de indiferencia, siguen su camino y se van con prisa a sus compromisos, conveniencias y actividades.

LAS PRINCIPALES HEREJIAS DE LOS "TRADICIONALISTAS".
No es suficiente oir la Doctrina de los labios de los llamados "tradicionalistas". Son labios que pueden ser muy engañosos. 
San Agustín (In Epist. Ioan.ad Parthos, c. 2, 18-27) escribe: "Busquemos quienes son los que niegan a Jesucristo, pero no atendiendo a las palabras, sino observando los hechos, porque si nos fiamos de las palabras, no habrá ni uno que no confiese que Jesús es el Cristo. Descanse por lo tanto la lengua e interroguemos la vida... El mayor mentiroso es el que confiesa con sus labios que Jesús es el Cristo, y lo niega en la práctica, porque dice una cosa y hace otra diferente"
Estos predican, entonces, no tanto de palabra, sino con los hechos las siguientes herejías, principalmente.
1. No es necesario el papa, pues los obispos se bastan para todo. Si algún día se ha de elegir al papa, Dios mismo ha de poner todas las condiciones para la elección. Podemos estar indefinidamente sin elegirlo.
2. En el cisma, todos los Sacramentos que se administran son válidos y lícitos.
3. Los simples sacerdotes pueden administrar válida y lícitamente por la necesidad, todos los Sacramentos reservados a los obispos, aun en el cisma.
4. Se debe ver como Iglesia Católica a todas las comunidades, aun aisladas, que dicen la Misa de San Pío V y condenan las herejías del Concilio Vaticano II ya los herejes del Vaticano.
5. Se es ortodoxo y verdadero católico, si se cree y se predica la unidad y la necesidad del papa, aunque se permanezca en el cisma.
6. Es lícito permitir dobles o triples ordenaciones o consagraciones bajo condición, si hay cualquier duda, aun no fundamentada, aunque se trate de un escrúpulo de persona ajena o porque ese escrúpulo puede causar escándalo.
7. El obispo consagrado, puede libremente permanecer aislado, aun de su obispo consagrante, si así lo cree conveniente para el bien de su comunidad aisladamente considerada.
8. Cualquier obispo puede seleccionar con libertad con qué obispos ha de hacer alianza y con cuáles no.
9. La consagración de un obispo, no es esencialmente en este estado de necesidad para la formación del Colegio Apostólico, sino para perpetuar la sucesión apostólica, la Misa y los Sacramentos y para bien de las almas.
10. El papa es infalible cuando ejerce su magisterio extraordinario, y fuera de ese caso, puede enseñar el error como doctor particular.
11. Puede haber sacerdotes que se declaren independientes de su obispo o de los demás obispos por alguna causa grave y en este caso administra todos los Sacramentos válidamente.
12. La comunicación entre las comunidades es opcional y puede estar regida por las costumbres propias de la comunidad.
13. La ayuda y la asistencia material y espiritual entre las comunidades, es opcional y se adapta a las normas propias y convenientes de cada comunidad.
14. La ayuda material o espiritual, así como la comunicación, puede ser suspendida con otras comunidades lícitamente, si se determina en alguna forma que pueden ser perjudiciales o inconvenientes.
15. La doctrina enseñada por la Iglesia sobre la extrema necesidad, se ha de entender según la conveniencia o la opinión de cada sacerdote u obispo que aplica su opinión en cada caso.

A todas estas estúpidas monstruosidades, añaden una más que se puede incluir igualmente a esta lista y que parece sellar todas las anteriores para tranquilidad de todos, que los confirma en el error incorregible. Dicen que en esta situación de necesidad "LA IGLESIA SUPLE"
Y así lo creen firmemente, porque así les conviene, instituyendo una doctrina en extremo retorcida y descompuesta que no se aplica para nada en estos casos. Y la repiten como pericos. Y se han hecho más criminales que los maestros del Concilio Vaticano II, pues habría que ver en una balanza cuáles herejías pesan más: si las predicadas en el Concilio, o las que predican y apoyan estos que se creen tan santos y ortodoxos, horadando las bases de la Iglesia del resto fiel, que era la oportunidad de salvar a la Iglesia, y que Dios había propiciado. Habría que preguntar: ¿Quiénes son más traidores?.
Y los fieles, no crean nunca que asistiendo a los centros los que se dice la Misa Católica en el cisma, están libres de culpa. Hay que decirlo y repetirlo muchas veces. Ellos deben de presionar a sus pastores para que se unan, y si esto ellos lo hacen imposible, los deben abandonar y retirarles toda ayuda. Ellos tienen el grave y sagrado deber de la unidad, como los fieles tienen derecho a ella.
Que no salgan con que "yo pensé", "yo creí", "me imaginé", "mi intención era"... Si ellos permanecen en estas cuevas de zorras, se hacen cómplices del cisma que arranca una de las NOTAS que distinguen a la verdadera Iglesia de Jesucristo. Y también se hacen parte del cuerpo de la Bestia que gobierna desde el Vaticano. ¡Que no empiecen luego con chillidos y lágrimas, pues ante advertencia no hay engaño!. 
Vale la pena reflexionar las palabras de San Gregorio Magno, que forman parte del Magisterio infalible y perpetuo de la Iglesia, y que por lo tanto no están sujetas a opiniones particulares de donde viene precisamente el cisma. En su obra LOS MORALES (Lib. XVIII, Cap. XXVI, 42) escribe: "Cualquiera que se aparta de la unidad de la Iglesia por la herejía, sintiendo de Dios lo que no debe, o por el error del cisma, es privado de la gracia de la Caridad. Si el fuego de la purificación me es dado fuera de su lugar, atorméntame con su pena, pero no me purga con limpieza"
Los que sufren en el cisma, como no construyen sobre la piedra que es Pedro, ni hacen nada por la Iglesia, ni obtienen mérito alguno. Estos, -pastores y fieles- desparraman, y militan en las huestes que se levantan contra Cristo. Sus trabajos y sufrimientos no les valen PARA NADA, a no ser para condenarse. 
También escribe San Gregorio (Lib. XVIII, Cap. XXVI, 41): "Lo que se sufre fuera de la Iglesia, atormenta pero no purifica. Una es la Iglesia en la cual el que pudiese ser purificado, también sáeará purgado de cualquier mancha de los pecados. Y, si puestos fuera de la Iglesia padecéis por Dios alguna cosa de amargura o de tribulación, podéis ser tan sólo encendidos más no limpiados"
Todos esos obispos y sacerdotes en el cisma, enemigos de todos, no solamente están pulverizando a la Iglesia remanente, sino que están arrastrando a sus fieles al cisma. Ellos son mucho más culpables que los fieles a quienes prostituyen. ¿No le tienen miedo al juicio de Dios?, creo que no se lo tienen ni al Diablo. Le tienen miedo a perder algún girón de su hacienda y su poder. 
Sigue San Gregorio: "El fuego que toca por fuera, trae penas de dura pasión, pero no cuece la culpa del error; da tormento de penas crueles pero no hace acrecentamiento de buenos méritos". ¡Es claro, ningún cismático con todos sus sufrimientos piensa corregir el cisma que justifica!.  
"El Apóstol San Pablo, sigue San Gregorio, demuestra cómo es de ninguna virtud este fuego de purificación que fuera de la Iglesia Católica es tolerado: Si diere mi cuerpo para que arda y no tuviere Caridad, no me aprovecha nada"
La Caridad es unitiva. Es la unión. Los obispos y sacerdotes del resto, han convertido la doctrina de la unidad en una doctrina impronunciable que han sustituido diciendo dos estupideces: que se justifica su actitud por estar en una situación de extrema necesidad, y que los Sacramentos pueden ser administrados lícita y válidamente, porque la Iglesia suple. Estas gentes le hubiesen sido de mucha utilidad a Martín Lutero, amo del retruécano. 
Sigue San Gregorio: "Unos hay que sienten de Dios cosas perversas; otros, que tienen de su Hacedor lo que es justo, PERO NO TIENEN UNIDAD CON LOS HERMANOS. Aquellos primeros están divididos por el error de la Fe, y los segundos por el PECADO DEL CISMA"
Yo me pregunto si estos obispos y sacerdotes saben -lo cual están gravemente obligados a saber- que no es posible recibir ninguna gracia pecando; ¿y hasta dónde ignoran esto los fieles?. 
"Y por eso, continúa, en la primera parte del Decálogo son reprimidas las culpas de entrambas partes, cuando se dice con Voz divina: Amarás a tu Señor Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu virtud, y a tu prójimo como a tí mismo. Así es que el que siente de Dios cosas perversas, es manifiesto ciertamente que no ama a Dios; más, el que está DIVIDIDO DE LA UNIDAD DE LA SANTA IGLESIA, está claro que no ama al prójimo, pues rehusa tenerle por compañero".
¿Cómo es posible agradar a Dios, si no se ama al prójimo?, ¿cómo es posible agradar a Dios oficiando o asistiendo a la santa Misa en un centro cismático?.
El CATECISMO ROMANO DEL CONCILIO DE TRENTO enseña en VII. EFECTOS DE ESTE SACRAMENTO (de la Eucaristía) lo siguiente: "Mas, aunque afirmamos con toda verdad que la Eucaristía concede la gracia, no significa esto que no sea necesario poseer ya la gracia para recibir con fruto el Sacramento. Porque así como a los cadáveres de nada les sirve el alimento corporal, tampoco aprovechan para nada al alma muerta los sagrados misterios. Por eso tienen las apariencias de pan y vino: para significar que han sido instituidos no para dar inicialmente, sino para conservar la vida del alma".
Esta doctrina se aplica perfectamente bien a la situación actual de CISMA.  
1. La celebración de la santa Misa, no sirve para curar el pecado del cisma. El Sacrificio se debe celebrar en la unidad de la Iglesia. No en la dispersión.  
2. Con el pecado del cisma, la comunidad de los fieles, con sus pastores, constituyen un cuerpo desmembrado y sin cabeza. Es por lo tanto un cuerpo MUERTO.
La celebración de la Misa no va a resucitar el cuerpo muerto, porque la cura del cisma depende de la voluntad del hombre. Así como la recepción de la santa Eucaristía debe de ser en un alma en gracia, porque este Sacramento es de vivos, igualmente la celebración de la Misa debe de ser en un cuerpo vivo. Es decir, en la unidad. En un cuerpo, -el Cuerpo místico de Cristo- en el que el Espíritu Santo sea su vida. La vida de un cuerpo vivo, a pesar de los pecados de muchos hombres. Lo cual es muy distinto y elemental. 3. Entonces, es una gravísima ofensa a Dios celebrar el Sacrificio de la unidad, en la más escandalosa división. Y salvo excepciones que Dios conoce, esas misas son fuente de maldición.

San Juan Damasceno (DE FIDE ORTHODOXA) comenta las palabras de San Pablo: " Este Sacramento nos une a Cristo y nos hace partícipes de Su carne y de Su divinidad y en El nos une y enlaza a todos nosotros, como cimentándonos en un UNICO CUERPO".  
"Y se le llama Sacramento de paz y Sacramento de unidad -o de caridad- para que entendamos cuán poco tienen de cristianos quienes alimentan enemistades y desuniones, -dice el Concilio Tridentino, ses. XIII y Denz. 873-, y como es nuestro deber el extirpar toda clase de odios, de rencores y de discordias, verdaderas pestes en la comunidad cristiana. Tanto más cuanto que en el cotidiano Sacrificio de la Eucaristía profesamos y prometemos conservar ante todo la paz y la unidad"
Y también dice este Concilio: "Ya desde el principio tuvo -este Concilio-, por uno de sus principales deseos arrancar de raíz la cizaña de los execrables errores y cismas que el hombre enemigo sembró (Mat. XIII, 25), en estos calamitosos tiempos nuestros por encima de la Doctrina de la Fe, y el uso y culto de la sacrosanta Eucaristía, la que por otra parte dejó nuestro Salvador en Su Iglesia como símbolo de su unidad y caridad -unidad-, con la que quiso que todos los cristianos estuvieran entre unidos y estrechados".
Así como es ofensivo a Dios la celebración de la Misa en el cisma, porque la Misa es el Sacrificio de toda la IGLESIA UNIDA y es como Dios la recibe con fruto, sin excluir la gracia que puede obtener una persona particular que ignora, también es ofensivo a Dios absolver sin jurisdicción, cosa que no culpa a quienes por error común de los fieles se confiesan con un sacerdote sin jurisdicción, y quedan ciertamente absueltos. En este caso la Iglesia "suple" -este es uno de los casos, enseña la Doctrina-, pero es increíble que sacerdotes sin jurisdicción que no tienen por el cisma, y bien que lo saben, se vuelvan violadores sistemáticos de una ley canónica y se aprovechen de una excepción a favor de los fieles, para hacerla general y sistemática. 
El R. P. pasionista Arturo Devine en su obra LOS SACRAMENTOS EXPLICADOS, T. VII, Pág. 329 escribe: "Y hasta en el caso de que un sacerdote tenga a su cargo la cura de almas, o que, sin tenerlo, obre como confesor, ha de entenderse comúnmente que obra con jurisdicción; y que todas las absoluciones son válidas, aun cuando ocurra que, con motivo de algún impedimento canónico, el sacerdote no esté autorizado para obrar así. En este caso, y cuando hay error común, la Iglesia SUPLE LA JURISDICCION para impedir que se perjudique a las almas. EL CASO NO SERIA EL MISMO SI SOLO SE SUPLIERA POR UN ERROR PARTICULAR DE UNO O DOS PENITENTES".
Que los sacerdotes en el cisma no tienen jurisdicción, está fuera de toda discusión. Que si un sacerdote cismático se sienta a confesar sin jurisdicción, es claro, la Iglesia, en favor del pueblo le da jurisdición, que ciertamente no obtiene por su ordenación, y para ese caso, como se la puede conceder a cualquier sacerdote apóstata en artículo de muerte, y sólo para ese caso, es claro que él absuelve válidamente.
El DERECHO CANONICO, (Canon 2366) dice: "EL SACERDOTE QUE TUVIERE LA OSADIA DE OIR CONFESIONES SACRAMENTALES SIN LA JURISDICCION NECESARIA, QUEDA IPSO FACTO SUSPENSO A DIVINIS...", y el comentario a ese Canon dice: "Apenas vemos probabilidad intrínseca en 1a opinión de algunos, que sostienen no incurre en la pena de excomunión el sacerdote que, sin licencia de confesar ni causa alguna que lo justifique, y a sabiendas de todo ello, se sienta en el confesionario, oye confesiones y absuelve válidamente en virtud del error común de los penitentes"
1. Hay quienes piensan que sobre la suspensión, los sacerdotes que confiesan sin jurisdicción, no solamente merecen la suspensión, sino la excomunión. 
2. Esa causa que puede justificar esa actuación de un sacerdote, no es ciertamente el cisma. No es posible que sobre el cisma se arme un edificio de violaciones y de irregularidades basadas en una extrema necesidad ficticia para justificar la pulverización del orden jurídico y se convierta en un chicle mascado que se estira, que se enconge, que se retuerce o que se aplasta según convenga a la situación del usuario. Esa causa que justifica la absolución sin jurisdicción, es la estupidez altanera del cisma del cual nadie se cree culpable.
El Canon 2314 es claro y contundente: "Todos los apóstatas de la Fe cristiana y todos y cada uno de los herejes y CISMATICOS: INCURREN IPSO FACTO EN EXCOMUNION". IPSO FACTO, es decir, por el mismo hecho. 
El Canon 1325 determina claramente quiénes son los cismáticos: "Finalmente, si rehusa someterse al Sumo Pontífice O SE NIEGA A COMUNICAR CON LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA QUE LE ESTAN SOMETIDOS, ES CISMATICO". ¿Cabe alguna opinión contraria o diversa ante lo que se ha expresado meridianamente claro?, ¿cabe alguna justificación entre los que forman el remanente que celebra la Misa católica?, porque si al menos, -aunque la Sede de Pedro estuviera vacante-, ellos estuvieran unidos, otro sería el panorama.
Esta es la obra del Concilio Vaticano II; de esos "papas" posconciliares hasta Benedicto y de la supresión del Sacrificio en 1969, que todos han apoyado con furia -clérigos y laicos-, hasta hoy. 
La tribulación final anunciada por nuestro Señor Jesucristo.
Es una increíble deshonestidad, confesar a los fieles y decir que porque "la Iglesia suple" esa práctica se puede institucionalizar a perpetuidad. ¿Ellos mismos, no están confesando que esas absoluciones son válidas "porque hay un error común"?/ ¿Y CUAL ES ESE ERROR COMUN?. Error común de los fieles, y deshonestidad de los pastores. Si esto no se ha entendido, estamos tratando con retrazados mentales. Si los fieles no quieren exigir la unidad a sus pastores, es que la apostasía nos ha infectado a todos. Es que ya no se siguen doctrinas, sino opiniones. La Iglesia ha muerto, entonces, matada por los hombres. Por eso están en curso todas las amenazas de La Salette. Los hombres no se han de burlar de Dios y retorcer a su capricho Su Palabra.

LAS MALDICIONES DE LA SALETTE EN CURSO.
Todavía hay imbéciles que pertenecen al club de los "no pasa nada", que con un ademán despreciativo de indiferencia muerden fuertemente su piltrafa mundana -que no les arrancas ni que les caigas a golpes-, y se hacen sordos y ciegos a un mundo que se desploma y amenaza tempestad. Estamos ante una situación inusitada en la que la Iglesia de la apostasía altera y nulifica doctrinas, Sacramentos; pero el llamado tal vez impropiamente "resto fiel" por su fidelidad al Sacrificio, prostituye deformándolo horriblemente el ORDEN JURIDICO de la Iglesia de arriba a abajo. Ni están dispuestos a unirse y elegir a la cabeza, aunque hipócritamente echen la lengua a funcionar por el lado contrario, ni están dispuestos a dejar de afirmar -como una cantinela aburrida-, que por la "extrema necesidad" -ficticia desde luego- están en regla, y que los Sacramentos que administran son válidos y lícitos, "porque la Iglesia suple".
La santa Madre María que se apareció en 1846 en La Salette, dijo que los sacerdotes se habían convertido en "cloacas de impureza". La impureza no se refiere necesariamente al sexto mandamiento, aunque no lo excluye, sino que es más bien la mezcla de materiales extraños y basura en una materia. Se refería a la herejía que ya penetraba a la Iglesia por todas partes y que hizo explosión durante y después del famoso Concilio Vaticano II. Llegaría a ese nivel de degradación ese "resto fiel", después de haberse burlado de aquella maravillosa oportunidad de la unidad que Dios y la santa Madre María propiciaron tan amorosamente, de la que no se puede desechar la acción del marranismo desencadenado por el poderoso influjo satánico tolerado por el Señor para estos tiempos del fin.
Ese resto "fiel", ha pisoteado el orden jurídico de la Iglesia, lo ha manoseado con manos impuras, lo ha retorcido y adaptado a sus conveniencias altaneras, y se ha burlado de los fieles que acuden ellos, pero de Dios no se ha burlado.
Por eso, las amenazas de La Salette, que eran condicionales, -como declaró Melania la vidente-, ya no lo son -dice León Bloy, autor ¿el libro LA QUE LLORA-, porque el camino de apostasía y prostitución los hombres lo han seguido con prisa, con esa prisa con la que va un alma que lleva el Diablo.
Nadie puede excluirse, ni siquiera como persona particular, de no haber sido advertido de lo que vendría. Hay situaciones en las que a Dios, infinitamente bueno, no le queda otro remedio, ante la estupidez y locura de los hombres, que exterminar el mal. 
A Dios veámoslo como un Ser infinitamente bueno. No como un tonto, como nos gusta ver al que se nos acerca PARA ENGAÑARLO. Dios no es un ser infinitamente tonto, como querríamos. No nos va a salvar, "porque es muy bueno" luego de una vida de farra, de indiferencia y de pecado. Pero es indiscutible que no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. Más puede un tonto negando que San Agustín probando. Entonces, la tempestad que por el horizonte amenazaba, se acerca y ya se ven sus primeros efectos, pues todo el horror de lo que nos rodea, es sólo el principio.
Mons. José F. Urbina A.
LA APOSTASIA. EL DESPRECIO Y LA INDIFERENCIA GENERAL...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Entonces,¿qué autoridad tiene el obispo Urbina para hacer confesiones? ¿Acaso cree él tener jurisdicción ordinaria? Si la Iglesia no puede suplir jurisdicción para los sacramentos, ¿cómo es que el obispo Urbina da los sacramentos (quizás no lo haga y este ignorante de este detalle, sin embargo, ustedes al publicar este artículo seguro están de acuerdo con él puesto que habian dicho antes que lo conocian)? Esto es una contradicción. Además, ¿qué no los sacramentos se realizan "ex opere operato"?

Urbina dice que son herejías a esas cosas que no son herejías, por ejemplo, el no. 10 dijo "El papa es infalible cuando ejerce su magisterio extraordinario, y fuera de ese caso, puede enseñar el error como doctor particular". Es decir, ¿él cree que el Papa nunca puede caer en herejía en su capacidad privada o qué se refiere como "doctor particular"? ¿Cómo explica el caso del Papa Honorio cuando comenzó a enseñar la herejía del monotelismo, y “reinó” por tres años y medio después de ocurrido el incidente de herejía? Sabemos esto porque el III Concilio de Constantinopla, IV Concilio de Constantinopla y el II Concilio de Nicea lo condenaron. Creo que Urbina comete error al decir que un papa no puede enseñar el error como doctor particular porque ha habido muchos casos en donde un Papa ha dado su opinión sobre algun tema doctrinal y después resulto que estaba totalmente equivocado (p. ej., el Papa Juan XXII). Pero decir que es hereje aquel que cree que un Papa puede enseñar error en su capacidad privada es erróneo. Soy sedevacantista, estoy de acuerdo que estos antipapas del Vaticano II no son Papas, sino unos herejes abominables, pero decir que un Papa no puede cometer error en su capacidad privada e incluso como doctor particular es realmente absurdo e incorrecto.

Al parecer, Uds. son de la misma opinión por haber publicado sus artículos, de otra manera no estarían promoviendo estos errores doctrinales. ¿Qué jurisdicción tienen ustedes para realizar válidamente los sacramentos? Tendía que ser la jurisdicción suplida, ¿no?

Guz

Padre Manuel dijo...

@ Guz
Ave maría Purísima
Tu comentario se lo hemos enviado a Mons. Urbina.
El conocerlo no necesariamente es estar de acuerdo.
Los Sacramentos actuan ex opere operato, pero se requiere jurisdicción para realizarlos.
El Papa Honorio fue excomulgado por su NEGLIGENCIA en "combatir" la herejia monotelista. En todas las formulas de condenación y anatema contra él no se le atribuía ningún error dogmático ni se afirmaba que hubiera defendido ninguna herejía, sino únicamente que había sido negligente en el desempeño de su oficio y que no había sido bastante enérgico, fomentando con su descuido la herejía.
El papa Honorio no estuvo acertado en el modo como resolvio el asunto, al imponer silencio a las dos partes. Fue un error de táctica de graves consecuencias para la Iglesia, PERO NO UN ERROR DOCTRINAL, que es lo unico que comprometería la infalibilidad.

Que Dios lo bendiga