lunes, 25 de junio de 2012

REFUGIUM PECCATORUM.

Transida el alma de mortal quebranto 
Estaba la dulcísima María, 
En pie junto al madero sacrosanto 
En que el Divino Redentor, moría.

Mientras ella empapaba con su llanto 
La planta de Jesús sangrienta y fría. 
Salpicóle la tela de su manto 
La sangre que del leño descendía.

Por eso siempre ostentas, Virgen pura. 
Tu manto salpicado con estrellas... 
Por eso aquél que teme las centellas 
De la ira divina, las conjura 
De tu manto, a la sombra protectora: 
¡Lo cobija la sangre redentora!

Mons. Vicente M. Camacho

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