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miércoles, 12 de mayo de 2010

¡DIOS A LA VISTA!

No he visto a Dios, es cierto, pero Dios está metido en la sangre y en el espíritu angustioso de la hora presente...
El descubrimiento de América, no solo fue un hallazgo, ni un atisbo genial. Tampoco fue el presentimiento de algunos pocos. Fue primero una leyenda, mas allá del mar Tenebroso y del Finisterre. Para los griegos era la cuna de la diosa Tetis, la ninfa del mar, la nereida que se bañaba en la cuna de oro del sol. Hacía allá, fueron los nautas griegos y fenicios, cargados de especias y de púrpuras. Y los que volvieron, empezaron a contar cosas extrañas y maravillosas. Pero lo volvieron las olas, que todo lo traen y todo lo llevan y nos dejaron restos de fetiches aztecas, dioses incas de madera, que se iban misteriosos de alguna ribera hacia el mar, haciéndose signos y señales de nuevos continentes... Mientras que en las playas americanas, por el Norte, llegaban, en lejanos días, los rubios vikingos y los enigmáticos mogoles y tal vez, junto a las ruinas de Chichen-Itzá, llegaban esbeltos egipcios enseñando a embalsamar a sus muertos y a poner una pompa funeraria en cada piedra labrada con calendarios solares y arabescos infinitos...
Era entonces cuando en Europa, junto a las cosmologías antiguas y a las geografías limitadas, nacían en las universidades y en los reinos, ciertos locos visionarios, que estudiaban los cielos y los paralelos, mientras en la ribera nuestra de América, Netzahualcóyotl con visión profética hablaba de un mundo de blancos europeos y del nuevo Cristo o Dios pacífico, que llegaría vistiendo sayales, empuñando espingardas y montando centauros de viento y de fuego...
Todo eso, lo escrito, desde hace muchos siglos, donde estamos profetizados y censurados, lo escuchado, a través de esos santos no canonizados y lo contemplado, en Europa y América, me hacen gritar aquella voz de vigía filosófico de Ortega y Gasset: ¡Dios a la Vista!
Si, Dios esta a la vista. Nos lo dice desde otro ángulo desconcertante, la visión actual, política, económica y moral del mundo, desde la mitad del año 1958. No fue suficiente la II guerra mundial, seguimos en guerra todavía; en algunas latitudes la guerra ha vuelto a ser cruel y sangrienta; en otras, las revoluciones han destrozado la ciudadanía, y ya no volveremos a tener paz social, porque las bombas nucleares y las pasiones dominativas del pueblo deicida nos condenan a morir viviendo.
Pero no son los hechos los que cambian a los pueblos. Lo que hay que temer son las ideas de este pueblo deicida y su infiltración en las sociedades cristianas y lo peor su infiltración en la Iglesia que es la única barca de salvación.No nos deben amendretar las bombas atómicas, sino las ideas de este pueblo deicida que han revolucionado a las sociedades temerosas de Dios, desfigurando el catolicismo con el modernismo, que es la cloaca de todas las herejías.
Aquí están nuestros desastres. La prensa controlada nos da todos los días cátedra de hechos escandalosos, de información falsa y ocultamiento de la verdad. En las legislaturas masónicas donde se legaliza el divorcio, el aborto, la sodomía ("matrimonios entre personas del mismo sexo"), corrupción de menores (derecho a adoptar niños estas uniones), eutanasia, drogas, vicios, etc. En las correccionales y en los tribunales donde no se resuelven los conflictos sino más bien, se detectan las carroñas sociales; y se convierten en universidades del crimen. en la "religión modernista" y en la mala dirección espiritual donde se apuntala las ruinas de las almas; en la verdadera Religión Católica la división imperante entre sus ministros y sin cabeza, sin Pedro; en los negocios donde se aprende a ser menos honrado; en los centros de placer, antros, cine, donde se olvida la vida y se trama las dulces complicaciones de la infidelidad; en las aduanas donde se negocia clandestinamente; por donde pasean nuestros hijos o por donde estudian nuestras mujeres, está toda la filosofía del desquiciamiento.
Antes, en los tiempos de decadencia de Grecia, San Juan Crisóstomo gritaba: "En las plazas, en los banquetes, en los vestidos, en las conversaciones no hay mas que vanidad, y toda vanidad". Ahora la vanidad ha bajado más abajo y se llama perversión.
Pero somos modernos y sabemos seducir. Y la seducción en nuestros labios nos hace diplomáticos y falsamente honrados. ¿Perversos? Pero si somos científicos, financieros, juristas, patriotas... Si te amo para siempre, si soy tuyo. Cuando la gente deja de ser honrada, cuando llega el amor. Cuando en la guerra y el amor todo es lícito y permitido, cuando no obligan juramentos ni los tratados, porque el fin justifica los medios... ¿Y cuál es el fin? este es nuestro fin y la justicia de Dios se ha puesto en juego para salvarnos. Dios llega como nunca, para realizar aquello de a grandes males grandes remedios. Dios está a la vista porque a la vista está el abismo. Y en el abismo, misteriosamente esta Cristo. A unos para salvarlos y a otros para llamarlos, a todos para perseguirlos amorosamente; porque ya hemos llegado a este binomio de predestinación: O CON CRISTO O CONTRA CRISTO... Pero siempre en medio de nosotros está Él y de Dios nadie se escapa...
Se han agotado los silbidos amorosos, los llamados suaves por mensajes oficiales por apariciones nacionales y católicas para todos; han llovido milagros por diversos rincones geográficos del mundo (Fatima, La Salette, etc.); han llegado santos para las horas de apostasía y de tinieblas; han pasado guerras con ese cortejo funerario de imperios caídos, de ejércitos y glorias de conquistas muertas en el polvo; pasaron las falanges macedónicas, los ejércitos de Roma, el fuego griego de santelmo que no se apagaba, las ballestas cándidas, los mosquetes, el cañón Krupp, los gases, los aviones, las armas biológicas y tenemos la gran destructora del mundo, la energía nuclear.
Ha llegado la hora de la devastación final. Hiroshima fue sólo una prueba y mas de cien mil personas en unos instantes pasaron de la vida a la muerte.
Dios está a la vista. El campo tiene dos líneas, O CONTRA DIOS O AL LADO DE DIOS. Es la hora del combate. Urge abrir los ojos. Y ¡Ay! de los que tienen ojos y no ven, y peor aun, de los que tienen oídos y no oyen. Ya no se puede uno quedar pasivo, porque uno pierde todo en la indecisión y en la duda. Ha sonado la hora. Más que nunca es el momento de decir: "Todas las horas te hieren, la última te mata". Y en la última, está Cristo diciéndote: "HIJO ¿POR QUÉ ME PERSIGUES?... Por que el que no está conmigo está contra MI".

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