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sábado, 29 de septiembre de 2012

"VENDRAN DIAS SOBRE TI, EN QUE TUS ENEMIGOS TE RODEARAN"

"EL TIEMPO DE LA SEMENTERA 
DE LA PALABRA EVANGELICA 
ENTRE LOS GENTILES, 
SE HA TERMINADO"
 Por Mons. José F. Urbina A.
Mayo 2012
     Así dice el Evangelio de San Lucas XIX, 43, en el que leemos el inicio de la destrucción de Jerusalén, que es imágen del fin del mundo.
     Se puede pensar que en la Ciudad de Dios extendida por toda la Tierra, en el momento del fin, cuya figura es la destrucción de la ciudad santa, no es posible esto pues no hay forma de cercarla, pero San Agustín en LA CIUDAD DE DIOS nos aclara que no solamente esto es posible, y ciertamente así será, sino peor.
     Así explica San Agustín: "Y se dice: saldrá; esto es, de los ocultos escondrijos de los odios y rencores, saldrá en público a perseguir a la Iglesia, siendo ésta la última persecución, por acercarse ya el último final Juicio, que padecerá la santa Iglesia en todo el orbe de la Tierra, es decir, la universal ciudad de Cristo, de la universal ciudad del Demonio en toda la Tierra"
     Y lo que dice: "Y subieron sobre la latitud de la Tierra y cercaron al ejército de los santos y la ciudad amada, no se entiende que vinieron o que habrán de venir de algún lugar determinado, como si en cierto lugar haya de estar el ejército de los santos y de la ciudad querida, pues esta no es sino la Iglesia de Cristo, que está esparcida por todo el orbe de la Tierra, y donde quiera que estuviere entonces, que está en todas las gentes, lo que significó con el nombre de la latitud de la Tierra, allí estará el ejército de los santos, allí estará la ciudad querida de Dios, allí, todos sus enemigos, porque también ellos con ella, estarán en todas las gentes, la cercarán con el rigor de aquella persecución, esto es, la arrinconarán, la apretarán y encerrarán en las angustias de la tribulación"
     Porque los dones místicos desaparecen, y las gentes de oración versarán en una noche oscura, y plagará la persecución de los de dentro y de los de fuera. El sitio a la ciudad de Dios, no vendrá para matar los cuerpos y para derruir muros. Los enemigos pretenderán matar almas y castillos místicos y saldrán de todas partes. El Apocalipsis dice que los demonios emergerán del abismo, pero San Agustín aclara que eso es "de los ocultos es condrijos de los odios y rencores" a la luz del mundo para perseguir a la Iglesia, es decir a las almas, porque los hombres abismados en el pecado, no pueden imaginarse la dimensión de esos abismos terroríficos en los que están presos por el pecado. Como tampoco pueden imaginar los mundos espirituales que se abren hacia el infinito luminoso para los elegidos. El mundo material, el mundo visible es comparable al agujero de un ratón que asoma en una de las salas de un suntuoso palacio. Y creo quedarme corto. En todo ese universo visible, hay una arenilla flotando que se llama Tierra. El hombre es tan estúpido que se cree grande cuando puede dominar una parte. Cuando puede gozar una parte. Cuando puede tener en propiedad una parte más grande que la que tienen otros. Con este sentimiento tan mezquino y suicida, las naciones y los hombres se "encolerizaron" contra Dios, dice el Apocalipsis (XI, 18). ¿Puede haber una soberbia más grande que aquella que en el furor de su furia, ciega?, ¿hasta qué abismo puede llegar el hombre apóstata del fin?, el insignificante mundo del cual el hombre se quiere hacer dios ¿le asegurará una existencia imperecedera y un dominio sobre el Universo material?, ¡qué cosa más estúpida!.
     El cerco a la ciudad de Dios, comenzó a crecer desde hace muchos años. Ya en 1846 la Virgen santa en La Salette dijo que los sacerdotes se habían convertido en "cloacas de impureza". La impureza es la mezcla de material extraño en una materia. Ya anunciaba el ataque a la ciudad santa. Ya anunciaba la apostasía final. La invasión a la ciudad de Dios perpetrada por muchos de fuera y de dentro. La embestida al Santuario y la contaminación a las fuentes de la salud y de la vida que segregarían pronto porquería y pestilencia.
     Pero no sólo los sacerdotes se habían prostituido. Las gentes tomadas de las manos con los sacerdotes, iniciaban una danza macabra hacia las profundas cavernas del Orco. Abismos de depravación doctrinal, abismos de depravación intelectual, abismos de depravación carnal y sexual, abismos que terminaban en la bestialización y en la satanización de los espíritus y del entorno.
     Morían las almas por miles en medio de esta masacre espiritual. Mataban a sus hijos y los devoraban, como sucedió en Jerusalén en el año 70. Porque los padres mismos arrojaron a sus hijos a la masacre horrible, y los animaron y los soplaron para que se pervirtieran. Y los sacerdotes les arrancaron la Fe, como cuando para comérselos les arrancaron la piel y los órganos vitales en aquella ocasión. Y los que quisieron conservar la vida del alma, se tuvieron que esconder en oscuros agujeros, sin comer, porque los Sacramentos habían sido arrojados lejos. Y si lograron salir de la ciudad invadida, como así sucedió en aquel entonces, fueron capturados por los enemigos y fueron crucificados fuera de la ciudad.
     Y los pocos que quedaron llevaron en procesión y a pie, los tesoros del templo para poner a los pies del altar de Satanás, porque en la Roma de los papas, perdida la Fe, la Tiara pontificia, fue puesta a los pies del Diablo por altos jerarcas de la ciudad de Dios que observaron complacidos el producto de su traición y la masacre.
     Y el Sacrificio fue quitado de la Iglesia, como Jerusalén quedó sin sacrificio, porque el Señor envió santos y papas, teólogos y doctores que fueron apedreados (Luc. XIII, 34 y sigs.) y condenados y despreciados por los jefes, la sociedad y los hombres, y así sobrevino el castigo, porque los hombres prefirieron ponerse en el lugar de los hombres irredentos, en el lugar de los enemigos de Dios que es reino del odio y del caos. Y los enemigos rodearon a la Iglesia, y la invadieron y la estrellaron contra el suelo (Luc. XIX, 44), porque los hombres desconocieron el tiempo de la misericordia y de la paciencia (Luc. XIX, 44) y el tiempo en que Dios los visitó. Sobrevienen los días de castigo (Luc. XXI, 22), de los que no serán librados ni los niños, ni las mujeres ni los ancianos, igual que sucedió en Sodoma y en el diluvio.
     Si Cristo lloró amargas lágrimas viendo la destrucción de Jerusalén, ¿no esas lágrimas eran también por la destrucción de Su Iglesia y por la suerte de tantos hombres que la traicionaron, que la destruyeron y que la trataron con diabólica indiferencia?.

DIOS LLORO LA DESTRUCCION DE JERUSALEN, 
LA DESTRUCCION DE SU IGLESIA 
Y LA INGRATITUD DE LOS HOMBRES.

     La humanidad, los hombres individualmente considerados, han dejado de adorar a Dios. Porque no es lo mismo la cantinela aburrida del bla-bla-bla hipócrita que las obras que manifiestan un espíritu sincero. Mientras más grandes maravillas el hombre descubre encerradas en la materia puestas por el Creador por amor a Sus creaturas, estas se alejan más de El; y en vez de darle gracias al Creador, se encierran más herméticamente en un alma soberbia e independiente. El hombre ha sido capaz de prostituir el don divino de la palabra, del pensamiento y de la música hasta llevarlos a niveles satánicos increíbles que no tienen ya fondo ni redención. Se ha creado nuevos y espantosos dioses a quienes rinde pleitesía si no con la palabra para no desdorarse, sí con las obras: al dinero, al figurado, a la comodidad y al bienestar, al Estado, a la técnica y al progreso, a la renovación y a la novedad, a su libertad, a su ego, a su razón. Y con todo esto, ha convertido la Tierra en una cárcel, pues ha entregado todo el poder a unos cuantos que sirven a Satanás.
     La situación actual del mundo, para la que sólo son ciegos los tontos, es una prueba indiscutible de lo alejados que estamos de nuestros ideales cristianos. La sal ha perdido su sabor y esta corrupción dolorosa, no tiene retroceso. Seamos sinceros: ¿Piensas que el mundo está mejorando?, ¿que está caminando a algo mejor?, ¿que los hombres de mañana serán mejores salidos de este lodo putrefacto?.
     ¿Y Dios, ha muerto para permitir indefinidamente la marcha del caos, de la violación de Sus leyes y preceptos, que dan entrada a la historia a la religión humana, a la moral oficial cambiante como un caleidoscopio y adaptable a las pasiones y conveniencias humanas?. ¿Si esto no tiene retroceso, a dónde vamos?.
     Por eso Dios vino al mundo y lloró amargamente.

LOS GRAVISIMOS MOTIVOS DEL LLANTO DE CRISTO.

     Las pasiones son naturales y por lo tanto son buenas. Todo depende, sin embargo, que estén ordenadas a un fin bueno y regido por la razón. Las pasiones desordenadas nos condenan, pero dirigidas por la razón, el buen sentido y las leyes de Dios, son una fuente inagotable de energía, de inspiración y de salvación.
     Aunque en Dios no existen las pasiones, Cristo N. S. sí las tuvo por ser verdadero y completo hombre, pero en Su caso no hubo desorden alguno en ellas. Por eso las sagradas Escrituras bien dicen que se hizo igual a nosotros en todo, menos en el pecado. El quiso conocer nuestras debilidades: nuestros trabajos, nuestras fatigas, la pobreza, la oscuridad, el silencio, el miedo, la traición, la soledad, el hambre, la sed, el calor sofocante, el frío, la incomprensión, la condena, el dolor, la muerte. Todas nuestras miserias fueron por El conocidas, menos el pecado y ciertos desórdenes morales que vienen por el pecado, y no pudiendo tomar en Sí esta flaqueza, tomó su semejanza y llevó su pena.
     El llanto que es expresión profunda de una pasión, es más fácil en la mujer que en el hombre. En él manifiestan serenidad y fortaleza. En él, las lágrimas son vertidas por causas graves y profundas.
     Cristo, que es el Verbo de Dios encarnado, ha bajado a la Tierra, y en la Tierra ha llorado. Dios ha llorado amargamente. Y ese llanto tiene motivos gravísimos. Las sagradas Escrituras nos narran en San Lucas, (Cap. XIX, 41) que Cristo cuando llora, se refiere a la ceguera de Su pueblo. ¿No se puede hablar aquí también de la ceguera de una humanidad apóstata, por la destrucción de Su Iglesia, por el destierro del Sacrificio?.
     El motivo principal, evidentemente, es por el pecado que comete Su pueblo despreciando Su gracia, por lo cual sera terriblemente castigado. Ese es el motivo más fuerte, no tanto la ruina material, porque las pasiones bien dirigidas son actuadas por el objeto principal que debe excitarlas con más intensidad, según los dictámenes de la razón. Por eso llora amargamente, porque el pecado tiene motivos suficientes como son la malicia, la ingratitud y la traición.
     Y siendo los dos motores principales de Cristo, la gloria del Padre y el amor a los hombres, y manifestándose Sus pasiones correcta y firmemente a esos dos fines, no puede actuar mas que en esas dos direcciones con suma potencia. Y así, entiéndase bien, cuando por el libre albedrío conferido al hombre se reniega o se ofende a Su Padre santísimo, entonces la respuesta y el castigo no pueden dejar de operar, para así manifestarse su infinita Justicia con toda potencia.
     Es muy claro y lógico y justo, que el que dá, tiene derecho a exigir, y el que lo da todo, tiene derecho a exigir todo. Exige agradecimiento, y si no lo recibe tiene derecho a exigir castigo. Porque Dios no pierde Sus derechos.
     No son los ultrajes dirigidos a la santidad de Dios los que lo afligen y contristan tanto, sino la violencia que padece Su amor cuando es despreciado y Su buena voluntad es frustrada por nuestra diabólica resistencia y soberbia. Por eso el Deuteronomio (VIII, 63) dice: "Así como se goza Yahveh en vosotros, haciéndoos beneficios y multiplicándoos, así se gozará sobre vosotros arruinándoos y destruyéndoos". Porque el amor rechazado, el amor desdeñado, el amor ultrajado por el desprecio injurioso, el amor agotado por el exceso de su abundancia, seca las fuentes de la gracia y abre las llaves de la horrenda venganza.
     Debemos considerar que no hay nada más furioso que un amor despreciado y ultrajado. Y si Dios se ha dejado llevar por Su naturaleza bienhechora al bendecirnos, pero lo hemos despreciado, y hemos entristecido Su santo Espíritu, hemos cambiado, entonces, la alegría de hacer el bien, por la alegría de castigar. Y por lo tanto, es justísimo que repare la tristeza que hemos proporcionado a Su Espíritu cambiando a otra alegría eficaz, por otro triunfo de Su Corazón, por el celo de Su justicia empleada en castigar nuestra ingratitud, indiferencia y malicia. Esta justicia del Nuevo Testamento, enseña Bossuet, se aplica por la Sangre, por la bondad misma y por las gracias infinitas dadas por Dios redentor.
     Por ese motivo, entiéndase bien, la cólera está siempre muy cercana a la gracia. Por eso San Mateo (III, 10), dice que "la segur -es decir el hacha- se aplica a la raiz de los mismos beneficios".
     Y así, si la santa inspiración no nos vivifica, ciertamente nos mata, porque el furor de Su justicia saldrá de las mismas llagas abiertas para nuestra redención. De los espantosos tormentos de Cristo se aprovechan los justos para santificarse y merecer el premio eterno, como son abismados en el Infierno los malvados, los pecadores, los despreciadores de Dios, los tibiecitos que son un vómito -dice el Apocalipsis-, y todos los que no quisieron que Cristo reinara, primero arrojándolo a las sacristías pues fue expulsado de las calles a patadas, aquellas que recuerdan las de la calle de la amargura, cuando expulsaban a Cristo de Su ciudad para asesinarlo; y después de toda la sociedad, de las leyes, de las familias y de las almas.
     El Apocalipsis dice: Poneos a cubierto del rostro airado de la Paloma y de la cólera del Cordero. Porque no es tanto el Rostro irritado del Padre, como el de esa tierna Paloma bienhechora que ha gemido tantas veces por el amor de los hombres, y el de ese Cordero inmolado del que hay que ocultarse. La Cruz y la Redención nos dá la potestad de llegar a ser hijos de Dios, ciudadanos del Reino, herederos del Cielo, así también hacen más grave la condena de los burladores de Dios, de los que quisieron jugar con El, de los apóstatas y de toda esa pandilla de malvados que sirvieron al Diablo.
     Por otro lado, hay que saber que la gracia de Dios nunca se pierde, pues cuando es rechazada, Dios la recoge dentro de Sí, y Su justicia la cambia en maldición. Esto lo experimenta muy bien y a satisfacción el que muere en pecado mortal. Abusar de la bondad de Dios, retorcer Su voluntad bienhechora, oponerse a Sus planes, pensar que todo perdona aunque conscientemente lo sigamos ofendiendo, pedir treguas interminables a la conversión, es igual a obligarlo a ser cruel e inexorable. Porque El solamente quiere ser generoso, ser amado por todos los beneficios que nos da a manos llenas. Pero siendo rechazado, poniendo Sus cosas en segundo lugar -o sin cupo-, no se cansará por toda la eternidad de golpear con Su Mano victoriosa y soberana, y esos golpes redoblados y sin fin, constituirán los eternos reproches de Su gracia despreciada y ese vivir muriendo siempre.

jueves, 27 de septiembre de 2012

EN UNA ENTRONIZACION

 Tú lo quisiste, y se extendió la noche
de la orfandad, en nuestro cielo triste;
y no hubo en nuestros labios un reproche,
 ni el gemido que exhala quien resiste 
al golpe del dolor... Tú lo quisiste!

Se deslizó en silencio nuestro llanto; 
en silencio sufrimos aquel frío 
que hiela nuestros huesos. El quebranto 
que causa en otras almas, desvarío, 
lo mitigaste Tú, Corazón Santo!

Tú nos habías colmado de alegrías 
y regado el camino con tus flores, 
¿Porqué no bendecirte en la agonía? 
Porqué no alzar un himno a tus amores 
Si contigo se fué la madre mía?

No hay en nuestra alma ni rencor ni encono, 
aunque el hogar dejaste hecho cenizas. 
¿No ves que alegre canción entono, 
y en los labios de todos hay sonrisas 
al ofrecerte, ¡Oh Rey! humilde trono?

Eres el Rey, y así nuestro destino 
en Ti, confiadamente, lo ponemos: 
¡y puedes alfombrar nuestro camino 
de espinas o de rosas...! ¡Te amaremos! 
¿Estás contento, Corazón Divino... ?

Oh, sin duda que sí; por eso ahora 
quiero dejar en este altar sagrado 
donde rendida nuestra fe te adora, 
un solo ruego, el mismo que ha elevado 
A Ti mi corazón a toda hora.

He aquí lo que te pido humildemente:
 Arranca de mi padre la tristeza, 
quiero otra vez mirarlo sonriente 
aunque ciña punzante mi cabeza 
la corona de espinas de su frente...!

Vuélvele la salud, si es necesario 
que la mirra se queme en nuestros lares, 
tienes mi corazón, sea el incensario
en cuyo fuego caigan los pesares, 
y a él, dale el Tabor; a mí, el Calvario!

El, desde niño, consumióse en fuego 
de tus amores: y por eso digo: 
Tú, que le diste la salud a un ciego 
que sin haberte amado alzó su ruego, 
¿desoirás la plegaria de un amigo...?

No, Tú me vas a escuchar. Siempre en el día 
de su entronización, saben los reyes 
conceder todo lo que el pueblo ansía 
suspendiendo la fuerza de las leyes. 
Tú has escuchado la plegaria mía...!

Mons. Vicente M. Camacho

EL SER MAS INFELIZ

Una estudiante entabló un día con su maestra la siguiente conversación.
— Señorita, explíqueme o descífreme un misterio: ¿por qué en este mundo el hombre es el ser más infeliz?
—¿Qué quieres decir con esto, niña?
—Una verdad incontestable.
—    Diga si no: 

Si lanzo una piedra al aire, ésta vibra un instante, después, vencida la fuerza de resistencia, cae por tierra y parece que diga en su quietud: yo estoy tranquila.
La planta enraizando en la tierra, absorbe los jugos alimenticios de las entrañas de la misma, abre por decirlo así, las pequeñas boquitas de las hojas, respira la atmósfera y contenta de su follaje verde, canta al universo: yo soy feliz.
Los animales rehuyen instintivamente el dolor y también instintivamente buscan la satisfacción de sus necesidades que con facilidad la encuentran; comen, duermen y viven sin preocupación alguna, como queriéndonos decir a nosotros, sus amos: nosotros no conocemos las penas.
Nosotros somos los únicos seres que, entre esperanzas inciertas, buscamos la paz y la alegría sin alcanzarla por completo. ¿No es verdad todo esto?
En parte sí, contestó la maestra, en efecto muchos hombres son realmente infelices.
—¿Y por qué?
—Los motivos son muchos, pero pueden reducirse a uno principal: porque no todos los hombres rezan.
— Pero, ¿qué tiene que ver aquí la oración?
— Muchísimo y te lo demostraré:
La felicidad consiste en tender hacia el propio fin en el modo establecido por Dios.
"La piedra, la planta, el animal son felices porque obedecen, aunque inconscientemente, a las leyes de Dios que los gobierna.
"El hombre, en cambio, debe obedecer a estas leyes libre y voluntariamente, pero muchas veces no lo hace porque abusa de su libertad o porque cede a las lisonjas del enemigo. Entonces es infeliz. 
Un apólogo del Card. Maffi te hará el pensamiento más claro.
El refiere:
"Una hoja nació, creció, se extendió en la rama de un árbol que amorosamente la nutría y placenteramente la oía retozar alegre juntamente con sus compañeras cada vez que el sol, o la brisa las acariciaba".
Un día la molestó el céfiro, que en voz baja entre tierna y burlesca, le susurró: ¿Aún no estás cansada de pender prisionera en este viejo tronco? ¿Tú, tan hermosa, tan fragante tan tierna, tan lozana? Apártate de esta corteza grotesca y ennegrecida, llena de polvo. Záfate de ella y vente conmigo. Arráncate pronto y líbrate de las cadenas de la esclavitud, y yo te llevaré a los mejores jardines llenos de flores, a las riberas de los mejores ríos, a las más altas montañas cubiertas de blancura... Verás la felicidad que te espera la fiesta que te harán, los parabienes que a porfía todos te harán...
La hoja tembló y se encogió como negándose a seguir el consejo.
Y el céfiro se ausentó... Pero regresó por la tarde, al día siguiente le volvió a insistir. Para su desgracia, la pobre hoja seducida, escuchó la tentación y se cirnió suavemente en brazos (las ondulaciones) del céfiro.
Fue un instante.
Un tirón al pecíolo que se cortó y derramó una lágrima muy amarga. La hoja, a limbo extendido, libre y ebria de alegría revoloteaba como mariposa inquieta a merced del céfiro: éste, saturado, pronto se cansó y al acercarse la noche se aquietó.
La pobre hoja, sola, y sin ningún sostén, comenzó a precipitarse al abismo, hasta que fría, seca y casi sin vida se encontró entre la tierra.
Por la mañana, sintiendo que el céfiro comenzaba a soplar, pidió auxilio: Céfiro, llévame al país de las flores, a las riberas de los ríos, a los montes...
El céfiro pasó sin escucharla.
Por la noche y a la primera aurora la hoja repitió más lánguidamente su petición angustiosa.
Céfiro, llévame contigo.
Pero todo en vano.
El céfiro pasó insensiblemente, sordo a las súplicas, a los sollozos y a los estertores de la moribunda hoja que a los pocos minutos seca, arrugada y despreciada, cayó en el lodo y desapareció en la putrefacción.
Suerte semejante a la de la hoja —prosiguió la maestra—, tocó un día a nuestros primeros padres en el paraíso terrenal. Cedieron a las lisonjas de la serpiente tentadora, perdieron la felicidad para ellos mismos y para todos nosotros, sus descendientes, y atrajeron sobre todos muchísimos males: la pérdida de la gracia sobrenatural, la ignorancia, las enfermedades, la condena al trabajo y a la muerte, la inclinación al mal.
Pero, por fortuna para nosotros, pobres hijos de Adán, hay una tabla de salvación: la oración. Si sabemos rezar, en virtud de su promesa infalible, Dios, por los méritos del divino Redentor, vendrá en nuestro socorro; nos ayudará a aceptar pacientemente los dolores de la vida, nos los hará agradables y meritorios para el cielo.

Jovencita, la respuesta de la maestra te habrá convencido, ciertamente, de la necesidad de la oración.
Pero —podrás preguntar— ¿cuándo hay que rezar?
— El Evangelio dice: ''siempre" (Lc. XVIII,1)
¿Habrá que estar siempre absortos en Dios, como el monje de la leyenda, que estuvo cien años absorto ante el canto del pajarillo de la gloria?
No propiamente así, sino de manera semejante.
Se puede rezar siempre, aun atendiendo a los propios deberes, también el trabajo hecho en gracia de Dios y por su amor, es oración. Pero es deber también de todos, hacer oración propiamente dicha, hacerla a menudo y especialmente cuando se siente necesidad de Dios.
Observa a la alondra: este pájaro vive en los campos, pasa gran parte del día en los surcos de la tierra, de donde saca su alimento. Pero de tanto en tanto se levanta hacia el cielo y entona su canto lleno de alegría, ya vigorizada nuevamente.
Así debemos hacer nosotros: cada tanto hacer a un lado nuestras ocupaciones ordinarias para elevarnos a Dios con la oración y renovar nuestro espíritu.
Esta es una necesidad natural. En efecto, cuántas veces la inteligencia reclama algunos instantes de reflexión; la voluntad tiene necesidad de ser reanimada, alentada, reforzada; el corazón siente la necesidad de reposar en Dios.
Se trata entonces de argumentos exclusivamente interiores y personales que deben ser tratados directamente con Dios, libres de todas las preocupaciones y de todo control profano.
Cuando sientas esta necesidad, considérala como invitación de Dios a hablar con El. Entonces recógete en ti misma, habla libremente con tu Señor. Una vez hecho esto volverás a tus ocupaciones con mejores disposiciones y nuevas energías.
En estos casos, cualquier lugar es bueno para la oración, porque Dios está presente en todas partes y, si lo amas sinceramente, está también en tu alma.
Pero tú sabes que hay un lugar reservado para la oración: la Iglesia o el templo. Allí Jesús está presente sacramentalmente, dispuesto a recibirte no sólo el domingo, durante la misa obligatoria, sino todos los días, todos los momentos.
Por eso cuando las ocupaciones te lo permitan, reserva al menos los momentos más preciosos del día, los de la mañana, para una comunicación con Jesús eucarístico.
Si te es posible asiste devotamente a la renovación del Sacrificio de la cruz, acércate a la Sagrada Comunión con el alma pura, reza por ti, por tus seres queridos, por los que sufren, por los gobernantes, por los misioneros, por Iglesia, por las almas del Purgatorio y por todos los hombres. Dedica unos minutos a la meditación de las verdades más útiles para tu alma.
Volverás a tu casa renovada y mejorada.
Te pasará a ti lo que a la cera expuesta a los rayos del sol que poco a poco se hace nás blanca y más limpia. Así tu alma, bajo la acción del Sol. eterno, se embellecerá, se purificará y será más agradable a El.

Dios en la Naturaleza

    El joven cristiano que vive de la fe no pierde nunca el pensamiento de Dios, y lo adora siempre, quemando en su honor, en el santuario de su alma, un invisible incienso.
     Joven, ve por todas partes, en la creación, su dulce o formidable imagen, porque el Creador ha dejado en todas las cosas su delicada o poderosa huella.
     Por El la brillante flor de nuestros jardines y la humilde flor de nuestros campos o de los bosques, o aun el ala irisada de la mariposa —también flor— recuerdan su Providencia, atenta a encantar nuestros ojos.
     Por El las vastas llanuras cubiertas de cosechas y los árboles cargados de frutos y las viñas doradas en las laderas de las colinas, cantan en su lenguaje su Inagotable munificencia.
     Por El el mar, alternativamente seductor o bravio, el mar bullicioso y elocuente, expresa su inconmensurable y terrible infinito.
     Por El las enormes montañas, con sus cimas blancas de nieve, con sus laderas negras de arboledas, proclaman su incomparable grandeza; el sol no es más que un reflejo de su luz eterna; las estrellas cantan su gloria, y el cielo entero, el azul sin fondo y sin límites, no son más que una página inmensa en que su dedo escribió su nombre con letras resplandecientes.
     Por El, en fin, todo lo que vive en las aguas, en la tierra o en los aires, nos habla de su infatigable actividad y de su divina Providencia.
     Asi, el joven cristiano marcha constantemente, por decirlo así, a la sombra de Dios, encontrándole bajo todas sus formas, presintiéndolo a través de todos los velos, saludándolo tras el resplandeciente caos de las cosas.
     Lo ve en el orden sublime de todo, en la unidad, en la variedad, en la belleza de los seres; por todas partes reconoce la huella del gran Obrero en sus obras, como se reconoce el águila por su envergadura y el paso del león en el desierto por la impresión de sus pies.
     De lo perecedero se eleva a lo inmutable y eterno, y adora a ese Dios vivo que en todo se revela, y toma la palabra por esa naturaleza muda y sin inteligencia y glorifica a su Autor, y entona en su honor el cántico entusiasta de los tres Niños hebreos o de San Francisco de Asís:
     — ¡Estrellas de los cielos, bendecid al Señor! Lluvia y rocío, vientos y tempestades, calor del verano, frío del invierno, montañas y colinas, hierbas, gérmenes, fuentes y manantiales, peces de las aguas, aves de los aires, obras de Dios, ¡bendecid al Señor!
     —Loado seas, mi Señor, por todas tus criaturas, especialmente por el hermano sol que hace el día y por él nos alumbras, y él bello y radiante en gran esplendor; de ti, oh Altísimo, lleva significación.
     —Loado seas, mi Señor por la hermana luna y las estrellas; en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
     —Loado seas, mi Señor, por el hermano viento, y por el aire y nublado y sereno y todo tiempo, por los cuales a tus criaturas das sustento.
     —Loado seas, mi Señor por la hermana agua la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.
     —Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego por el cual alumbras la noche, y es hermoso y alegre por su vivo centelleo.
     —Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna, y produce diversos frutos, matizadas flores y hierba.
     —Load y bendecid a mi Señor, y dadle gracias, y servirle siempre con gran humildad.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

LA MEDICINA Y LOS SACRAMENTOS. EL ORDEN

Aptitud física.
Irregularidades por delito. — Irregularidades por defecto físico. — Irregularidades por defecto moral. Bibliografía.

 El sacramento del Orden no puede ser conferido más que a un hombre que ofrezca cualidades físicas y morales adecuadas a su eminente dignidad. El médico puede ser consultado, ya por su cliente que desea saber si es físicamente apto a la vida sacerdotal, ya por un candidato enviado por un superior, para que se certifique su aptitud.
Se llaman irregularidades los impedimentos perpetuos a la recepción o al ejercicio de las Ordenes. No nos ocuparemos, naturalmente, más que de las irregularidades de carácter médico, que pueden provenir ya sea de un delito (ex delicTo), ya sea de un defecto (ex defectu) físico o moral.

Irregularidades por delito (Canon 985)
El médico puede intervenir solamente en tres casos:
1. Es irregular quien se haya hecho culpable de un aborto provocado, comprendidos los cómplices.
2. Es irregular quien se haya mutilado o haya mutilado a otros. La mutilación es la ablación sin necesidad de un miembro (parte del cuerpo con función autónoma: ojos, orejas, pies, manos, testículos, ovarios, etc.). La simple supresión de las funciones del miembro no crea la irregularidad.
3. Es irregular el clérigo que, sin indulto apostólico, ejerza la medicina o la cirugía, cuando de ese ejercicio resultara la muerte del enfermo, aun si poseyera la ciencia necesaria y si ha empleado todas las medidas de prudencia requeridas.

Irregularidades por defecto físico (Canon 984)
 En las religiones antiguas (Babilonia, Grecia, Roma, el Judaismo), la integridad física era exigida para el ejercicio de las funciones sacerdotales. El cristianismo primitivo no tuvo tales exigencias; las cualidades morales invalidaban los defectos físicos. Los escritos de los tres primeros siglos no contienen prescripción alguna, que elimine a los deficientes físicos del sacerdocio. Por el contrario, un texto y muchos hechos históricos demuestran que en la elección de los ministros sagrados los defectos físicos no se tenían en cuenta. A lo sumo se descartaban aquellos que no podían cumplir en absoluto sus santas funciones, por ejemplo, los mudos y los ciegos.
Se conocen las palabras de San Pablo acerca de los inválidos (I Cor., II, 3; Gal., IV, 13, 14). En las Constituciones Apostólicas, que datan de los años 380-400, se especifica que cuando se trata de elevar al sacerdocio, "no son los defectos corporales los que deben considerarse, sino la religión y la vida" (Libro 6, Cap. 23, N° 5). 
Por otra parte, en la época de las persecuciones, los más piadosos, los más celosos estaban expuestos sin tregua al martirio y las mutilaciones que sufrían eran más bien un título para el sacerdocio que una causa de eliminación. En el Concilio de Nicea, los obispos más célebres y más venerados eran mutilados.
Sin embargo los Cánones apostólicos (de fines del siglo IV) prevén la imposibilidad de ordenar a los que por su invalidez física se hallan en la situación de no poder cumplir sus sagradas funciones: el Canon 77 cita a los ciegos y sordos, y el Canon 78 a los energúmenos. Estos últimos, además habían sido excluidos ya por el Concilio de Elvira en el año 305 ó 306.
Mas, alrededor de esa época, la Iglesia debió reprimir una costumbre nacida de una equivocada interpretación de las palabras de Cristo, que ordena cortar los miembros que son objeto de escándalo: algunos cristianos se hacían castrar para conservar más fácilmente la castidad o impedir insinuaciones malévolas acerca de su apostolado. Tal fué el caso de Orígenes, lo que no impidió que fuera ordenado sacerdote; por cuanto hasta entonces se ordenaban sin dificultad a los eunucos, dado que la esclavitud y las torturas hacían frecuente esa mutilación, como también la creencia que la misma podía curar ciertas enfermedades, como la epilepsia, o prevenir la lepra. En su aspecto civil algunos edictos del emperador Domiciano, de Adriano y de Justiniano habían reaccionado ya contra la castración. En el año 325, el Concilio de Nicea estableció una regla formal: los eunucos involuntarios (violencia, esclavitud, enfermedad) podían ser admitidos al sacerdocio o ser conservados en su ministerio; los eunucos voluntarios debían ser eliminados del clero o no admitidos a las órdenes.
Realmente, la irregularidad era constituida por el delito de castración voluntaria, y no por la mutilación. En el año 402, Inocencio I descartó no sólo a los eunucos voluntarios, sino toda clase de mutilados voluntarios. Medio siglo más tarde se dejó de tener en cuenta la intención; la irregularidad reside en la lesión misma: Hilario rechaza a todos los mutilados, voluntarios o no. Finalmente, en el año 492, Gelasio excluye a los "vitiati corpore" (los defectuosos físicos) y los reglamentos posteriores no son más que la aplicación de su principio.
Como lo expone Santo Tomás, las dos grandes causas de irregularidad por defecto corporal son: el escándalo que pueda resultar de ese defecto (horror, ridículo, etc.), o la imposibilidad de cumplir las funciones eclesiásticas.
La enfermedad principal que crea la irregularidad es la epilepsia (Canon 984 del Código). Esta irregularidad no puede eliminarse más que por una dispensa, aunque no haya habido más que un solo ataque y que la curación aparezca cierta. La dispensa se acuerda mediante certificado médico, si ya ha pasado un año desde la última crisis. Lo mismo vale por las crisis epileptiformes, salvo el caso en que provengan de una enfermedad pasajera, extraña al sistema nervioso y ciertamente curada. La epilepsia sobrevenida después de la ordenación da lugar a una irregularidad total o parcial, según los casos. La parálisis será causa de irregularidad, de acuerdo con el grado de impotencia que cause.
Es irregular el leproso antes de la ordenación y no puede ser ordenado mientras dure la enfermedad. Mas el sacerdote leproso puede continuar celebrando en determinadas condiciones, sobre todo en las leproserías.
Ciertas desfiguraciones, una predisposición casi constante al vómito, las cefaleas intensas que pueden hacer temer la interrupción de los oficios o errores en los mismos, y finalmente la casi imposibilidad que caracteriza a los "abstemios" que no pueden beber vino sin devolverlo, son irregularidades.
En lo que se refiere a las mutilaciones y a la invalidez, se examinaron numerosísimos casos y, de acuerdo con las épocas, se consideraron como irregularidades más o menos incompatibles con el sacerdocio.
Para los miembros superiores, hay irregularidad si faltan los dos brazos o aun uno solo, si ambos o uno solo son inválidos, si falta una mano, si son inválidas las dos o una de ellas, si falta el pulgar o el índice, o si se carece de los tres dedos menores (la ausencia de uno o dos de los menores no torna irregular). Las lesiones parciales de los dedos pueden crear la irregularidad, cuando resulte una seria dificultad para oficiar: se trata de casos especiales que merecen consideración individual.
Para los miembros inferiores, hay irregularidad faltando una o las dos piernas; si las piernas son tan débiles que no mantienen de pie; si son deformes de manera tan visible que la sotana no pueda ocultar la deformidad; si existe una renguera tan acentuada que obligue a subir al altar con bastón de apoyo; si faltan uno o los dos pies; si hay pie torcido o deformación grave.
En los órganos de los sentidos existe irregularidad cuando falta un ojo; si la visión de un ojo es nula y se debe volver la cabeza en forma inadecuada para leer el Misal; si la vista es demasiado débil que no permita la lectura del mismo, y con mayor razón si hay ceguera.
Es irregular quien padece de sordera total, o carece completamente de un pabellón de la oreja, o de nariz o tiene una deformidad grave en este órgano.
La mudez, el ser sordomudo, la tartamudez muy pronunciada son irregularidades. Malas formaciones dentarias, que desfiguran en forma marcada el rostro, o una boca muy deforme, son también irregularidades.
Cuando el hermafroditismo es tal que no cabe duda acerca de la masculinidad del individuo, no hay irregularidad; otra cosa seria si el sexo es dudoso. En los casos de monstruos, eso depende de la anomalía; cada caso debe considerarse aisladamente, en relación con la posibilidad de oficiar y al mismo tiempo con el horror o el ridículo que pueda provocarse. Lo mismo reza para los jorobados, para los enanos, para los que poseen un vientre enorme o un rostro deforme.
Mas en la mayoría de estos casos pueden obtenerse dispensas, generalmente mediante certificado médico que describe la invalidez, su grado, las aptitudes restantes y las probabilidades de agravación, reducción o persistencia, y mediante un informe del maestro de las ceremonias que establece la compatibilidad o incompatibilidad del estado del sujeto con una u otra parte del ceremonial.
Actualmente, no se procede con el rigor que se mantuvo en ciertas épocas, y en 1919 se pudo ver acordada la dispensa a un sordomudo, en 1920 a un amputado de ambas piernas, y en 1928 la autorización a celebrar la Misa sentado.
El médico ha de ser, pues, sumamente prudente en las opiniones que vierta en tales ocasiones. Podrá advertir al sujeto que es irregular; pero si la dispensa fuera posible, es mejor extender un certificado con todos los pormenores posibles, con medidas y aun con fotografías, y enviar al candidato a las autoridades eclesiásticas munido con su legajo.

Irregularidades por defectos morales
 Irregulares son los epilépticos (o los que lo fueron), los dementes y los posesos.
Hemos tratado ya de la epilepsia entre los defectos físicos. Se trataba allí de la "crisis" de epilepsia. Pero hay que tener en cuenta los equivalentes: ausencias, vértigos, fugas, amnesias. Finalmente no debe olvidarse la atenuación o casi desaparición proporcionada por el tratamiento. Por esta razón el doctor Tinel logró ver a un joven seminarista que a raíz de una herida de guerra presentaba crisis graves 2 ó 3 veces por mes y que después de siete años de tratamiento llegó a no padecerlas, salvo cada tres o cuatro semanas unos estallidos de 8 ó 10 pequeñas ausencias en relámpago por una fracción de segundo, inasibles para un interlocutor. La dispensa, en tales condiciones, fue concedida.
El caso de locura tampoco es absoluto. No hay duda de que los débiles, los anormales, los idiotas o dementes precoces, los desequilibrados inestables o los delirantes crónicos no pueden ser admitidos al sacerdocio.
Igualmente, los trastornos psíquicos pronunciados —por ejemplo, en los grandes obsesionados, los psicasténicos constitucionales con escrúpulos obsesionantes, manía de la duda, fobias diversas— constituyen un impedimento absoluto, aunque no correspondan exactamente a la palabra locura.
El problema es más delicado cuando se trata de psicosis intermitente o periódica. Estos casos representan por sí solos la parte mayor de la patología mental: los trastornos mentales no existen más que durante las "crisis", y en el intervalo el estado es normal. Que se trate de depresión ansiosa melancólica o de excitación maniática, o de confusión maniática, o de estas formas mixtas en que alternan o aun se asocian los distintos elementos de depresión, angustia, estupor, excitación o confusión, todas estas crisis tienen caracteres casi constantes:
1. Curación completa de cada crisis, que dura algunos días, semanas, meses o aun años.
2. Recidiva casi constante en un plazo más o menos largo. Ahora bien, no hay más que diferencia de grados entre las simples pequeñas crisis depresivas, calificadas preferentemente como neurastenias, y las grandes crisis de melancolía ansiosa; entre los estallidos raros o accidentales de ansiedad o excitación discretas y los grandes síndromes ansiosos o maniáticos a repetición. Y la transformación de una forma benigna en una grave es siempre posible, como la transformación de una modalidad en otra. Mas, en cambio, esta psicosis maniática depresiva es sumamente frecuente; puede atacar a los sujetos más brillantes, y casi siempre, en el intervalo de las crisis, no afecta mínimamente las cualidades morales e intelectuales del individuo.
Sería un verdadero abuso descartar sistemáticamente del sacerdocio a sujetos a veces elegidos, afectados por estas psicosis, como, por otra parte; sería nefasto no tenerlas en cuenta. Es una cuestión individual, como en la epilepsia.
El médico perito redactará, pues, un informe en que expondrá la naturaleza de las crisis observadas; investigará las crisis precedentes; establecerá el carácter constitucional o accidental de las mismas; señalará la posibilidad de recaídas, insistiendo en la tendencia habitual de esas crisis a reproducirse bajo las mismas influencias, en intervalos del mismo orden y con síntomas más o menos idénticos. Según el caso, deberá señalar el peligro del suicidio en la melancolía ansiosa y el peligro del escándalo en las crisis de excitación maniática, haciendo notar que generalmente es posible prever esas crisis, gracias a los pródromos, y tomar las precauciones adecuadas. Finalmente, se indicará en qué medida se puede contar sobre la eficacia del tratamiento y de una determinada higiene física y moral. Con estos elementos, la autoridad eclesiástica podrá resolver acerca de la posibilidad o imposibilidad de admisión al sacerdocio, teniendo en cuenta las cualidades morales del candidato, sus signos de vocación y las condiciones de utilización de su ulterior actividad.
Es evidente que la designación de tales sacerdotes a lugares aislados en los países de Misión o en mayoría no católicos, podría tener graves inconvenientes, dada la dificultad de prever el acercarse de una crisis o el escándalo que pueden provocar las mismas crisis. Por otra parte, de acuerdo con el carácter del sujeto, la modalidad del mal, un ministerio en la campaña o a la inversa en la ciudad, una vida contemplativa o de predicación, la enseñanza u otra forma de actividad podrían ser indicadas o contraindicadas. El médico psiquiatra debe señalar esa... orientación profesional, que se torna deseable por la predisposición morbosa acusada.
Para los posesos, el papel del médico es a menudo delicado, porque puede tratarse de posesión verdadera, de demonopatía o de una asociación de ambas, tal vez. Es necesario que el médico prepare el terreno a los teólogos, estableciendo ya sea la ausencia de cualquier afección morbosa, ya sea, al contrario, la parte que esta afección puede asumir en los fenómenos observados.
Si el sujeto es indemne de toda enfermedad nerviosa, el problema se torna puramente teológico. Si se trata de un delirio demoníaco: alucinaciones, obsesiones, desdoblamiento o sustitución de personalidad, nos hallaremos en el cuadro de la locura estudiada ya. Si se trata de simple autosugestión, de neurosis histérica, no se puede afirmar que le corresponden los términos del Derecho canónico "locura" y "posesión", y no parece haber irregularidad; de cualquier modo, estamos en presencia de formas nerviosas que a menudo son más incompatibles con el sacerdocio que ciertos casos benignos de psicosis maniático-depresiva. Como no se trata de una verdadera irregularidad, son las autoridades eclesiásticas las que deben decidir acerca de la admisión al sacerdocio y el informe médico tendrá la máxima importancia.
En los demás casos de posesión, locura, epilepsia, es necesaria una dispensa de Roma, siempre que parezca que puede ser solicitada.
Además de estas causas de irregularidad, habrá que considerar las psiconeurosis para la admisión al sacerdocio. Caracterizadas por una modificación de la afectividad o de la actividad, acompañada de leves trastornos de la salud orgánica, estas psiconeurosis se agrupan en siete constituciones psíquicas anormales:
1. Constitución hiperemotiva: sensibilidad especial a las emociones, con manifestaciones psicológicas y fisiológicas exageradas, a menudo estado habitual de vaga angustia. Trastorno mental respectivo: psicosis ansiosas y aun delirantes.
2. Constitución psicasténica: estado emotivo con inseguridad y tendencia a ideas fijas, que el sujeto reconoce como absurdas, pero de las que no se puede deshacer. Es la base de escrúpulos, obsesiones, fobias. Trastorno mental respectivo: delirios sistemáticos sobre todo melancólico e hipocondríaco.
3. Constitución mitómana: tendencia a mentir sin interés visible. Base de la histeria o del pitiatismo. Trastorno mental: delirios imaginativos.
4. Constitución paranoica: tendencia al orgullo y a la dominación unida a desconfianza. Trastorno mental: paranoia de la misma clase.
5. Constitución ciclotímica: alternativas de excitación y abatimiento. Trastorno mental: psicosis periódica o maniática depresiva.
6. Constitución esquizoide: repliegue en sí mismo y preferencia para el ensueño y las concepciones de la fantasía, por excitaciones externas. Trastorno mental: esquizomanía y también esquizofrenia.
7. Constitución perversa: debilidad de los sentimientos éticos y afectivos, que impelen a seguir todos los impulsos y las sugestiones aunque contrarias a la moral.

Es evidente que los síntomas propios de estas constituciones se presentan en el estado elemental en los procesos psíquicos normales de cualquier individuo. El estado patológico no existe más que cuando se sistematizan, lo que permite hablar de constitución, y al mismo tiempo llegan a un grado que tornan difícil la actividad normal del sujeto y al mismo tiempo su vida en la sociedad.
El médico deberá diagnosticar neta y cuidadosamente el género y el grado del trastorno, y esforzarse en establecer el pronóstico del caso observado, vigilando al paciente durante un período más o menos largo, durante el cual aplicará activamente una higiene y una terapéutica apropiadas. Entonces formulará sus conclusiones sobre el grado de la psiconeurosis, sus probabilidades de estabilidad, agravación o regresión, los medios que puedan favorecer esta última y, finalmente, la orientación de vida eclesiástica que parezca la más favorable.
Debe tenerse en cuenta que hay que evitar el modo de vida que alimente la predisposición, pero que por otra parte no se debe combatirla, sino contrabalancearla. Es con el equilibrio y no con la represión como es posible obtener no sólo una verdadera salud psíquica, sino aun el máximum de rendimiento intelectual y moral. También la cuestión vocación reviste la mayor importancia, porque el factor moral ocupa siempre el primer plano en la terapéutica nerviosa. La satisfacción de seguir el camino elegido, de hacer obra fecunda, puede equilibrar muy bien factores defectuosos. Como no se trata ni de una irregularidad prevista por el Derecho canónico, ni de una contraindicación médica formal, el médico, en los casos de psiconeurosis, deberá mantenerse lejos de una rigidez de apreciación que sería idéntica a la exclusión de Napoleón del ejército por escasez de talla, y al mismo tiempo de una facilidad que permitiría el acceso al sacerdocio a sujetos incapaces de llenar su misión o mantener su decoro. Cada caso ha de ser estudiado y pesado con criterio de médico y de médico católico.

BIBLIOGRAFIA
Tesis de Teología:
Guaydier, Abate Gilberto: Les irregularités "ex defectu corporis", Societé Gen. d'Imprimerie et d'Edition, París, 1933. 

Obras varias:
Jone, Rev. P. Heriberto, y Gautier, Abate Marcelo: Précis de Theologie morale catholique, Casterman, París, 1933. 
Tinel, Dr. J.: Etude de quelques maladies nerveuses el mentales au point de vite de l'admission au sacerdoce, en Bull. Soc. Méd. St. Luc., 1929, pág.

Doctor Henri Bon
MEDICINA CATOLICA

Profesorado de San Vicente Ferrer

1. ¿Profesor de Lógica en Valencia?
Ateniéndose a la disciplina de la época, los cursos de estudio de fray Vicente se fueron alternando con los de profesorado en Artes y Ciencias Naturales. De este modo el joven estudiante penetraba y perfeccionaba más y más las materias cursadas. Tres ciudades de la Corona de Aragón fueron escenario de su docencia: Lérida, Barcelona y Valencia. En su ciudad culminó la consagración al estudio y a la ciencia con la cátedra pública de lector de la Seo, durante cuya regencia recibió el magisterio en teología.
Algunos biógrafos pretenden que San Vicente, inmediatamente después de profesar, leyera Lógica durante dos o tres años en su convento de Predicadores, llegando a contar en pocos días, además de los religiosos, más de setenta estudiantes seculares.
Después de la crítica documentada de los padres Diago y Teixidor no puede admitirse tal suposición. Nota muy bien Teixidor que el prior no podía dar tal licencia, reservada siempre al Capitulo provincial. Las actas del Capítulo de Tarragona—8 de septiembre de 1368—le asignan a Barcelona y nombran los profesores de filosofía para el Estudio Solemne de Valencia, sin hacer mención de fray Vicente. No consta en parte alguna que el padre Provincial revocara la asignación a Barcelona, a petición del prior de Valencia. Como posibilidad, sin fundamento histórico alguno, puede admitirse que fray Vicente leyera Lógica en su convento, recién profeso, durante el tiempo que corre desde su profesión—febrero—hasta el Capítulo provincial—septiembre—.

2. Lérida y Barcelona
En Valencia se celebró Capítulo general, que coincidió con el provincial, el 11 de junio de 1370. En las actas particulares de la Provincia se asigna a fray Vicente Ferrer a Lérida en calidad de lector de Lógica. Al año siguiente, el Capítulo celebrado en San Mateo—6 de octubre—repite la asignación.
De su profesorado en Lérida no tenemos datos de interés, si no son los dos opúsculos dialécticos que nos legó, fruto de esta primera labor docente.
Después de un paréntesis de tres años, dedicados al estudio de la Biblia y Sentencias, vuelve de nuevo a la cátedra como profesor de Física. El Capítulo provincial de 1375 le asigna a Barcelona como profesor Ad Studium Naturarum.

3. Lector de la Seo de Valencia y Maestro en teología
Desde el año 1345 regentaban los frailes del convento de Predicadores la lección de teologia de la catedral de Valencia, establecida por el obispo don Raimundo Gastón, a imitación de la metropolitana tarraconense. El lector debía ser de una religión aprobada y debia leer durante el año a los canónigos, rectores, clérigos y laicos deseosos de instruirse en teología. Y porque algunos obispos anteriores al fundador fueron profesos en la Orden de Predicadores, como motivo de gratitud hacia la Orden, se le confiaba perpetuamente a la misma la regencia de la cátedra de teología.
Vicente Ferrer, a la vuelta de Tolosa, fue elegido prior. El año 1381 estaba ya libre de su cargo. Requerido por el cardenal de Luna, recorrió las cortes de Castilla y Aragón durante tres años, haciendo campaña en favor del papa de Aviñón. Tal vez después del fracaso de sus conversaciones y del Tratado del Cisma, dirigido al rey Don Pedro IV de Aragón, al que no convenció, vuelve a Valencia. Es el año 1385.
Juan de Monzó regentaba la cátedra de teología de la Seo desde el año 1380. El Capítulo general celebrado en Dijon —mayo de 1383— le asigna al convento de Santiago de París para leer Sentencias. Monzó marcha de Valencia después del 14 de noviembre de 1384, y la cátedra queda vacante hasta la llegada de Vicente Ferrer.
El decreto de colación se dirige a fray Vicente Ferrer, de la Orden de Predicadores, unánimemente aclamado por la fama de santidad y doctrina. Está fechado el 9 de diciembre de 1385, y agrega un nuevo beneficio al que hasta entonces llevaba anejo el oficio de lector de la Seo.
En este oficio magistral pasa San Vicente seis años, los más tranquilos, los más fecundos de su docencia escolar, pero sin abandonar la predicación.
Los méritos que iba ganando en la estimación pública le hacen objeto de un valioso donativo por parte de la ciudad. El Consejo general de 22 de diciembre de 1387, de común acuerdo, ordena que se den graciosamente del erario público a fray Vicente Ferrer 200 florines de oro—suma considerable—para ciertos negocios arduos personales.
Diago cree que estos negocios personales fueron los trámites de su magisterio en teología. Pero Teixidor se muestra un poco desconfiado de la sentencia del maestro. Le parece un poco raro que no se especificara este arduo negocio, tratándose de un título de tal calibre y de carácter público como el que iba a recibir el lector de la Seo
Ha notado bien el padre Fages que Lérida —a donde hacen ir a nuestro Santo para recibir el magisterio—, aun siendo universidad real, no poseía la atribución de conceder tal grado. Solamente la Universidad de París lo confería a los religiosos que habían leído en ella y se hicieron acreedores a tal honor.
Pero en el siglo XIV se encuentran casos de promoción papal directa a ciertos religiosos. El cisma multiplicó esas excepciones en una y otra obediencia. No es inverosímil la hipótesis del padre Fages, según la cual, a la muerte de Pedro IV de Aragón (1387), y habiéndole sucedido su hijo Juan I, el cardenal Pedro de Luna quisiera renovar las instancias que habían fracasado con el monarca difunto para reducir al nuevo rey a la obediencia aviñonesa. Y entonces pensaría en fray Vicente Ferrer para que de nuevo le acompañara a la corte del rey aragonés, y pediría a Clemente VII el nombramiento de maestro en teología en favor del socio que cumplió tan excelentemente su misión en la campaña anterior.
De hecho, a partir de esa fecha, en los documentos oficiales, junto al nombre de Vicente Ferrer aparece siempre el título de maestro en teología. Pedro d'Arenys da la lista de los maestros de la Provincia cuando él fué investido de la dignidad, figurando entre ellos fray Vicente Ferrer. La fecha de promoción fué antes de febrero de 1389, que es cuando el de Arenys posee el grado.
Nuestro maestro abandonará Valencia, renunciando a su oficio de lector de la Seo el año 1391, cuando llega a la ciudad Pedro de Luna, el cual lo llevará consigo a la corte de Aragón, pronunciada ya por Aviñón. Poco después volverá con la corte a Valencia. Ya no explicará más sus lecciones de teología. Un discípulo suyo, fray Antonio Canals, es ahora el lector. Fray Vicente permanecerá todavía un tiempo en su ciudad con la corte, hasta que, seguro de que su misión trascendía los límites de una familia real, se lance definitivamente al apostolado. Pedro de Luna, hecho pontífice de Aviñon, lo reclamará muy pronto a su presencia. Breves años permanecerá en la corte pontificia, años transidos de angustia, de desilusiones y de fracasos, interrumpidos por la encomienda de una misión universal de legado de Cristo a todos los pueblos y razas. Con ella se consuma la consagración a sus ideales característicos: la plenitud de sabiduría que deriva a los fieles.

4. Tabla comparativa de su vida intelectual
Comparamos la formación intelectual de Vicente Ferrer con la de sus contemporáneos Pedro d Arenys y Juan de Mena, que nos han legado sendas crónicas de su vida religiosa. Con ello podremos comprender mejor la época de estudio de nuestro San Vicente y las materias que omite. Esta omisión nos dará idea de sus estudios realizados antes de entrar en la Orden.
- Juan de Mena entra en la Orden a los diez años, en 1366, pero no profesa hasta los catorce, en 1370, y se le asigna como gramático de primer año a los quince, en 1371.
- Pedro d'Arenys viste el hábito en octubre de 1362, a los doce años, pero no comienza la gramática hasta el año 1364.
- Vicente Ferrer, profeso a los dieciocho años, empieza ocho meses más tarde su carrera intelectual en la Orden con la supresión de algunos cursos y asignaturas.

5. Cronología de su vida intelectual
1357 ............ Tonsura clerical.
1367 ............ Toma el hábito (5 de febrero); renuncia al beneficio de la iglesia de Santo Tomás.
1368 ............ Profesión (6 de febrero).
1368 ............ Enseña Lógica en Valencia (???).
1368-70........ Estudia Lógica en Barcelona.
1370-72........ Profesor de Lógica en Lérida.
1372-75........Estudia Biblia y Sentencias en Barcelona. Ministerio. Escribe los Tratados dialécticos (').
1375-76........ Profesor de Fisica en Barcelona
1376 ............ Asignado a Tolosa.
1377-78 ....... Estudios especiales de teologia en Tolosa.
1379-85 ....... Ordenación Sacerdotal, Prior de Valencia. Socio de Pedro de Luna. Tratado de cisma.
1385-91........ Lector de teologia en la Seo de Valencia
1388............. Magisterio en teologia
1390-91........ Renuncia a la cátedra de la Seo de Valencia
1414.............. Tratado contra los judíos
¿¿(jam senex).. Tratado de la vida espiritual y otros tratados breves, ocasionales, sin fecha fija, escritos todos en la plenitud de su vida apostólica.

Introdución a la obra literaria de san Vicente Ferrer

martes, 25 de septiembre de 2012

APOSTASIA (8)

EL VATICANO PROPONE LA CREACION 
DE UN GOBIERNO MUNDIAL.


  Una creencia general, no sólo entre los estudiosos de las sagradas Escrituras, sino entre los medianamente informados e incluso entre muchos de los fieles, es que el Anticristo será el lider de un gobierno mundial.
Yo siempre me opuse a la idea, pues el Anticristo no puede ser otro que el más perfecto enemigo de Cristo. El de la perfecta oposición. El de la perfecta traición. No podía ser otro que uno, que introducido en el lugar santo, como dice San Pablo a los tesalonicenses, con máscara de bondad e hipocrecía destruyera a la Iglesia. Yo decía que un gobierno mundial y el Anticristo, eran dos cosas distintas: el gobierno mundial anunciado, vendrá o no, si Dios lo permite; el Anticristo seguramente vendrá. Es una de las claras profecías en las sagradas Escrituras.
Pero ahora, lo digo con repugnancia, veo que aunque sí, son dos cosas distintas, están, sin embargo estrechamente relacionadas y se apuntalan.
Acaba el Vaticano de publicar en este pasado octubre -de este año 2011- un documento que no desea sea considerado un documento pontificio (¡) en el que pide el establecimiento de un gobierno mundial.
Dice el documento, que el primero que ya habló de esa autoridad mundial, fue el "beato" (¡) Juan XXIII en su "profética" carta Encíclica Pacem in Terris de 1963, en la que decía que el mundo "se estaba dirigiendo hacia una unificación cada vez mayor". Ese fue uno de los primeros ronquidos de aliento nauseabundo dentro de la Iglesia. "Por el bien común", auguraba una "autoridad pública mundial". Se cacareó profusamente en todos los círculos católicos la atingencia profética de tan luminosa Encíclica y los conceptos vertidos en ella.
Dice el documento del Vaticano, que "hoy en día, se presenta la enseñanza de la Pacem in Terris, más vital y digna de urgente concretización".
El segundo que habló en estos términos "proféticos", dice, fue Paulo VI en su Encíclica Populorum Progressio de 1967 que trazaba "de manera límpida las trayectorias de la íntima relación de la Iglesia con el mundo". La Iglesia, dice, desea "continuar bajo la guía del Espíritu Santo, la obra misma de Cristo, quien vino... para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido". Esta idea es venenosa y tendenciosa. Cristo vino para salvarnos, ¿no tiene ningún derecho de juzgar?; vino para servir, ¿no tiene derecho de ser servido?. Una implícita, burda y blasfema manera de negarle a Dios el servicio de los hombres todos. Una doctrina que se refiere al Evangelio, parece, pero que es retorcida como lo hacen los especialistas del Vaticano, que son capaces de proponerte doctrinas ortodoxas con un sentido heterodoxo.
Ese documento publicado por el Vaticano, llega a decir que si no se llega a un gobierno mundial, "se generará progresivamente un clima de creciente hostilidad e incluso de violencia hasta (llegar a) minar las bases de las instituciones democráticas". Pero por el otro lado, esta autoridad "con un horizonte planetario", "no se realizará sin angustias y sufrimientos". No deja ninguna opción. Si lo haces, o no lo haces, te va a ir muy mal. ¡Esta es la Iglesia de Cristo, predicando la paz de Cristo!. Indudablemente, ¿no crees?. Este documento lo publicó el Pontificio Consejo de la Justicia y de la Paz. ¿En qué lo han convertido la pandilla vaticana?.
Desde hace muchos años, escritores y organizaciones hablaban y creían probar que el Judaismo pretendía implantar un gobierno mundial. Ellos se defendían diciendo que aquello era una calumnia de los antisemitas, de los nazis, de la ultraderecha, de los nacionalistas exacerbados. Pero este juego es ya ¡muy viejo! y lo pueden descubrir todos los que no se estén chupando el dedo, o estén retrazados mentalmente. Como el Vaticano ya está lleno a reventar de sectas satánicas, judaicas, iluministas, herejes, ahora son ellos, los que piden -¡como si no supieran cual es el destinatario!- para la paz de las naciones y para continuar siendo inspirados por el Espíritu Santo la implantación de un gobierno mundial.
Por otra parte, una gran cantidad de exégetas y estudiosos de la Biblia -y así lo creían muchos fieles-, incluso protestantes, que el Anticristo impondría un gobierno mundial. Yo nunca vi, lo repito, que el Anticristo pugnara por un gobierno mundial. El Anticristo debía ser el de la perfecta imperfección, el hipócrita perfecto, el enemigo perfecto, el seguido por una humanidad toda, apóstata. Pero ahora estamos viendo que están muy relacionados. ¡Uno le pide al otro, que no quería, que por piedad y para la paz del mundo, establezca un gobierno mundial!. ¿Qué van a hacer los que relacionaban directamente al Anticristo con ese gobierno?, ¿seguirán estúpidamente ciegos?.
En 1846, la Virgen María se apareció en La Salette, Francia y dijo claramente: "Roma perderá la Fe y se convertirá en la Sede del Anticristo". Ahora, descubrimos entristecidos, que aunque tenía yo razón, los otros no estaban completamente equivocados. Las dos cosas están relacionadas y se apuntalan fuertemente.
El Señor está tolerando que muchas cosas se cumplan ante los ojos de muchos, porque quiere salvar a los más posibles. La salvación de Dios viene a los hombres, no solamente cuando la Iglesia se cubrió de poder y de esplendor, sino también en el momento de su crucifixión y de su muerte.


CUANDO DIGAN "PAZ Y SEGURIDAD", ENTONCES MISMO, DE REPENTE, VENDRA SOBRE ELLOS 
LA RUINA, Y NO ESCAPARAN.

En la primera Carta de San Pablo a los tesalonicenses, leemos lo siguiente (Cap. V): "En lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos, no tenéis necesidad de que os escriba. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche. Cuando digan "Paz y seguridad", entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta; y no escaparán".
Esta es una de las profecías más claras de San Pablo, pero, no se sabía el momento, sino hasta que llegara el acontecimiento, como sucede con toda profecía. Pero en este tiempo dramático, estamos viendo que con suma celeridad, los acontecimientos tienen lugar. Es lo normal. Si se arroja una piedra al aire, su caída se inicia en el punto cero, y en el instante anterior a impactarse, es cuando su velocidad es más acelerada.

El Pontificio Consejo Justicia y Paz del Vaticano, ha convocado y celebrado en la ciudad de Asís, Italia el 27 de octubre pasado una Jornada de Reflexión, Diálogo y Rezos por la Paz y la Justicia en el Mundo, convocada por Benedicto XVI, para celebrar el 25 aniversario del histórico encuentro de religiones efectuado por Juan Pablo II en 1986. En esa ocasión, algunos grupos religiosos, cautamente, enviaron a sus representantes, y les tomaron a los 12 o 15 asistentes, fotografías sosteniendo unas plantitas con todo y maceta, entre los que estaba Juan Pablo II parado como un pelele. ¿A quién se le habrá ocurrido esta cursilidad?.
Ahora los asistentes fueron 300 o más, entre los que estaban cuatro ateos, una verdadera novedad en este tipo de citas -dijo el cardenal Peter Turkson, presidente del Consejo-, pues Benedicto XVI está convencido de que el hombre creyente o no, busca a Dios, AL ABSOLUTO, y por tanto, es un peregrino a la búsqueda de la verdad.
Además de los ateos, asistieron varios agnósticos. Y el patriarca ecuménico de Constantinopia Bartolomé I; un representante del patriarca de Moscú; el metropolita Alexandr; el pastor bautista John Upton; el musulmán Mohamed Zubair Abid; el taoista Wai Hop Tong; el budista Phra Phommoleo; el sintoísta japonés Tsunekiyo Tanaka y la judía Setri Nyomi. Asistieron también 31 delegaciones de iglesias "cristianas", es decir protestantes y representantes de "religiones tradicionales de América y Africa" -dice un comunicado de la agencia EFE-. ¿No asistieron según esto esas religiones paganas americanas de la chirimía y del tuncul y de los humos de copal y de las hierbas especiales con que golpetearon por todo el cuerpo a Juan Pablo II en la Basílica de Guadalupe para sacarle los malos espíritus; y los sangomas o sacerdotes del Vudú africano visitados por Juan Pablo II?.
Roger Etchegaray, presidente emérito de este Consejo, declaró, que "Dios ha querido que existan tantas religiones en el mundo".
Este acontecimiento en Asís, yo creo que cumple cabalmente con la profecía de San Pablo. Esto lo afirmo más fuertemente con la petición vaticana de que se debe imponer un gobierno mundial de dimensión planetaria. ¡Estamos en el tiempo!.
En esa Jornada "por la paz" celebrada en Asís, participaron cuatro ateos, que dice Benedicto, son buscadores del "absoluto". Yo creo todavía más. Benedicto y los asistentes a esa Jornada, como el clero mundial adherido al Vaticano y muchísimos, millones de fieles por el mundo, han encontrado ya al "absoluto". Es el dios de todas las religiones, de los vudus, de los budistas y de Mahoma. Cuando yo comencé a temer y a decir que el concepto sobre Dios Padre estaba cambiando, se estaba prostituyendo, me salieron detractores. El Sacramento del Bautismo estaba en juego. Su nulidad, pues la fórmula no era más que un fonema ortodoxo, pero con otra significación. Ya Dios Padre no era la primera Persona de la santísima Trinidad. Era el dios único de los judíos, el gran espíritu de los pueblos paganos americanos, el absoluto que buscan los ateos, el gran arquitecto de los liberales o el Demiurgo de los agnósticos. El "padre nuestro", de todos que menciona Benedicto en sus audiencias de los míercoles al pronunciar la oración del PADRE NUESTRO. Pero ahora se materializan y se hacen actuales las palabras que Dios Padre le reveló a Santa Ildegarda de Bingen en el siglo XII. Hablándole del tiempo del Anticristo, se revela algo que se interpreta fácilmente de esta manera: el Anticristo llegará HASTA invalidar el Bautismo. Quienes no vieron esto, las evidencias que van viniendo, si están ubicados desde la ortodoxia y en un ángulo correcto, indudablemente lo podrán ver. Pero, ¿cuántos ya son, cuántos quedan?.
No hemos de referirnos a ese monton de religiones y sectas embolladas que estuvieron en Asís, a excepción de la risotada que provoca la oración de un sangoma o sacerdote vudú, que sacrifica vírgenes y niños a sus divinidades, pidiendo la paz del mundo. De todas esas creencias estamos más o menos enterados todos. Quiero sólo referirme a la religión de los agnósticos que asistieron. Quiero recordar los negros orígenes de este engendro judaico que fue invitado a elevar sus oraciones al absoluto junto a la Iglesia de Cristo.
En el libro COMPLOT CONTRA LA IGLESIA, el escritor Maurice Pinay dice: "La gnosis partía de la base de la existencia de un Dios bueno y de una materia concebida como origen del mal. Ese Dios, Ser Supremo, produce por emanación unos seres intermediarios llamados eones, entrelazados que unidos al Ser Supremo, constituían el reino de la luz y que eran menos perfectos a medida que se alejaban de Dios; pero incluso el eón inferior tenía partículas de la Divinidad y era, por lo tanto, incapaz de crear la materia, mala por naturaleza".
"La creación del mundo la explicaban por medio de uno de esos eones que llamaban Demiurgo, el cual ambicionó llegar a ser como Dios y se rebeló contra El, por lo que fue expulsado del reino de la luz y lanzado al abismo en donde creó nuestro Universo, dando forma a la materia y creando al hombre, cuya alma -una partícula de luz-, quedó aprisionada en la materia. Entonces Dios, para redimir a las almas del mundo perverso, mandó a la Tierra otro eón llamado Cristo, fiel al Ser Supremo, que jamás tuvo un cuerpo real, ya que la materia es intrínsecamente mala. Las diversas sectas gnósticas dieron interpretaciones a todo este mecanismo, llegando algunas a identificar a Jehováh con el perverso Demiurgo. Para otras Jehováh fue el Ser Supremo, y para otras era sólo un eón fiel a Este. El dualismo persa tomó en el Agnosticismo la forma de una lucha entre el mundo del espíritu y 1a materia".
"La redención de las almas encerradas en la materia se operaba, según este cúmulo de sectas, por medio de la gnosis, es decir, del conocimiento de la verdad, sin necesitarse de la moral ni las buenas obras. Esto trajo la consecuencia catastrófica de promover en muchas sectas la más escandalosa inmoralidad y licencia de costumbres". Hasta aquí el COMPLOT.
San Ireneo condenaba horrorizado que en algunas sectas agnósticas durante sus reuniones se armaban orgías tumultuosas, verdaderas bacanales. Ninguna mujer podía embarazarse, porque si esto pasaba, le arrancaban el feto con las manos, lo molían y mezclado con miel y otras esencias, lo devoraban.
¡Se ve sumamente claro, el deseo de los modernistas del Vaticano de regresar a los orígenes!.
El Agnosticismo, muy bien representado en Asís, fue la primera herejía con la que tuvo que luchar la Iglesia. ¡San Juan Evangelista luchó contra ella!. Su fundador es el judío Simón el Mago dedicado a la hechicería. En el Cap. VIII de los HECHOS DE LOS APOSTOLES se puede ver claramente su falsa conversión y sus intenciones aviesas para con la Iglesia. Simón el Mago indudablemente era satanista. El llegaba a elevarse en el aire. San Pedro lo maldice. El Agnosticismo viene de la Kábala. El historiador Ragón en su libro MASONERIA OCULTA (Pág. 78), escribe: "La cábala es la llave de las ciencias ocultas. Los gnósticos, nacieron de los cabalistas".
¿Pero qué se puede esperar de la pandilla a la que pertenece Benedicto XVI?. El es descendiente directo del Maharal satánico de Praga y su familia es de una pura cepa rabínica.
Si la Iglesia prohibió siempre las reuniones con las sectas que se dicen "cristianas" para no dar pábulo al Indiferentismo o el Sincretismo religiosos, y sobre todo para evitar el escándalo en los fieles, incluso si se trataba de la oración común o para pedir la unidad de los cristianos, ¿qué diria la verdadera Iglesia de esta reunión de Asís, a la que acuden adoradores de toda clase de dioses, incluso Satanás camuflado, dizque para pedir la paz de las naciones de la Tierra?, ¿QUE FUE ESTO DE ASIS?.
Para no meterme mucho en la abundantísima legislación de la Iglesia sobre estas reuniones "ecuménicas" que ahora alcahuetean los líderes del Vaticano, transcribo parcialmente dos documentos del Magisterio: 

1. Del Decreto del Santo Oficio del 8 de julio de 1927, reinando el Papa Pío XI: "Si es lícito a los católicos asistir o favorecer las reuniones, asociaciones, congresos y sociedades de acatólicos, cuyo fin es que, cuantos reclaman para sí de un modo u otro el nombre de cristianos se unan en una sola alianza religiosa. RESPUESTA. Negativamente, y hay que atender totalmente el Decreto publicado por esta misma Suprema Santa Congregación el día 4 de julio de 1919: SOBRE LA PARTICIPACION DE LOS CATOLICOS EN LA SOCIEDAD PARA PROCURAR LA UNIDAD DE LA CRISTIANDAD" (Denz. 2199). ¿Cuál fue la respuesta de la Iglesia?, el no absoluto. No entrada a la infección.
2. Igualmente, de la Carta del Santo Oficio a los obispos de Inglaterra del 16 de septiembre de 1864, reinando el Papa Pío IX, copiamos lo siguiente:
"Se ha comunicado a la Santa Sede que algunos católicos y hasta varones eclesiásticos han dado su nombre a la sociedad para procurar, como dicen, la unidad de la cristiandad, -erigida en Londres en 1857- y que se han publicado ya varios artículos de revistas, firmados por católicos que aplauden a dicha sociedad o que se dicen compuestos por varones eclesiásticos que la recomiendan. Y a la verdad, qué tal sea la Indole de esta sociedad y a qué fin tienda, fácilmente se entiende no sólo por los artículos de la revista que lleva por título THE UNION REVIEW, sino por la misma hoja en que se invita e inscribe a les socios... El fundamento en que esta sociedad se apoya es tal que trastorna de arriba abajo la constitución divina de la Iglesia... Nada ciertamente puede ser de más precio para un católico que arrancar de raiz los cismas y disenciones entre los cristianos, y que los cristianos sean solícitos en guardar la unidad del espíritu... Mas que los fieles de Cristo y los varones eclesiásticos oren por la unidad cristiana guiados por los herejes, no puede de ningún modo tolerarse... Y no hay otra Iglesia Católica, sino la que, edificada sobre el único Pedro, príncipe de los Apóstoles y de sus sucesores en la cátedra romana se levanta por la unidad de la Fe y la caridad en un solo cuerpo conexo y compacto... Otra razón por que deben los fieles aborrecer en gran manera esta sociedad londinense es que quienes a ella se unen favorecen el Indiferentismo y causan escándalo". (Denz. 1685, 1686, 1687).
La Iglesia prohibía esas reuniones con las iglesias que se llamaban cristianas, aunque fuera para orar "por la unidad", porque esas reuniones fomentaban el Indiferentismo, el Sincretismo y escandalizaban a los fieles. Cualquiera que tenga dos dedos de frente puede descubrir el truco y el juego de estos "ecumenistas" que ya desde entonces querían abrir boquetes en el casco de la barca de Pedro. Este tribunal del Santo Oficio que cuidaba la ortodoxia, fue suprimido por Paulo VI. Ya sabemos por qué. Y ya sabemos también quién fue Paulo VI.
¿Qué diría este Tribunal ante la reunión de Asís?. Por eso me vuelvo a preguntar: ¿Esta "Jornada de la Paz", no es el cumplimiento cabal de la profecía de San Pablo?, creo sin duda que sí.
Después de esta magna Jornada, en que estuvieron también los del jainismo, los sij, los de zoroastro, los bahai y diverses grupos judíos, todos en una pelota infame, visitaron la tumba de San Francisco de Asís, soltaron palomas y encendieron lámparas de aceite. ¡No dejan de ser cursis los que inventaron la nueva "misa"!.
Benedicto XVI, al día siguiente los recibió a todos en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano. En el corazón mismo de la Iglesia de Cristo. A eso se atrevió este personaje oscuro y tenebroso, con el beneplácito de su pandilla. Introducidos el Indiferentismo, el Sincretismo, y toda clase de doctrinas diversas y furiosamente adversas se cumplía la APOSTASIA FORMAL, la concreción jurídica de la Apostasía. El cumplimiento formal de la profecía, requería de un acto formal que lo concretice, como la supresión del Sacrificio necesitó del acto universal del primer domingo de Adviento de 1969; o como la conversión de la Sede de San Pedro para convertirse en la sede del Anticristo, necesitó de la "coronación" de Juan XXIII. En este caso, esa fue la expulsión formal del Dios Trino de Su propia casa. Ya no sería en adelante, formalmente, el Amo y Señor, ni el Rey absoluto que llama a todos los hombres a la conversión. Ya no sería el lugar VISIBLE a todo hombre desde donde se irradia y enseña la verdad, sino la alta torre del Ecumenismo, desde la que se irradie la paz en la Tierra, la igualdad de derechos para toda religión que el hombre quiera seguir y de todos los dioses que el hombre quiera adorar. ¡Pero, es que es exactamente lo que dice San Pablo!.
Muy poco o nada, más bien se ha de comprender la dimensión mística entre el Cónclave de Asís del capítulo XII del Apocalipsis y su relación con esta Jornada de la Paz y su significado aterrador para el futuro del mundo. Mientras, tanto que se de curso a la profecía. iQue siga la farra!. Unos que se conecten estrechamente con su camino descendente. ¡No pasa nada!. Los que saben, dosifiquen la gracia que su alma recibe. No se vayan a empachar. No exageren. No es para tanto. Que le enciendan a Dios una vela, pero que no se olviden prender también la del Diablo.

Mons. José F. Urbina Aznar
EL DESPRECIO Y LA INDIFERENCIA GENERAL DEL PUEBLO 
ANTE LA INSTALACIÓN DE LA ABOMINACIÓN DESOLADORA

ACTAS DE MUNACIO FELIX, FLAMEN PERPETUO, AÑO 303

Octavo consulado de Diocleciano y séptimo de Maximiano, el 14 de las calendas de junio. Copia de las actas de Munacio Félix, flamen perpetuo, administrador de la colonia de Cirta.
Llegados a la casa en que los cristianos acostumbraban reunirse, Félix, flamen perpetuo, administrador, dijo al obispo Pablo: 
Sacad las Escrituras de vuestra ley y todo lo demás que aquí tengáis, como está mandado, a íin de obedecer a las órdenes de los emperadores
El obispo Pablo dijo:
Las Escrituras las tienen los lectores; por nuestra parte, os entregamos lo que aquí hay.
Félix, flamen perpetuo, administrador, dijo al obispo Pablo: 
Muestra a los lectores o manda por ellos
Pablo, obispo, dijo: 
Todos los conocéis.
Félix, flamen perpetuo, administrador de la cosa pública, dijo:
No los conocemos.
El obispo Pablo dijo:
Los conoce la audiencia pública, quiero decir, los escribanos Edusio y Junio.
Félix, flamen perpetuo, administrador de la cosa pública, dijo:
A un lado el asunto de los lectores, que los agentes de la audiencia se encargarán de descubrir; vosotros tenéis que entregar lo que aquí tengáis.
Tomando asiento Pablo, obispo, junto con Montano y Víctor, Densatelio y Memorio, presbíteros, y teniendo a su lado a Marte y Helio, diáconos, Marcuclio, Catulino, Silvano y Caroso, subdiáconos; Jenaro, Meraclo, Fructuoso, Miggín, Saturnino, Víctor y los demás enterradores, Víctor, hijo de Aufidio, redactó el siguiente inventario:
Dos cálices de oro, seis cálices de plata, seis vinajeras de plata, un calderillo de plata, seis lámparas de plata, dos grandes candeleros, siete candelabros de bronce menores con sus lámparas, once lámparas de bronce con sus cadenas de suspensión, ochenta y dos túnicas de mujer, treinta y ocho velos, dieciséis túnicas de hombre, trece pares de sandalias de hombres, cuarenta y siete pares de zapatillas de mujer, dieciocho capas de campesino.
Félix, flamen perpetuo, administrador de la cosa pública, dijo a Marcuclio, Silvano y Caroso, enterradores: 
Sacad lo que tenéis.
Silvano y Caroso dijeron:
Todo lo que aquí había lo hemos sacado. 
Félix, flamen perpetuo, administrador de la cosa pública, dijo a Marcuclio, Silvano y Caroso: 
Vuestra respuesta constará en las actas. 
Llegados a la biblioteca, se hallaron los armarios vacíos, y en aquel momento presentó Silvano un cofre de plata y una lámpara de lo mismo que dijo haber hallado detrás de un tonel.
Víctor, hijo de Aufidio, dijo a Silvano: 
Si no las hubieras hallado, te hubiera costado la vida.
Félix, flamen perpetuo, administrador de la república, dijo a Silvano:
—Busca con más cuidado, no sea que quede aquí algo. 
Silvano dijo:
No ha quedado nada; todo lo hemos sacado. 
Abrieron el comedor y se hallaron allí tres tinajas y siete toneles. Félix, flamen perpetuo, administrador de la cosa pública, dijo:
Sacad las Escrituras que tenéis, a fin de poder obedecer a la orden de los emperadores.
Catulino sacó un códice solo de extraordinario tamaño. Félix, flamen perpetuo, administrador de la cosa pública, dijo a Marcuclio y a Silvano:
¿Por qué no habéis entregado ahora más que un solo códice? Sacad las Escrituras que tenéis. 
Catulino y Marcuclio dijeron:
No tenemos más, pues nosotros somos subdiáconos; los códices los guardan los lectores.
Félix, flamen perpetuo, administrador de la cosa pública, dijo:
¡Descubrid los lectores! 
Marcuclio y Catulino dijeron:
No sabemos dónde viven.
Félix, flamen perpetuo, administrador de la cosa pública, dijo: 
Si no sabéis dónde viven, dad, por lo menos, sus nombres.
Catulino y Marcuclio dijeron:
Nosotros no somos traidores. Aquí nos tienes: manda que nos maten.
Félix, flamen perpetuo; administrador de la república, dijo:
Arrésteselos.
Llegados a casa de Eugenio, Félix, llamen perpetuo, administrador de la cosa pública, dijo a Eugenio:
Saca las Escrituras que tienes, a fin de obedecer a lo mandado.
Y sacó cuatro códices.
Félix, flamen perpetuo, administrador de la república, dijo a Silvano y Caroso:
Descubrid los demás lectores. 
Silvano y Caroso dijeron:
Ya dijo el obispo que los escribanos Edusio y Junio los conocen a todos. Que ellos te los descubran en sus casas.
Edusio y Junio, escribanos, dijeron: 
Nosotros te los descubriremos, señor. 
Y llegado que hubieron a casa de Félix, constructor de mosaicos, presentó cinco códices; y en casa de Victorino, éste presentó ocho códices; y en casa de Proyecto, éste presentó cinco códices mayores y dos menores; y en casa del gramático Víctor, Félix, flamen perpetuo, administrador, dijo al gramático:
Saca las Escrituras que tienes, para obedecer a lo mandado.
El gramático Víctor presentó dos códices y cuatro cuadernos.
Félix, flamen perpetuo, administrador de la república, dijo a Víctor:
Saca las Escrituras, pues tienes más. 
Víctor, gramático, dijo: 
Si más tuviera, más hubiera presentado. 
En casa de Euticio, natural de Cesarea, Félix, flamen perpetuo, administrador de la república, dijo a Euticio: 
Saca las Escrituras que tienes, a fin de obedecer a lo mandado. Euticio dijo: 
No tengo ninguna.
Félix, flamen perpetuo, administrador de la república, dijo:
Tu declaración constará en las actas. 
En casa de Coddeón, su mujer presentó seis códices. Félix, flamen perpetuo, administrador de la cosa pública, dijo:
Busca bien, no sea tengas más, y sácalos. 
La mujer contestó: 
No tengo más.
Félix, flamen perpetuo, administrador de la república, dijo a Buey, esclavo público:
Entra y busca, a ver si tiene más. 
El esclavo público dijo: 
He buscado y no he encontrado. 
Félix, flamen perpetuo, administrador de la república, dijo a Victorino, Silvano y Caroso:
Si se ha dejado algo, vosotros sois responsables.