Las actas de San Marcelo, centurión, fueron primeramente publicadas por Sunio y Baronio, y Ruinart estableció un nuevo texto con ayuda de dos manuscritos, uno de la biblioteca colbertina y otro del monasterio benedictino de Selva Mayor, en la diócesis de Burdeos. Sobre el texto de Ruinart, que ofrece más de una dificultad, se funda el comentario, siempre estimable, de Allard (IV, p. 131 y ss.). Modernamente, la cuestión ha sido estudiada por el bolandista Delehaye, quien ha establecido su texto fundándose en dieciséis códices. En fin, el nunca bastante llorado historiador de la Iglesia española, P. Zacarías G. Villada, publicó una redacción, que él tenía por la más próxima al proceso verbal contenido en el manuscrito 494 (antiguamente A-76) de la Bibblioteca Nacional de Madrid. "Desgraciadamente, dice Villada, está mutilado hacia el fin, aunque las pocas líneas que faltan pueden ser suplidas con el texto de un códice de la catedral de Toledo". Después de ofrecer su versión del precioso documento, el glorioso historiador concluye:
"La concisión y sencillez de esta narración están publicando a voces que el documento es auténtico, salvo alguna que otra frase. El texto ofrece cierta indecisión en algunas lecturas, pero en sus líneas generales se puede aceptar por definitivo. Como se habrá notado, en estas actas nada se dice del origen del mártir. En cambio, todos los demás códices de la redacción española, que son por lo menos cuatro, afirman que el acto de arrojar Marcelo el cinto militar, y el interrogatorio en presencia de Fausto, tuvieron lugar en el cuartel de la Legión Séptima Gémina, acampada en León. Según el P. Delehaye, esta última indicación topográfica debe de pertenecer a la redacción primitiva del texto, pues siempre en los procesos verbales se especificaba al principio el sitio donde tenía lugar el juicio. De León fue llevado Marcelo a Tánger, donde sufrió el segundo interrogatorio, ante el vice-prefecto del pretorio, Agricolano. Por este viaje se explica perfectamente el intervalo de tiempo transcurrido entre ambos interrogatorios, pues el de León se efectuó el 28 de julio, y el de Tánger, dos meses más tarde. Nuestro códice A-76, a diferencia de los utilizados por Ruinart, da la fecha del martirio: Fausto et Gallo consulibus, es decir, el año 208. Faltan todavía algunos para el estallido de la gran persecución. La depuración del ejército es posible que hubiera empezado ya. Sin embargo, el caso del centurión Marcelo es semejante al del quinto Maximiliano. Uno y otro son castigados por delitos de código militar, no estrictamente por motivos religiosos, si bien son éstos los que impulsan a los soldados cristianos a ejecutar los graves actos de indisciplina que los llevan al martirio. El centurión Marcelo se niega, en una fiesta en honor del natalicio del emperador, a tomar parte en ceremonias religiosas incompatibles con su conciencia de cristiano y, pasando más adelante, arroja ante las propias banderas de la legión sus insignias de soldado—cinto y espada y las de su grado de centurión—el ramo de vid o sarmiento—, proclamando a voces que no quiere ser más soldado del Imperio, sino de Jesucristo. Más bien debemos lealmente notar que casos como éste, de cuya frecuencia, por lo demás, nada sabemos, pudieron ser parte a sembrar la desconfianza sobre los cristianos del ejército y formar el ambiente propicio para las medidas generales de depuración, de que nos da noticias Eusebio."
He aquí, en fin, texto y versión de las actas de San Marcelo, tal como las transcribió el P. G. Villada del códice A-76 de la Biblioteca Nacional de Madrid. Como la transcripción paleográfica interesa aquí secundariamente, introduzco en mi copia las correcciones más evidentes: discingeres por discingere; vitem por vitam; eorumdem por eurumdem; habui por abui; actis por hactis; sequereris por sequeris; caesus por cessus; ac por hac.
"La concisión y sencillez de esta narración están publicando a voces que el documento es auténtico, salvo alguna que otra frase. El texto ofrece cierta indecisión en algunas lecturas, pero en sus líneas generales se puede aceptar por definitivo. Como se habrá notado, en estas actas nada se dice del origen del mártir. En cambio, todos los demás códices de la redacción española, que son por lo menos cuatro, afirman que el acto de arrojar Marcelo el cinto militar, y el interrogatorio en presencia de Fausto, tuvieron lugar en el cuartel de la Legión Séptima Gémina, acampada en León. Según el P. Delehaye, esta última indicación topográfica debe de pertenecer a la redacción primitiva del texto, pues siempre en los procesos verbales se especificaba al principio el sitio donde tenía lugar el juicio. De León fue llevado Marcelo a Tánger, donde sufrió el segundo interrogatorio, ante el vice-prefecto del pretorio, Agricolano. Por este viaje se explica perfectamente el intervalo de tiempo transcurrido entre ambos interrogatorios, pues el de León se efectuó el 28 de julio, y el de Tánger, dos meses más tarde. Nuestro códice A-76, a diferencia de los utilizados por Ruinart, da la fecha del martirio: Fausto et Gallo consulibus, es decir, el año 208. Faltan todavía algunos para el estallido de la gran persecución. La depuración del ejército es posible que hubiera empezado ya. Sin embargo, el caso del centurión Marcelo es semejante al del quinto Maximiliano. Uno y otro son castigados por delitos de código militar, no estrictamente por motivos religiosos, si bien son éstos los que impulsan a los soldados cristianos a ejecutar los graves actos de indisciplina que los llevan al martirio. El centurión Marcelo se niega, en una fiesta en honor del natalicio del emperador, a tomar parte en ceremonias religiosas incompatibles con su conciencia de cristiano y, pasando más adelante, arroja ante las propias banderas de la legión sus insignias de soldado—cinto y espada y las de su grado de centurión—el ramo de vid o sarmiento—, proclamando a voces que no quiere ser más soldado del Imperio, sino de Jesucristo. Más bien debemos lealmente notar que casos como éste, de cuya frecuencia, por lo demás, nada sabemos, pudieron ser parte a sembrar la desconfianza sobre los cristianos del ejército y formar el ambiente propicio para las medidas generales de depuración, de que nos da noticias Eusebio."
He aquí, en fin, texto y versión de las actas de San Marcelo, tal como las transcribió el P. G. Villada del códice A-76 de la Biblioteca Nacional de Madrid. Como la transcripción paleográfica interesa aquí secundariamente, introduzco en mi copia las correcciones más evidentes: discingeres por discingere; vitem por vitam; eorumdem por eurumdem; habui por abui; actis por hactis; sequereris por sequeris; caesus por cessus; ac por hac.
Pasión de San Marcelo, beatísimo mártir de Cristo, que sufrió martirio bajo Agricolano el día 3 antes de las calendas de noviembre (29 de septiembre).
I. Siendo cónsules Fausto y Galo, el día cinco antes de las calendas de agosto (28 de julio), introducido ante el tribunal el centurión Marcelo, el presidente Astayano Fortunato dijo:
¿Qué te ha pasado por la cabeza para que, contra la disciplina militar, te desciñeras el cinto y la espada y arrojaras el sarmiento?
San Marcelo respondió:
San Marcelo respondió:
Ya el doce de las calendas de agosto (21 de agosto), cuando celebrasteis la fiesta de vuestro emperador, te respondí con voz clara que yo soy cristiano y no puedo seguir en la profesión de esta milicia, sino en la de Jesucristo, Hijo de Dios omnipotente.
El presidente Fortunato dijo:
No es posible echar tierra sobre la temeridad que has cometido, y, por tanto, haré llegar el caso a conocimiento de nuestros señores, los Augustos Césares. Tú, sin remedio, pasarás a la audiencia de mi señor Agricolano:
El presidente Fortunato dijo:
No es posible echar tierra sobre la temeridad que has cometido, y, por tanto, haré llegar el caso a conocimiento de nuestros señores, los Augustos Césares. Tú, sin remedio, pasarás a la audiencia de mi señor Agricolano:
"Manilio Fortunato a su amigo Agricolano, salud:
Celebrando, en día felicísimo y para todo el orbe faustísimo, la fiesta del natalicio de nuestros señores los Augustos Césares, señor Aurelio Agricolano, Marcelo, centurión ordinario, arrebatado de no sé qué locura, se desciñó espontáneamente el cinto y la espada, y se propasó a arrojar el sarmiento que llevaba ante las insignias mismas de nuestros señores. Hecho tal, he juzgado necesario ponerlo en conocimiento de tu Potestad y remitirte al sujeto mismo."
Celebrando, en día felicísimo y para todo el orbe faustísimo, la fiesta del natalicio de nuestros señores los Augustos Césares, señor Aurelio Agricolano, Marcelo, centurión ordinario, arrebatado de no sé qué locura, se desciñó espontáneamente el cinto y la espada, y se propasó a arrojar el sarmiento que llevaba ante las insignias mismas de nuestros señores. Hecho tal, he juzgado necesario ponerlo en conocimiento de tu Potestad y remitirte al sujeto mismo."
II. Siendo Fausto y Galo cónsules, el tres antes de las calendas de noviembre (30 de octubre), en Tánger, introducido en el tribunal Marcelo, uno de los centuriones de Astayano, del officium o audiencia se dijo:
El presidente Fortunato ha trasmitido a tu Potestad a Marcelo. Presente está. Sea traído ante tu Grandeza, así como una carta firmada por el presidente y a ti dirigida, la que, si lo mandas, será públicamente leída.
Agricolano dijo:
Léase.
Leído el informe, dijo Agricolano:
¿Has dicho lo que está insertado en esas actas?
Marcelo dijo:
Lo he dicho.
Agricolano dijo:
¿Todas y cada una de esas palabras has dicho?
Marcelo dijo:
Las he dicho.
Agricolano:
¿Militabas como centurión ordinario?
San Marcelo dijo:
Militaba.
El presidente Fortunato ha trasmitido a tu Potestad a Marcelo. Presente está. Sea traído ante tu Grandeza, así como una carta firmada por el presidente y a ti dirigida, la que, si lo mandas, será públicamente leída.
Agricolano dijo:
Léase.
Leído el informe, dijo Agricolano:
¿Has dicho lo que está insertado en esas actas?
Marcelo dijo:
Lo he dicho.
Agricolano dijo:
¿Todas y cada una de esas palabras has dicho?
Marcelo dijo:
Las he dicho.
Agricolano:
¿Militabas como centurión ordinario?
San Marcelo dijo:
Militaba.
Agricolano:
¿Qué locura se apoderó de ti para pisotear tus juramentos y perpetrar tales actos?
San Marcelo respondió:
No hay locura alguna en el que teme a Dios.
Agricolano dijo:
¿Pero todas esas cosas has dicho que se consignan en el informe del presidente?
San Marcelo respondió:
Todas.
Agricolano:
¿Arrojaste las armas?
San Marcelo:
Sí; las arrojé, porque no conviene que un cristiano, que teme a Cristo, milite en los trabajos de este siglo.
Agricolano:
Pues consta de los hechos de Marcelo deben ser castigados conforme a la disciplina.
Y dijo así:
A Marcelo, que, siendo centurión ordinario, tras quebrantar el juramento bajo que militaba, lo ha deshonrado públicamente, y bajo la fe de las actas del presidente ha dicho palabras llenas de furor, le condenamos a que sea pasado a filo de la espada.
Y al ser conducido al suplicio, San Marcelo dijo:
Que el Señor te colme de beneficios.
¿Qué locura se apoderó de ti para pisotear tus juramentos y perpetrar tales actos?
San Marcelo respondió:
No hay locura alguna en el que teme a Dios.
Agricolano dijo:
¿Pero todas esas cosas has dicho que se consignan en el informe del presidente?
San Marcelo respondió:
Todas.
Agricolano:
¿Arrojaste las armas?
San Marcelo:
Sí; las arrojé, porque no conviene que un cristiano, que teme a Cristo, milite en los trabajos de este siglo.
Agricolano:
Pues consta de los hechos de Marcelo deben ser castigados conforme a la disciplina.
Y dijo así:
A Marcelo, que, siendo centurión ordinario, tras quebrantar el juramento bajo que militaba, lo ha deshonrado públicamente, y bajo la fe de las actas del presidente ha dicho palabras llenas de furor, le condenamos a que sea pasado a filo de la espada.
Y al ser conducido al suplicio, San Marcelo dijo:
Que el Señor te colme de beneficios.
Y tras estas palabras, muerto por la espada, alcanzó la corona del martirio que deseaba, reinando nuestro Séñor Jesucristo, que recibió a su mártir en paz. A Él sea el honor y la gloria, la fuerza y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
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