Este punto del buen ejemplo en las familias es esencialísimo; porque como en ellas regularmente hay gente jóven, si se les da mal ejemplo, es perderlos, y prevaricar sus pobres almas, para que desde los primeros años tomen el camino de su perdición eterna. Ninguna cosa les daña mas a los párvulos, que el mal ejemplo, dice san Gregorio.
Las criaturas en sus primeros años son como la cera virgen, que en ella se imprime fácilmente cualquiera imagen, dice el dulcísimo san Bernardo; y atendida su natural inclinación, viciada por el pecado original, mas presto se aplican a lo malo que a lo bueno, y es tiempo peligrosísimo para darles mal ejemplo.
San Juan Crisóstomo dice, no es de extrañar que en algunas casas salgan todas las criaturas viciosas, porque si no oyen a sus padres, ni a los de la familia sino palabras deshonestas, maldiciones, juramentos, vanidades, juegos torpes, comedias, libros profanos y conversaciones de mundo, ¿qué pueden aprender las pobres criaturas, sino lo que ven y lo que oyen?
El apostólico Barcia discurre bien sobre este punto, y dice, que ninguno aprende sino lo que oye, y lo que ve, o lo que lee en los libros; por lo cual experimentamos, que el francés no sabe la lengua española, ni puede hablar en ella si no se la enseñan; de que infiere legítimamente, que todo el mal que saben las criaturas, lo aprenden de lo que oyen, ó de lo que ven a los demás de su casa. Si jamas oyen ni ven cosa de virtud, sino de vanidades de mundo, entretenimientos, conversaciones malas y profanidades; ¿qué quieren que aprendan?
Esto se confirma con aquel ejemplo práctico que escriben muchos autores, y es de un niño que se perdió en una ciudad populosa, y habiéndole preguntado de quién era, respondió, que del diablo. Preguntáronle quién era su padre. Respondió, que el diablo. Preguntáronle quién era su madre. Respondió, que el diablo. Y considerando una cosa tan rara, se hizo examen universal por toda la ciudad; y se halló ser hijo de unos padres infelices, que a cada palabra tenían el diablo en la boca, y así la pobre criatura no aprendió otra cosa sino a nombrar el diablo (V. P. Mart. Parr., tr. 2, plat. 33).Regularmente en las casas relajadas no se hace cuenta con este gravísimo inconveniente de escandalizar a las criaturas y a la gente joven con el mal ejemplo; de lo cual procede salir viciosas desde sus primeros años, y con dificultoso remedio.
El primer inventor del escándalo fue Lucifer, dice san Juan Crisóstomo, y por esto fue tan arrebatadamente arrojado del cielo, que según dice la divina Escritura, bajó a los abismos como un rayo, llevando tras de sí a todos los que había prevaricado con su perverso ejemplo.
Todos los domésticos de una familia han de tener presente la fealdad horrorosa del pecado del escándalo y del mal ejemplo, para que ninguna criatura de la casa se pierda por ellos; porque cada uno mas debe temer los pecados ajenos que se hacen y se harán por su motivo, que sus graves pecados propios, según lo predicó a todo el pueblo el insigne santo Tomas de Villanueva.
Las criaturas en sus primeros años son como la cera virgen, que en ella se imprime fácilmente cualquiera imagen, dice el dulcísimo san Bernardo; y atendida su natural inclinación, viciada por el pecado original, mas presto se aplican a lo malo que a lo bueno, y es tiempo peligrosísimo para darles mal ejemplo.
San Juan Crisóstomo dice, no es de extrañar que en algunas casas salgan todas las criaturas viciosas, porque si no oyen a sus padres, ni a los de la familia sino palabras deshonestas, maldiciones, juramentos, vanidades, juegos torpes, comedias, libros profanos y conversaciones de mundo, ¿qué pueden aprender las pobres criaturas, sino lo que ven y lo que oyen?
El apostólico Barcia discurre bien sobre este punto, y dice, que ninguno aprende sino lo que oye, y lo que ve, o lo que lee en los libros; por lo cual experimentamos, que el francés no sabe la lengua española, ni puede hablar en ella si no se la enseñan; de que infiere legítimamente, que todo el mal que saben las criaturas, lo aprenden de lo que oyen, ó de lo que ven a los demás de su casa. Si jamas oyen ni ven cosa de virtud, sino de vanidades de mundo, entretenimientos, conversaciones malas y profanidades; ¿qué quieren que aprendan?
Esto se confirma con aquel ejemplo práctico que escriben muchos autores, y es de un niño que se perdió en una ciudad populosa, y habiéndole preguntado de quién era, respondió, que del diablo. Preguntáronle quién era su padre. Respondió, que el diablo. Preguntáronle quién era su madre. Respondió, que el diablo. Y considerando una cosa tan rara, se hizo examen universal por toda la ciudad; y se halló ser hijo de unos padres infelices, que a cada palabra tenían el diablo en la boca, y así la pobre criatura no aprendió otra cosa sino a nombrar el diablo (V. P. Mart. Parr., tr. 2, plat. 33).Regularmente en las casas relajadas no se hace cuenta con este gravísimo inconveniente de escandalizar a las criaturas y a la gente joven con el mal ejemplo; de lo cual procede salir viciosas desde sus primeros años, y con dificultoso remedio.
El primer inventor del escándalo fue Lucifer, dice san Juan Crisóstomo, y por esto fue tan arrebatadamente arrojado del cielo, que según dice la divina Escritura, bajó a los abismos como un rayo, llevando tras de sí a todos los que había prevaricado con su perverso ejemplo.
Todos los domésticos de una familia han de tener presente la fealdad horrorosa del pecado del escándalo y del mal ejemplo, para que ninguna criatura de la casa se pierda por ellos; porque cada uno mas debe temer los pecados ajenos que se hacen y se harán por su motivo, que sus graves pecados propios, según lo predicó a todo el pueblo el insigne santo Tomas de Villanueva.
Á nuestros primeros padres Adán y Eva los examinó Dios nuestro Señor, y les oyó sus razones en su fatal caída; pero a la venenosa serpiente no la oyó, ni preguntó cosa alguna, sino que absolutamente la echó su maldición, por haber sido escandalosa. Esta especial gravedad tiene el pecado del escándalo y del mal ejemplo.
Por cuatro motivos principales deben los domésticos regular bien sus operaciones, para no dar mal ejemplo a las criaturas en la casa donde viven. El primero es por el amor de Dios, a quien deben temer. El segundo, por el amor de la casa, para que por ellos no se introduzcan los vicios. El tercero, por el amor del prójimo, que le perderán con su mal ejemplo. El cuarto, es por el amor de sí mismos; porque a mas de perder sus almas, se harán despreciables con su mal proceder.
El profeta Malaquías dice, que el escandaloso se hace contemptible; y así es, que la criatura escandalizada por él, siempre se acuerda del mal ejemplo que le dió; y hasta en el tribunal de Dios alegará el gravísimo mal que la hizo a su alma, enseñándola a pecar.
Sobre esta verdad hace un gran sermón san Juan Crisóstomo, persuadiendo eficazmente, que si uno enseña a pecar a otro, todos cuantos se originan de aquel primer mal ejemplo se le imputan al infeliz escandaloso, que fue la causa de la ruina espiritual de aquella pobre criatura. (S. Tho. de Vill., ser. S. Mich.)
Sobre esta misma doctrina levanta su grave ponderación el fervoroso santo Tomas de Villanueva, y dice, que si es pecado grave el quitarle su capa a un pobre hombre, y mas grave el quitarle su mujer, y mas grave el quitarle su vida; ¿cuánto mas grave será, dice el apostólico santo, quitarla a una pobre criatura con su mal ejemplo la vida espiritual de su alma?
En la divina Escritura se dice homicida el demonio; y no se dice porque quite la vida a los cuerpos, sino porque con sus tentaciones y sugestiones intenta y quiere quitar la vida espiritual de las almas, que es el mas grave y abominable homicidio (Joan., VIII, 44). Esto cometen los escandalosos; y por esta razón se han de acusar de sus escándalos en el quinto mandamiento de la divina ley, que dice: «No matarás».
Es el escándalo un espiritual homicidio, que según el angélico doctor, se causa con el mal ejemplo del prójimo, sen por obra, o por palabra, o por acción indecente, que a otra persona le dé ocasión para la ruina espiritual de su alma.
Y aunque la operación no sea mala, si con ella se da mal ejemplo y escándalo al prójimo, se debe evitar, y no hacerse. Dar limosna es una cosa muy santa; mas si para esto ven entrar solo a la mujer sospechosa a todas horas en la casa, y se da mucho que pensar y que murmurar, se debe purificar la obra buena de toda especie mala, como lo determina el mismo angélico maestro.
Ni basta la excusa de decir, que no tienen mal intento, que no piensan escandalizar, que no hacen cosa mala, etc., porque si conocen que se sigue escándalo, porque la palabra, o la acción, o la obra por sus circunstancias se hace sospechosa de mal, tienen obligación de purificarla.
No es pecado quemar un zarzal; pero dice el jurisconsulto, que si hace grande viento, y quemando el zarzal se abrasaron las mieses vecinas, debe pagarlas el incendiario, porque tuvo obligación de prevenir el peligro del daño ajeno.
No era pecado en el apóstol san Pablo comer carne; y no obstante dijo, que si comiendo carne escandalizaba a su hermano, no comería carne jamas por no darle escándalo (I Cor., VIII, 13).
Tampoco nuestro Señor Jesucristo tenia obligación de pagar el tributo al César; mas por no escandalizar quiso pagarle, como lo advierte san Jerónimo, y se dice en el santo evangelio: Ut non scandalicemus eos, etc. (Matth., XVIII, 27).
Otros escándalos hay puramente pasivos, y son aquellos que tienen los malos por las obras virtuosas de los buenos. Así se escandalizaban los escribas y fariseos de los divinos sermones y milagros asombrosos de Cristo Señor nuestro. De esta clase de escándalos ya no hay tantos en el mundo.
Los escándalos mas comunes en las familias proceden de los vicios de los domésticos, que con sus malos ejemplos se pierden unos con otros, y las criaturas de pocos años se pervierten mucho aprendiendo antes lo malo que lo bueno, y el vicio que la virtud, como lo advierte san Juan Crisóstomo.
Si los padres o los domésticos de su casa tienen los feos vicios de jurar, maldecir, hablar palabras torpes, leer libros indecentes, jugar juegos deshonestos, o frecuentemente a los naipes, esto aprenden las criaturas antes que las oraciones cristianas; y es un veneno para la juventud el mal ejemplo de los comensales, como lo persuade el mismo san Juan Crisóstomo.
Si en la casa no se ve ejercicio ninguno de virtud ni de devoción cristiana, sino profanidades, vicios, estimación de galas, empeños y trampas, despiques y venganzas, dichos deshonestos y acciones indecentes; ¿qué han de aprender las pobres criaturas, sino lo que ven y lo que oyen? Este es un escándalo capital de dificultoso remedio; y no acaban de comprender bien las criaturas el gravísimo mal que hacen a las de pocos años, que corriendo los tiempos, así criarán a otras, como a ellas las criaron, según lo advierte san Ambrosio.
El pecado de escándalo y mal ejemplo en la familia es de tan perniciosa fecundidad, que a uno se siguen veinte, y a veinte doscientos, y tal vez innumerables, como a todo el pueblo lo predicó fervoroso el gran padre de la Iglesia san Juan Crisóstomo.
El santo profeta Isaías llama al escándalo y mal ejemplo de la familia, lazo de jóvenes, laqueus juvenum, y tienen estos pecados caseros tan enorme gravedad, que muchas veces pasa a ser imposible su remedio; porque viciada la criatura desde su niñez, cuanto mas vive, crece mas el vicio, y de costumbre inveterada pasa a ser naturaleza, como dijo Séneca.
Los pecados absolutos y personales de cada uno, aunque sean muy graves, no son tan perniciosos como los pecados de mal ejemplo; porque estos son pecados de consecuencia, que de uno se originan muchos, y por todos padecerá la persona escandalosa. A cierta madre condenada se la aumentaban los tormentos en el infierno siempre que su hija multiplicaba en el mundo los pecados que había aprendido del mal ejemplo de su mala madre. Lo mismo sucederá a la criada, si da mal ejemplo a la hija de la casa, y al criado que da mal ejemplo a la criada.
Aun en esta vida mortal importaría que al desatento escandaloso no le viesen jamas los ojos humanos. El Señor dice en su santo evangelio, le convendría al escandaloso que con una grande piedra al cuello le arrojasen al profundo del mar, para que ni vivo ni muerto fuese ya visto de los hombres de este mundo (Matth., XXVIII, 6).
Por cuatro motivos principales deben los domésticos regular bien sus operaciones, para no dar mal ejemplo a las criaturas en la casa donde viven. El primero es por el amor de Dios, a quien deben temer. El segundo, por el amor de la casa, para que por ellos no se introduzcan los vicios. El tercero, por el amor del prójimo, que le perderán con su mal ejemplo. El cuarto, es por el amor de sí mismos; porque a mas de perder sus almas, se harán despreciables con su mal proceder.
El profeta Malaquías dice, que el escandaloso se hace contemptible; y así es, que la criatura escandalizada por él, siempre se acuerda del mal ejemplo que le dió; y hasta en el tribunal de Dios alegará el gravísimo mal que la hizo a su alma, enseñándola a pecar.
Sobre esta verdad hace un gran sermón san Juan Crisóstomo, persuadiendo eficazmente, que si uno enseña a pecar a otro, todos cuantos se originan de aquel primer mal ejemplo se le imputan al infeliz escandaloso, que fue la causa de la ruina espiritual de aquella pobre criatura. (S. Tho. de Vill., ser. S. Mich.)
Sobre esta misma doctrina levanta su grave ponderación el fervoroso santo Tomas de Villanueva, y dice, que si es pecado grave el quitarle su capa a un pobre hombre, y mas grave el quitarle su mujer, y mas grave el quitarle su vida; ¿cuánto mas grave será, dice el apostólico santo, quitarla a una pobre criatura con su mal ejemplo la vida espiritual de su alma?
En la divina Escritura se dice homicida el demonio; y no se dice porque quite la vida a los cuerpos, sino porque con sus tentaciones y sugestiones intenta y quiere quitar la vida espiritual de las almas, que es el mas grave y abominable homicidio (Joan., VIII, 44). Esto cometen los escandalosos; y por esta razón se han de acusar de sus escándalos en el quinto mandamiento de la divina ley, que dice: «No matarás».
Es el escándalo un espiritual homicidio, que según el angélico doctor, se causa con el mal ejemplo del prójimo, sen por obra, o por palabra, o por acción indecente, que a otra persona le dé ocasión para la ruina espiritual de su alma.
Y aunque la operación no sea mala, si con ella se da mal ejemplo y escándalo al prójimo, se debe evitar, y no hacerse. Dar limosna es una cosa muy santa; mas si para esto ven entrar solo a la mujer sospechosa a todas horas en la casa, y se da mucho que pensar y que murmurar, se debe purificar la obra buena de toda especie mala, como lo determina el mismo angélico maestro.
Ni basta la excusa de decir, que no tienen mal intento, que no piensan escandalizar, que no hacen cosa mala, etc., porque si conocen que se sigue escándalo, porque la palabra, o la acción, o la obra por sus circunstancias se hace sospechosa de mal, tienen obligación de purificarla.
No es pecado quemar un zarzal; pero dice el jurisconsulto, que si hace grande viento, y quemando el zarzal se abrasaron las mieses vecinas, debe pagarlas el incendiario, porque tuvo obligación de prevenir el peligro del daño ajeno.
No era pecado en el apóstol san Pablo comer carne; y no obstante dijo, que si comiendo carne escandalizaba a su hermano, no comería carne jamas por no darle escándalo (I Cor., VIII, 13).
Tampoco nuestro Señor Jesucristo tenia obligación de pagar el tributo al César; mas por no escandalizar quiso pagarle, como lo advierte san Jerónimo, y se dice en el santo evangelio: Ut non scandalicemus eos, etc. (Matth., XVIII, 27).
Otros escándalos hay puramente pasivos, y son aquellos que tienen los malos por las obras virtuosas de los buenos. Así se escandalizaban los escribas y fariseos de los divinos sermones y milagros asombrosos de Cristo Señor nuestro. De esta clase de escándalos ya no hay tantos en el mundo.
Los escándalos mas comunes en las familias proceden de los vicios de los domésticos, que con sus malos ejemplos se pierden unos con otros, y las criaturas de pocos años se pervierten mucho aprendiendo antes lo malo que lo bueno, y el vicio que la virtud, como lo advierte san Juan Crisóstomo.
Si los padres o los domésticos de su casa tienen los feos vicios de jurar, maldecir, hablar palabras torpes, leer libros indecentes, jugar juegos deshonestos, o frecuentemente a los naipes, esto aprenden las criaturas antes que las oraciones cristianas; y es un veneno para la juventud el mal ejemplo de los comensales, como lo persuade el mismo san Juan Crisóstomo.
Si en la casa no se ve ejercicio ninguno de virtud ni de devoción cristiana, sino profanidades, vicios, estimación de galas, empeños y trampas, despiques y venganzas, dichos deshonestos y acciones indecentes; ¿qué han de aprender las pobres criaturas, sino lo que ven y lo que oyen? Este es un escándalo capital de dificultoso remedio; y no acaban de comprender bien las criaturas el gravísimo mal que hacen a las de pocos años, que corriendo los tiempos, así criarán a otras, como a ellas las criaron, según lo advierte san Ambrosio.
El pecado de escándalo y mal ejemplo en la familia es de tan perniciosa fecundidad, que a uno se siguen veinte, y a veinte doscientos, y tal vez innumerables, como a todo el pueblo lo predicó fervoroso el gran padre de la Iglesia san Juan Crisóstomo.
El santo profeta Isaías llama al escándalo y mal ejemplo de la familia, lazo de jóvenes, laqueus juvenum, y tienen estos pecados caseros tan enorme gravedad, que muchas veces pasa a ser imposible su remedio; porque viciada la criatura desde su niñez, cuanto mas vive, crece mas el vicio, y de costumbre inveterada pasa a ser naturaleza, como dijo Séneca.
Los pecados absolutos y personales de cada uno, aunque sean muy graves, no son tan perniciosos como los pecados de mal ejemplo; porque estos son pecados de consecuencia, que de uno se originan muchos, y por todos padecerá la persona escandalosa. A cierta madre condenada se la aumentaban los tormentos en el infierno siempre que su hija multiplicaba en el mundo los pecados que había aprendido del mal ejemplo de su mala madre. Lo mismo sucederá a la criada, si da mal ejemplo a la hija de la casa, y al criado que da mal ejemplo a la criada.
Aun en esta vida mortal importaría que al desatento escandaloso no le viesen jamas los ojos humanos. El Señor dice en su santo evangelio, le convendría al escandaloso que con una grande piedra al cuello le arrojasen al profundo del mar, para que ni vivo ni muerto fuese ya visto de los hombres de este mundo (Matth., XXVIII, 6).
El apóstol san Pablo, tratando de ciertos escandalosos (que con malos ejemplos se habian descubierto en la primitiva Iglesia), dijo que importaba sacarlos de la compañia de los fieles, y aun de esta vida, para que no pervirtiesen a los demás con su mal ejemplo (I Cor., V, et 10).
Lo mismo se enseña con una misteriosa parábola en el santo evangelio, y es de aquel hombre desatento, que sin decente vestidura entró en el convite regio; y viéndole el rey sin vestidura nupcial, con escándalo y mal ejemplo de los demás convidados, le mandó ligar los pies y manos, y arrojarle en las tinieblas exteriores para que nunca jamas fuese visto de otras criaturas mortales aquel hombre escandaloso (Matth., XXII, 12).Sea el fruto espiritual de este capítulo, que quien le leyere reconozca su conciencia; y si hallare que en esta vida ha dado algún escándalo con sus malas obras, enseñando a pecar a otros, o sea dándoles mal ejemplo, procure hacer verdadera penitencia, para que no le alcancen los horribles castigos con que el Señor le tiene amenazado.
Y para deshacer su escándalo y mal ejemplo, procure edificar con sus buenas obras a quien dio mal ejemplo con las malas; y no pierda la ocasión de dar buenos consejos a quien le ocasionó la ruina espiritual de su alma con sus malos ejemplos.
El santo rey David, considerando el grave escándalo que había dado en el mundo con su adulterio, y con la injusta muerte de Urías, se ofrecía a ser público predicador de las virtudes, en descuento de haber sido escandaloso con sus pecados: Docebo inicuos vias tuas, etc. (Psalm. I, 13).
Y aunque nuestra conciencia claramente no nos arguya de haber sido escandalosos con nuestros prójimos, será bien que pidamos a Dios misericordia de nuestros pecados ocultos y de los que se hubieren cometido por nuestra ocasión, sin advertirlo nosotros. Así lo hacia el mismo santo rey cuando oraba, diciendo: Ab oculis meis munda me, Domine, et ab alienis parce servo tuo (Psalm. XVIII, 13).
Y quisiera que en todas las familias se hiciese digno concepto de esta horrorosa desventura de la perdición espiritual de los niños y niñas, y de todas las criaturas de pocos años; porque muchas veces con una palabra inconsiderada, y con una acción menos decente se despierta temprano la malicia, y se introduce el vicio, que después apenas tiene remedio.
Lo mismo se enseña con una misteriosa parábola en el santo evangelio, y es de aquel hombre desatento, que sin decente vestidura entró en el convite regio; y viéndole el rey sin vestidura nupcial, con escándalo y mal ejemplo de los demás convidados, le mandó ligar los pies y manos, y arrojarle en las tinieblas exteriores para que nunca jamas fuese visto de otras criaturas mortales aquel hombre escandaloso (Matth., XXII, 12).Sea el fruto espiritual de este capítulo, que quien le leyere reconozca su conciencia; y si hallare que en esta vida ha dado algún escándalo con sus malas obras, enseñando a pecar a otros, o sea dándoles mal ejemplo, procure hacer verdadera penitencia, para que no le alcancen los horribles castigos con que el Señor le tiene amenazado.
Y para deshacer su escándalo y mal ejemplo, procure edificar con sus buenas obras a quien dio mal ejemplo con las malas; y no pierda la ocasión de dar buenos consejos a quien le ocasionó la ruina espiritual de su alma con sus malos ejemplos.
El santo rey David, considerando el grave escándalo que había dado en el mundo con su adulterio, y con la injusta muerte de Urías, se ofrecía a ser público predicador de las virtudes, en descuento de haber sido escandaloso con sus pecados: Docebo inicuos vias tuas, etc. (Psalm. I, 13).
Y aunque nuestra conciencia claramente no nos arguya de haber sido escandalosos con nuestros prójimos, será bien que pidamos a Dios misericordia de nuestros pecados ocultos y de los que se hubieren cometido por nuestra ocasión, sin advertirlo nosotros. Así lo hacia el mismo santo rey cuando oraba, diciendo: Ab oculis meis munda me, Domine, et ab alienis parce servo tuo (Psalm. XVIII, 13).
Y quisiera que en todas las familias se hiciese digno concepto de esta horrorosa desventura de la perdición espiritual de los niños y niñas, y de todas las criaturas de pocos años; porque muchas veces con una palabra inconsiderada, y con una acción menos decente se despierta temprano la malicia, y se introduce el vicio, que después apenas tiene remedio.
A vista de tanto mal, deben temblar todos los que componen una familia, y reglar bien sus acciones y palabras; porque a más de lo que les toca por conciencia, y por el bien particular de sus propias almas, insta mucho el grave peligro del escándalo de los párvulos, que tanto siente Dios nuestro Señor (Matth. XIX, 14). Su divina Majestad ilustre los corazones. Amén.
R.P. Fray Antonio Arbiol
LA FAMILIA REGULADA
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