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viernes, 7 de septiembre de 2012

Credo

     Dios te ha hecho una gracia inmensa, hijo mío: te ha dado la fe.
     La ha depositado en tu corazón, germen divino, el día bendito de tu bautismo.
     Tú has de ser el jardinero que, aprovechándose del agua y del sol de la gracia, vas cuidando, regando, cultivando el arbusto de tu fe, para que se haga árbol frondoso y optimo en frutos de vida cristiana, de vida eterna.
     Por la fe no perteneces ya solamente al mundo de aquí abajo, sino que eres también futuro ciudadano del mundo de allá arriba: tu alma, arrancada a las fascinaciones que reinan en esta época, "es transportada en vuelo alado y sublime, hasta las lejanas alturas en que expira el ruido de los sentidos y en que resuena la armonía de las cosas misteriosas y divinas".
     Por la fe, Dios domina sobre ti, "Rey sin rival, monarca incontestable, soberano único y siempre obedecido". (
P. Lallemand.—A través del Evangelio)
     Agradécele haberte dado así convicciones inquebrantables, firmes, porque sólo las convicciones hacen al hombre.
     La fe es el terreno firme sobre el cual el hombre marcha sin temor; es la roca sólida, sobre la cual puede establecer las bases de un edificio durable.
     Fuera de eso, nada de unidad en la vida; todo está vacilante, efímero y mal asegurado en la conducta, porque todo está construido en el aire o sobre arena movediza que va y se derrumba, desaparece.
     Tu vida descansa, sobre el inmutable símbolo en el que has creído desde tu más tierna infancia.
     Y ahora que ya casi estás en la edad adulta. Dios te pide mostrarte tal cual te ha hecho, es decir, creyente de palabra y de obra, como lo eres de pensamiento: la fe debe estar adherida a la vida, como tu piel lo está en tu carne; es ella la que le dará su forma, su color y su belleza.
     Es un deber para ti afirmar tus convicciones en presencia del mundo, sin fanatismo, pero tampoco sin debilidad, con la valiente sencillez de las almas sinceras.
     Oprobio al cobarde y desgracia para él, porque el último día Jesucristo se sonrojará por los débiles que se habían sonrojado por su nombre verdadero y soberano.
     No te limites, pues, a ser cristiano en los templos. Sé cristiano en tu casa y entre tus amigos, delante de los extraños y aún delante de tus enemigos, en las calles y en los lugares públicos.
     Se es cristiano o no se es, y no puede gloriarse de serlo el que no lo es todo entero.
     Sólo los ignorantes podrán vituperarte y los tontos podrán reírse de ti, porque el que conoce la raíz de la fe, no puede menos que admirarla y bendecirla
     Después de todas las vicisitudes por las que la fe ha pasado desde los Apóstoles; después de tantas luchas encarnizadas y de sangre derramada, cuando todo es muerte a su derredor, fíjate, la fe vive aún; y esta supervivencia única, sola, proclama su divinidad.
     No tengas, pues, ni vergüenza ni miedo de proclamar muy alto tu "Credo" inmortal.
     En este mundo agitado de perpetuas sacudidas, sé el antiguo caballero de hierro que sabe avanzar, pero que cuando se trata de retroceder, es como roca que no se mueve.
     Y que cada uno te vea, como él, de pie, en la maraña de los sofismas y de los sistemas absurdos, defender ardientemente la Cruz como inconmovible soldado.
     La victoria definitiva esta en la verdad, como la canta el Salmista: ¡con la verdad y con los que combaten por ella!

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