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martes, 18 de septiembre de 2012

A MI HIJO

Era el hijo de mi alma, mi vida. 
El que yo con mis cantos dormía; 
El hijo pequeño, el hijo mimado 
Porque era el enfermo. 
Era el hijo de mi alma, mi vida.
Y se fue muy lejos,
Donde ya no miraba mis ojos. 
Ni podía acariciar mis cabellos; 
Donde ya no besaba mis manos. 
Ni podría nunca darle mis besos; 
Donde en vano quisiera curarlo 
Cuando se halla enfermo! 
Ni podría nunca darle al morirme, 
Mi adiós postrimero! 
Era el hijo de mi alma, mi vida,
Y se fue muy lejos...
Desde entonces pasaba mis horas 
Pensando y sufriendo:
 Allá, donde nadie conoce a mi hijo, 
¿Quién puede quererlo? 
¿Quién puede curarlo? 
¿Quién le baña la frente de besos? 
¿Quién cuida a mi hijito? 
¿Quién vela su sueño? 
¿Quién arranca con mano amorosa 
La espina punzante que hiere su pecho?
Y aquellos temores
Volvieron mis días tan tristes y negros. 
Que fue el llanto mi amarga bebida 
y fue mi alimento.
Y el ardiente raudal de mis lágrimas 
Empapaba en la noche mi sueño.
Y llorando veíame la aurora,
Y llorando tendíame en mi lecho.
Y llorando pasaba mi vida
En mi casa, en la calle, en el templo. 
Pero un día,
Mis plegarias llegaron al cielo
Y    alguien dijo a mi oído: Serénate, 
De la vida en el largo desierto 
Ha encontrado tu hijo una Rosa 
Envidia del Cielo.
El buen Dios, la llenó de perfumes: 
Hay amor, y hay virtud en su pecho; 
es un angel que tiende la mano 
Al hijo de tu alma que se haya tan lejos,
Y van a acompañarlo hasta el día 
Que te abrace en el Cielo...
Ella cuida a tu hijo; ¡No temas!
Y sabe quererlo, y sabe curarlo,
Y bañarle la frente de besos,
Y cuida su vida, y veta su sueño. 
Ella arranca con mano amorosa
La espina punzante que muerde su pecho.
Lo que dijo la voz a mi oído,
Yo sé que es muy cierto;
Yo sé que la Rosa del hijo de mi alma
Encierra en su pecho
Amor, y virtudes, y gracias, y dichas,
Que cuida a mi enfermo,
Que llora, si lloran los ojos de mi hijo.
 Que un ángel del Cielo 
Qua alegra sus penas; que es luz de su vida, 
y que no contenta con darle la dicha, 
abriendo sus alas, subió hasta los cielos
y trajo en sus brazos, 
A otro angelito sonriente y pequeño 
Que cubra a mi hijo su frente de besosl

Por eso yo ahora, pensando 
Que allá en otro tiempo, 
El sol alumbró en este día 
Al pequeño botón entreabierto 
Que después fue la Rosa de mi hijo. 
Llorando y sonriendo 
De dicha y de amor, 
A la altura mis ojos elevo.
Y brota de mi alma
Un himno de gloria al Dios Bueno, 
Al buen Dios, que mis penas mitiga
Y llena a mi alma de amor y consuelo...
Y soñando dichosa,
Y creyendo
Que miran mis ojos cansados
El grupo risueño
Que forman mis hijos: Mi Rosa
1levando apretado en el pecho
Al sonriente angelito que extiende sus brazos
Al hijo de mi alma que llega sonriendo.
Yo, acá, sollozando.
Yo acá, desde lejos.
Con todo el cariño de mi alma, bendigo 
A mi Lupe, a mi Rosa, a mi Pedro.

Mons. Vicente M. Camacho

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