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lunes, 31 de diciembre de 2012

¡APOSTATA! (8)

POR EL Pbro. Dr. JOAQUIN SAENZ Y ARRIAGA
LA APOSTASIA DEL JESUITA
JOSE PORFIRIO MIRANDA Y DE LA PARRA
México 1971
(pag. 100 -111

LA LEY DE DIOS, SEGUN MIRANDA Y DE LA PARRA. 

     No vale la pena detenernos en tratar de interpretar lo que no tiene interpretación, porque, además de que nuestro jesuíta nos quiere abrumar con toda clase de citas, si su pensamiento es oscuro, su lenguaje es sencillamente intolerable. Inventa palabras, las modifica a su gusto, les da sentidos algunas veces contradictorios, castellanizando palabras de otras lenguas, sin tener en cuenta las reglas más elementales de la filología. Por otra parte, las mismas ideas, ya expuestas y refutadas, son las que con nuevo título vuelve a expresarnos.
     Nos va a presentar ahora, nueva prueba de su tesis sobre el Dios de la Biblia, la teología del Decálogo, promulgado por Dios en el Sinaí, tratando de interpretar e interpolar, a su antojo o al antojo de exégetas, que no son católicos, los textos del Deuteronomio. Indiscutiblemente hay textos, que se explican y complementan con otros textos de los Libros Sagrados; pero esto no puede hacerse a gusto y criterio propio, sino, según las normas hermenéuticas, aprobadas por la Iglesia. La promulgación del Decálogo se encuentra en el capítulo X del Deuteronomio, como en el capítulo XX del Exodo, aunque, en otros pasajes de esos mismos Libros Sagrados se encuentre la explicación más profunda de alguno de esos preceptos. El Magisterio de la Iglesia, fiel a la Escritura y a la Tradición ha simplificado después la palabra de Dios en los textos catequísticos del Decálogo, que todos conocemos. Debemos recordar a Miranda y de la Parra, que esa ley, además de haber sido promulgada por Dios, la llevamos todos escrita con caracteres indelebles en nuestro propio corazón: es esa ley, que no arguye con nosotros, sino que categóricamente nos dice el bien que hemos de hacer y el mal que hemos de evitar. Presentaré aquí sin embargo los textos, citados por José Porfirio, del Deuteronomio, para hacer ver, una vez por todas, la fidelidad con que nuestro escriturista presenta y analiza los textos sagrados.
     En el capítulo V, leemos: Después del Proemio histórico: "Ista est lex, quam proposuit Moyses coram filiis Israel", esta es la ley, que promulgó Moisés delante de los hijos de Israel. "Y llamó Moisés a todo el pueblo de Israel y le dijo: Oye, Israel, los estatutos y los preceptos, que yo pronuncio hoy en vuestros oídos; y aprendedlos y guardadlos, para ponerlos por obra. Yavé, nuestro Dios, hizo pacto con nosotros en Horeb. No con nuestros padres hizo Yavé este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos. Cara a cara nos habló Yavé en el monte, de en medio del fuego. Yo estaba entonces entre Yavé y vosotros, para denunciaros la palabra de Yavé, porque vosotros tuvisteis miedo al fuego y no subisteis al monte. Y dijo Yavé: Yo soy Yavé tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de aquel estado de servidumbre. No tendrás dioses extraños, delante de mí. No harás para tí escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, o abajo en la tierra, o en las aguas debajo de la tierra. No las adorarás, ni las servirás; porque Yo soy el Señor tu Dios, Dios celoso, que castiga la iniquidad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de aquellos, que me odiaron; y que hago misericordia a millares, que me aman y guardan mis mandamientos.
"No tomarás en vano el nombre de Yavé, porque no quedará sin castigo el que tomare su nombre en vano.
"Observa el día del sábado, para santificarlo, como Yavé tu Dios te ha mandado. Seis días trabajarás y harás tu obra: mas, el séptimo es reposo a Yavé tu Dios: ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni tu peregrino, que está dentro de tus puertas; porque descanse tu siervo y tu sierva, como tú. Y acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto y que Yavé tu Dios te sacó de allá, con mano fuerte y con brazo extendido; por lo cual Yavé tu Dios te ha mandado que guardes el día sábado.
"Honra a tu padre y a tu madre, como Yavé tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Yavé tu Dios te ha de dar.
"No matarás.
"No fornicarás.
"No hurtarás.
"No dirás falso testimonio contra tu prójimo.
"No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su casa, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni ninguna cosa que sea de tu prójimo.
     He aquí el Decálogo, promulgado por Dios, enseñado por Moisés a los hijos de Israel, que todos los hombres llevamos escrito en nuestro propio corazón, como ley de nuestra naturaleza.
     Moisés, en estos sus discursos a su pueblo, trataba de inculcar esa ley divina, que él había escuchado de Dios, en el Sinaí, al pueblo de Israel. Por eso vuelve sobre los mismos temas y explica o precisa el sentido de esos mandamientos del Señor. Así, por ejemplo, en el capítulo VI del mismo Deuteronomio, en el versículo 5, expone, clarifica y maravillosamente precisa el alcance del primero y más importante, como el mismo Jesucristo nos enseña, de todos los divinos preceptos: "Amarás a Yavé tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas". Y, en el capítulo X, versículo 16 y siguientes, en otra exhortación a obedecer los divinos preceptos, ya antes promulgados, Moisés dijo a su pueblo: "Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón (la metáfora era muy comprensible para los hebreos) y no endurescais más vuestra cerviz. Porque Yavé vuestro Dios es el Dios de los dioses (frase bíblica, que, en manera alguna, significa que el escritor sagrado piense que haya otros dioses verdaderos, sino que repudia la idolatría reinante), y Señor de los señores, Dios grande, poderoso y terrible, que no es aceptador de personas, ni sabe de cohecho. (Lo que sigue es una mera exhortación, ante la santidad de Dios, para que los israeli tas cumplan sus deberes entre sí; no que en eso consista, como pretenden Miranda y de la Parra, con sus exégetas judíos, kabalistas, talmúdicos, fariseos y protestantes, el amor de los hombres a Yavé). En el Exodo, encontramos una exposición, casi idéntica, de la ley de la Antigua Alianza, a la que ya cité antes, del capítulo VI del Deuteronomio.
     Pero, para nuestro jesuíta, todas estas explicaciones salen sobrando. Para él, poco importa si Dios existe (ESSE) o no existe —esto es metafísica; ni si hay otros dioses, además de nuestro Dios— también esto entra en el campo del ser, sobre el que disputan sus exégetas, que es punto de arranque de la filosofía aristotélica, escolástica y católica. "Eso es lo más significativo —escribe nuestro filósofo laureado— que los otros dioses sean entes o no, es una cuestión, que tiene a los autores bíblicos muy sin cuidado; de lo contrario, no estarían hoy todavía los exégetas con perplegidades al respecto. El carácter único del Dios de Israel, por muchos esfuerzos y analogías, que haga la filosofía, derivada de los griegos, que cree poder entenderlo todo en términos de ser, es irreductible a cuestiones ontológicas".
     Ya en este plan, si la esencia divina no es su aseidad (que sea el ser en cuya esencia está la existencia), si su misma existencia no es importante para conocer a Yavé, el Dios de la Biblia, ¿qué valor pueden tener sus mandamientos? El mismo que Miranda y de la Parra da a la esencia y la existencia de Yavé: el imperativo personal que tenemos los hombres de hacer justicia interhumana.
   La exclusividad monolátrica de Yavé (primer precepto del Decálogo). "Amarás a Yavé tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas" (Amarás a Dios, sobre todas las cosas, según la fórmula consagrada por el cristianismo) no significa, dice José Porfirio, culto, sino justicia interhumana. Por eso es Yavé, explica José Porfirio, el Dios de los dioses, porque es el único que se nos manifiesta con ese implacable imperativo moral de hacer justicia interhumana, "porque es el único dios, al que no podemos tener por Dios, sino en la justicia para con el prójimo, porque es el Dios que se reveló haciendo justicia. El segundo precepto prohibe el perjurio, porque "engaña al prójimo", no porque sea ofensa personal al mismo Dios. "El sábado fue hecho por causa del hombre"; no habla de "culto' sino de descanso de los hombres". Nada nos dice del cuarto y quinto precepto; pasa al sexto, que limita al adulterio, que es injusticia interhumana. Se salta nuevamente el séptimo y octavo precepto. Evidentemente, el "no hurtarás", que a no dudarlo supone el derecho de propiedad, no tiene sentido alguno en la teología mirandesca. El actual noveno mandamiento: "No codiciarás la mujer de tu prójimo", lo interpreta el jesuita y sus autores, como "cualquier deseo que vaya contra la justicia". El adulterio "es injusticia interhumana"; hay que descartar el sentido sexual-ascético, que la tradición moral le dió a la palabra latina 'concupiscencia'.
     Y, en su exégesis heterodoxa, dice José Porfirio Miranda y de la Parra: "La supresión, en el Decálogo cristiano, de la prohibición de imágenes, hizo que este último mandamiento se dividiera en dos para completar el número; ello facilitó que el no codiciar la mujer del prójimo se entendiera como prohibición independiente del no codiciar las cosas, que el prójimo posee, para su vida diaria. (Esas últimas palabras, que son del jesuita, no se encuentran en la Biblia, pero son indispensables, para sostener el castillo de naipes mirandesco). Pero, lo que a continuación escribe José Porfirio es asombroso: "sólo así fue posible pensar que en el Decálogo las motivaciones sexuales desempeñaban algún papel".
     Según Miranda y de la Parra "las motivaciones sexuales" no tienen, no deben tener ningún lugar en el Decálogo, que integro es "justicia interhumana". No hay pecado sexual, sino cuando hay de por medio una injusticia. ¿No se acuerda el jesuita que, en virtud de santa obediencia, es decir, bajo pena de incurrir en pecado mortal, ningún jesuita puede (o al menos, podía) defender que hubiese parvedad de materia en estas cosas (in re turpi)? ¿No se acuerda de lo que dicen las Constituciones: Lo que toca al voto de castidad no pide interpretación, constando cuan perfectamente deban guardarlo, procurando imitar la puridad angélica, en la limpieza de cuerpo y mente?

LA INTERVENCION DE DIOS EN LA HISTORIA. 

     Empieza su nueva exposición, el revolucionario jesuita, con una frase, que, a pesar de su marcado tinte heterodoxo, no llamó la atención a los censores, ni impidió el "Imprimi potest" del Prepósito Provincial, ni el "Imprimatur" impresionante de Su Eminencia Reverendísima: "Como la creación es un tema captable en términos ontológicos, reducible a categorías de causa y efecto, de ente o no ente, de ser o no ser, Occidente ha centrado la diferencia entre el Dios de la Biblia y el de la filosofía, en el hecho de que el primero es Creador y el otro no. Pero, respecto de la Biblia, eso constituye un recorrimiento tal de acento, que equivale a falsificación. A los ojos de la Biblia, Yavé es el Dios que irrumpe, en la historia humana, para libertar a los oprimidos".
     Ante la crítica filosófica de nuestro iluminado jesuita, poco importa el que Dios exista o no exista, que sea o no sea el "SER"; poco importa que nosotros, seres contingentes, dependamos o no dependamos en el ser y en el obrar de El; poco importa el hecho mismo de la creación. "Para los autores bíblicos, escribe el jesuita, el tema creacional funge siempre como recurso teológico, que ponga de relieve las intervenciones de Yavé, que rescatan de la opresión y de la injusticia". En otras palabras. Yavé interviene en la historia humana, no como Creador, conservador, Dios providente; no como Redentor, como justificador, ni remunerador, sino como una exigencia de justicia. "Yavé es presentado como Creador, dice Miranda, para darle importancia a su intervención justiciera". Es decir, el título de Creador, que damos a Yavé, es una mera figura retórica, usada por los hagiógrafos, para hacer más urgente el imperativo de la justicia interhumana.
     No me voy a detener, en examinar separadamente las dos secciones de este capítulo del libro de José Porfirio. A pesar de haber antes ya dicho que el Dios de la Biblia no era el Dios de nosotros; ahora dedica otra sección de su nuevo capítulo, para hablarnos del Dios del Exodo, como si el Dios del Exodo no fuera tampoco el Dios de la Biblia, que antes nos definió. Lo que no quedó claro es si, a juicio de nuestro rabínico jesuita, el Dios de la Biblia es o no es un Dios trascendente, es o no es un Dios vivo y personal, distinto del mundo y del hombre.
     A esta pregunta debo contestar diciendo que la preexistencia de Dios, de Yavé, antes de la existencia de la creación, en ninguna parte ha aparecido en los dos primeros capítulos del libro, que estamos criticando. En la exégesis revolucionaria de Miranda y de la Parra, "Dios irrumpe en la historia humana, para libertar a los oprimidos". Pero, ¿de dónde viene ese Dios? ¿Quién es? ¿por qué interviene en nuestra vida? Estos son puntos secundarios, que no distinguen a Yavé de los demás dioses. Al hablarnos del "Dios del Exodo" es cuando aparece, al fin, la idea de un Dios Creador, a quien antes había rechazado claramente, con frase precisa de blasfemia y apostasía, José Porfirio Miranda y de la Parra. Pero la idea de "Creador" es, en la exégesis mirandesca, nada más como un instrumento de trabajo, como un recurso, para hacer más imperativa la exigencia de la justicia. "Esta exigencia se vuelve mucho más fuerte e irresistible, si la hace como Creador del cielo y de la tierra, pues entonces es inmenso el poder de ese Dios, que irrumpe para realizar la justicia". "Yavé es presentado como Creador, para darle importancia a su intervención justiciera". El Génesis es prehistoria, prólogo, preparación del hecho esencial: la liberación de los esclavos de Egipto.
     Estudia el jesuita las diversas fórmulas, con que se presenta Dios ante el pueblo de Israel: "Yo soy Yavé""Yo soy Yavé vuestro Dios""Yo, Yavé, soy vuestro Dios""Yo soy Yavé, que os saqué de Egipto""Yo soy Yavé, vuestro Dios, que os saqué de Egipto...""Conoceréis que Yo soy Yavé""Conoceréis que Yo soy Yavé vuestro Dios""Conoceréis que Yo, Yavé, soy vuestro Dios".
     Advierte Miranda que la diferencia de algunas de estas últimas fórmulas se debe no al texto original, sino a la puntuación, que dieron al texto original, mil y pico de años después de escrito, los Masoretas y a las discrepancias de los Setenta con los Masoretas. Distingue entre fórmulas breves, fórmulas de nobleza y de soberanía, que, explícitamente o implícitamente, contienen la afirmación teológica: "Vuestro Dios", y fórmulas de "explicitación histórica", que constituyen un grupo aparte. De hecho, según Rendtorff, las fórmulas breves son una abreviación tardía de las fórmulas de "explicitación histórica", aunque tal opinión no agrada a nuestro exégeta. "El punto está, dice después, en que ni las fórmulas cortas, ni las largas pretenden hacer una predicación de tipo histórico, sobre un sujeto, Yavé, cuya esencia permanece, en cierto modo, inexplorada: Israel sabe que 'en el nombre de Yavé' puede clamar y será escuchado, mientras que el adorador de otro Dios 'clama a él, pero no le responde, ni lo salva de su aflicción'.
     Evidentemente, la gran prueba de la existencia de Dios, de sus infinitas perfecciones y de su divina revelación, es el milagro, ese hecho sensible e histórico, que supera las fuerzas todas de la naturaleza, conocidas o por conocer, y que sólo puede atribuirse al poder de Dios, Creador, Señor y Dueño de todo cuanto existe. Así en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento, Dios ha apelado a sus milagros, para probar al hombre, que El es el que habla. El hombre, antes de aceptar la voz de Dios, tiene que ver que Dios existe y que El es el que habla. En esas fórmulas explícitas, que José Porfirio llama "de explicitación histórica", Dios apela a sus antiguos y manifiestos favores, para que el pueblo acepte lo que ahora les dice o les impone. Lo que caracteriza a Yavé de los demás dioses, es que Yavé habla y prueba o garantiza su palabra, mientras que los demás dioses, obra de las manos o de la imaginación del hombre, permanecen mudos.
     Podemos, por la luz de la razón, probar la existencia de Dios, la historicidad de la divina revelación; pero para aceptar esa divina revelación, como el mensaje que Dios nos hace, es necesario la prueba contundente del milagro. Para Miranda y de la Parra la única credencial, con la que Dios se presenta es la de hacer justicia. "Conoceréis que Yo soy Yavé... pues, contra los injustos, se efectúa, en todo caso, la salvación de los oprimidos: contra un pueblo, en que reina la injusticia es siempre Yavé-justicia, el que se revela interviniendo. "Me parece, dice el jesuíta, que la continuidad de todas estas fórmulas se impone por sí sola: el que se revela interviniendo en nuestra historia es siempre Yavé, como salvador de los oprimidos y castigador de los opresores".
     No quiero negar que la infinita y esencial justicia de Dios, que se identifica con la inefable bondad y misericordia del Señor, en la simplicidad de la esencia divina, no ha de restablecer, tarde o temprano, el orden perturbado por el abuso de la libertad humana. Lo que no encuentro ni explicable, ni sensato es el querer compendiar todas las divinas manifestaciones y comunicaciones de Dios a los hombres, en una sola de esas manifestaciones, que es la de su exigencia por la justicia interhumana y la liberación de los oprimidos. El pueblo de Israel, a pesar de ser un pueblo elegido por Dios para preparar el advenimiento del Mesías y para preservar el depósito de la divina revelación, era un pueblo "de dura cerviz", contaminado por el trato de la gentilidad pagana, sumergida en las tinieblas del error y del pecado. La historia de Israel, pue de decirse, fue una lucha constante entre los designios amorosos de Dios y la rebeldía, la ingratitud y la perversidad de su pueblo. Por eso Dios, en la Escritura, apela tantas veces a las maravillas, que su infinita bondad había obrado, en beneficio de los Israelitas, para apartarlos de los caminos de la maldad y atraerlos al cumplimiento de los divinos preceptos.
     No es esta la opinión de Miranda y de la Parra; "Tales esfuerzos (o explicaciones) obedecen a un equívoco extendí simo: creen que se trata de vengar y castigar irreligiosidades o cualquier clase de pecados. Les parece —a mi juicio (a juicio de Miranda), con razón—, indigno de Dios el vengar tales cosas. Pero, dice el jesuíta, este es un falso problema, porque el único pecado por el que Dios interviene, consta exégeticamente, (inclusive en la intervención llamada juicio final) "es específico: la injusticia y opresión de los débiles por los prepotentes". Para Dios, ni la negación de Dios, ni la blasfemia, ni el sacrilegio, ni la profanación, ni la infidelidad, ni los pecados carnales más abominables tienen importancia, ni le obligan a intervenir, ni a restablecer el orden, sino la injusticia y opresión de los débiles, por los prepotentes.
     Toca después otro punto, desviando hacia su tesis comunista el sentido y las enseñanzas de la Sagrada Escritura. Dice Isaías: "¿Quién lo anunció de antemano, para que se conociera; por adelantado para que dijéramos 'eres el Justo'? "Ingenuidad poética y religiosa", según Duhm, porque, "cualquier creyente de otra religión lo habría refutado y se habría reído de su afirmación de que sólo en la religión israelita había predicciones...; pero nuestro profeta no tiene ni el más pequeño granito de autocrítica, cree que, con sólo pronunciar sus propias convicciones, quedan demostradas". Puede haber predicciones en otras religiones ¿quién lo duda?; lo importante y probativo es que esas predicciones se cumplan. La profecía es, como el milagro, uno de los argumentos fehacientes, como Miranda bien lo sabe, de la realidad divina. Mas, así como puede haber falsos milagros; así puede haber falsas profecías, que la crítica rechaza como imposturas.
     Zimmerli, a quien nuestro exégeta cita frecuentemente, dice: "en toda esta polémica monolátrica", la sostenida por los profetas contra la idolatría, encontramos la "continuación y profundización de la epifanía de Yavé, que constituye el hilo condctor del Antiguo Testamento". "Es un aserto de auto-apertura, una palabra revelante en la que el Yo en su carácter de Yo se da a conocer". YO SOY YAVE, pero Yavé significa, "el que realiza compasión, derecho y justicia en la tierra".
     "No se puede confundir, advierte José Porfirio, la teología de la historia, que la Biblia nos da, con la teología de la Providencia, que Occidente ha heredado de los grecoromanos y que es estática, porque contempla los instantes como puntos aislados, además de no ser específica. Para la Biblia es intervención de Yavé, no cualquier suceso bueno y laudable, sino la realización de la justicia. El Dios de la Biblia tiene un plan; se ha propuesto convertir este nuestro mundo en un mundo de justicia; en la historia, dentro de la historia, hay un éschaton, un últimum, hacia el cual van encaminadas todas las realizaciones parciales de la justicia".
     La teología de la historia, que la Biblia nos da no es la teología de la Providencia. Así, como el Dios de la Biblia no es el Dios de Occidente, el Dios que hasta ahora habíamos los católicos adorado. No nos dice en qué consista el estatismo de esa teología de la Providencia, aunque, por lo que sigue, podríamos pensar que, en nuestra teología de la Providencia, Dios, sin plan alguno de su parte, deja hacer a las creaturas racionales, deja que el mundo ruede tranquilamente; por eso nuestra teología contempla los instantes como puntos aislados; por eso no es específica. Mientras que, en la concepción bíblica, Dios tiene un plan; ¿cuál es? convertir este mundo en un mundo de justicia. Ese es el "ultimum", esa es la finalidad que busca Dios en la historia del mundo. "Aquí, dice José Porfirio Miranda y de la Parra, triunfante al ver la coincidencia, no puedo sino señalar que ese "ultimum", que ese "novum" caracteriza también a la filosofía de MARX".
     Marx es el primero en darnos la correcta teología de la historia, aunque Marx no crea en Dios, ni acepte ninguna religión. Marx, sin conocer ni aceptar la divina revelación nos dio el idéntico y recóndito sentido de esa divina revelación. Marx, al identificar su mensaje con el de la Biblia está por encima de la Iglesia de dos mil años. Pero veamos, en la segunda sección del tercer capítulo del libro de Miranda y de la Parra, el plan de Yavé, que Marx vio e hizo suyo.

viernes, 21 de diciembre de 2012

CARTA A LOS OBISPOS SEDEVACANTISTAS (continuación) III



            Antes que nada quiero decir que voy a seguir intentando y peleando por la reunión de un cónclave para la elección del Papa. Treinta y ocho años se tardaron (estudiando, discutiendo los teólogos de entonces) para que lo que se llamó el “Gran Cisma” terminara con la elección de Martín V, pero llegaron en su amor por la unidad de la Iglesia y de los fieles católicos a terminarlo con el concilio imperfecto de Constanza. Cincuenta y cuatro años pasaron ya desde la muerte de S.S. Pío XII y todavía no se ha hecho nada, o muy poco.  Que persevere lo que me reste de vida, que solo Dios sabe cuánto será, tratando de poner mi cuota para la unidad de la Iglesia, aunque algunos no lo vean así, no es nada. Si no se logra, en conciencia sé que no habrá sido por mi negligencia como Obispo Católico
            Cuando publiqué las cartas a los Obispos Sedevacantistas, muchos entraron en pánico, pensaron que íbamos a elegir un Papa en la cocina del Seminario durante el desayuno. Qué ridículos por favor no me subestimen. Para mí fue y es una sorpresa ver cuánta división  y espíritu de independencia hay en las almas, de todos, laicos y clérigos. Lo que sí me queda más claro que nunca, es que hay muchos enemigos que tiemblan ante la posibilidad de la unidad católica, y por eso usan un arma judeo-masónica: la calumnia, la mentira, la difamación. Como decían los iluministas franceses: “Miente, miente que algo quedará” (“Mentez, mentez, quelque chose restera”).
            También, por favor, les pido que no se refieran a mí como un Obispo Sedevacantista. No soy sedevacantista, si el llamarme católico no les parece, hoy que tan de moda están las etiquetas, por favor llámenme “conclavista”, que es una condición sine qua non parar llamarse “católico”.
            Siendo la Iglesia una sociedad perfecta, que no es parte de ninguna otra, ni está subordinada directamente a ninguna, tiene como tal cualidades que le son propias. La primera de esas cualidades, es la potestad de jurisdicción. Es decir, el nexo entre los miembros que la hace sociedad perfecta es el poder de régimen o de gobierno. Sin jurisdicción, no hay sociedad perfecta, no hay Iglesia. Sin Primado y sin Jerarquía que de derecho tenga poder de gobernar súbditos incluso imperativamente, aún con penas y sanciones que obliguen en conciencia y no solo en el fuero externo, no habría Iglesia como sociedad perfecta. ¡Cuánto más destruye la definición de sociedad perfecta la imposibilidad de elegir la cabeza cuando ella falte, es decir, quedar acéfalos y poder seguir viviendo en unidad, una unidad que la da no solo la Fe y el culto (es más, sin el gobierno, la Fe y el Culto se desvanecen), sino también necesariamente el gobierno uno, en este caso, el Papa y los obispos en sus diócesis unidos al Papa!
            La elección del Papa es necesaria para poder seguir llamándonos católicos.
            Decir que no se puede o que no es conveniente, es lo mismo que decir que la Iglesia no es perfecta sino imperfecta.
            Poder se puede, es más, se debe hacer. Si no es conveniente por las circunstancias actuales de división tras división y de espíritu de independencia e individualismo de la mayoría; pues hay que tratar de cambiar las cosas y hacerlo conveniente.
            Si estamos viviendo un período de anarquía total, y los que nos decimos católicos no nos enfocamos en la elección del Papa, debemos dudar de nuestra catolicidad.
            Lo malo de este espíritu individualista que reina en los que se dicen católicos es que mató la confianza de los unos para con los otros. Tantas cosas se han dicho, algunas verdaderas otras falsas, tanto chisme, tanta habladuría sin espíritu de caridad ha minado la confianza que se pueden tener entre sí las almas de buena voluntad. Pues hay que tratar de recuperarla con hechos, no solo con palabras y saber tener un verdadero espíritu cristiano. Saber perdonar, sin rencores y mirando hacia adelante es obra de virtuosos; tenemos que serlo, por amor a Dios, a las almas y a la Iglesia.
            Cuando Nuestro Señor Jesucristo instituyó a su Iglesia, en su voluntad la hizo Jerárquica y con un Primado en San Pedro, que deben ser perennes, perpetuos, es sentencia de fe católica, definida. Para asegurar esta perpetuidad de los sucesores de San Pedro es necesario que esté asegurada la perpetuidad de los electores de sus sucesores hasta el fin del mundo. Si habrá perpetuos sucesores de Pedro, habrá perpetuos electores.
            S.S. Pío XII en su constitución sobre la Sede Vacante, cierra la puerta a que se hagan actos jurisdiccionales que sean propios del Papa en tiempo de Sede Vacante, porque obliga a los electores a que elijan al sucesor de Pedro cuanto antes. Y pone un freno a los abusos de autoridad de aquellos que pensarían que sin el Papa, pueden hacer como si lo tuvieran utilizando la epiqueya, la jurisdicción suplida y así de a poco, pasando el tiempo pensarían que definitivamente el Papa ya no es necesario. Cualquier parecido con el pensamiento del movimiento sedevacantista, es mera coincidencia.
            Hoy, si un Obispo sedevacantista excomulga a alguien o dicta alguna medida de autoridad episcopal, a nadie le importa, como si un Obispo fuera solo para confirmar y ordenar sacerdotes. Para darse cuenta de que no es así, basta ver los textos del Pontifical Romano para la consagración de un Obispo. Todo conduce al gobierno de su grey.
            También sucede con los sacerdotes en las capillas, me consta de muchos casos. Si el sacerdote indica al fiel algo que le molesta,  se retira de la capilla y busca otra donde encuentre alguien que alague sus oídos y le diga lo que quiera escuchar y critique al sacerdote anterior.
            Una Iglesia sin Papa y donde los Obispos solo pueden, como algo propio ejecutar el poder de orden, es absurdo. La Iglesia como sociedad jurídicamente organizada queda en la nada y caemos en las definiciones de Iglesia condenadas por Ss.Ss. León XIII y Pio XII. “Iglesia de la caridad”, “Iglesia pneumática” (sólo espiritual, donde la unión entre los fieles es un vínculo invisible, y no jurídico), términos ya condenados, pero que hoy han vuelto a nacer con toda la fuerza de la mentalidad postmoderna. ¿Dónde? En el movimiento sedevacantista.
            En el movimiento sedevacantista, el fiel elige al sacerdote que va a seguir, mientras le agrade y no le contradiga, ni le imponga obligaciones pesadas, ni le diga que faltar a Misa el domingo sin causa justa es pecado mortal; el sacerdote elige al obispo a quien va a obedecer, siempre que el obispo mande lo que no le moleste ni se meta mucho en sus asuntos y lo visite poco para que no se de cuenta de los abusos de autoridad que comete; y el obispo es feliz así siendo un cero a la izquierda con las bases y sin tener que dar cuentas a nadie arriba, y finalmente todos tienen poder de gobernarse a sí mismos. Definitivamente es otra iglesia, no es la Iglesia fundada por Nuestro Señor. Se parece  más a la constitución modernista de la Iglesia con las comunidades de base y la colegialidad o a algunas sectas protestantes.
            Todo esto es consecuencia de la no voluntad de elegir al Papa.
            ¿Qué pasaría en un Estado cuyo Poder Judicial no pueda castigar, ni dictar sentencia, cuyo Poder Legislativo no pueda dictar leyes y cuyo Poder Ejecutivo no exista o no pueda hacerlas cumplir en orden al bien común, propio de toda sociedad perfecta? Sería un caos, una anarquía. Lo mismo que sucede actualmente en el sedevacantismo, en el cual todos los grupos se jactan de ser católicos, y están todos divididos, y algunos van más lejos diciendo que son los únicos católicos y cada cual tirando para su lado; anarquía total, democratización de la autoridad, subversión del orden natural del gobierno y de la constitución divina de la Iglesia. Jamás a Nuestro Señor Jesucristo se le cruzó por la mente al instituir la Iglesia, como dice S.S.León XIII, el movimiento sedevacantista, que al hacer de la Sede de Pedro vacante una acefalía perenne, hace que la unidad entre grupos similares en su género provenga de una unión meramente moral y no jurídica y así permanezcan separados.
            Esto no es una crítica destructiva de nadie, ni va contra nadie en particular, sólo quiero manifestar lo que creo y estoy convencido es la verdad. ¡Católicos que ven muy bien que la sede de Pedro está vacante, no se queden en esa postura, den un paso más, tenemos que trabajar por la unidad y la elección del Papa!
            La Sede Vacante no puede instituirse como un estado de cosas como viene pasando desde hace cincuenta y cuatro años; sino que es una transición entre la Sede Vacante por los motivos que nos da el Código Canónico y la ocupación por el elegido sucesor de Pedro.
            Los obispos sedevacantistas, tienen el poder de orden y ejercen la jurisdicción extraordinaria de una manera provisional, hasta que la Sede de San Pedro sea ocupada por un Papa verdadero. Y DE NINGUNA MANERA LES ES LÍCITO PERPETUARSE INDEFINIDAMENTE AL AMPARO DE LA NECESIDAD, A TRAVÉS DE LA VIRTUD DE LA EPIQUEYA, SIN PONER LOS MEDIOS ADECUADOS PARA ACABAR CON LA VACANCIA DE LA SEDE APOSTOLICA.
            En Cristo y María, Mons. Juan José Squetino S.



A modo de aclaración:
            A Mons. López Gastón lo ordenó sacerdote Mons. Carmona y Rivera, me consta personalmente. Fue Mons. Carmona quien recibió la renuncia del vínculo matrimonial por parte de su esposa, pues Mons. López Gastón estaba casado. Yo personalmente escuché a Mons. Carmona alabarlo como sacerdote.
            Nunca fue seminarista de la Iglesia Modernista. Fue Hermano Marista, que se desempeñó como tal en Cuba, además era Doctor en Teología, Historia y Derecho Canónico de la Universidad Gregoriana de Roma bastante antes del CVII. Fue dispensado de sus votos cuando el Conciliábulo Vaticano.
            Yo jamás pertenecí a ninguna secta vetero-católica, ni estuve ni estoy en comunión con ninguna. Soy un obispo Católico, Apostólico, Romano. En mi niñez y adolescencia  fui modernista, a los 18 años ingresé en la Fraternidad San Pïo X, de la cual salí voluntariamente y no expulsado y abracé el catolicismo al entender el problema de la vacancia de la Sede Apostólica. Siempre, directa o indirectamente, propuse la reunión de un cónclave pues nunca pude entender una Iglesia sin Papa.
            Nunca quise ni le pedí a Mons. Carmona que me consagra obispo, como dijeron en un comentario en un foro anticatólico de internet; primero porque ya teníamos uno que valía por mil obispos sedevacantistas de hoy, Mons. Moisés Carmona y Rivera (que además sí quería positivamente promover la elección de un Papa, también me consta), y segundo porque yo tenía 25 años cuando me ordenó en 1991,(hoy tengo 47)  y él falleció seis semanas después, de hecho la última administración del sacramento del Orden fue con la consagración de Mons. Pivarunas el 24-9-1991; el 1-11-1991 Mons. Carmona entregó su alma al Señor.
            Si los herejes y cismáticos no confieren el sacramento del Orden válidamente por el hecho de ser herejes aún usando el  Pontifical Romano, entonces TODOS los obispos del Conciliábulo Vaticano y sus sucesores no ordenaron ni consagraron a nadie válidamente después, pues fueron todos apóstatas. Por ejemplo en el caso del decreto formalmente herético de la libertad religiosa, diciembre de 1965, (donde con certeza se confirma la carencia de autoridad papal en Montini), el ACTA FINAL fue firmada por TODOS y CADA UNO de los obispos asistentes (2386), AÚN PUDIENDO NO HACERLO; incluídos Mons. Thuc, Mons. Lefebvre y Mons. de Castro Mayer.
            Mons. Thuc proviene de una línea episcopal nestoriana sirio-caldea (herejes), cuya reconciliación plena con Roma ocurrió apenas en 1830. Los obispos nestorianos de la rama caldea que volvieron a la unidad Romana, nunca fueron reconsagrados.
            La línea de Mons. Duarte Costa fue siempre tenida por Roma como válida, basta demostrarlo con un hecho: Mons. Duarte Costa fue excomulgado por S.S.Pío XII en 1945, pocos años después, Mons. Salomao Ferraz, consagrado por Duarte Costa, fue recibido por el mismo Pío XII y se reconcilió con Roma sin ninguna re-consagración bajo condición posterior y fue nombrado obispo titular de Eleuterna, con esto Roma mostró “de jure” y “de facto” la validez de la consagración episcopal de Mons. Salomao Ferraz, quien además estaba casado.
            Los Anglicanos dejaron de tener validez en el sacramento del Orden cuando cambiaron la forma de Consagración Episcopal y de la Ordenación Sacerdotal como lo dice S.S.León XIII en la encíclica “Apostolicae curae” pues ese cambio en la forma del sacramento implicaba un cambio en la intención (como en el modernismo); durante el tiempo que usaron la forma del Pontifical Romano, sus consagraciones episcopales y sus ordenaciones sacerdotales fueron consideradas válidas, aunque ya no estaban en comunión con la Iglesia Romana.
            A los fieles: “no den crédito a todo viento de palabras”, como dice la imitación de Cristo; no alimenten con su lectura o intervención directa a blogs anónimos que sólo siembran la división y la confusión, pues para ellos “dividir es reinar”, mentirosos, calumniadores hijos del Diablo, pues él es el padre de la mentira.
            Cuando hablen de mí, todos tienen mi e-mail para preguntarme directamente. No crean lo que dicen gentes anónimas que ni siquiera me conocen y que inventan calumnias para que no sigamos adelante con el trabajo de unidad que nos propusimos, pues no quieren que los católicos nos unamos.

            EL QUE TENGA OÍDOS PARA OÍR QUE ENTIENDA” (Nuestro Señor Jesucristo)

Adesenarios, Adiaforistas, Adopcianos, Adrianistas.

     ADESENARIOS. Nombre formado por Prateolus del verbo latino adesse, estar presente, y empleado para y empleado para designar los herejes del siglo XVI que reconocían la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, pero en un sentido diferente del de los católicos.
     Estos herejes se conocen mas bien bajo el nombre de empanadores. Su secta se dividía en cuatro ramas, unos sostenían que el cuerpo de Jesucristo está en el pan, otros alrededor, otros sobre él, y los últimos debajo.

     ADIAFORISTAS. nombre formado del griego, adiáforos, indiferente. Se dió este título en el siglo XVI a los luteranos moderados, que se adhirieron a las opiniones de Melanchthon, cuyo carácter pacífico no se acomodaba al carácter violento de Lutero. Por consiguiente, el año de l548, se llamaron asi a los que suscribieron al interim que el emperador Cárlos V hizo publicar en la dieta de Ausburgo. 
     Esta diversidad de opiniones entre los luteranos, causó entre sus doctores una disputa violenta; se trataba de saber: 1° Si es permitido el ceder algo a los enemigos de la verdad, en las cosas puramente indiferentes y que no interesan esencialmente a la religión. 2° Si las cosas que Melanchthon y sus partidarios juzgaban indiferentes lo eran en realidad. Estos disputadores, que llamaban enemigos de la verdad a todos los que no pensaban como ellos, tenían buen cuidado en no confesar que las opiniones o los ritos a que se habían adherido eran indiferentes en el fondo de la religión.

     ADOPCIANOS. Herejes del siglo VIII que pretendían que Jesucristo, en cuanto hombre, no era hijo propio o natural de Dios, sino solo su hijo adoptivo. Era renovar el misino error de Nestorio.
     Esta secta se levantó bajo el imperio de Carlo Magno, hacia el año 778. Con este motivo Elipando, arzobispo de Toledo, consultó a Félix, obispo de Urgel, acerca de la filiación de Jesucristo, y este obispo le contestó, que, en cuanto Dios, era verdadera y propiamente Hijo de Dios, engendrado naturalmente por el Padre; pero que Jesucristo en cuanto hombre o hijo de María, no lo era sino adoptivo de Dios; decisión a que suscribió Elipando. El papa Adriano, advertido de este error, le condenó en una carta dogmática dirigida a los obispos de España.
     Se tuvo un concilio en Narbona en 791; en el que se discutió la causa de los dos obispos españoles, pero no se decidió nada. Félix se retractó, y después volvió a sus errores; Elipando por su parte, habiendo enviado a Carlo Magno una profesion de fe que no era ortodoxa, hizo reunir este príncipe un concilio numeroso en Francfort en 794, en el que se condenó la doctrina de Félix y Elipando, lo mismo que en el de Forli del año 795, y poco tiempo después en el concilio celebrado en Roma, bajo el pontificado de León III.
     Félix de Urgel pasó su vida en una alternativa continua de abjuraciones y recaídas, y la terminó en la herejía; lo mismo sucedió con Elipando.
     Geoflroi de Claraval imputa el mismo error a Gilberto de la Poirée; Escoto y Durando parece no estar muy distantes de esta opinión, que parece venir a recaer en la de Nestorio.
     El error de que hablamos, fue refutado con buen éxito por S. Paulino, patriarca de Aquilea y por Alcuino. En la vida que Madrissi ha dado del primero, ha discutido muchos hechos concernientes a Elipando y Félix de Urgel, que antes no fueron suficientemente ilustrados. Histoire de l'Eglise gallic. t. 5, año 797, 799.
 
     ADRIANISTAS. Teodoreto pone á los adrianistas en el número de los herejes, que traen su origen de la secta de Simón el Mago; pero ningún otro autor habla de esto. Teodoreto , libro 1° de las Fábulas heréticas, c. 1.
     Los sectarios de Adriano Hanestudius, uno de los innovadores del siglo XVI, se llamaron también así. Enseñó primero en la Zelandia, y después en Inglaterra, que era cada uno libre de conservar a los niños por espacio de algunos años sin conferirles el bautismo; que Jesucristo habia sido formado de la semilla de la mujer, y que no habia fundado la religión cristiana sino por motivos particulares. Además de estos errores y algunos otros llenos de blasfemias, suscribía a todos los de los anabaptistas. Praléol, Sponde, Lindan.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Motu Proprio Doctoris Angelici

 SOBRE EL ESTUDIO DE LA DOCTRINA DE
SANTO TOMÁS DE AQUINO


La filosofía escolástica, base de los estudios sagrados 
Ningún católico sincero puede poner en duda la siguiente afirmación del Doctor Angélico: Reglamentar el estudio compete, de modo particular, a la autoridad de la Sede Apostólica que gobierna a la Iglesia universal, y a ello provee por medio de un  plan general de estudios (1). En varias ocasiones hemos cumplido con este magno deber de Nuestro oficio, principalmente cuando en nuestra carta Sacrorum antistitum, del 1 de septiembre de 1910, nos dirigíamos a todos los Obispos y a los Superiores de las Ordenes Religiosas, que tienen el deber de atender a la educación de los seminaristas, y les advertíamos: «Por lo que se refiere a los estudios, queremos y mandamos taxativamente que como fundamento de los estudios sagrados se ponga la filosofía escolástica... Es importante notar que, al prescribir que se siga la filosofía escolástica, Nos referimos principalmente a la que enseñó Santo Tomás de Aquino: todo lo que Nuestro Predecesor decretó acerca de la misma, queremos que siga en vigor y, por si fuera necesario, lo repetimos y lo confirmamos, y mandamos que se observe estrictamente por todos. Los Obispos deberán, en el caso de que esto se hubiese descuidado en los Seminarios, urgir y exigir que de ahora en adelante se observe. Igual mandamos a los Superiores de las Ordenes Religiosas».

Nos referimos a los principios de Santo Tomás
      Como habíamos dicho que había que seguir principalmente la filosofía de Santo Tomás, y no dijimos únicamente, algunos creyeron cumplir con Nuestro deseo, o al menos creyeron no ir contra este deseo Nuestro, enseñando la filosofía de cualquiera de los Doctores escolásticos, aunque fuera opuesta a los principios de Santo Tomás. Pero se equivocan plenamente. Está claro que, al establecer como principal guía de la filosofía escolástica a Santo Tomás, nos referimos de modo especial a sus principios, en los que esa filosofía se apoya. No se puede admitir la opinión de algunos ya antiguos, según la cual es indiferente, para la verdad de la Fe, lo que cada cual piense sobre las cosas creadas, con tal que la idea que tenga de Dios sea correcta, ya que un conocimiento erróneo acerca de la naturaleza de las cosas lleva aun falso conocimiento de Dios; por eso se deben conservar santa e invioladamente los principios filosóficos establecidos por Santo Tomás, a partir de los cuales se aprende la ciencia de las cosas creadas de manera congruente con la Fe (2), se refutan los errores de cualquier época, se puede distinguir con certeza lo que sólo a Dios pertenece y no se puede atribuir a nadie más (3), se ilustra con toda claridad tanto la diversidad como la analogía que existen entre Dios y sus obras. El Concilio Lateranense IV expresaba así esta diversidad y esta analogía: «mientras más semejanza se afirme entre el Creador y la criatura, más se ha de afirmar la desemejanza» (4).
 
Estos principios son como el fundamento de toda ciencia
     Por lo demás, hablando en general, estos principios de Santo Tomás no encierran otra cosa más que lo que ya habían descubierto los más importantes filósofos y Doctores de la Iglesia, meditando y argumentando sobre el conocimiento humano, sobre la naturaleza de Dios y de las cosas, sobre el orden moral y la consecución del fin último. Con un ingenio casi angélico, desarrolló y acrecentó toda esta cantidad de sabiduría recibida de los que le habían precedido, la empleó para presentar la doctrina sagrada a la mente humana, para ilustrarla y para darle firmeza (5); por eso, la sana razón no puede dejar de tenerla en cuenta, y la Religión no puede consentir que se la menosprecie. Tanto más cuanto que si la verdad católica se ve privada de la valiosa ayuda que le prestan estos principios, no podrá ser defendido buscando, en vano, elementos en esa otra filosofía que comparte, o al menos no rechaza los principios en que se apoyan el Materialismo, el Monismo, el Panteismo, el Socialismo y las diversas clases de Modernismo. Los puntos más importantes de la filosofía de Santo Tomás, no deben ser considerados como algo opinable, que se pueda discutir, sino que son como los fundamentos en los que se asienta toda la ciencia de lo natural y de lo divino. Si se rechazan estos fundamentos o se los pervierte, se seguirá necesariamente que quienes estudian las ciencias sagradas ni siquiera podrán captar el significado de las palabras con las que el magisterio de la Iglesia expone los dogmas revelados por Dios. 
     Por esto quisimos advertir a quienes se dedican a enseñar la filosofía y la sagrada teología, que si se apartan de las huellas de Santo Tomás, principalmente en cuestiones de metafísica, no será sin graves daños.
 
Este es Nuestro pensamiento:
      Pero ahora decimos, además, que no sólo no siguen a Santo Tomás, sino que se apartan totalmente de este Santo Doctor quienes interpretan torcidamente o contradicen los más importantes principios y afirmaciones de su filosofía. Si alguna vez Nos o Nuestros antecesores hemos aprobado con particulares alabanzas la doctrina de un autor o de un Santo, si además hemos aconsejado que se divulgue y se defienda esta doctrina, es porque se ha comprobado que está de acuerdo con los principios de Santo Tomás o que no los contradice en absoluto. 
     Hemos creído Nuestro deber Apostólico consignar y mandar todo esto, para que en asunto de tanta importancia, todas las personas que pertenecen tanto al Clero regular como secular consideren seriamente cuál es Nuestro pensamiento y para que lo lleven a la práctica con decisión y diligencia. Pondrán en esto un particular empeño los profesores de filosofía cristiana y de sagrada teología, que deben tener siempre presente que no se les ha dado la facultad de enseñar para que expongan a sus alumnos las opiniones personales que tengan acerca de su asignatura, sino para que expongan las doctrinas plenamente aprobadas por la Iglesia. 
Concretamente, en lo que se refiere a la sagrada teología, es Nuestro deseo que su estudio se lleve a cabo siempre a la luz de la filosofía que hemos citado; en los Seminarios, con profesores competentes, se podrán utilizar libros de autores que expongan de manera resumida las doctrinas tomadas de Santo Tomás; estos libros, cuando están bien hechos, resultan muy útiles. 

Utilizar el texto de la «Summa Theologica»
     Pero cuando se trate de estudiar más profundamente esta disciplina, como se debe hacer en las Universidades, en los Ateneos y en todos los Seminarios e Institutos que tienen la facultad de conferir grados académicos, es absolutamente necesario -según se ha hecho siempre y nunca se ha debido dejar de hacer- que las clases se expliquen con la propia Summa Theologica: los comentarios a este libro harán que se comprendan con mayor facilidad y que reciban mejor luz los decretos y los documentos que la Iglesia docente publica. Ningún Concilio celebrado posteriormente a la santa muerte de este Doctor, ha dejado de utilizar su doctrina. La experiencia de tantos siglos pone de manifiesto la verdad de lo que afirmaba Nuestro Predecesor Juan XXII: «(Santo Tomás) dio más luz a la Iglesia que todos los demás Doctores: con sus libros un hombre aprovecha más en un año, que con la doctrina de otros en toda su vida» (6). San Pío V volvió a afirmar esto mismo al declarar Doctor de la Iglesia universal a Santo Tomás en el día de su fiesta: «La providencia de Dios omnipotente ha querido que, desde que el Doctor Angélico fue incluido en el elenco de los Santos, por medio de la seguridad y la verdad de su doctrina se hicieran desaparecer desarticuladas y confundidas muchas de las herejías que surgieron, como se ha podido comprobar ya de antiguo y, recientemente, en el Concilio de Trento; por eso establecemos que su recuerdo sea venerado con mayor agradecimiento y piedad que hasta ahora, pues por sus méritos la tierra entera se ve continuamente libre de errores deletéreos» (7).Y, por hacer referencia a otras alabanzas, entre otras muchas, que le han dedicado Nuestros Predecesores, traemos a colación gustosamente las de Benedicto XIV, llenas de encomio para todos los escritos de Santo Tomás, particularmente para la Summa Theologica: «Muchos Romanos Pontífices, predecesores Nuestros, honraron su doctrina (la de Santo Tomás), como hemos hecho Nos mismo en los diferentes libros que hemos escrito, después de estudiar y asimilar con ahínco la doctrina del Doctor Angélico, y siempre Nos hemos adherido gustosamente a ella, confesando con toda sencillez que si hay algo bueno en esos libros, no se debe de ningún modo a Nos, sino que se ha de atribuir al Maestro» (8). 
     Así, pues «para que la genuina e íntegra doctrina de Santo Tomás florezca en la enseñanza, en lo cual tenemos gran empeño» y para que desparezca «la manera de enseñar que tiene como punto de apoyo la autoridad y el capricho de cada maestro» y que, por eso mismo, «tiene un fundamento inestable, que da origen a opiniones diversas y contradictorias... no sin grave daño para la ciencia cristiana» (9), queremos, mandamos y preceptuamos que quienes acceden a la enseñanza de la sagrada teología en las Universidades, Liceos, Colegios, Seminarios, Institutos, que por indulto apostólico tengan la facultad de conferir grados académicos, utilicen como texto para sus lecciones la Summa Theologica de Santo Tomás, y que expongan las lecciones en lengua latina; y deberán llevar acabo esta tarea poniendo interés en que los oyentes se aficionen a este estudio.
Esto ya se hace en muchos Institutos, y es de alabar; también fue deseo de los Fundadores de las Ordenes Religiosas que en sus casas de formación así se hiciera, con la decidida aprobación de Nuestros Predecesores; y los hombres santos posteriores a Santo Tomás de Aquino no tuvieron otro supremo maestro en la doctrina sino a Tomás. De esta forma, y no de otra, no sólo se conseguirá restituir a la teología su primigenia categoría, sino que también a las demás disciplinas sagradas se les otorgará la importancia que cada una tiene y todas ellas reverdecerán.
 
Medidas disciplinares
     Por todo ello, en lo sucesivo, no se concederá a ningún Instituto la facultad de conferir grados académicos en sagrada teología, si no se cumple fielmente lo que en esta carta hemos prescrito. Los Institutos o Facultades, las Ordenes y Congregaciones Religiosas, que ya tienen legítimamente esta facultad de otorgar grados académicos u otros títulos en teología, aunque sólo sea dentro de la propia institución, serán privados de esa facultad o la perderán si, en el plazo de tres años, no se acomodasen escrupulosamente a estas prescripciones Nuestras, aun cuando no puedan cumplir con ello sin ninguna culpa por su parte. 
     Establecemos todo esto, sin que nada obste en contrario.
Dado en Roma, cerca de San Pedro, el día 29 de junio de 1914, año undécimo de Nuestro Pontificado
PIO PAPA X


APÉNDICE:
Doctrina de Santo Tomás
Sagrada Congregación de Estudios

Algunas tesis de la doctrina de Santo Tomás, que han de ser tenidas en cuenta por los profesores de Filosofía
   Después de que Nuestro Santísimo Señor, el Papa Pío X, prescribió en el «Motu Proprio» Doctoris Angelici, del día 29 de junio de 1914, que se sigan los principios y las tesis más importantes de Tomás de Aquino en todas las enseñanzas de filosofía, muchos profesores de diferentes Institutos propusieron a esta Sagrada Congregación de Estudios algunas tesis, para que fueran examinadas, ya que ellos las consideraban y las enseñaban como las principales del Santo Maestro, sobre todo en materia de metafísica.
   Esta Sagrada Congregación, después de consultarlo al Santo Padre, y por mandato del mismo, responde que estas tesis contienen los más importantes principios y la enseñanza sustancial del santo Doctor.
   Son las siguientes:
Ontología
    1. La potencia y el acto dividen al ente de tal modo que, todo cuanto es, o es acto puro o está necesariamente compuesto de acto y de potencia, como principios primeros e intrínsecos.
   2. El acto, puesto que es perfección, no es limitado más que por la potencia, que es capacidad de perfección. Por consiguiente, cuando en un orden el acto es puro, entonces dentro de ese mismo orden es ilimitado y único; pero cuando el acto es finito y múltiple, está en verdadera composición con la potencia.
   3. Por eso, como ser mismo absoluto únicamente subsiste Dios, que es uno y simplicísimo; todas las demás cosas que participan el ser mismo, tienen una naturaleza con la que el ser es coartado, y constan de esencia y de ser como de principios realmente distintos.
   4. La denominación «ente», que deriva de ser, no se predica unívocamente de Dios y de las criaturas, ni tampoco de modo totalmente equívoco, sino analógicamente, con analogía tanto de atribución como de proporcionalidad.
   5. Además, en toda criatura, hay una composición real de sujeto subsistente con unas formas secundariamente añadidas, o accidentes: esta composición no podría entenderse si el ser no estuviese recibido realmente en una asencia distinta de él.
   6. Además de los accidentes absolutos, hay tambien un accidente relativo o relación (ad aliquid). Pues, aunque la relación no significa de suyo, según su característica propia, una realidad inherente a otra, sin embargo con frecuencia tiene una causa en las cosas mismas, y por tanto una entidad real distinta del sujeto.
   7. La criatura espiritual es en su esencia completamente simple. Sin embargo, hay en ella una doble composición: de la esencia con el ser, y de la substancia con los accidentes.
Cosmología
   8. En cambio, la criatura corporal está en su misma esencia compuesta de potencia y acto; esta potencia y este acto dentro del orden de la esencia, se designan respectivamente con los nombres de materia y forma.
   9. Ninguna de estas dos partes (de la esencia de las criaturas corporales: materia y forma) tiene por sí misma el ser, ni se produce o corrompe por sí; y no se incluyen entre los predicamentos, más que por reducción en cuanto son principios substanciales.
   10. Aunque la extensión en partes integrales se sigue de su naturaleza corpórea, sin embargo, para el cuerpo no es lo mismo ser substancia que ser extenso. La substancia, en cuanto tal, es indivisible, no a la manera del punto, sino como aquello que no pertenece al orden de la dimensión. La cantidad, que da la extensión a la substancia, difiere realmente de ésta, y es un accidente en sentido propio.
   11. La materia determinada por la cantidad es principio de individuación, o sea, de la distinción numérica -que no puede darse en los espíritus puros- entre un individuo y otro que tienen la misma naturaleza específica.
   12. La cantidad hace también que el cuerpo esté circunscrito en un lugar, y que de ese modo sólo en un lugar pueda estar, cualquiera que sea la potencia que se considere.
Biología y Psicología
   13. Los cuerpos se dividen en dos grupos: algunos son vivos y otros carecen de vida. En los vivientes, para que el mismo sujeto posea de por sí una parte motora y una parte movida, la forma substancial -designada con el nombre de alma- requiere disposición orgánica, es decir, partes heterogéneas.
   14. Las almas de orden vegetativo y sensitivo ni subsisten ni son producidas por sí mismas, sino únicamente son en cuanto principios por los que el viviente es y vive; y como dependen totalmente de la materia, una vez que se corrompe el compuesto (de alma y materia), ellas se corrompen inmediatamente per accidens.
   15. Por el contrario, el alma humana subsiste por sí misma, puede ser infundida con el sujeto suficientemente dispuesto, es creada por Dios y por su misma naturaleza es incorruptible e inmortal.
   16. Esta alma racional se une al cuerpo como su única forma substancial por la que el hombre es hombre, animal, viviente, cuerpo, substancia y ente. Por tanto, el alma da al hombre todo grado esencial de perfección, y además comunica al cuerpo el acto de ser por el que ella misma es.
   17. Del alma humana dimanan, como resultado natural, dos órdenes de facultades, orgánicas e inorgánicas. El sujeto de las primeras, a las que pertenecen los sentidos, es el compuesto (de alma y cuerpo); el de las segundas es el alma sola. El entendimiento es, por tanto, una facultad intrínsecamente independiente de todo órgano corporal.
   18. El ser intelectual o inteligente se sigue necesariamente de la inmaterialidad, de modo que los grados de intelictualidad siguen a los grados de alejamiento con respecto a la materia. El objeto adecuado de la intelección en general es el ente; pero el objeto propio del intelecto humano, en su estado actual de unión al cuerpo, se limita a la esencia de las cosas abstraída a partir de las condiciones individuales de la materia.
   19. Por tanto, recibimos el conocimiento a partir de las cosas sensibles. Pero como lo sensible no es inteligible en acto, hay que admitir en el alma, además del intelecto que propiamente entiende, un poder activo que abstraiga las semejanzas (species) inteligibles a partir de las imágenes sensibles de la fantasía.
   20. Por medio de esas semejanzas intelectuales o especies inteligibles conocemos directamente lo universal (o la naturaleza) de las cosas; lo singular lo percibimos con los sentidos, y también con el entendimiento al mirar éste en las imágenes sensibles; y, por analogía, ascendemos al conocimiento de las realidades espirituales.
   21. La voluntad sigue al entendimiento, no lo precede, y quiere necesariamente aquello que le es presentado como un bien que sacia por completo su deseo; pero elige libremente entre aquellos bienes que se le proponen para ser queridos por un juicio o estimación variable. Por consiguiente, la elección sigue al juicio práctico último, pero es la voluntad la que hace que ese juicio sea el último.
Teodicea
   22. Conocemos la existencia de Dios, no por una intuición inmediata, ni por una demostración a priori, sino a posteriori, es decir, a partir de las cosas creadas, argumentando desde los efectos hasta la causa del siguiente modo: partiendo de las cosas que están sujetas a movimiento y no pueden ser ellas mismas el principio adecuado de ese movimiento, hasta llegar a un primer motor inmóvil; partiendo del producirse de las cosas de este mundo por causas subordinadas entre sí, hasta llegar a una primera causa incausada; a partir de las cosas corruptibles, que pueden indiferentemente ser o no ser,
 hasta llegar a un Ente absolutamente necesario; a partir de las cosas que, según perfecciones disminuidas de ser, vivir y entender, son, viven y entienden en diversos grados, hasta llegar a Aquel que es en grado máximo inteligente, viviente, ente; por último, a partir del orden del universo, llegamos a una inteligencia separada que ordenó, dispuso y dirige las cosas hacia el fin.
    23. La Esencia Divina se nos propone rectamente, como constituida en su noción metafísica, diciendo que se identifica con la actualidad ejercida del mismo ser; o diciendo que es el mismo Ser subsistente; y por esto mismo se nos manifiesta su infinidad de perfección.
   24. Por la misma pureza de su Ser, Dios se distingue de todas las cosas finitas. De lo que se infiere, en primer lugar, que el mundo no pudo proceder de Dios más que por creación; en segundo lugar, que el poder creador, que por sí y primariamente alcanza al ente en cuanto ente, no puede ser comunicado a ninguna naturaleza finita, ni por un milagro; por último, que ningún agente creado puede influir en el ser de ningún efecto, más que en virtud de la moción recibida de la Causa primera.
   Dado en Roma, a 27 de julio de 1914.
E. Card. Lorenzelli
Prefecto

Ascensus Dandini
a Secretis
 
  NOTAS DE LA ENCÍCLICA:
____________________

(1) Opúsculo contra impugnantes Dei cultum et religionem, c. III.

(2) Contra Gentiles, II, c. III y II.

(3) Ibidem. c. III; y 1, 9. XII, a 4; y 9 LIV, a I.

(4) Decretal II Damnamus ergo, etc. Cfr. Santo Tomás. Questiones disputadas "De scientia Dei", art. 11.

(5) Boecio. De Trinitate, 9. II, art. 3.

(6) Alocución en el Consistorio, 1318.

(7) Bula Mirabilis Deus, 11/4/1557.

(8) Actas Cop. Gen. O.P., tomo IX, p. 196.

       (9) León XIII, Carta Qui te, 19/6/1886.+