CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE
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¿Que la historia de la visita de los pastores en Belén sea una fábula arcádica para adornar con dulce romanticismo la Navidad? Ciertamente no brilla por su coherencia. Luces, canto angélico, encuentro con la Sagrada Familia y frases de emoción: una gran algazara en suma. Y luego, a callarlo todo y desaparecen de la escena para siempre. ¿Cómo es posible? (P. L.—Ascoli.)
Si lo he entendido bien, el amigo P. L. quiere decir que estos piadosos pastorcillos, más que edificar con su fe humilde, habrian dado un enorme escándalo: el de haber recibido privilegiadas revelaciones —¡los primeros de los hombres, nada menos!— y luego haberlo olvidado todo. La cosa es tan grave, que desde luego nace la duda de que sea inventado el episodio.
Ante todo, por amor a la justicia, quisiera saber por qué tomarla sólo con los pobres pastores. Ni que se hiciese de intento... son siempre los humildes los que salen perdiendo...
E Isabel y Zacarías, y tantos otros, ¿no se comportaron del mismo modo? Isabel conoció ciertamente el misterio de la encarnación del Verbo Eterno, por revelación del Espíritu Santo cuando María Santísima, después de la Anunciación, fue a visitarla, porque la saludó entusiasmadamente como Madre de Dios. Y luego se calló.
El santo anciano Simeón, en la presentación en el Templo, cantó las glorias del Divino Niñito, tomándolo jubiloso en sus brazos; la profetisa Ana, por su parte, no bien lo vio en el Templo, comenzó —dice San Lucas— a hablar de él «a todos los que esperaban la redención de Israel». Y luego no se habla nada más de ello.
¿Y la llamativa venida de los Magos, que conmovió —dice San Mateo— al «rey Herodes..., y con él toda Jerusalén»? Ellos de allí se volvieron a sus países, después del encuentro dulcísimo y tan dramático con el Divino Recién Nacido y su Madre, y de ello no se sabe nada después. Y asimismo Herodes —tranquilizado, es verdad, con la degollación de los Inocentes; pero ¿estaba seguro de que no se le habría escapado precisamente el pretendido rey de los judíos?— y la turbada Jerusalén — los malos y los buenos— parece que no pensaron más en ello.
La dificultad, pues, si existe, se amplía y se hace más interesante. O por todos, o por ninguno.
Pues bien. Nada más tan propio de la psicología humana y en el terreno sobrenatural de la Redención.
Psicología humana. Hecho sonado, noticia maravillosa; pero que señalaba entre tanto la abyección del pesebre, el escondrijo de Belén.
Pensad ahora en la rudeza de los pobres pastores y en el bajísimo nivel que tenía en Palestina su clase, que, aun queriéndolo, les habría impedido intervenir autorizada y eficazmente. Por otra parte, el hecho revelado era demasiado grande y el velo de pobreza y de silencio tras el que se había escondido el Señor era demasiado impresionante para que cualquiera pudiera atreverse a tomar iniciativas organizadas en favor suyo, sin una orden y auxilio divino. Entre tanto, no había, por consiguiente, sino hablar de ello en su propio círculo reducido —y eso hicieron los pastores— y esperar. Fue un retraimiento derivado a la vez de debilidad natural y de prudencia sobrenatural.
Si otros lo supieron, si de la misma Belén llegaron curiosos —que sin embargo no habían recibido directamente, como los privilegiados pastores, el prodigioso anuncio de los ángeles—, debieron quedarse helados ante la increíble pobreza de aquella visión y permanecer pensativos y suspensos, en vana espera de próximas señales aclaradoras. No debéis olvidar, queridos lectores, que si hubo luz en el campo de los pastores, sobre la cuna había tinieblas y miseria. Si en realidad el Niño hubiese irradiado luz, los ángeles habrían dado a los pastores esa señal para reconocerlo.
La dificultad, pues, si existe, se amplía y se hace más interesante. O por todos, o por ninguno.
Pues bien. Nada más tan propio de la psicología humana y en el terreno sobrenatural de la Redención.
Psicología humana. Hecho sonado, noticia maravillosa; pero que señalaba entre tanto la abyección del pesebre, el escondrijo de Belén.
Pensad ahora en la rudeza de los pobres pastores y en el bajísimo nivel que tenía en Palestina su clase, que, aun queriéndolo, les habría impedido intervenir autorizada y eficazmente. Por otra parte, el hecho revelado era demasiado grande y el velo de pobreza y de silencio tras el que se había escondido el Señor era demasiado impresionante para que cualquiera pudiera atreverse a tomar iniciativas organizadas en favor suyo, sin una orden y auxilio divino. Entre tanto, no había, por consiguiente, sino hablar de ello en su propio círculo reducido —y eso hicieron los pastores— y esperar. Fue un retraimiento derivado a la vez de debilidad natural y de prudencia sobrenatural.
Si otros lo supieron, si de la misma Belén llegaron curiosos —que sin embargo no habían recibido directamente, como los privilegiados pastores, el prodigioso anuncio de los ángeles—, debieron quedarse helados ante la increíble pobreza de aquella visión y permanecer pensativos y suspensos, en vana espera de próximas señales aclaradoras. No debéis olvidar, queridos lectores, que si hubo luz en el campo de los pastores, sobre la cuna había tinieblas y miseria. Si en realidad el Niño hubiese irradiado luz, los ángeles habrían dado a los pastores esa señal para reconocerlo.
¿Podía acaso ser aquél el Redentor Divino? El manto de aquella pobreza extrema venía como a encerrar herméticamente la luz de gloria que durante un momento habían contemplado los pastores y a llevar más o menos pronto a todo otro testigo a despreocuparse o a no creer.
Y lo mismo con las otras esporádicas manifestaciones de su infancia.
Plano de la Redención. Aquella progresiva despreocupación y olvido era indispensable para que Jesús pudiese esperar sin que lo molestasen el momento preestablecido de manifestarse en público. Las circunscritas manifestaciones gloriosas de la Natividad nos sirvieron de señal de la divina entrada de Jesús en el mundo. El sucesivo olvido sirvió para que esa señal se manifestase plenamente sólo en la edad madura.
Es verdad que, aun después de la tragedia del Calvario, el velo del olvido pareció que nuevamente caía sobre el tosco y despreciado testimonio de los pescadores que habian visto y creído. Casi como con los pastores y por motivos semejantes. Pero luego, en Pentecostés, el Espíritu del Señor vino a echar por tierra esas perspectivas humanas.
Sólo un Evangelio perfectamente objetivo podía así acomodarse históricamente a la psicología de los hombres y a los planes inescrutables de Dios.
Y lo mismo con las otras esporádicas manifestaciones de su infancia.
Plano de la Redención. Aquella progresiva despreocupación y olvido era indispensable para que Jesús pudiese esperar sin que lo molestasen el momento preestablecido de manifestarse en público. Las circunscritas manifestaciones gloriosas de la Natividad nos sirvieron de señal de la divina entrada de Jesús en el mundo. El sucesivo olvido sirvió para que esa señal se manifestase plenamente sólo en la edad madura.
Es verdad que, aun después de la tragedia del Calvario, el velo del olvido pareció que nuevamente caía sobre el tosco y despreciado testimonio de los pescadores que habian visto y creído. Casi como con los pastores y por motivos semejantes. Pero luego, en Pentecostés, el Espíritu del Señor vino a echar por tierra esas perspectivas humanas.
Sólo un Evangelio perfectamente objetivo podía así acomodarse históricamente a la psicología de los hombres y a los planes inescrutables de Dios.
BIBLIOGRAFIA
G. Ricciotti: Vida de Jesucristo. Traducción española por don Ramón Roquer Vilarrasa, 7ma ed., Editorial «Luis Miracle», Barcelona, 1960;
P. C. Landucci: María SS. nel Vangelo, Roma, 1953, pág. 232.
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