ORACIONES ANTES DE LA COMUNIÓN
OMNIPOTENTE y Eterno Dios, concededme, que reciba no sólo el Sacramento del cuerpo y sangre de nuestro Señor, sino también el fruto y la virtud del Sacramento. ¡Oh Dios misericordiosísimo!, concededme recibir el cuerpo de tu Unigénito Hijo, nuestro Señor Jesucristo, nacido de la Virgen María, para que yo sea digno de ser incorporado a su cuerpo místico y contado entre sus miembros. ¡Oh amantísimo Padre!: concededme que algún día contemple para siempre cara a cara a tu Hijo querido, al cual voy ahora a recibir bajo el velo eucarístico. Que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén. (Santo Tomás)
SEÑOR mío Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre Eterno, y la cooperación del Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo: líbrame por este tu sacrosanto Cuerpo y Sangre de todas mis iniquidades y de todo mal; haz que yo siempre cumpla fielmente tus mandamientos, y no permitas que jamás me separe de Ti; que con el mismo Dios Padre y el Espíritu Santo vives y reinas. Dios por los siglos de los siglos. Amén.
La participación de tu Cuerpo, Señor mío Jesucristo, que yo, indigno, me dispongo a recibir, no se convierta para mí en sentencia de condenación; pero por tu misericordia, sírvame de defensa para el alma y para el cuerpo, y de medicina saludable. Tú que siendo Dios, vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Dómine, Non Sum Dignus!...
SEÑOR, yo no soy digno de Señor, como ninguno
que en la vil morada soy pobre en tu presencia;
de mi abatido pecho desnudo de virtudes,
te llegue a hospedar; en Ti las hallaré...
en tu presencia santa Mi pequeñez es tanta
soy pobre y desgraciado, cual es tu omnipotencia;
soy átomo impalpable, pero te adoro humilde,
soy menos que la nada; y toda mi existencia
¡ignoro cómo puedo la diera por tu gloria,
llegarme hasta tu altar! que siempre ambicioné.
¡Señor, yo no soy digno!... ¡Ven, pues, delicia pura
Los cielos y la tierra del Serafín ardiente,
tu inmensidad sublime encanto de los ángeles,
no pueden contener; que en torno del altar
es polvo cuanto el orbe te adoran noche y día!...
de noble y grande encierra Con ansiedad creciente
si a Ti se le compara. te busco fatigado;
Tu majestad me aterra, Señor omnipotente,
¡tu majestad, que apenas ¡Tú sólo eres quien puede
acierto a comprender! mi espíritu llenar!
¡Señor, yo no soy digno!... Grandeza incomprensible,
Pero con ansia ardiente, desciende hasta la nada,
con gran afán te busca, desciende hasta tu siervo,
te llama el corazón; y elévala hasta Ti.
Señor, una palabra ¡Oh, ven, dulce consuelo
pronuncia solamente, del alma acongojada,
y el alma, recobrando la vida de mi vida,
sus fuerzas de repente, la prenda idolatrada
te rendirá, entusiasta, del alma que te adora
sublime adoración. con ciego frenesí!
¡Oh grandes maravillas, Ven y reposa amante
misterio soberano dentro del pecho mío;
de amor, de paz, de gloria, anímame en la lucha
de inmensa caridad! terrible contra el mal;
¡Oh dulce Sacramento sostenme si vacilo,
que al pobre ser humano que en tu bondad confío;
infundas nueva vida, bajo tu dulce amparo
y desde el polvo vano las penas desafío,
lo elevas hasta el cielo y espero resignada
con noble majestad!... la gloria celestial.
Cuando asombrado admiro Ven, y con flecha ardiente
la gloria que atesoras mi corazón hiriendo,
y al hombre comunicas despréndeme de todo,
con infinito amor, consuma en mí tu unión.
olvídome del mundo... Que, amante cual ninguna,
deslizanse las horas feliz vaya siguiendo
veloces como el rayo..., la huella de tu planta;
y dulces, seductoras, Señor, haz que, existiendo
visiones inefables tan sólo para amarte,
consuelan mi dolor. repose el corazón.
Entonces aborrezco Y que al llegar la muerte,
lo que antes adoraba, la dulce mensajera
conozco lo que vales, que nadie sin espanto
comprendo lo que soy, contempla junto a sí,
suspiro por la dicha gozosa te reciba
feliz que no se acaba... con dicha placentera,
Recuerdo que la gracia dulcísimo Amor mío,
constante me llamaba para que alegra muera...
desde mi edad temprana, ¡La muerte da la vida,
y el corazón te doy; pues nos acerca a Ti!
que Tú eres el compendio
de cuanto grande admiro,
y en Ti su omnipotencia
reconcentró el Señor.
Allí dentro el Santuario,
oculto en el retiro,
existes, ¡oh prodigio de
amor a que yo aspiro,
y a quien celebra el cielo
con cánticos de amor!
Deseos de Comulgar
¡Oh, gran Señor, quién tuviera los deseos de todos los Santos y Santas que con más fervorosos afectos han deseado recibiros, los de Santa Marta para hospedaros, y los de su hermana para no apartarme un punto de vuestros pies!
¡Quién tuviera los encendidísimos deseos y afectos de la Santísima Virgen para recibiros, agradaros y serviros!
¡Quién tuviera la grandeza de los cielos, la pureza de los ángeles y el abrasado amor de los serafines!
¡Quién poseyera todas las virtudes, para convidaros, Señor, que vinierais a mi morada!
¡Oh, qué dichoso fuera yo si en gracia recibiera el autor de la vida, para tenerle en mi alma!
¡Qué rico estuviera yo poseyéndoos en gracia y con pureza!
Venid, Señor, a mí, pues podéis, que si yo pudiera, no salierais de mí eternamente.
¡Oh Señora mía benditísima! Alcanzadme este bien de vuestro amado Hijo.
Virgen santísima, serafines, almas que amáis a Dios con puro amor: comunicadme vuestros afectos para que haga la compañía que debo a mi amado Señor.
Para después de la Comunión
DIOS mío y Señor mío, os doy gracias de la merced que me habéis hecho de venir a habitar en mi pobre alma; yo quisiera daros un agradecimiento digno de vuestra Majestad y del grande honor que me habéis hecho.
Mi Madre y Señora María santísima, Santos mis abogados, ángel de mi guarda, almas que vivís abrasadas en el amor de Dios, venid a ver y admirar el excesivo favor que ahora me hace, y dadle por mí las gracias.
Acto de Ofrecimiento
¡SEÑOR! Ya que os dignasteis visitar la pobre casa de mi alma, yo os la ofrezco con toda mi libertad y voluntad; Vos os habéis entregado todo a mí, y yo me quiero dar todo a Vos; sí, mis potencias y sentidos sean ya todos vuestros, para que no se empleen sino en vuestro obsequio; el entendimiento sólo me sirva para pensar en vuestra infinita bondad, y la voluntad, sólo para amaros. También os consagro y ofrezco todo cuanto tengo, mis pensamientos, mis afectos, mis deseos, mis gustos, mis inclinaciones y mi libertad. En fin: en vuestras manos entrego mi cuerpo y mi alma.
Aceptad, ¡oh Majestad infinita!, el sacrificio que de sí mismo os hace el pecador más ingrato que ha habido sobre la tierra, pero que ahora se entrega y pone todo sin reservas en vuestras divinas manos. Haced, Señor, de mí lo que os agrade. ¡Venid, oh fuego consumidor, oh amor divino! Destruid en mi todo lo que no agrada a vuestros purísimos ojos; haced que de hoy en adelante sea todo vuestro y viva solamente para cumplir y obedecer, no sólo vuestros preceptos y consejos, sino también vuestros santos deseos y vuestro mayor gusto.
Rev. J. M. Lelen
EL DEVOTO DEL PURGATORIO