Vistas de página en total

martes, 4 de noviembre de 2014

SEÑORITA, ¿QUÉ HACES CON TU LIBERTAD?

     No hay palabra que hechice tanto la mente de la juventud como la palabra «libertad». ¡Crecer libremente! ¡Desarrollarse libremente! ¡Vivir libremente! Libremente, como el pájaro. Un deseo instintivo impele a la juventud hacia la libertad. Y si ese instintivo lo dio el Creador; y, si lo dio Él, entonces habrá fijado blancos elevados a este instinto.
     Estos deseos de libertad no pueden tener por fin la indisciplina, el hacer lo que le da la gana, el contestar con insolencia y descaro. Este fin no puede ser otro que dar fuerzas a la joven para que pueda luchar contra todo lo que impida su desarrollo ideal.
     El deseo de libertad de tu corazón tiene como fin asegurar tu desarrollo de espíritu. Asi, pues, no has de luchar contra toda la regla y contra todo lazo; esto sería libertinaje, desenfreno, sino sólo contra las pasiones, inclinaciones, obstáculos, que se oponen al libre desenvolvimiento de tu carácter.
     No es justo luchar contra lo que favorece tu desarrollo, por muy difícil que sea; a semejanza de la vid, que no puede desprenderse del rodrigón que la sostiene y hace que puedan los sarmientos subir más alto.
     Todo instinto abandonado a sí propio es ciego. Es ciego también el instinto de la libertad, y si desprecia la dirección de la mente severa, precipita al hombre en la perdición, en la ruina. Por esto vemos un día y otro día la triste realidad de que muchas jóvenes se pierden por una libertad mal entendida. Los instintos emancipados del control de la inteligencia las arrastran ciegamente hacia cosas que sólo son buenas en apariencia, pero que en verdad son nocivas, y las hacen retroceder ante otras que, aunque parezcan difíciles, serían necesarias para el armónico desarrollo espiritual.
     Decía una jovencita a su madre: «No te empeñes en que te obedezca, porque basta que tú lo quieras para que a mí no me guste...» Ved ahí el deseo de libertad desviado, que considera intervención abusiva todo mando y prohibición.
     A tu edad el non plus ultra del anhelo de toda joven es verse libre, independiente. Pues eso mismo quieren tus educadores, tus padres. Trata de comprenderlo y cooperar con ellos.
     Son, por desgracia, muchísimas las que proceden de muy distinta manera. Porque ya quieren ser independientes, cuando todavía deben educarse para ello. Entienden por independencia el desorden, el emanciparse de toda obediencia y no aquella independencia interior, fecunda semilla de ayuda, libertad, dominio contra el desaliento, el capricho, la pereza y los otros retoños de la vida del instinto.
     ¿Cómo, pues, podrás trabajar prudentemente por tu independencia espiritual? Viendo en las órdenes de tus padres, en las reglas del colegio, en el deber cotidiano, no grilletes para tu libre albedrío ni mandatos caprichosos que sólo a regañadientes han de cumplirse mientras lo ven otros y pueden vigilarlo, sino, todo lo contrario: medios que te sirven para vencer tu comodidad, tu mal humor, tus caprichos, tu superficialidad, tu inconstancia. La que mira bajo este aspecto cuanto se le manda, y por esto cumple las prescripciones, esta tal trabaja de veras por la libertad de su alma. "Deo servire regnare est", dice un proverbio latino: «Servir a Dios es reinar».
   ★      ★      ★
     El ideal de la educación católica es la joven que se desarrolla armónicamente en su cuerpo y en su alma. El cuerpo para nosotros santo es como el alma, ya que confesamos que lo recibimos del Creador, para que nos ayude a conseguir nuestro fin eterno; confesamos que el cuerpo humano fue santificado por el mismo Hijo de Dios cuando asumió carne mortal, y creemos que un día también el cuerpo participará de la vida eterna.
     El cristianismo no ve, pues, algo «diabólico», algo «pecaminoso» en el cuerpo. No tiene por fin destruir el cuerpo ni debilitarlo. Lo que intenta es hacer del cuerpo un trabajador puesto al servicio de los fines eternos. Los mandatos de la religión, aunque te obliguen severamente, no son obstáculos a tu libertad, más bien son garantía y medios auxiliares para el vuelo de tu alma. También atamos al rodrigón la cepa de la vid, pero no para contrariarla en su libertad, sino para dirigir y asegurar su recto crecimiento.
     No vamos nosotros a pedir menos que pedía el noble pensar de un romano. Mira qué objetivos propone Juvenal en los versos que siguen:
     "Has de pedir alma sana en cuerpo sano.
     Pide ánimo fuerte, que no tema la muerte, que ponga entre los dones de la naturaleza el último momento de la vida,
     que pueda sobrellevar cualesquiera trabajos.
     No sepa airarse, nada desee y tenga los trabajos y duras calamidades de Hércules
     en más que los placeres y cenas y plumas de Sardanápalo”.

     En resumen: cuerpo sano, alma fuerte y capaz de soportar las fatigas pesadas, autodisciplina, nada de pretensiones, moderación.
     Pero sólo las almas grandes son capaces de esto.
Monseñor Tihamer Tóth
¡MUCHACHA! ASÍ...

No hay comentarios: