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miércoles, 25 de febrero de 2015

¿LA VIRGEN, MENOS VERÍDICA QUE LOS APÓSTOLES?

CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE
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¿LA VIRGEN, MENOS VERIDICA QUE LOS APOSTOLES?
     Para que una verdad sea de fe debe estar contenida en la Sagrada Escritura o en la Tradición Apostólica, la cual se cerró con la muerte del último Apóstol. Ahora me pregunto: si la Virgen hubiese revelado, por ejemplo, en Lourdes misterios divinos no contenidos en el susodicho depósito de la fe, ¿por qué no deberían creerse con la «misma fe» con que creemos en las verdades enseñadas por los Apóstoles? También la Virgen selló su aparición con tantos milagros, como, para convalidar la enseñanza divina, por tantos milagros fue acompañada la vida de Jesús y de los Apóstoles. (C. R.—Salerno.)

     Es gracioso, lectores míos, y es la primera vez que lo oigo. ¡Sería verdaderamente bonito que debiésemos dar menos crédito a la Virgen que a los Apóstoles!
     No quiero detenerme en la Innegable diversidad de certeza histórica entre las apariciones privadas de Lourdes —aunque son también ciertas— y la larga y pública vida y testimonio de Jesús y de los Apóstoles.
     La respuesta esencial se basa en la distinción entre las verdades católicas ciertas y las de fe, entendiendo ésta en sentido pleno: esto es de fe divino-católica. Estas últimas añaden a la certeza infalible la sumisión privada y pública a Dios revelador. Se refieren, por tanto, sólo a la enseñanza dada personalmente por Jesús y que quiso confiar enteramente a los Apóstoles —como representantes suyos oficiales y jerárquicos—, bien durante su vida, dentro de los límites de su capacidad de comprensión, bien después de la Ascensión; con las aclaraciones complementarias y completivas del Espíritu Santo, clausurada con la muerte del último Apóstol (véase Juan, XIV, 26; XVI, 12-13); enseñanza transmitida íntegramente por la Iglesia Católica. Un ejemplo de verdad católica infaliblemente cierta, pero no de fe, son el proclamar santos, realizado por la Iglesia en las solemnes canonizaciones; no son verdades reveladas por el Divino Redentor, por la sencilla razón de que esos santos no existían en tiempo de Jesús y de los Apóstoles.
     Una hipotética revelación ulterior de un misterio divino, hecha en una aparición cierta (no sólo testificada por el vidente, sino aprobada por la Iglesia) de la Virgen Inmaculada, sería, por tanto, cierta —con un grado de certeza proporcional a la seguridad de la aparición— pero no de fe católica, porque no entraría en la revelación pública hecha durante la vida de Jesús en la tierra, confiada por completo a los Apóstoles y, mediante ellos, a la Iglesia. Esta distinción no depende, pues, puramente de la diferencia entre revelación pública y privada. Aun suponiendo que se trate de apariciones y revelaciones de la Virgen, no ya fundadas en la sola veracidad del vidente o de los videntes, sino también en una pública aprobación de la Iglesia (como en Lourdes y semejantemente en Fátima), serían siempre comunicaciones celestiales hechas fuera de la revelación de Jesús y de los Apóstoles, y por eso no de fe católica.
     Es verdad que habría una sumisión a Dios —aparte la certeza—admitiendo asimismo una eventual revelación segura hecha hoy por la Virgen, como por un santo, de un misterio divino. Desde este punto de vista no sería erróneo hablar de «fe divina», pero no católica.
BIBLIOGRAFIA
Bibliografía de la consulta 17.
Pier Carlo Landucci
CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE

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