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domingo, 14 de abril de 2013

LA NUEVA IGLESIA MONTINIANA (5)

Por R.P. Joaquín Saenz y Arriaga
(Pág. 35-46) 
 
Nueva actitud de Fidel.
     Hasta el año pasado la jerarquía estaba compuesta por dos arzobispos (el de La Habana y el de Santiago de Cuba) y cuatro obispos. A fines de 1967 el Vaticano designó obispos para tres diócesis auxiliares más, sin consultar para nada al gobierno cubano, que acepto los nombramientos. Por ese tiempo, además, Monseñor Zacchi fue ungido obispo de Zella. Dignatarios de la Iglesia canadiense vinieron a La Habana para la ceremonia, que se realizó en la catedral cuatro veces centenaria. El gobierno puso a disposicn de los visitantes y de la Nunciatura automóviles y diversas facilidades para que visitaran el país. Se vieron así fotografías que parecían olvidadas en Cuba: Fidel Castro en una recepción, rodeado de arzobispos y obispos de las diócesis cubanas; prelados de la Iglesia viajando en jeeps militares de fabricación soviética, por el interior de la Isla.
     "Más que un problema de libertad de culto, la fricción entre el clero de Cuba, y el gobierno revolucionario consiste en su enfrentamiento político. 'La Iglesia —dice Zacchi—, y por su voz habla una sabiduría milenaria, debe adaptarse a todos los regímenes, porque su imperativo es el cuidado de las almas y no debe abandonarse el rebaño'. Esa tesis es la que el Nuncio ha adoptado en su tarea cubana, y parece que está produciendo resultados positivos para los fines de permanencia y difusión que el Vaticano procura.
     Pregunté a Monseñor Zacchi si esa orientación proviene específicamente de los conceptos aprobados en el Concilio Vaticano.
     "De ninguna manera —contestó—. Es muy anterior al Concilio, aunque de alguna manera coincide con 1o que allí fue decidido".
     —"Monseñor Zacchi se considera una tercera parte neutral, una especie de árbitro en la querella Iglesia y el gobierno?
     El no lo niega. —"No soy imparcial, por supuesto. Por mi situación diplomática tengo una vinculación con las esferas del gobierno, que está vedada todavía a las autoridades de la iglesia. Me he transformado así, aunque no lo hubiera deseado, en una especie de 'voz de la Iglesia ante el gobierno'. A la vez comunico a la jerarquía lo que interpreto como el pensamiento del regimen sobre estos problemas.
     —¿Han desaparecido los motivos de la desconfianza del gobierno hacia la Iglesia o hacia el clero secular?—
     —"La emigración de los opositores hacia los Estados Unidos —dice el Nuncio— alivió la presión a que estaba sometido el clero. Los "gusanos", que vivían en Cuba (en su estilo parroquial y con inocencia de seminarista romano, Monseñor Zacchi emplea la designación popular cubana para los contrarrevolucionarios) era el contacto preponderante que los sacerdotes y prelados tenían con la sociedad cubana, por integrar las feligresías, cooperar en las obras de la Iglesia, etc. Inevitablemente sus ideas políticas se transmitían a los sacerdotes. El clero tenía, de este modo, una visión casi siempre deformada de los procesos revolucionarios. A medida que esa gente se fue yendo, el clero ha ido poniéndose en contacto con otro tipo de católicos y, en consecuencia, advierte ahora las cosas desde otro ángulo.
     —"Eso significa que el clero está en vías de integrarse?—
     —"No; todavía estamos lejos de esa posibilidad. Pero, es cierto que hay sacerdotes que han cambiado de manera de pensar. El gobierno ha contribuido con algunos actos de tolerancia. Por ejemplo, curas que se habían expatriado por razones políticas, han obtenido permiso para volver y ya están trabajando en sus parroquias.
     —"¿Qué mejoras ve, entonces, en la situación?—
     —"El haber echado las bases, en estos últimos años, de ciertos convencimientos, en el espíritu de los dos partes en oposición. La Iglesia se ha dado cuenta de que la revolución es irreversible. Hasta hace unos años, los sacerdotes consideraban que esto era provisorio, que no podía durar; en algún momento la situación cambiaría y el régimen ateo, de socialismo de Estado, no sería más que un mal sueño pasado. Pero ahora el socialismo se ha instituzionalizado y las relaciones de la revolución han probado ser perdurables. En esta situación estabilizada, la Iglesia ha debido pensar en su inserción dentro de la nueva sociedad. Por otra parte, el gobierno ha detectado ese cambio de mentalidad, aunque todavia sea incipiente. A través de la Nunciatura, dialoga (o, por lo menos, se entera de primera mano de ciertas formas de pensar) con la Iglesia. Esto significa el principio de un estado de confianza si la Iglesia cubana advierte que éste es, al fin y al cabo, su país, y el gobierno toma conciencia de que la Iglesia se dispone a trabajar junto con él, entonces muchas cosas pueden mejorar.
     -"¿Usted posee facilidades para ver a Fidel Castro, cuando lo considera necesario?
     Se ha dicho que el Nuncio y Castro mantienen una amistad de tipo personal. Pero la respuesta de Monseñor Zacchi se muestra cautelosa:

    -Conversé con él, por última vez, hace dos años, cuando vino a una recepción en la Nunciatura. El año pasado aceptó venir nuevamente a otra reunión, pero estalló la guerra en Medio Oriente y canceló la visita. Usted sabe que raras veces visita las embajadas occidentales, de manera que no se puede hacer excepciones con el Vaticano. Pero, hay otros medios para llegar hasta los niveles de gobierno.
     "Y finalmente ¿qué piensa este obispo de nuevo estilo, este diplomatico que ejerce una tarea de rasgos sutiles, sobre el hecho revolucionario en sí? En este aspecto, las respuestas de Monseñor Zacchi son de gran franqueza.
     -Usted- le dije— ha vivido en Cuba todas las etapas de una revolución que ahora entra en su edad adulta. Vio, al principio, las condiciones en que los regímenes anteriores mantenían al país. ¿Considera que las cosas han mejorado, que el pueblo ha obtenido beneficios de la revolución?
     —"El pueblo ha obtenido un cambio radical de las condiciones materiales. No se puede negar que ahora existe una situación de vida que era antes indispensable. Ha habido una redistribución de las riquezas y del producto social. Ahora hay una justicia social, que antes no imperaba.
     —¿Cree que un católico debe integrarse a la revolución?
     —"Estoy diciéndolo permanentemente. El católico debe integrarse a las organizaciones de masa de la sociedad en que vive. Debe colaborar en el trabajo voluntario; debe integrarse en las milicias; debe entrar en las organizaciones deportivas y culturáles; debe integrar también, en forma activa, el movimiento estudiantil y las instituciones profesionales. Se producirá así, naturalmente una influencia mutua. Y en este intercambio ciertos ideales del pensamiento católico, ciertas concepciones de vida, pueden introducirse en las concepciones de la revolución. La revolución será así realmente representativa de todas las formas del sentir nacional.
     —¿Aceptaría usted que un joven católico se uniera a la juventud del partido comunista?
     —Bueno, aquí hay un solo partido, el comunista, y sus cuadros desempeñan una función importante en las tareas concretas del cambio social. No veo inconveniente en que un católico adopte la teoría económica marxista, a los efectos plásticos de una conducta, como cuadro de una revolución.
     —¿"Qué pasaría, en ese caso, con la contradicción, entre el materialismo dialéctico y las concepciones cristianas, sobre determinados procesos y sus orígenes, entre las tesis del libre albedrío y el determinismo, entre ciertos enfoques colectivistas y el individualismo que la religión defiende?
     —"Creo que, en la práctica, esas contradicciones no estarían en juego y sólo regirían para la discusión teórica. Por supuesto que el católico, integrado de esa manera, mantendría siempre reservas en la aceptación de determinadas imposiciones.


     La última respuesta definió notablemente la nueva manera con que el Nuncio Apostólico en Cuba está situado frente al vertiginoso proceso de la revolución.
     —"Usted sabe —dije a Monseñor Zacchi- que Fidel Castro fué educado en un colegio jesuita y fue católico en su adolescencia. ¿De acuerdo con su conducta actual, usted lo consideraría cristiano?
     —"Por supuesto —dijo el Nuncio— que no lo es, ideológicamente; se ha declarado marxista leninista. Pero, YO LE CONSIDERO, ETICAMENTE, UN CRISTIANO".


     Estas declaraciones del Nuncio Apostólico de Su Santidad en La Habana, que han sido publicadas en varios países —nosotros las hemos visto en el "EXCELSIOR" de México y en "FRENTE UNIDO" de Bogotá— son ciertamente una prueba apodíctica del viraje lamentable, que ha dado el Vaticano hacia la izquierda socialista y comunizante, y nos explican también el verdadero sentido que en la mente de los eclesiásticos tiene ese cambio de estructuras, del que tanto se habló en Bogotá y Medellín y que tan frecuentemente han expresado los documentos episcopales y las expontáneas declaraciones de los dirigentes progresistas laicos, como los Alvarez Icaza y los Alejandro Avilés. El comunismo y su etapa antecedente: el socialismo, a los que los Papas anteriores habían considerado "intrínsecamente perversos", incompatibles con la doctrina católica, engendros pavorosos del infierno, han sido revisados y sutilmente valorizados en la nuevas visiones conciliares. Los eclesiásticos "progresistas" han aceptado gustosamente el diálogo salvífico con los que representan a los poderes siniestros del infierno. La coexistencia pacífica, entre el odio y el amor; entre la verdad y el error; entre la esclavitud y la libertad, entre el pillaje, el despojo, el paredón, el crimen legalizado, y la desgracia, la ruina, los inenarrables sufrimientos, la desesperación y la muerte de las incontables víctimas, que en Cuba y en el mundo entero ha hecho y sigue haciendo el comunismo, ha sido empíricamente demostrada, según el diplomático del Vaticano, en la Cuba de Fidel Castro.
     ¿Qué es lo que, en concreto, ha dicho Monseñor César Zacchi? He aquí los puntos principales del artículo literalmente reproducido:
     1.—El éxodo de sacerdotes, religiosos y religiosas, que abandonaron Cuba en 1959 y 1960, se debió a una inconformidad de los exiliados con el nuevo régimen, a sus actividades contrarevolucionarias, no a una persecución religiosa. Se pretendía también provocar con esa salida una crisis política.
     2.—Se encontraron detrás de los altares mayores depósitos de armas.
     Es curioso notar la poca perspicacia de estos presuntos conspiradores, que unánimemente escogieron los templos y los altares mayores para esconder sus armas. Desde luego, pensamos que las pruebas objetivas deberían haber sido difundidas copiosamente por el gobierno castrista. ¡Qué argumento más elocuente para aniquilar toda reacción! Pero, además, opinamos que, buscando un lugar más apropiado, los patriotas de Cuba estaban en su legítimo derecho para esconder las armas con las que pensaban resistir a la opresión sangrienta del comunismo internacional.
     3.—Admite el Nuncio que el gobierno de Fidel ha impuesto a la Iglesia gravísimas restricciones, entre las cuales, no es la más pequeña el prohibir la enseñanza religiosa en las escuelas. Pero, esos son peccata minuscula!
     4.—La posición del Nuncio, desde su llegada en 1960, era en extremo delicada: se encontraba entre dos rivales, la Iglesia y el Estado, igualmente intransigentes. La Iglesia se consideraba perseguida, mientras el Estado la consideraba culpable y asociada con sus antiguos patrocinadores, los ricos, los oligarcas, los imperialistas.
     Esta ha sido siempre la excusa dada por los perseguidores de la Iglesia. Cuando Calles desterraba obispos, fusilaba sacerdotes, profanaba templos, encarcelaba católicos, etc., etc. se amparaba siempre con la ley, que él mismo había promulgado y que prácticamente trataba de destruir la religión católica del pueblo mexicano. Yo no persigo, decía, la religión; yo persigo al clero rebelde, que no acata la ley. Pero no decía que esa ley, era la negación de la religión y de la Iglesia y del clero.
     En Cuba fueron, en realidad, los eclesiásticos; fue el Arzobispo Pérez Cerantes de Santiago de Cuba, el que no solamente salvó la vida a Fidel y al puñado de conspiradores que con él estaban, sino que hizo con su ayuda posible el triunfo de la revolución comunista. Pensaron esos eclesiásticos que estaban ayudando a unos libertadores, cuando en realidad estaban ayudando al comunismo. Cuando triunfó Castro, el Osservatore Romano felicitó en nombre del Vaticano al pueblo cubano.
     5.—El Nuncio, aunque diplomático, no puede ser un espectador imparcial, un árbitro de esa polémica. Aunque diplomático, es, ante todo, un católico, un sacerdote, un obispo. Su misma diplomacia la tiene como representante del Papa, del Vicario de Jesucristo, del Jefe Supremo de la Iglesia Católica. Al proclamarse imparcial, deja de ser un diplomático, porque deja de ser católico y representante del Papa. "El que no está conmigo, está en contra de Mí", dijo Cristo.
     6.—La celebración del culto nunca ha sido prohibida en Cuba.
     Admitiendo por un momento, que así fuera, esto no significa que la Iglesia católica haya tenido, ni tenga libertad para el cumplimiento de sus altísimos deberes, que, por prescripción divina y con poderes divinos, tiene que ejercer. Ya hemos visto que las restricciones gubernamentales prácticamente tienen esclavizada; en Cuba, como en todos los países comunistas, a la IGLESIA DEL SILENCIO. Si el Nuncio reconoce que la actual situación de la Iglesia en Cuba tenía y tiene poco que ver con la expresión religiosa, es decir, con la libertad de la Iglesia en la Isla, quiere decir que su Excelencia no se ha dado cuenta de la verdadera condición de la Iglesia católica en ese país, a pesar del puesto diplomático que tiene? Tal vez para él las franquicias diplomáticas, que graciosamente le concede la tiranía castrista, bastan para pensar que Cuba es un apacible paraíso, en el que la religión progresista goza de completa libertad. Lo mismo en Hungría, Polonia, etc.
     Esa famosa Misa de campaña, oficiada por el tristemente célebre capellán del ejercito rebelde Padre Pardiñas, fue el último engaño con que Fidel y su gente trató de ocultar ante el pueblo cubano y ante el mundo entero su comunismo y sus compromisos con el Soviet.
     7.—Para dorar mejor la pildora y justificar, de antemano, las escandalosas opiniones del Nuncio Papal, el periodista nos da datos concretos, tomados del último número del Almanaque de Caridad, una publicación católica que hace 84 años se publica en la Isla: Hay en Cuba actualmente 210 iglesias, 15 comunidades de religiosos y 16 de religiosas. Sólo en la Habana hay tres asilos. Las escuelas de catecismo funcionan; se están organizando los cursillos; el movimiento litúrgico es consolador. Tres nuevos obispos han sido nombrados por el Vaticano, con anuencia del gobierno. Para facilitar la celebración de la consagración episcopal del propio Nuncio, el gobierno puso a disposición de la Nunciatura los autos y los jeeps del ejercito necesarios para que los obispos canadienses consagrantes tuviesen todas las facilidades durante su estancia en Cuba.
     Admiramos la ingenuidad del periodista que admite, sin examen alguno, esos datos fiscalizados por la policía y las fuentes investigadoras del gobierno comunista de Fidel Castro. ¿Acaso no conocemos las sutiles tácticas que emplea el comunismo para engañar, para paralizar las defensas de sus adversarios, para convertir esas defensas en ayuda incondicional a su propia causa? Por mucho que quiera suavizar sus expresiones, el Nuncio de Su Santidad no puede decirnos que la Iglesia de Cuba goza de libertad; no ha sido ni es perseguida. Esta es una actitud de entreguismo, que casi nos parece una traición.
     8."Me he transformado así, aunque no lo hubiera deseado -dice el Nuncio— en una especie de "voz de la Iglesia" ante el gobierno. A la vez comunico a la jerarquía lo que interpreto como el pensamiento del régimen, sobre estos problemas". He aquí lo que es en Cuba el Nuncio papal: una especie de estación de radio receptora y transmisora, que lleva y trae, entre Fidel y los obispos, los deseos de la Iglesia y las consignas del régimen. De esta manera el gobierno comunista, mediante algunas insignificantes concesiones, tiene en la Nunciatura una oficina de información importantísima. Así se explica como Fidel y el Nuncio pueden banquetear en la misma mesa. ¿Qué hubiéramos pensado, si durante los días aciagos de la persecución religiosa, el Patriarca Pérez se hubiera prestado a servir de intermediario entre Calles y los obispos y el pueblo católico de México?
     9. "La emigración de los opositores hacia los Estados Unidos —dice el Nuncio— alivió la presión a que estaba sometido el clero". "Los 'gusanos' que vivían en Cuba, eran el contacto preponderante que los sacerdotes y los prelados tenían con la sociedad cubana... El clero tenía, de este modo, una visión casi siempre deformada de los procesos revolucionarios. A medida que esa gente se fué yendo, el clero ha ido poniéndose en contacto con otro tipo de católicos y,en consecuencia, advierte ahora las cosas desde otro ángulo".
     Estas palabras vergonzosas del Nuncio Papal pasarán a la historia como una prueba denigrante del más abyecto servilismo. ¿Es posible que el representante del Papa llame "gusanos" a los fieles católicos, a los antiguos bienhechores de la Iglesia, cuyo único crimen es el de no aceptar el comunismo? Podríamos concluir, con este ejemplo, que los mismos eclesiásticos que hoy se sientan a comer en las mesas de los ricos, los que hoy reciben de ellos su generosa ayuda para todas las obras de apostolado y para beneficio personal de los beneficiados, podrán mañana estar asociados con los enemigos de sus bienhechores, que los insulten, que los llamen "gusanos".
     Según el representante oficial del Pontífice, el clero, antes del exilio de esos miserables "gusanos", tenía ideas falsas, no apreciaba debidamente los procesos revolucionarios, presionado como estaba por esa insensata feligresía. Ahora, en cambio, con el lavado cerebral que ha recibido, ya sin la presión oscurantista de los "gusanos", advierte las cosas desde otro ángulo, y, no sólo, se resigna a sobrellevar el yugo benéfico del comunismo, sino que colabora eficazmente a la realización integral de su programa. Todavía no se ha integrado; pero, es cierto que hay sacerdotes que han cambiado su manera de pensar. Esta comprensión ha sido ayudada por las ocasionales y bien administradas generosidades de Fidel Castro.
     10.—"Se han hechado las bases de ciertos convencimientos en el espíritu de las dos partes en oposición". Esta afirmación es ininteligible. ¿Se han echado las bases para que el comunismo, dejando de ser comunismo, llegue al convencimiento de la verdad católica, de su permanencia eterna? o, por el contrario, ¿se han echado las bases para que la Iglesia pierda el miedo al comunismo, lo estudie y encuentre en él la realización concreta en nuestros días, como diría Mendez Arceo, de la redención de Cristo? "La Iglesia, dice el Nuncio, se ha dado cuenta de que la revolución es irreversible". ¿De veras, Monseñor? ¿puede pensar la Iglesia que definitivamente las Puertas del Infierno han prevalecido contra la obra de Jesucristo, contra su Iglesia Santa? ¿Puede aceptar que la verdad fue irreversiblemente vencida por el error; la justicia por la injusticia más monstruosa; el amor por el odio? ¿No, hasta hace algunos años, sino todavía ahora, a pesar de los aparentes y espectaculares triunfos del comunismo en Cuba, en Hungría, en Checoeslovaquia, en las mismas Rusia y China, seguíamos firmemente creyendo que esta situación no podía durar indefinidamente; que las cosas tenían que cambiar, también en Cuba; que esa que Usted llama "institucionalización del marxismo ateo y sanguinario" tenía que sucumbir; que esa manera de pensar y de hablar, como la de su Excelencia, tenía que pasar, como han pasado tantas otras tempestades que amenazaban hacer naufragar a la barca de Pedro?
     Ese diálogo, que la Nunciatura mantiene con ese gobierno ateo, irreligioso y criminal no significa, no puede significar para ningún cubano, que de verdad ame a su país, el principio de una confianza, inconcebible en cualquier individuo amante de la libertad. ¿Confianza en la destrucción? ¿Confianza en la esclavitud? ¿Confianza en la tragedia imponderable de su patria? ¡Señor Nuncio, para pensar así se necesita ser un líder de la Democracia Cristiana en Italia, no un latinoamericano católico!
     La Iglesia no puede asociarse criminalmente en la obra del comunismo. Eso sería complicidad en la obra satánica del Anticristo. La Iglesia puede sobrellevar las torturas que, en la carne doliente del Cuerpo Místico de Cristo, los perversos enemigos le multipliquen; pero trabajar con la tiranía, apoyar la tiranía: ¡eso nunca, Señor Nuncio!
     Dicen en Cuba que este obispo de nuevo estilo, este diplomático que ejerce una tarea de rasgos sutiles, es amigo personal de Fidel Castro. El no lo niega, aunque tampoco lo afirme. ¡Así son los diplomáticos! Lo que yo pienso que puede afirmarse, sin exageración y sin mentira, es que este Nuncio singularísimo se ha convertido en uno de los más valiosos y eficaces apoyos del régimen comunista, que oprime a Cuba. La apertura hacia el comunismo de su Excelencia es —yo pienso— sin paralelo, ni precedente. El bautismo del marxismo ateo ha sido celebrado por el sutil diplomático del Vaticano, Monseñor César Zacchi.
     11.—Lógico en sus pensamientos y en sus actos, el Nuncio afirma que, habiendo vivido todas las etapas de la revolución (comunista) en Cuba, ve que está ha llegado a "su edad adulta". Asegurada su personal situación y modus vivendi, es natural que él juzgue que la revolución comunista ha madurado, aunque el pueblo se está muriendo de hambre; aunque de día en día, crezca el número de los que voluntariamente abandonan su patria, para ir a buscar, en el exilio, un poco de paz y de libertad; "El pueblo, dice, ha obtenido un cambio radical de condiciones naturales". Así es, Señor Nuncio, así es; pero ese cambio ha sido de la abundancia al hambre, a la indigencia mas espantosa; de la alegría característica de la Isla, a la desolación más imponderable y lastimosa. ¿Nada le dice a su Excelencia esas colas pacientes, silenciosas,
que esperan el mendrugo, que el racionamiento les ofrece? ¿Nada le dicen las lágrimas continuas, secretas y desgarradoras, de tantos hogares, que han sido destruidos por la revolución triunfante y ya madura? Señor Nuncio, yo bien se que a usted nada le falta; que los jeeps del ejército están a sus ordenes, cuando las exigencias protocolarias lo demanden. Pero, no todos los cubanos, ni siquiera todos los obispos y sacerdotes son Nuncios del Papa, ni amigos de Fidel Castro.
     12.—"No se puede negar que ahora existe, dice el representante del Papa, una situación de vida, que era antes indispensable. Ha habido una redistribución de las riquezas y del producto social. Ahora hay una justicia social que antes no imperaba".
     Es penoso que hable así una persona, que, por su preparación personal, por la representación que tiene y por el episcopado de que está investido, debería ser el testigo auténtico de la verdad objetiva. Todo mundo sabe perfectamente la precaria situación por la que está pasando Cuba: la nación, las familias, los individuos. No ha habido distribución de las riquezas, porque en Cuba nadie es dueño de nada, todos viven a expensas del Estado, que es el único propietario, y de los que detentan el poder y atropellan vilmente los derechos de todos. El mismo Nuncio, que ahora proclama el triunfo de la revolución comunista, tal vez un día no lejano, cuando sus "servicios" no sean ya útiles al comunismo imperante, sea eliminado y tratado con idénticos rigores, como los que no se han doblegado al imperio de los poderosos. Si el estado actual de los cubanos es la decantada justicia social, que pregona el progresismo, nosotros la detestamos y lucharemos contra ella, mientras nos quede vida.
     13.—Otra inaudita afirmación del Señor Nuncio: "El católico debe integrarse a la revolución (comunista); debe integrarse a las organizaciones de masa. Debe colaborar en el trabajo voluntario; debe integrarse en las milicias; debe entrar en las organizaciones deportivas y culturales, debe integrar también, en forma activa, el movimiento estudiantil y las instituciones profesionales". En otras palabras, el Nuncio afirma que todos los católicos cubanos, dejando a un lado prejuicios religiosos, resentimientos personales, o familiares, criterios independientes, ansias de libertad, incompatibles con el triunfo completo de la revolución, debe integrarse, debe pertenecer activamente a la revolución. Y, como en la Isla no hay sino un solo partido, el comunista, y sus cuadros desempeñan una función importante en las tareas concretas del cambio social, siguese que todos los católicos deben ser miembros del partido comunista y miembros activistas. Señor Nuncio, ¿y la excomunión de Pío XII? Perdón, me olvidaba que esas doctrinas han sido superadas por el progresismo imperante. ¡El representante papal no ve inconveniente en que un católico adopte el marxismo a los efectos prácticos de su conducta, como cuadro de una revolución.
     14.— Todavía otra sorpresa nos ofrece lamentablemente la actitud postconciliar del Nuncio de Su Santidad en La Habana, cuando nos dice que la contradicción entre el materialismo dialéctico y las concepciones cristianas no son un obstáculo para la coexistencia pacífica, para el diálogo y hasta para la colaboración de los católicos con el comunismo, ya que esas divergencias son meramente teóricas, no prácticas. Por supuesto que el católico tendrá sus reservas internas. Es decir que para el diplomático vaticano no es necesario que exista la perfecta coincidencia entre el pensamiento y la acción, entre la fe y las obras, entre la teoría y la práctica. El disimulo, la simulación, la hipocresía serían, en estos casos aceptables y laudables.
     Un pensador católico ha dicho: "Es necesario vivir como creemos, porque si no acabaremos por creer como vivimos". Es verdad: cuando nuestras obras no corresponden a nuestras creencias, a nuestras convicciones, éstas acaban por perderse. Ningún medio puede ser más eficaz para establecer pacíficamente el comunismo ateo, la irreligiosidad y la perversión moral que el autorizar y difundir el divorcio vital entre la religión y la vida. El Nuncio de Cuba es un valiosísimo colaborador del Comunismo militante de Fidel Castro.
     Pero, además de colaborador es un apologista; Para Monseñor Zacchi, el ateísmo y el comunismo de Fidel no son obstáculos para que siga siendo éticamente un cristiano... Tampoco son obstáculos sus crímenes, sus sacrílegas profanaciones, sus inmoralidades sexuales, su vandalismo por los países latinoamericanos, para que el dictador cubano siga siendo éticamente un cristiano. Señor Nuncio, ¿cuál es para Usted la ética cristiana?
     Esta manera de pensar del Nuncio Papal en Cuba nos deja ver la flexibilidad, con que hoy los eclesiásticos cambian de opinión y de doctrina, para acomodarse a las circunstancias en que viven. Dentro de la dinámica del Vaticano II, que parece haber permeado las mas profundas capas de la conciencia clerical, hoy defienden nuestros prelados lo que ayer enérgica y definitivamente habían condenado los Papas, como si esas condenaciones hubieran ya perdido su valor y su fuerza. ¿Qué habían dicho antes los Papas anteriores acerca del comunismo? Que "el materialismo evolucionista de Marx" (Div. Redemptoris, 9) "es intrínsecamente perverso" (Div. Redemt. 58); que "es doctrina contraria al derecho natural" (Qui plurib. 8); que "es el heredero del socialismo" (Quadrag. 43); que "su naturaleza (es) impía e injusta" (Quadrag. 43) (Rer. Nov. 3); que es "monstruo de la sociedad civil, cuyo funeral parece" (Diuturnum 25); que "lucha contra todo lo que es divino" (Div. Redempt. 22); que "pretende establecer una humanidad sin Dios" (Div. Redempt. 12); que "rechaza toda jerarquía y autoridad" (Div. Redempt. 10); que "despoja al hombre de su libertad" (Div. Redempt. 10).
     Yo sé muy bien que el "progresismo" ha "superado", como ellos dicen, estos prejuicios o estas apresiaciones de los Papas anteriores, que, si tuvieron algún valor, fue meramente "circunstancial", adaptable a tiempos ya pasados Pero, yo, desde ahora señalo al "progresismo", como el aliado más eficaz, que ha tenido y tiene el comunismo; y afirmó que estas excusas no son sino el disfraz, diseñado por los enemigos, para engañar a los incautos católicos que, en la confusión hoy reinante, buscan una orientación. El comunismo ha cambiado de táctica, pero no ha cambiado de naturaleza. El comunismo, hoy como ayer, sigue siendo el mayor enemigo de los individuos, de la familia, de los Estados y de la Iglesia de Dios.
     ¡Vergonzoso, humillante y tristísimo espectáculo es el del Nuncio Papal en Cuba, que traicionando sus deberes episcopales, sacerdotales, diplomáticos y aun humanos, justifica el comunismo de Fidel Castro, desprecia la tragedia de un pueblo humanamente sin esperanza y, con sus absurdas apreciaciones, inficiona el ambiente de toda América Latina. ¿Qué importancia puede tener la desgracia de todos nuestros pueblos, en comparación de la "carrera diplomática" del joven Nuncio Vaticano?

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