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viernes, 6 de diciembre de 2013

LA EDAD MEDIA, RELIGIOSA Y CRUEL, MANDABA A LA HOGUERA A LOS POBRES DEMENTES?

CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE
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LA EDAD MEDIA, RELIGIOSA Y CRUEL, MANDABA A LA HOGUERA A LOS POBRES DEMENTES 
     Recientemente, en una conferencia científica habida en Roma acerca de los prejuicios que el pueblo alimenta en relación con los enfermos mentales, se aseguró que en la Edad Media esos pacientes eran considerados como endemoniados, y así se les sometía a exorcismos y a veces se les quemaba en la hoguera... ¿Qué hizo la Iglesia de positivo por esos hermanos enfermos? (A. F.—Roma.)

     Este delicado problema religioso, moral e histórico, exige, para evitar enormes confusiones, aclarar previamente conceptos. Es preciso realmente distinguir bien las actividades diabólicas sufridas por el sujeto, la hechicería, la metapsíquica y la demencia.
     No puede haber evidentemente duda alguna de que el demonio puede obrar —si Dios, lo permite— sobre los individuos. Pero esas actividades se distinguen muy bien. Se puede tratar de tentaciones, entendidas en su sentido moral corriente, en las que, es cierto, directamente o no, inmediatamente o no, el «enemigo» tiene su participación. Es el diablo como «tentador» corriente —el nombre hebreo es Satanás que quiere decir precisamente: «enemigo», «tentador»— quien así se presenta; y quien cede es responsable de ello y peca. Si es pecado grave, el diablo entró en realidad moralmente en posesión del alma, o sea en cierto sentido, dentro del alma, la cual puede, por tanto, decirse en ese aspecto «endemoniada»; tan es verdad que si el pecador muere en este estado, va al infierno, hallándose cara a cara con el enemigo, que ya invisiblemente estaba en él. Cuando el Evangelio habla del diablo que «entró en Judas», se refiere a esta victoria suya y a la maldad de Judas.
     Puede haber además las llamadas infestaciones diabólicas, que pueden ser tanto de lugares y cosas, como de personas. Un ejemplo de las primeras se tiene en el episodio evangélico de la invasión de los cerdos de Gerasa (Mateo, VIII, 30-32). Las segundas pertenecen también al terreno moral, como tentaciones excepcionales artificiosamente exteriores o interiores, más violentas que lo corriente. Las tentaciones de Jesús en el desierto, en la intención de Satanás, eran de este tipo. La caída eventual implica también en este caso responsabilidad moral.
     Hay finalmente, en cuanto a las actividades diabólicas subjetivas, las obsesiones, en las que el demonio penetra y domina de diversas maneras en el interior del cuerpo, pudiendo producir asimismo enfermedades corrientes y de rechazo dominar también en la psique del sujeto, al que por eso se le llama endemoniado. Pero ésta es una acción per se extrínseca a la esfera moral del sujeto y no implica, por tanto, en cuanto tal, responsabilidad alguna y pecado, como no es pecado sufrir una enfermedad.
     La hechicería en cambio se refiere a la acción en general maléfica de un individuo sobre otro, de acuerdo con las prácticas de la magia pagana o, en el mundo cristiano, por pretendida o efectiva alianza con el demonio.
     Existe además todo el campo de la metapsíquica, que se refiere a variadísimos fenómenos psíquicos no propiamente patológicos, sino fuera de lo normal, o sea paranormales, que, no obstante el desarrollo científico teórico y práctico de este último siglo, siguen todavía encerrados entre confines un tanto oscuros, que, mientras confinan por un lado con la región de los fenómenos ciertamente naturales, como los hipnóticos, llegan por otra a ciertas formas mediúmnicas o espiritistas en las que es probable alguna intervención del demonio (30).
 
     Hay muchos más fenómenos metapsíquicos o parapsicológicos que los del espiritismo, a saber : telepatías, clarividencias, psicometrías, radioestesis, psicokinesias, pretendidas premoniciones y lecturas o transmisiones de pensamientos, etc., y aun los de espiritismo pueden reducirse a éstos, sin negar la posible, pero rara, intervención diabólica, ni los trucos. Véase sobre esto mi artículo Metapsíquica y espiritismo, en la «Revista de Filosofía» (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1951, tomo X, núm. 39). (Nota del traductor.)
     No puede dudarse en absoluto de la existencia histórica de las obsesiones propiamente dichas, después de los numerosos testimonios evangélicos y las conversaciones de Jesús con los demonios mismos expulsados de las pobres víctimas. La gran dificultad consiste en distinguir la obsesión, de fenómenos a veces tan parecidos, de naturaleza puramente patológica natural, especialmente psíquico-nerviosa. En tiempos de Jesús, por ejemplo, se dieron casos de lo más parecidos debidos a dos diversísimas causas. Así el ciego de Betsaida fue curado milagrosamente como de enfermedad natural (Marcos, VIII, 22- 26), mientras otro, ciego y mudo, fue curado como endemoniado (Mateo, XII, 22).
     La Iglesia en el ritual de los exorcismos da normas restrictivas prudentísimas, para utilizarlos sólo cuando haya fundadas razones de pensar que se trata de hechos verdaderamente diabólicos y recomienda que se sea desconfiado en esto: «Ante todo el exorcista no crea fácilmente que alguien está obseso por el demonio.»
     Era natural, sin embargo, que en la antigüedad, al faltar el desarrollo actual de los estudios neurológicos, psiquiátricos y metapsíquicos, se pudiese estar más inclinado a admitir, como causa, al demonio que no hoy; y esto más o menos según el criterio propio de cada exorcista.
     Pero esto dependía exclusivamente de lo limitado del desarrollo de la ciencia, sin la más pequeña mengua de la prudencia directiva de la Iglesia.
     Hoy en cambio las normas prácticas pastorales, teniendo muy presentes ese desarrollo de la ciencia, son mucho más circunspectas en autorizar los exorcismos. Y la luz de la experiencia confirma lo que debía en el fondo esperarse: que, después de realizada la Redención, los casos de posesión diabólica debieran ser —como señal de la victoria de Cristo— bastante más raros que antes, al menos en las clásicas formas completas de dominio sobre la persona.
     No hay que asombrarse, por tanto, de que incluso algunos casos de locura —cuya sintomatología externa es tan semejante a veces a las formas de obsesión— pudieran antiguamente confundirse con la posesión diabólica y tratarse, al menos condicionadamente, con los exorcismos. La culpa era sólo de los estudios psiquiátricos aún poco desarrollados. Pero ¿qué mal se seguía de ello a los tenidos por obsesos? Eran ritos que, si, practicados convenientemente, no les podían perjudicar e incluso por poder sugestivo —aun sin hablar del efecto que se podía de todos modos esperar de la oración confiada— podían mejorarlos. Ni podía confundirse la obsesión con la culpa moral.
     Y la muerte y las hogueras no tenían que ver nada con esto.
     Estas últimas se perfilan desgraciadamente en la historia de la Edad Media y bastante después, por una razón y un delito completamente diferente: el de magia, el de hechicería, que con la demencia de la persona —incluso según la valoración de entonces— no tenían nada que ver.
     Ni siquiera vulgarmente se podía confundir al alienado con el calculador y, al parecer, prudente hechicero. Cuando se dieron casos tristes de fanáticos presa de hechiceros, que pudieron llevar a los más fatales errores, esto nb fue con dementes, sino con cualquiera. Pero de la hechicería hablaré aparte después.
     Sin embargo hasta ahora hemos hablado de lo negativo. Con razón usted, señor A. F., se ha preocupado de preguntar finalmente qué hizo de positivo la Iglesia en favor de los pobres dementes.
     Lo veremos en la próxima consulta.


BIBLIOGRAFIA
T. Ortolan: Demoniaque, DThC., IV, págs. 409-14;
G. J. Waffelaert: Possession diabolique, DAFC., IV, págs. 53-81; 
A. T.-G. de Ninno: Manifestazioni demoniache, EC., IV, págs. 1.418-22 ; 
G. B. Alfíno: La metapsichica e la metafisiologia, Napóles, 1932; 
P. M. Palmés: Metapsiquica y espiritismo, Barcelona, 1950; 
G. Moglie: Manuale di Psichiatria, Roma, 1946; 
M. Miano: Ossessione, en «Dizionario Ecclesiastico».

Pier Carlo Landucci
CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE

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