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martes, 19 de octubre de 2010

El alma vive de ideas

MEDIOS PARA FORTALECER EL CARÁCTER
Medios internos

Siembra tus ideas

Las ideas son las que modelan el carácter de los hombres. Por ellas somos aceptables o rechazables: son las que templan o destemplan al alma poniéndola en tensión.
La voluntad tiene poder para alejar la atención de las ideas, como las aves se alejan del peligro, o como el esquiador desvía el centro de gravedad de su cuerpo para no estrellarse contra un pino.
Las ideas provienen no sólo de lo que se ve o se oye, sino de lo que se lee.
Las nubes dejan caer el agua sobre la tierra: parte se evapora, parte se filtra, y en un lugar inesperado surge una fuente.
Así son las ideas: parte se olvidan, parte se asimilan, y en un momento imprevisto, surge el acto fruto de esas ideas.
Como el agua hace que las semillas produzcan sus frutos, así las ideas producen sus actos.
De todo se sigue una idea práctica: fomentar las ideas que se conformen con las acciones que deseo realizar, y evitar todo pensamiento que se oponga a su rectitud.
El producto que más se vende, no es siempre el mejor, sino el que más se anuncia. Cuando quiero comprarlo, espontáneamente viene a la mente el nombre del que he visto prodigado en los reclamos. Incluso es fácil que la necesidad de adquirirlo, haya nacido de la idea imbuida por la publicidad.
Así las acciones se conectan invisiblemente con las ideas. Mis apetencias son originadas por mis pensamientos. No pienses lo que no debes hacer.
Las ideas nos llevan al acto correspondiente, y las lecturas siembran las ideas a boleo.
Es muy difícil que una lectura no influya en bien o en mal del individuo.
La ficción novelesca es un factor de formación, sobre todo en la época de la adolescencia. La novela es una escenificación de la vida pintada en forma más halagüeña y cautivadora que la realidad.
El sentido artístico del escritor colorea lo repulsivo de la vida, para fingir sus deseos. Así el escritor «forma a su lector» al infudirle sus propios sentimientos.
La prensa es la reina del mundo porque impone sus ideas.
La lectura ha hecho santos, criminales y locos.
El escritor encarna una idea en un personaje, y a través de la traza novelesca, le da plasticidad y movimiento, pasando así a formar parte del arsenal de los pensamientos más íntimos del lector. Ha vivido con interés un concepto de vida. Por esto no hay novela que pueda ser leída por todos.
La lucha entre el bien y el mal, suele ser el tema de semejantes novelas, en las que el bien sale triunfando con frecuencia. Pero en el joven la seducción del mal, es más profunda que la repulsión del vicio.
René Bazin afirmaba que no existían novelas que pudieran ser leídas por la juventud, y les negaba sus propias «novelas buenas».
Para el adolescente si le arranca de la realidad, no basta la bondad de la tesis, porque fácilmente se considera si no actor, al menos identificado con el protagonista. Llega a compenetrarse con sus sentimientos, excusar, justificar, y hasta glorificar sus pasiones; identificación que llega a ser factor de sus propias acciones, imitando al tipo que admira.
Después de leer ciertas novelas, un niño, incorporándose del asiento, y golpeándose el tórax, exclamaba: «Yo soy Pettersens.» Estaba convencido de que no lo era, pero tenía al menos un ardiente deseo de serlo y asemejarse a él.
De la moralidad de estos personajes dependerá tu moralidad, porque sus sentimientos y pensamientos serán tuyos.
Cierto que ya no te impresionan los cuentos de hadas, pero las novelas te hacen vivir ambientes en apariencia más reales, pero igualmente alejados de la verdad, y esto es más peligroso, porque al querer llevarlos a tu vida, chocas con la realidad, y terminas siendo un desilusionado.
La lectura es el opio que te libera del mundo tangible. Es como «el beber para olvidar». Pero la realidad sigue en su realidad implacable.
Conocemos la identificación de Don Quijote con los caballeros andantes de sus libros, de San Ignacio con los santos del Flos sanctorum. Ambos, Don Quijote y San Ignacio, llegaron a encarnar en sus acciones, las vidas de los protagonistas que admiraron. Los dos anhelaron leer las mismas páginas caballerescas, uno lo consiguió, y de Quijano el Bueno, se convirtió en Don Quijote el loco; otro no pudo adquirir tales libros, y en su lugar admiró la vida de los héroes de Dios, y del Iñigo «desgarrado y vano», se convirtió en Ignacio caballero de Cristo.
Las lecturas pueden ser horas de luz que iluminen las estancias de nuestras inteligencias, descubriéndoles posibilidades escondidas; pero pueden ser también causa de perturbación, que desequilibren y desaten las pasiones. A San Ignacio le descubrieron una posibilidad para él desconocida: ser santo; y lo fue. A Don Quijote le encendieron el deseo de superar a un Don Amadis, que no existió, y anduvo por la geografía de España, dando tumbos con su escudero y malparado Rocinante.
Los atletas del espíritu como los del deporte, tienen que sufrir sus privaciones.
Bajo el influjo de las buenas lecturas, se apoderan de ti, como dirían los clásicos griegos, un dios que te hacen vivir un ideal.
En estas lecturas como en el chicle, sacas hasta la última gota de substancia.
Alguien definió la novela como «un hombre sin política, sin padre, ni hijos, sin moral, sin profesión». Es decir, un ser irresponsable.
El que lee come. Si comieres manjares sanos, estarás sano; si lees escenas violentas, influirán en tu carácter y serás violento.
Un mal libro es un mal amigo que no tiene empacho de sembrar escándalos.
Gran parte de tus defectos y luchas íntimas, tienen su raíz en las lecturas que han inquietado tu inteligencia. Desposeído de su tranquilidad por las lecturas, Don Quijote, el pacífico hidalgo de aldea, se echó por esos mundos tras sus locas aventuras.

La idea plástica
El plasticismo de la representación te da ya elaboradas las ideas. Si el influjo de estas ideas se aplica al teatro o al cine, habrá que colorear más su eficacia.
El espectáculo penetra más en los sentidos: tiene más conductos de invasión, excita la imaginación más intensa y rápidamente, sin darle tiempo para reflexionar. Lo dicen las lágrimas, las excitaciones colectivas, incluso las manifestaciones callejeras que se siguen a ciertos espectáculos. No somos inmunes a la influencia de la masa electrizada.
San Agustín cuenta en sus confesiones de su amigo Alipio: Invitado a los espectáculos no supo resistir a tener los ojos cerrados ante lo inconveniente, como fuera su propósito, porque a causa de los aplausos del gentío ebrio de placer, los abrió y volvió herido a su casa y cambiado en otro.
No es raro que influenciados por lo que ven en la pantalla, una banda de niños se conviertan en geniales malhechores.
Basta una mala película, una mala lectura, para iniciar al adolescente en el camino del mal.
Unas imágenes oscenas pueden corromper a un grupo de muchachos, que han de ser arrancados de la comunidad de jóvenes como el cáncer para que no pudra a todo el cuerpo.

Elige tu lectura
Determinismo en la materia, y libertad en el espíritu, son los dos polos opuestos del hombre, y que el hombre debe conjugar.
De la preponderancia de la una o de la otra, dependen sus defectos y cualidades.
En ti la preponderancia ha de residir en la libertad movida por las ideas, elegidas a su vez por el buen juicio.
El vapor empuja el émbolo, y la máquina va hacia adelante o hacia atrás, según la válvula que abra el maquinista.
Es la eficacia de la reflexión. Fija las ideas de influjo transcendental, y hace que se impongan en la vida práctica, ante las consecuencias lógicas de los hechos que medita. «¿Qué interesa al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?» Idea que desaloja del hombre la resistencia hacia los actos buenos opuestos al egoísmo, y refrena la ambición hacia la que nos empuja el instinto. Cuanto mayor sea la resistencia de la naturaleza, tanto mayor será el cúmulo de ideas y reflexiones que se necesitan para vencerla.
El heroísmo y el martirio, son el resultado de imágenes encarnadas en el corazón, al que han bajado por la inteligencia.
Ahora como en las demás virtudes es tiempo de adquirir hábitos y aficiones. No te inclines al folletín o al libro que esparce malas semillas. La lectura será en gran parte la fuente de las acciones de tu vida.
Limpia desde hoy esa fuente, porque es conveniente que esté pura desde su nacimiento. Con la lectura acumulas continuamente criterios para enjuiciar las cosas y los acontecimientos, y construir tus propios pensamientos.
Leer cualquier cosa para matar el tiempo, es enflaquecer el alma.
Si un libro levanta polvareda en tu corazón, abandona su lectura antes de que te deje ciego. Si te infunde ánimo para lo bueno y heroico, consérvalo como a un buen amigo.
Elige tus ideas guardándolas con cariño en tu corazón. Del que no se ha identificado con sus ideas, poco se puede esperar: es rama por donde no corre la savia de un poder germinador. El árbol que no está completamente muerto, produce sólo hojas, pero está muy lejos de la hermosura del fruto. Sin ideas motrices, el vigor de tu alma será savia dormida como las notas de la lira, de las que nunca se llegará a oir el sonido melodioso.
Si la lectura es inútil, supone una pérdida de tiempo, mientras otros lo llenan de un trabajo provechoso, y te suplantan con sus progresos ahora en clase y luego en la vida.
Todo libro que no condena el vicio o lo disimula, o excita tus nervios, o no alimentan un ideal, es rechazable porque adormece tu voluntad para el bien.
No mires sólo que la lectura sea buena, sino apropiada a tu edad.
Las lecturas son como las prendas de vestir o de calzar: a la medida. O como los manjares, que prescindiendo de su gusto, se toman o se dejan según sean apropiados para el estómago.
Para desarrollarse fuertes, y prevenir enfermedades, el alma requiere su régimen de higiene. Puede igualmente sufrir indigestiones de lecturas e intoxicaciones de manjares nocivos.

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