Vistas de página en total

miércoles, 19 de febrero de 2014

Pío XII y la Biblia

CAPÍTULO V
Pío XII y la Biblia
(Primera parte)

I. Defensa del estudio científico de la Biblia
     En los últimos años del pontificado de Pío XI apareció y se divulgó por Italia y el extranjero una obra voluminosa —13 tomos, del Génesis al Eclesiástico— titulada La Sacra Scrittura. Psicología, commento, meditazione, bajo el seudónimo de Dain Cohenel, que en realidad ocultaba el nombre del sacerdote napolitano Dolindu Ruotolo. Como indica su título, se trata de una explicación subjetiva de la Biblia, que además ataca violentamente el estudio científico de la Sagrada Escritura.
     Varios prelados a quienes Dolindo envió su obra, le contestaron pro forma, antes de leerla, agradeciéndole el obsequio y felicitándole por su trabajo (Se ha hecho notar que Dolindo jamás pudo alegar ninguna carta de la Secretaría de Estado de Su Santidad ni de la Sagrada Congregación de Seminarios. Cf. A. Vaccari, S. T., El estudio de la Sagrada Escritura. Versión de P. Tenues Ros (Barcelona, Seminario Conciliar, 1944) p.86, nota 3). Quizá por esto algunas prestigiosas revistas se abstuvieron de enjuiciar la obra (Así, por ejemplo, Bíblica, La Civiltá Cattolica y Revue Biblique, las cuales ciertamente recibieron el libro para recensión). Otras, en cambio, le opusieron serios reparos (Véase La Scuola Cattolica (1932) I 470-473; Verbum Domini (1933) 160; L'Osservatore Romano, 1 de octubre de 1939; G. M. Roschini, Introductio bíblica Scholarum theologicarum usui acommodata (Vicenza 1940) p. 9 nota).
     El Santo Oficio, por decreto publicado el 20 de noviembre de 1940, incluía en el Indice de libros prohibidos, mientras no se corrija, "la obra que se titula: Dain Cohenel (seudónimo del sacerdote Dolindo Ruotolo), La Sacra Scrittura. Psicología, commento, meditazione" (La condenación apareció en L'Osservatore Romano del 24 de noviembre de 1940, con una explicación que declaraba «comprendidos en el decreto todos los volúmenes y todas las ediciones». Cf. AAS 32 (1940) 553). Pocos días después se hacía pública la humilde sumisión del autor (Cf. L'Osservatore Romano del 7 de diciembre de 1940 y AAS 32 (1940) 554).
     Pero a fines de mayo de 1941 era enviado al Papa con la firma Sac. Dolindo Ruotolo (Sac. Dain Cohenel), y al mismo tiempo por correo ordinario, en sobres abiertos, a los señores cardenales, obispos de Italia y superiores de Ordenes religiosas un opúsculo anónimo encabezado con la inscripción "Reservadísimo de conciencia" y titulado: Un gravísimo peligro para la Iglesia y para las almas. El sistema crítico-científico en el estudio y en la interpretación de la Sagrada Escritura, sus desviaciones funestas y sus aberraciones.
     El autor se reafirmaba en los errores de la obra condenada y embestía con mayor dureza aún contra el estudio científico de la Sagrada Biblia. Tal vez podía pensarse que representaba un sector, siquiera fuera reducidísimo, de la opinión católica. La Pontificia Comisión Bíblica se creyó en la obligación de intervenir, "por temor de que ciertas acusaciones e insinuaciones puedan turbar a algún pastor y apartarlo del propósito de procurar a sus futuros sacerdotes aquella sana y justa enseñanza de la Sagrada Escritura que lleva muy en su corazón el Sumo Pontífice". Y el 29 de agosto de 1941 dirigió una extensa carta a los Excmos. y Revdmos. Arzobispos y Obispos de Italia. En ella se describen sumariamente los principales errores del anónimo:
     "El opúsculo quiere ser una defensa de una cierta exegesis llamada de meditación; mas, sobre todo, es una virulenta acusación contra el estudio científico de las Sagradas Escrituras: examen filológico, histórico, arqueológico, etc., de la Biblia, no son otra cosa que racionalismo, naturalismo, modernismo, escepticismo, ateísmo, etc.; para entender bien la Biblia, precisa dejar libre curso al espíritu, como si cada uno estuviese en comunión personal con la Sabiduría divina y recibiese del Espíritu Santo especiales luces individuales, como pretendieron los primitivos protestantes. Por eso el anónimo ataca con extremada violencia personas e institutos científicos pontificios; denigra el espíritu de los estudios bíblicos científicos: "espíritu maldito de orgullo, de presunción, de superficialidad, paliada con investigación ceñuda y con hipócrita escrupulosidad de la letra" (p.40); desprecia la erudición, el estudio de las lenguas orientales y de las otras ciencias auxiliares, y se desliza en graves errores acerca de los principios fundamentales de la hermenéutica católica, conformes con la noción teológica de la inspiración bíblica, desconociendo la doctrina de los sentidos de las Sagradas Escrituras y tratando con suma ligereza el sentido literal y su cuidadosa investigación; por último, como si ignorase la historia de los textos originales y de las versiones antiguas, así como la naturaleza y la importancia de la crítica textual, propugna una falsa teoría sobre la autenticidad de la Vulgata".
     La Comisión hace luego una ferviente apología de los principales puntos combatidos en el opúsculo: del sentido literal, contra el desmedido recurso a las acomodaciones subjetivas preconizado por el anónimo; de la critica textual, terriblemente denigrada por Cohenel; del estudio de las lenguas orientales y de las ciencias auxiliares, que el autor considera inútil y hasta nocivo; y, por último, del Pontificio Instituto Bíblico, que es presentado como el principal culpable de la corriente científica en los estudios bíblicos. A los dicterios del opúsculo sobre cada uno de estos puntos, la Comisión opone la doctrina y la práctica constante del magisterio eclesiástico, especialmente en los últimos tiempos, y sobre todo bajo el pontificado de San Pío X, en cuyas palabras pretende apoyarse el autor del anónimo.
     Quizá lo más interesante de la carta sea la interpretación oficial que da del "sentido y la extensión del decreto tridentino sobre el uso de la Vulgata latina".
     Sostenía el anónimo "que, en virtud del decreto tridentino, se posee en la versión latina un texto declarado superior a todos los demás", y reprochaba "a los exegetas querer interpretar la Vulgata con la ayuda de los originales y de las otras versiones antiguas".
     "Pues bien -continúa la Pontificia Comisión Bíblica-, tal pretensión no es solamente contra el sentido común, el cual no aceptará jamás que una versión pueda ser superior al texto original, sino que va también contra la mente de los Padres del concilio, cual aparece de las actas; es más, el concilio se dio cuenta de la necesidad de una revisión y corrección de la misma Vulgata, cuya ejecución encomendó a los Sumos Pontífices, los cuales la hicieron, como hicieron, según la mente de los más autorizados colaboradores del concilio mismo, una edición corregida de los LXX (bajo Sixto V), y después la del Antiguo Testamento griego, encargando de ello a comisiones a propósito. Y es abiertamente contra el precepto de la encíclica Providentissimus: "Sin embargo, no habrán de dejarse de tener en cuenta las antiguas versiones, que la antigüedad cristiana alabó y empleó, principalmente los códices primitivos". En suma, el concilio Tridentino declaró auténtica la Vulgata en sentido jurídico, esto es, en cuanto se refiere a la fuerza probativa en cosas de fe y moral, mas sin excluir de ningún modo posibles divergencias del texto original y de las antiguas versiones, como todo buen libro de introducción bíblica expone claramente según las actas del concilio mismo".
     En efecto: esta interpretación del concilio Tridentino era común en las escuelas católicas; pero faltaba el refrendo del magisterio eclesiástico (Ya en el siglo XVI, Fr. Luis de León había comprendido el alcance de este discutido decreto. Cf. Muñoz Iglesias, El decreto tridentino sobre la Vulgata y su interpretación por los teólogos del siglo XVI: Estudios Bíblicos, 5 (1946) 137-169). Dos años más tarde volvería sobre el tema Su Santidad Pío XII en la encíclica Divino afilante Spiritu.

II. La encíclica "Divino afflante Spiritu"
     El 30 de noviembre de 1943, Su Santidad Pío XII publicaba la encíclica Divino afflante Spiritu para "conmemorar el término del año cincuentenario desde que fueron publicadas aquellas letras encíclicas -Providentissimus Deus, de León XIII- que se tienen como ley principal de los estudios bíblicos".
     Cree Levie (Art. cit. en Nouvelle Revue Théologique, 68 (1946) 651,) que la ocasión inmediata fue el incidente provocado por Dain Cohenel, del cual hemos hablado. Realmente, el Papa toca ex professo los principales puntos de aquella controversia; pero el contenido de la encíclica rebasa con mucho esta finalidad. Su centro de gravedad es la Providentissimus, desde la cual han pasado cincuenta años con tales progresos en las ciencias relacionadas con la Biblia, que entrañan graves exigencias de renovación en el método de los estudios bíblicos.

1. Resumen histórico de la actuación de los últimos Pontífices
     La nueva encíclica tiene dos partes bien definidas y distintas. La primera, de carácter histórico, enumera las enseñanzas y actividades bíblicas de León XIII, Pío X y Pío XI. El Papa menciona la creación por León XIII de la Pontificia Comisión Bíblica y la fundación, bajo su pontificado y con su aprobación, de L'Ecole Biblique de Jerusalén; entre los actos de San Pío X, la facultad de conceder grados académicos en Sagrada Escritura otorgada a la Comisión, la ordenación de los estudios bíblicos en los seminarios y la creación del Pontificio Instituto Bíblico de Roma; por último, bajo Pío XI, la obligatoriedad de grados académicos en Sagrada Escritura para poderla enseñar en los seminarios y la erección del monasterio de San Jerónimo para la revisión de la Vulgata.
     Observa Levie que Pío XII sólo recoge de las intervenciones de sus predecesores las que tienen carácter positivo de aliento para la investigación bíblica, pasando por alto la lucha antimodernística, la condenación de Loisy, la encíclica Pascendi, el decreto Lamentabili, las diversas respuestas de la Comisión Bíblica, etc. (También pasa aquí por alto a Benedicto XV, pero cita más adelante su encíclica).
     Frutos de esta acción múltiple.—Como resultado de las anteriores providencias pontificias, Pío XII hace notar que "ha adelantado no poco entre los católicos la ciencia y uso de las Sagradas Escrituras. Porque son ya muchísimos los cultivadores de la Escritura Santa que salieron ya -y cada día salen- de las aulas en las que se enseñan las más elevadas disciplinas en materia teológica y biblica, y principalmente de nuestro Pontificio Instituto Bíblico, los cuales, animados de ardiente afición a los sagrados volúmenes, imbuyen en este mismo espíritu al clero adolescente y constantemente le comunican la doctrina que ellos bebieron. No pocos de ellos han promovido y promueven todavía con sus escritos los estudios bíblicos, o bien editando los sagrados textos redactados conforme a las normas del arte crítica y explicándolos, ilustrándolos, traduciéndolos para su pía lección y meditación, o bien, por fin, cultivando y adquiriendo las disciplinas profanas útiles para la explanación de la Escritura. Así, pues, por estas y otras empresas que cada día se propagan y cobran fuerza, como, por ejemplo, las asociaciones en pro de la Biblia, los congresos, las semanas de asambleas, las bibliotecas, las sociedades para meditar el Evangelio, concebimos la esperanza nada dudosa de que en adelante crezcan doquiera más y más, para bien de las almas, la reverencia, el uso y el conocimiento de las Sagradas Letras".
     Efectivamente, el panorama desolador que en la vigilia de la Providentissimus ofrecían las publicaciones bíblicas católicas era muy otro en 1943.
     A los casi solitarios Comentarios católicos de 1893 -Cursus Scripturae Sacrae (1890) y La Sainte Bible de Filión (1886)- siguieron bien pronto, entre otros, Kurzgefasstes wissenschaftliches Kommentar zum A. T., de Viena (1901-1911); Etudes Bibliques, de l'Ecole Biblique de Jerusalén, a partir de 1903; Exegestisches Handbuch zum A. T., de Münster, a partir de 1911; La Sacra Bibbia, comenzada en 1911 por Marco Sales y continuada después por Girotti; Die Heilige Schrift des N. T., de Bonn, iniciada en 1914, y Die Heilige Schrift des A. T., en 1923; La Sainte Bible, de Pirot-Clamer; la colección "Verbum Salutis"; Collectanea Bíblica y La Biblia de Montserrat, en España, etc. (A estos comentarios habría que añadir otros que, como la Sacra Bibbia de Garófalo, en Italia, y la Sainte Bible de Jérusalem, en Francia, se está publicando con posterioridad a la encíclica).
     Y junto a los Comentarios, las grandes colecciones de estudios monográficos: Etudes Bibliques y Etudes palestinniennes, de l'Ecole Biblique; Biblische Studien, de Friburgo en Brisgovia, desde 1896; Biblische Zeitsfragen, Alttestamentlische Abhandlungen y Neutestamentlische Abhandlungen, de Münster, desde 1908; Orientalia y Analecta Orientalia, del Pontificio Instituto Bíblico de Roma, de 1920 a 1931 y desde 1934, respectivamente; Bybelsche Monographieen, de Holanda, desde 1939; Analecta lovaniensia bíblica et orientalia, etc.
     Asimismo vieron la luz, entre una y otra encíclica, numerosas revistas bíblicas católicas: Revue Biblique, que acababa de nacer en 1892; Biblische Zeitschrift, que se publicó en 1903 a 1939; el Pontificio Instituto Bíblico publica desde 1920 Bíblica; desde 1921, Verbum Domini, y desde 1932, Orientalia. Nova series; en España se publicaron de 1926 a 1929 Revista Española de Estudios Bíblicos, y de 1929 a 1936, Estudios Bíblicos, 1ra. serie, continuada desde 1941 por cuenta de la Sección Bíblica del Instituto Francisco Suárez, de Teología, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que desde 1941 saca también Sefarad, a cargo del Instituto Arias Montano; la Asociación para el Fomento de los Estudios Bíblicos en España (AFEBE) publica desde 1944 Cultura Bíblica; en Polonia aparece Inzeglad Biblyny desde 1937; en Buenos Aires, Revista Bíblica, desde 1939, y en Estados Unidos, The Catholic Biblical Quarterly, también en 1939.
     También en el campo de la critica textual han trabajado provechosamente los católicos durante ese período de cincuenta años. Se han hecho numerosas ediciones críticas del Nuevo Testamento. Junto a Hetzenauer (1904) y Brandschid (1906), que prefieren las lecciones de la Vulgata, Bodin reproducía en 1910-1911 el Codex Vaticanus; siguen las ediciones manuales de Vogels (1920), Merk (1933; 5.* ed. 1944) y José M. Bover (1943; 3." ed. 1953). Por lo que se refiere a la Vulgata, aparte de la edición crítica y de los textos y estudios monográficos editados por los benedictinos de San Jerónimo de Roma, conviene destacar los numerosos trabajos publicados en diversas revistas católicas, concretamente los de Ayuso y Bover, entre nosotros. Sobre la Vetus Latina, aparte de estudios parciales, merecen destacarse los pacientes trabajos de Pedro Sabatier, que recientemente está completando y publicando la abadía benedictina de Beuron, y los de Mons. Teófilo Ayuso Marazuela, que ha comenzado estos días la publicación de la que él considera Vetus Latina Hispana.
     Ayuso Marazuela, Teófilo, La Vetus Latina Hispana (Madrid, Instituto Francisco Suárez) (hasta el presente, sólo el primer volumen, Prolegomena, 1953). Con posterioridad a la encíclica Divino afilante Spiritu, nuestro Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en colaboración con la Biblioteca de Autores Cristianos, ha emprendido la gigantesca labor de preparar una Poliglota crítica, cuyos trabajos nos consta que van muy avanzados y con toda seriedad.
     En cuanto a léxicos, gramáticas de lenguas bíblicas y diccionarios, mencionaremos solamente, para abreviar, el gran Dictionnaire de la Bible, iniciado por Fulcrano Vigouroux en 1891 y terminado en 1912 (Cf' LÉVESQUE, en Revue Biblique 1915) con el magnífico Supplement, comenzado bajo la dirección de Pirot en 1927 y continuado después por Robert; el Bybelsch Woordenboit, que se publica en Holanda desde 1941; el doble Lexicón de Zorell (Novi Testamenti Lexicón Graecum, 1911, y Lexicón hebraicum et aramaicum V. T. desde 1940); la doble Gramática de Abel (Grammaire de l'hébreu. biblique, 1923, y Grammaire du grec biblique, 1927); la Grammaire de l'hébreu biblique de Joüon, 1923, etc.
     Pero donde más se nota el progreso de los estudiosos católicos de la Biblia desde la encíclica Providentissimus hasta los días de Pío XII es en el campo de la geografía, arqueología y etnografía bíblicas. En esto van a la cabeza los ilustres profesores de I'Ecole Biblique F. M. Abel y L. H. Vincent, O. P. El primero publicó: Un croisiére autour de la mer Morte (1911); Itinéraire aux Lieux Saints du P. Ivés de Lílle (1932-33); Géographie de la Palestine, en dos vols. (1933 y 1938); A travers les listes hiéroglyphiques des villes palestiniennes (1934). Del segundo tenemos diferentes estudios sobre Canaan (1907), Jérusalem (1912), Betlehem (1914), Emmaus (1932). Ambos en colaboración escribieron: Jérusalem. Redherches de topographxe, d'archéologie et d'histoire. Tomo I: Jérusalem antique (1912) Tomo II: Jérusalem nouvelle (1914-1926); y Hebron, le Haram el-Kalil (1923). Junto a ellos deben figurar Jaussen (Coutumes des Arabes au pays de Moab (1908); Coutumes des Fugara, 1920; Coutumes Palestiniennes. I. Napluose et son district, 1927); Jaussen y Savignac (Mission archeologique en Arabie, I [1909]; H [2 tomos 1914]; III [2 fascículos 1922]); Fernández Andrés, S. I. (Problemas de topografía palestinense, Barcelona 1936).
     Además han hecho excavaciones en diversos lugares relacionados con la Biblia los católicos alemanes, los franciscanos de Tierra Santa, el Pontificio Instituto Bíblico y l'Ecole Biblique et Archéologique francaise.
     También en la investigación del Antiguo Oriente pueden ya los católicos presentar nombres de fama. El P. Vincent Scheil, O. P., pasó a la posteridad con la gloria de haber descifrado la estela de Hammurabi. Junto a él se han hecho célebres en asiriología los PP. Deimel, S. I., y Wit-zel, O. F. M. Para no hacer interminable la lista de nombres y de trabajos, remitimos al lector a las publicaciones periódicas de esta especialidad: Le Musséon, del Instituto Orientalista de Lovaina; Mélanges, de la Facultad Orientalística de la Universidad de San José de Beyruth; Orientalia, de la Facultad homónima del Pontificio Instituto Bíblico de Roma; Aegyptus, de la Universidad del Sacro Cuore de Milán, etc.
     Entre los signos del potente resurgimiento bíblico católico señala Pío XII la creación y actuación científica y divulgadora de asociaciones bíblicas en los diversos países. En Italia existían la Societá di San Girolamo y los Serví dell'Eterna Sapienza (Bolonia); en Francia, la Ligue de l'Evangile; en España, desde 1923, la Asociación para el Fomento de los Estudios Bíblicos en España (AFEBE) (Cf. Bover, JOSÉ Marta, S. I., La AFEBE en el XXV aniversarío de su fundación: Estudios Bíblicos, 8 (1949) 135-168); en Estados Unidos, The Catholic Biblical Association; en Canadá, una rama independiente de la anterior (La jerarquía encomendó el trabajo a la Societé Catholique de la Bible, que desde 1940 refundió la Propagande Catholique Romaine de la Bible, fundada en 1935 en Montreal. Paralela funciona la Association Catholique des Etudes Bibliques au Canada); en Holanda, la Apologetische Vereeniging: Petrus Canisius; en Alemania, el Catholische Bibelbewegung de Stuttgart; en Suiza, la misma obra de Alemania, etc. Con posterioridad a la encíclica Divino afflante se han creado asociaciones nuevas en Italia (La Associazione Bíblica Italiana (ABI) ha comenzado a actuar con la publicación del comentario a toda la Biblia dirigido por Mons. Garófalo), Inglaterra, Brasil, Argentina, etc.
     Organizadas casi siempre por las asociaciones antes mencionadas, se han celebrado congresos y semanas bíblicas en distintos países: Italia, España, Inglaterra, Estados Unidos, Polonia, Francia. Por su asiduidad e importancia merecen destacanse las semanas bíblicas de Italia (Se celebran desde 1930 cada dos años, bajo la dirección del Pontificio Instituto Bíblico. Pueden verse en Verbum Domini las referencias por extenso de lo que en ellas se ha tratado) y de España (Desde 1940 tienen lugar todos los años. Las organiza la Sección Bíblica del Instituto Francisco Suárez, de Teología, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en colaboración con la AFEBE. A partir de la duodécima (1951), los trabajos se publican en un tomo anual. Para los temas tratados en las primeras once semanas véase XII Semana Bíblica Española (Madrid, Instituto Francisco Suárez, 1952) p.624-641). En los últimos años se han iniciado nuevas reuniones de estudiosos bíblicos católicos en Francia, Bélgica y Brasil.
     Finalmente, como fruto de las sabias directrices pontificias y de los múltiples esfuerzos de los estudiosos bíblicos católicos, apreciaba Pío XII un mayor acercamiento del pueblo fiel a la Biblia. Se han multiplicado notablemente las ediciones bíblicas en lengua vulgar. Y se han hecho versiones directamente de los textos originales a casi todas las lenguas europeas: al francés, por Crampón, en 1904; al neerlandés (Evangelios y Hechos, en 1907; Biblia completa, en 1937-38); al alemán (el Nuevo Testamento, por K. Rosch, en 1921; y el Antiguo, por E. Henne, en 1934); al italiano (parcialmente por Vaccari, en 1923 y 1925, y la Biblia completa a partir de 1942); al español, por Nácar-Colunga, en 1944, y poco después por Cantera-Bover; al inglés, por un grupo de colaboradores a partir de 1913.
     Las asociaciones bíblicas antes mencionadas han procurado -con escritos y revistas de divulgación, conferencias, días bíblicos, horas bíblicas, lecciones sacras radiadas, etcétera- instruir a los fieles sobre las riquezas de la Biblia y sobre la manera de leerla y meditarla con provecho para la vida espiritual.

2.- Parte doctrinal de la encíclica
     Después de la breve reseña histórica sobre la labor de los Pontífices en favor de la Biblia y sobre los frutos obtenidos, tiene la encíclica una segunda parte, doctrinal, en la que el Pontífice pasa revista al estado actual de los estudios bíblicos, propugna el recurso a los textos originales, da normas sobre la verdadera interpretación de la Escritura, señala los puntos a los que especialmente deben atender los exegetas de nuestro tiempo y propone la manera como deben tratar las cuestiones más difíciles.
     El carácter constructivo de esta segunda parte de la encíclica salta a la vista. El avance sobre León XIII, sin dejar de ser homogéneo, es evidente.
     Estado actual de los estudios bíblicos.—El Papa reconoce los notables adelantos que se han hecho durante estos cincuenta años en las excavaciones de lugares bíblicos, que han dado a luz interesantes documentos escritos y han ilustrado la vida y costumbres de los tiempos de la Biblia; en el descubrimiento de numerosos papiros y códices y en un mayor conocimiento de la exegesis de los Padres de la Iglesia.
     Sobre estos adelantos versaron las principales comunicaciones leídas en la IX Semana Bíblica Española de 1948. Pueden verse los títulos y eveiitualmente el lugar de su publicación en XII Semana Bíblica Española, p. 635s.
     Por lo que se refiere a las excavaciones, cuando escribía León XIII la Providentissimus no se habían hecho en Palestina más que las realizadas por la Palestina Exploration Fund en Tell-el-Hesi (1890-92). A partir de entonces se han explorado más de ochenta lugares, y siguen explorándose otros después de la encíclica Divino afflante. Destacaremos por su especial importancia las excavaciones de la Sefela por la Palestine Exploration Fund de 1900 a 1902; la del Tel Djezer (Gézer), por la misma Asociación, de 1902 a 1905 y de 1907 a 1909; la de Jericó (1908-1909, por Sellin y Watzinger; a partir de 1930, por Garstang); la de Samaria por los americanos e ingleses (1908-1910, por Reisner, Fisher, Lyon; 1931-1933, por Crowfoot); la de Megiddo, por los alemanes de 1903 a 1905 y por los americanos desde 1925; la de Tell-el-Duweir (¿Lakisch?), por Starkey desde 1933; la de Balata (Sichem), por Welter desde 1928; la de Teleilat-Ghassul, por el Pontificio Instituto Bíblico, etc.
     Fuera de Palestina destacan por su importancia las excavaciones de Mesopotamia. Ya en tiempo de León XIII se había descubierto el relato babilónico del diluvio (1872) y las cartas de Tell-el-Amanna (1887). Pero después en 1900 se completa el descubrimiento de las 100.000 tablillas cuneiformes encontradas en las excavaciones americanas de Nippur; en 1901 aparece el código de Hammurabi, que ilustra el Código de la Alianza del Exodo; Woolley inicia en 1922 las excavaciones de Tell-el-Mugheir (Ur), que nos han hecho conocer la vida civil, política y religiosa de la patria de Abrahán con el detalle con que conocemos la vida de Herculano y de Pompeya; y en 1933 comienzan las llevadas a cabo por Parrot en Mari. Igualmente se han explorado numerosos lugares en Siria. Recordemos por su trascendencia las excavaciones de Byblos, a 41 kilómetros al norte de Beyrut, dirigidas por Pierre Montet desde 1919 y luego por Maurice Dunand, que culminan con el hallazgo de la famosa inscripción del sarcófago de Ahiram, de tanta importancia para la historia de la escritura alfabética; y las de Ras-Shamra (Ugarit), llevadas desde 1929 por Scháffer, y que tanto han ilustrado la lengua, instituciones y religión del antiguo reino de Ugarit.
     Pío XII señala, entre los frutos de las modernas excavaciones, "los frecuentes descubrimientos de monumentos escritos, que contribuyen notablemente al conocimiento de las lenguas, literaturas, acontecimientos, costumbres y cultos de los más antiguos pueblos".
     "Es evidente comenta el P. Levie (Art cit. Nouvelle Revue Théologique, 68 (1946) 665S)— que la literatura de Israel no puede ser interpretada, no puede ser históricamente comprendida, prescindiendo de tantos documentos escritos del Oriente que o bien le son paralelos o han influido sobre ella: Primeros capítulos del Génesis y relatos sumerios y asiro-babilónicos sobre la creación y el diluvio; legislación mosaica y códigos orientales: de Hammurabi, hitita, antiguas leyes sumerias; proverbios o máximas de Israel y aforismos de la sabiduría egipcia; cronología israelita de vagas indicaciones generales y documentos asirios datados por hechos astronómicos o por la sucesión de magistrados epónimos; instituciones religiosas y creencias de Israel y paralelos en las otras religiones orientales: por ejemplo, angelología judía y angelologia persa; doctrinas del Eclesiastés o del libro griego de la Sabiduría y sistemas filosóficos del helenismo contemporáneo, etc."
     De ahí los dos frutos positivos de los documentos descubiertos. Gracias a ellos, hemos logrado, por una parte, precisar mejor, por comparación y analogía, los distintos géneros literarios históricos de la Biblia; y por otra, podemos seguir, en el cuadro real y concreto del movimiento contemporáneo, la evolución de las ideas y de las creencias de Israel. Como ejemplo de la utilidad de dichos descubrimientos para reconstruir la vida y costumbres de los pueblos antiguos de Oriente, citaremos el caso de los hititas. De este pueblo no teníamos más noticia que la que nos da Génesis 22 al decir que Abrahán negoció con los hijos de Heth la compra del sepulcro de Sara. Las excavaciones de Boghaz-Kói, dirigidas por Winckler en 1906-1907, con el hallazgo de unas 20.000 tablillas, nos han descubierto la historia de este gran imperio que floreció en Oriente desde el año 2000 antes de Cristo hasta la destrucción de su capital, Karkemisch, el 717. En la época de su máximo apogeo, entre los siglos XIV al XII, se extendía su dominio desde el norte de Asia Menor hasta el centro de Siria. Hemos logrado obtener un segundo ejemplar del tratado de 1271 entre ellos y los egipcios, que ya conocíamos por otra copia egipcia.
     "Ni es de menor momento continúa Pío XII— el hallazgo y la búsqueda, tan frecuentes en esta edad nuestra, de papiros, que han tenido tanto valor para el conocimiento de las letras e instituciones públicas y privadas, principalmente del tiempo de nuestro Salvador": Fue Mommsen quien dijo que, "si el siglo XIX había sido el siglo de la epigrafía, el XX pertenecería a la papirología". Prescindiendo de los papiros jeroglíficos y demóticos, que tanto nos enseñan sobre la época de los faraones antiguos, y dejando aparte los papiros arameos de Elefantina, que nos dan una imagen exacta de lo que era la religión judía en la diáspora, los papiros griegos o coptos encontrados en Egipto abarcan casi un mileniodesde la conquista de Alejandro hasta la dominación árabey nos permiten reconstruir hasta en sus mínimos detalles la vida pública y privada de los paganos indígenas, de los judíos allí establecidos y de las primitivas comunidades cristianas. Por otra parte, los descubrimientos papiráceos han contribuido poderosamente a una mejor inteligencia del griego del Nuevo Testamento y han ayudado a reconstruir la historia del texto bíblico neotestamentario. Recuérdese, a este respecto, la resonancia de la publicación hecha por Kenyon en 1931 de los famosos papiros Chester Beatty. Pocos años después, en 1935, publicaban Idris Bell y Skeat los que ellos llamaron "fragmentos de un Evangelio desconocido", y Robert el famoso papiro Ryland, de la primera mitad del siglo II, con un pasaje del Evangelio de San Juan.
     Por último, el Papa menciona, entre los progresos bíblicos de los últimos cincuenta años, el que se haya "investigado con mayor extensión y plenitud la exegesis de los Padres de la Iglesia". Y, en efecto, se han hecho ediciones críticas de sus obras, se han descubierto nuevos comentarios bíblicos y se han estudiado monográficamente las ideas exegéticas de muchos de ellos.
     Normas sobre fijación del texto bíblico.—Recurso a los textos originales.Viniendo ya a las directrices positivas para los exegetas bíblicos, Pío XII recomienda en primer lugar el estudio de las antiguas lenguas orientales, y sobre todo de las bíblicas, para mejor entender "el texto original, que, escrito por el sagrado autor, tiene mayor peso que cualquiera versión, por buena que sea, ya antigua, ya moderna".
     Aquí la encíclica Divino afflante presenta una considerable innovación. Por primera vez en un documento público del Magisterio se prescribe el uso del texto original en la exposición de la Sagrada Escritura en clase. León XIII había ordenado en la Providentissimus que se explicara el texto de la Vulgata, que el concilio Tridentino declaró auténtico y el uso cotidiano de la Iglesia recomienda, aun reconociendo la utilidad del recurso a los textos originales en los pasajes dudosos. Pío XII está convencido de que el texto original es mejor que cualquier versión. Y así, en 1945, recomendará para el rezo del Oficio divino una versión nueva de los Salmos hecha, por encargo suyo, directamente de los textos originales. Días antes de la publicación de esta encíclica, a través de la Pontificia Comisión Bíblica, había manifestado su complacencia con las versiones de la Biblia hechas sobre la Vulgata o sobre el texto original, y había aclarado el anterior decreto restrictivo sobre la misma materia, en el sentido de autorizar el recurso al texto original o a otras versiones más claras que la Vulgata para explicar la traducción de ésta, que debe emplearse en la lectura al pueblo de los pasajes bíblicos de la misa. Más adelante, en la misma encíclica, volverá a insistir en la utilidad de las versiones hechas sobre el original: "Y ni aun siquiera prohibe el decreto del concilio Tridentino que, para uso y provecho de los fieles de Cristo y para más fácil inteligencia de la divina palabra, se hagan versiones en las lenguas vulgares, y eso aun tomándolas de los textos originales, como ya en muchas regiones vemos que loablemente se ha hecho, aprobándolo la autoridad de la Iglesia" (Nótese la diferencia de tono entre esta recomendación y el carácter negativo de la constitución Officiorum et munerum y del mismo Código de Derecho Canónico). Observa el P. Vosté, O. P., que personalmente Pío XII jamás cita en sus escritos un texto bíblico que no sea conforme al original hebreo o griego.
     Importancia de la crítica textual.—Las razones que abonan el recurso a los textos originales, recomiendan a fortiori la crítica textual, como requisito indispensable que es para la fijación del texto inspirado. Ya León XIII advertía en la Providentissimus que sólo "después de establecida por todos los medios, cuando sea preciso, la verdadera lección, habrá llegado el momento de escudriñar y explicar su sentido". Pero entonces la crítica textual racionalista procedía muy caprichosamente. Pío XII reconoce que "desde hace algunos decenios no pocos la han empleado absolutamente a su capricho, y no pocas veces de tal manera que pudiera decirse haberla los mismos usado para introducir en el sagrado texto sus opiniones prejuzgadas". Por ello. León XIII encargaba a los recién creados consultores de la Pontificia Comisión Bíblica en sus letras apostólicas Vigilantiae, de 30 de octubre de 1902: "Cuiden, no obstante, que esta familiaridad (con las obras de los críticos) no les ocasione intemperancia en el juicio, ya que en ella suele venir a caer el artificio de la crítica llamada sublime, cuyas peligrosas temeridades más de una vez hemos denunciado". Pio XII, sin embargo, ha podido escribir: "Hoy este arte, que lleva el nombre de crítica textual y que se emplea con gran loa y fruto en la edición de los escritos profanos, con justísimo derecho se ejercita también, por la reverencia debida a la divina palabra, en los libros sagrados". Y ello porque "hoy ha llegado a adquirir tal estabilidad y seguridad de leyes, que se ha convertido en un insigne instrumento para editar con más pureza y esmero la divina palabra, y fácilmente puede descubrirse cualquier abuso". Por todo lo cual, el Papa manifiesta su deseo de que se hagan por los católicos ediciones críticas de los textos originales y de las antiguas versiones; advirtiendo "que este largo trabajo no solamente es, necesario para penetrar bien los escritos dados por divina inspiración, sino que, además, es reclamado por la misma piedad, por la que debemos estar sumamente agradecidos a aquel Dios providentísimo que desde el trono de su majestad nos envió estos libros a manera de cartas paternales como a propios hijos".
     Con esta ocasión, el Papa repite solemnemente la declaración del decreto tridentino sobre la autenticidad de la Vulgata, que dos años antes había dado la Pontificia Comisión Bíblica en su carta a los obispos de Italia a raíz del incidente Dain Cohenel.
     Normas de interpretación.Este pasaje de la encíclica, como el anterior relativo a la fijación científica de los textos originales, ha de entenderse a la luz de la controversia suscitada por la obra de Dain Cohenel. El Papa mantiene una serena postura de prudencia y ponderación. Se ha de buscar, con la ayuda de todos los recursos científicos, el sentido literal de la palabra inspirada, sin olvidar el magisterio de la Iglesia y de los Santos Padres y sin sobrecargar demasiado el comentario con explicaciones de erudición marginal que oscurezcan o dejen a un lado la enseñanza teológica. Búsquese enhorabuena también el sentido espiritual de la Biblia cuando conste ciertamente su existencia; pero no en todas partes, ni por menosprecio o con menoscabo del sentido literal, ni abusando de acomodaciones caprichosas. Ténganse en cuenta asimismo las exposiciones de los Santos Padres, los cuales, si bien poseían menos bagaje científico que nosotros hoy, tenían, en virtud de su oficio, una especial gracia de estado para penetrar las profundidades de la divina palabra.

DOCTRINA PONTIFICIA
DOCUMENTOS BIBLICOS
B.A.C.

No hay comentarios: