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miércoles, 5 de febrero de 2014

¡QUE INOCENTON EL DEMONIO! ¡TENTAR A JESÚS!

CIEN  PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE
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¡QUE INOCENTON EL DEMONIO! ¡TENTAR A JESUS!
     Se lee en los Evangelios que el demonio quiso tentar a Jesús (Mateo, IV, 1-11; Marcos, I, 12-13; Lucas, IV, 1-13). Pero ¿Dios podía ser tentado? Se dice que el demonio tentó a Dios no sabiendo que era Dios. Pero ¿qué resultado podía tener un intento de inducir a Dios a pecar? Además, si es meritorio para cualquier hombre resistir a la tentación, ¿qué mérito podía añadir a la santidad del Hombre-Dios su resistencia? (M. C. -Roma.)

     Estad además seguros que el demonio es listo y no pierde el tiempo inútilmente. Es la única cosa en que nos da... buen ejemplo.
     Y hace honor a su nombre, es más: a sus nombres. «Diablo», que es propiamente el nombre del príncipe de los demonios, quiere decir: acusador (ante Dios); «satanás» significa enemigo, tentador; «demonio», además, equivale a numen, genio (en la antigüedad incluso benéfico, como el «demonio de Sócrates»; en nuestro caso maléfico). Y como es embustero, se transforma en Angel de luz (2 Corintios, XI, 14), como efectivamente era antes de la caída, se atribuye perfectamente además el nombre de «lucifer», que quiere decir —trágica burla— portador de luz. Pobre cataniense Rapisardi, que lo creyó de verdad y en 1877, reproduciendo el improvisado concepto de Carducci, hacinó los farragosos diez mil versos de su poema Lucífero, ensalzando al que procura «¡salud al hombre y muerte a Dios!»
     Que procuró salud lo sabe la Humanidad, con todos los males físicos y morales que sufre después de la caída de Adán y Eva; lo recuerda Jesús llamándolo «principe de este mundo» (Juan, XII, 31) y «padre de la mentira» (Juan, VIII, 44); lo dice San Pedro, que presenta a Satanás infatigable que, «girando como león rugiente alrededor de vosotros, en busca de presa que devorar» (I Pedro, V, 8), y San Pablo, que señala su tiránico poder llamándolo falso, «dios de este siglo» (2 Corintios, IV, 4).
     No era, pues, posible que al que odia a Dios y a los hombres y al príncipe de las tinieblas le pasase inadvertida la misteriosa y luminosa persona de Jesús. ¿Que fuese el Redentor prometido? Como insidioso consumado, probó, por eso, a tentarlo. Si caía, ciertamente no habría sido el Redentor. Si resistía, la sospecha de que fuese precisamente Él se confirmaría, como de hecho se confirmó, aun no pudiendo todavía por ese solo hecho negativo y por el enigmático comportamiento observado de intento por Jesús producirse certeza inmediata.
    En cuanto a Jesús, si sólo como Dios no habría podido merecer, como hombre, aun tratándose de tentaciones solamente exteriores, sacó de ellas valiosos méritos, por el tributo de adoración y de amor ofrecido al Padre con sus célebres respuestas.
     El mérito de las victorias morales no procede propiamente de reprimir las pasiones rebeldes, sino del amoroso homenaje a Dios que acompaña a ellas; el cual era sumo en el divino Redentor, por la dignidad de la persona divina. Como hombre, merecía, y como Hombre-Dios, merecía infinitamente.

Bibliografia
Santo Tomas: Summa Theol., I-II, 114, 4; 
V. Carbone: Tentazioni di Gesú, en "Enciclopedia Cattolica".
Pier Carlo Landucci
CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE

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