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sábado, 10 de julio de 2010

FRUTOS DEL SANTO SACRIFICO DE LA MISA

Veinte y cuatro frutos principales, dice un autor piadoso, consigue el que oye la Misa con devoción, y son los siguientes:
.- Consigue copioso aumento de gracia ex opere operato, por los méritos de Cristo Señor nuestro. Y ex opere operantis, según el grado de su disposición y operación afectuosa de cada uno.
.- Se consiguen dos modos de satisfacción: el uno porque el oír misa es obra buena, meritoria y satisfactoria; y el otro porque se aplica la satisfacción superabundante de los infinitos méritos de Cristo Señor nuestro.
.- El Altísimo Señor humanado, que fue sacrificado por los hombres, se ofrece en el Santo Sacrificio de la Misa por los que la oyen y la ofrecen, y se hace abogado por ellos el que lo es de los pecadores.
.- Ejercitamos las tres virtudes más heroicas, que son la fe, esperanza y caridad. La fe, creyendo los principales misterios de la Santísima Trinidad, la Encarnación y Eucaristía, que se expresan en la Misa. La esperanza, con la prenda mas cierta de nuestra gloria. Y la caridad, ofreciendo el Santo Sacrificio por los vivos y difuntos.
.- Agradecemos los divinos beneficios, ofreciendo en acción de gracias lo mas que a Dios podemos dar, ni Dios nos puede pedir, que es su Santísimo Hijo humanado.
.- Reconocemos la soberana Majestad de nuestro Dios y Señor, y su absoluto y supremo dominio sobre todo lo criado, mejor con este santo Sacrificio, que los antiguos con sus holocaustos y hostias pacíficas; porque aquellas eran sombra, como dice San Pablo.
.- Aplacamos la ira de Dios nuestro Señor; porque al mismo tiempo que ofrecemos este santísimo sacrificio, el Hijo humanado manifiesta a su eterno Padre las llagas que recibió por nuestros pecados; como lo escribe San Lorenzo Justiniano.
.- Enriquecemos nuestra pobreza; porque se nos hacen como propios todos los infinitos merecimientos de nuestro Señor Jesucristo, ofreciéndose por nosotros en este santísimo sacrificio.
.- Conseguimos de Dios nuestro Señor copiosos favores; porque este sacrificio de la Misa es impetratorio, como lo determina y declara el santo Concilio de Trento. Y San Juan Crisóstomo llegó a decir, que la mejor sazón para negociar con Dios nuestro Señor, es mientras asistimos devotos a la Misa.
10º.- Sana las enfermedades de nuestras almas ( y si conviene las de nuestros cuerpos) cuando miramos y veneramos al Señor elevado en las manos del sacerdote en la misa, mejor que la serpiente de metal elevada sanaba a los hebreos envenenados cuando ponían los ojos en ella.
11º.- A mas de los provechos generales a todos los fieles, consiguen los que oyen Misa especial fruto; porque el sacerdote ofrece particularmente el santo sacrificio por los presentes en la Misa.
12º.- Nos acuerda la sagrada palabra de nuestro Señor Jesucristo, que es lo que tanto nos encomendó el Señor, según nos avisa el apóstol San Pablo.
13º.- Los que asisten con devoción al santo sacrificio de la Misa participan más de cerca de los estimables favores del Señor, y con mayor abundancia; según que prácticamente lo experimentó para su felicidad eterna el buen Ladrón.
14º.- Con la asistencia fervorosa de tan alto y soberano sacrificio se alienta nuestra esperanza; porque se ofrece al eterno Padre la prenda superabundante de nuestra gloria.
15º.- Socorremos a las benditas almas del Purgatorio con lo que es su mayor alivio; y con este consuelo, que aun en caso fatal de hallarse en desgracia de Dios el que oye y ofrece la Misa a las almas benditas, siempre las aprovecha; como la limosna que al pobre de Cristo se da por la mano manchada del criado malvado.
16º.- Mientras se celebra el Santo Sacrificio de la Misa los ángeles pelean contra los demonios en favor de los que la oyen devotamente: y los espíritus celestiales alegan en la presencia divina aquella obra en nuestro favor; como se escribe en los admirables libros de la Mística Ciudad de Dios.
17º.- En aquel espacio breve de precioso tiempo huyen confusos los demonios, y se desvanecen sus fábricas venenosas contra el bien de nuestras almas; y y aun muchas veces se deshacen los hechizos y encantos. Y en las lecciones de san Cipriano se hallará expresamente cuanto se debilitan las fuerzas y conatos del demonio con la veneración fervorosa de Cristo Señor nuestro.
18º.- Muchas veces se recobra la salud perdida, asintiendo con devoción al santo sacrificio de la Misa.
19º.- En premio digno de la asistencia fervorosa al santo Sacrificio de la Misa, nos libra el Señor de varios infortunios y desgracias; como lo prueba abundantemente San Antonio de Florencia.
20º.- Oyendo Misa con devoción todos los días, se aumentan los bienes temporales de los fieles.
21º.- No se retrasan las jornadas de los caminantes por la detención breve de oír Misa.
22º.- El oír Misa con devoción aprovecha mas al cristiano, que si peregrinase por el mundo, y diese grandes cantidades de limosna; y la razón es clara, porque lo que en el santo Sacrificio de la Misa se ofrece, vale mas que todo lo criado.
23º.- La Misa oída con fervorosa devoción mitiga el fomes de la concupiscencia.
24º.- Aquel precioso tiempo que ocupamos en oír fervorosamente el Santo Sacrificio de la Misa, nos hace semejantes a los moradores del cielo; como lo prueba San Juan Crisóstomo. Y Santa Teresa de Jesús escribe y dice en esta verdadera consideración escribe y dice en esta verdadera consideración, que los viadores y bienaventurados convienen en esta felicidad de que veneran en la tierra los que los santos del cielo; con esta diferencia, que nosotros hace la fe viva lo que en ellos la visión clara; pero el objeto de unos y otros todo es uno, pues veneramos presente en el templo santo a la Santísima Trinidad y a la santa Humanidad de nuestro Señor Jesucristo Sacramentado.
Los bienaventurados en la presencia de Dios, al mismo tiempo que alaban al Señor, están de mano armada contra los enemigos de su divina Majestad. Así los vio David, y así debemos estar nosotros en el santo Templo del Señor, alabando a su Majestad santísima, y armándonos de su divino poder, fiando en el Altísimo, que suplirá lo que no bastaren nuestras fuerzas para confundir y vencer a los enemigos de nuestras almas.

R.P. Fray Antonio Arbiol
La Familia Regulada (1866).




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