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viernes, 2 de julio de 2010

Provechos espirituales de la Santa Misa oida con devoción

Los grandes provechos espirituales y conveniencia temporales que consiguen los fieles asistiendo con devoción al santo Sacrificio de la Misa, se podrán inferir de las doctrinas de los santos padres de la Iglesia Católica, y de los ejemplos siguientes, que Dios los dispuso para enseñanza de los mortales.
El Sumo Pontífice Pío II, en la descripción que hace de la Europa, refiere: que hallándose un caballero muy tentado de desesperación, le dieron el sano consejo para su remedio, de que todos los días oyese Misa, en la cual se alcanzan los auxilios oportunos de Dios; como lo explica el santo Concilio Tridentino (Sess. XXII, cap. 2).
Se hallaba el caballero muy aliviado de sus graves tentaciones con esta santa devoción, cuando cierto día le pidió licencia su capellán para ir a celebrar una fiesta en un pueblo vecino; el caballero se la dio con mucho gusto, haciendo intención de ir también a la fiesta, y oír en ella la Misa; mas por un acaso se detuvo, de modo que se le hizo tarde; no obstante, se puso en camino, y encontrándose a un labrador, y preguntándole por la Misa, le respondió, que ya eran acabados todos los divinos oficios.
Se afligió mucho el caballero, y viéndolo el labrador tan angustiado, le dijo que no se apesadumbrara, que el le vendía la Misa que había oído.. Concertándose, y habiéndole satisfecho el caballero, se despidieron. Quiso pasar el caballero al pueblo para hacer oración en la Iglesia, y volviendo a la tarde a su casa, halló al labrador que se había ahorcado; permitiendo Dios nuestro Señor que todas las tentaciones de desesperación que padecía el caballero, de que se aliviaba con oír Misa, se pasasen al labrador simoniaco maldito, que vendiendo la Misa, se había privado de sus celestiales efectos.
Otro ejemplo, para el mismo asunto. Tenia Santa Isabel, reina de Portugal, un paje o criado, de quien la piadosa reina se valía para la distribución de las limosnas, por ser muy virtuoso. El rey Don Dionisio, su marido, tenía otro paje, el cual por envidia acusó al paje de la la Santa reina, diciendo que su señora había puesto su afición en aquel criado por malos fines.
El rey inconsiderado, aunque no creyó del todo la acusación criminosa, sin embargo se determinó de hacer matar al paje de su esposa secretamente. Se salió con disimulo aquel día a pasear, y pasando por donde estaban cociendo un horno de cal, llamó aparte a los hombres que le daban fuego, y les mandó que a un criado que les enviaría allí, lo arrebatasen luego y lo quemasen; porque así convenía a su real servicio, y que no temiesen.
En la mañana siguiente mandó el rey al paje de la Santa reina que fuese al horno de cal a dar la dicha embajada; pero Nuestro Señor, que nunca falta a los suyos, y libra al inocente de la mano del poderoso, como dice el profeta Jeremías, lo ordenó de manera, que cuando el paje virtuoso de la santa reina pasaba por delante de una Iglesia, tocasen la campanilla de elevar la hostia consagrada en una Misa. Entró el paje devoto, y estuvo en la Iglesia hasta que se acabo aquella Misa, y otras dos que se comenzaron luego, una después de otra.
En ese tiempo, deseando el engañado rey saber si se había ejecutado su real mandato, envió al acusador falsario, el cual, llegando primero que el paje de la Santa reina, preguntó si habían cumplido lo que el rey les había mandado; y luego los hombres le arrebataron y le echaron vivo en el horno, donde pagó su pecado; como los acusadores del justo profeta Daniel y de sus compañeros (Dan. III, 48 y VI, 24).
Después de estar abrasado el falso acusador, paje del rey, llegó el paje inocente y virtuoso criado de la santa reina, y le respondieron dijese a su Majestad como ya estaba ejecutado su mandato. Volvió al palacio el criado feliz, y diciendo al rey su señor la respuesta de los hombres que daban fuego al horno de cal, quedó el rey atónito y asombrado del funesto suceso; y tomando nueva información, halló inocente a su santa esposa, y sin culpa alguna a su virtuoso criado; y veneró los juicios incomprensibles del Altísimo, que castiga al calumniador con la pena que él con su malicia y envidia tirana prevenía para el justo.
Quedó libre de la calumnia , y del incendio voraz el criado virtuoso y justo, por haber entrado a oír devotamente las misas; con lo cual se confirma la común doctrina de los santos padres, que dicen como los muchos ángeles del cielo, que asisten cuando se celebra el santo sacrificio de la Misa, se aplican también a favorecer y defender a los que con afectuosa devoción asisten a ella.
En el Prontuario de los ejemplos se refiere, que en un pueblo había dos oficiales de un mismo oficio: el uno tenía hijos, mujer y familia, y todas las mañanas se iba despacio a oír la primera Misa, después se aplicaba a su trabajo, y todo le sucedía prósperamente; tenía bastantes conveniencias temporales, y sustentaba a su casa.
Lo contrario le pasaba al otro oficial, que trabajaba de día y de noche como un esclavo, y por no dejar el trabajo, ningún día escuchaba Misa; y con todo su afán, aunque nomas era marido y mujer, y trabajando los días de fiesta, siempre estaban pobres, y jamás salían de la miseria, cumpliendose en ellos lo que el profeta dice, que aspiran a tener más, y se hallan con menos (Ageo, I, 9)
Un día este pregunto al su vecino ¿cómo hacía para aumentar tanto su caudal, porque él trabajaba mas, y teniendo menos gasto, nada le lucía? Le respondió: como tu sigas mis pasos, yo te llevaré al lugar donde encuentro todo. Le llamó tres o cuatro mañanas, y lo llevaba a oír Misa; y viendo que no lo llevaba a ninguna parte, le dijo el desventurado: yo ya se ir a la Iglesia. Yo quiero que me lleves donde tienes el socorro temporal con que aumentas los bienes de tu casa.
Entonces el oficial devoto le habló claro, y le dijo: amigo mío, desengañate, que yo no tengo otro lugar donde busque el tesoro temporal y del alma sino es en la Iglesia, oyendo Misa todos los días. Acuerdate lo que el Señor dice en el santo Evangelio: Buscad primero el reino de los cielos y su justicia, y todas las demás cosas se os añadirán (San Mateo, VI, 33). Entendió el misterio el vecino desventurado, se dio cuenta, y se aplicó a oír Misa con devoción todos los días, y en breve tiempo mejoró su fortuna.
San Antonino de Florencia refiere de dos amigos mancebos que salieron a cazar en un día de fiesta; el uno había oído Misa, y el otro no: a este le mató un rayo, y el otro oyó unas voces en el aire, en medio de la tempestad, que decían: hiérele, hiérele; y luego oyó otra voz que dijo: no puedo, porque ha oído el Verbum caro; entendiendo por esto que había oído Misa.
San Gregorio el Grande también refiere de una buena mujer que tenia cautivo en tierra de infieles a su marido, y todas las semanas le oía con devoción algunas Misas; y después se comprobó que en aquellos mismos días se hallaba el cautivo libre de sus prisiones.
De otro caballero devoto se escribe, que todo el tiempo que se detuvo a oír Misa, envió Dios a su ángel de la guarda en figura suya para que pelease por él en una campaña, y todos le atribuyesen la victoria sin saber el misterio; hasta que el mismo caballero militar lo manifestó para mayor gloria de Dios.

Grandes excelencias de la Misa.
En el santo Sacrificio de la Misa se le ofrece el eterno Padre una ofrenda tan preciosa, santa y excelente, que no puede ser mayor; porque se le ofrece a su santísimo Hijo humanado, que se ofreció por nosotros en el ara de la Cruz.
El valor y estimación de una sola Misa excede sobre toda ponderación al agregado de todas las virtudes y obras heroicas de todos los santos, cuando excede la dignidad de hijo a la calidad de siervo, que es el argumento eficaz del Apóstol San Pablo, para explicar la excelencia de Cristo Señor nuestro sobre todas las criaturas del cielo y de la tierra (Hebr. I, 1).
Es tan precioso y rico este santo sacrificio de la Misa, que con ser los pecados del mundo tantos en número, y tan graves en malicia, es superabundante la satisfacción, porque mucho más es lo que se ofrece en él, que la deuda que debíamos; y mucho más agrada al eterno Padre este santo Sacrificio de su Hijo humanado y sacrificado por los pecadores, que le desagradan las ofensas de los mismos pecadores.
San Lorenzo Justiniano dice, que por el santo sacrificio de la Misa se da a Dios honra, a los ángeles alegría, a los desterrados el cielo, a la religión su culto, a los gentiles fe, al mundo consuelo, a los fieles gozo, a los pueblos unión, y a la virtud constancia.
En el instante que se ofrece este sacrificio se rasgan los cielos, se admiran los ángeles, se alegran los santos, el infierno llora, y toda la Iglesia santa se regocija. Aquí es ofrecido al eterno Padre su mismo Hijo, para que perdone a los pecadores, levante los caídos, y asegure los justos. El mismo Hijo sacrificado da voces a su eterno Padre por tantas bocas, como tiene llagas, para que libre a los hombres de los incendios eternos.
Concluye el santo los elogios de la Misa, diciendo: que ningún sacrificio hay tan poderoso como este para conseguir de Dios misericordia y perdón, y asegurar la vida eterna.
San Gregorio el Grande dice, que a la voz del sacerdote que consagra en la Misa, se abren y rasgan los cielos, y bajan escuadrones de ángeles, y se juntan con maravillosa unión lo celestial con lo terreno, lo sumo con lo ínfimo, y la Iglesia triunfante con la militante.
San Juan Crisóstomo escribe, que un siervo de Dios vio asistir en la Misa un copioso número de ángeles, vestidos de tan admirables resplandores, que vencían la claridad del mismo sol; y no es maravilla, dice, porque donde está el rey está la corte.
A San Basilio el Grande, no solamente le asistían los ángeles cuando celebraba, sino que juntamente sirvian a la Misa que decía, como lo escribe San Gregorio Nazianzeno. Tantos testigos y fiscales tendremos de nuestra poca devoción, cuantos ángeles asisten y se hallan presentes en la Misa que oímos o celebramos.
El primer Alejandro Papa dice, que así como el santo Sacrificio de la Misa es el mayor y mas excelente que hay y ha habido en el mundo, así pide mayor devoción y reverencia en los que asisten o le celebran.
El venerable padre Tomas de Kempis en su precioso libro del menosprecio del mundo dice: con la misma devoción y espíritu fervoroso debes asistir al santo sacrificio incruento de la Misa, como si te hallaras presente al sacrificio cruento de la Santa Cruz en el Monte Calvario; porque el sacrificio en la sustancia es uno mismo.
El emperador Solimán de los turcos, después de haber oído Misa de un sacerdote su cautivo, le dijo con admiración de lo que había visto y observado: si es verdad lo que representa vuestra Misa, sin duda es la acción más alta, misteriosa y divina que se puede hallar en el cielo y en la tierra.
La oveja que crió y domesticó nuestro seráfico padre San Francisco, al tiempo de la Misa hincaba las rodillas en el suelo, adorando y reverenciando a su Creador Sacramentado, enseñando a los racionales lo que deben hacer.
Si el santo Sacrificio de la Misa se ofreciera una sola vez en el año, y en una sola ciudad católica, sería bien que todos los del mundo viniesen a lograr tanto bien, y no conviene que la inmensa liberalidad del Señor, en tantas Misas como se celebran en el pueblo cristiano, nos haga negligentes y perezosos en el buen logro de tan grande tesoro.
Los patriarcas antiguos, en recibiendo algún particular beneficio de Dios, levantaban un altar en que le ofrecían sacrificio por acción de gracias, como consta de la divina Escritura. Ahora nos resta ser agradecidos acudiendo al Santo Sacrificio de la Misa.
Si cada día ofendemos a Dios, ¿por qué cada día no tratamos de aplicar la ira del Señor con este santísimo sacrificio; siendo verdad, como lo es, que por una sola Misa asistida con devoción y verdadero dolor de nuestras culpas, se satisface mas, y se excusan mas penas en el purgatorio, que con muchas disciplinas y cilicios? En la Misa se aplica la satisfacción de la Sangre de Cristo, que vale incomparablemente mas que todas las penitencias y asperezas corporales nuestras.
¿Qué hijo verdadero que no guste visitar cada día a su padre? ¿Qué valido que no procure algún rato cada día asistir a su príncipe? ¿Qué enfermo que no se consuele cada día comunicando a su médico? ¿Qué discípulo que no guste comunicar y conferir con su maestro? ¿Qué persona que no reciba consuelo de tratar familiarmente con su verdadero amigo? ¿Pues cómo no gustamos de asistir cada día a la Misa, donde viene del cielo para nuestro consuelo, remedio y enseñanza, nuestro Padre, Príncipe, Médico, Maestro y Señor Jesucristo.
El Altísimo Señor de infinita bondad, que padeció muerte de cruz por nuestra salvación eterna, baja del cielo al templo para nuestro bien; ¿y el hombre ingratísimo escasea tanto el breve trabajo de andar desde su casa al templo por amor de Cristo, y por el mayor bien espiritual y temporal de su persona y de toda la familia? El siervo fiel en lo poco se dispone para mucho, dice el santo Evangelio; pero el que es ingrato, infiel, cobarde y perezoso, en lo poco lo pierde todo.

R.P. Fray Antonio Arbiol
La Familia Regulada (1866)

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