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sábado, 17 de mayo de 2014

Vidimus stellam., et venimus

Vimos la estrella... y vinimos
     Es el modelo de la prontitud en la correspondencia a la divina inspiración.
     Vidimus..., venimus: vimos..., vinimos; entre la visión y la llegada a la gruta, ¡cuánto esfuerzo y cuánto sacrificio habían hecho los Reyes Magos, qué de dificultades habían tenido que vencer!
     Mas habían obedecido a la divina inspiración que les llamaba..., y allí estaban ahora ante el Niño-Rey para ofrecerle sus dones.
     ¡Qué consuelo tuvieron que experimentar al comprobar que sus esfuerzos no habían sido vanos!
     ¡Qué alegría hubo de llenar aquellos corazones al entregar sus tesoros al Dios-Niño!
     ¿Y en pago?...
     El don precioso de la fe.
     Fueron ellos los primogénitos de la gentilidad los que con el ejemplo de su fidelidad al llamamiento divino han servido y sirven hoy todavía de modelo para mostrarnos cómo se obedece cuando Dios llama.
     Vieron los Magos la estrella, y emprendieron el camino.
     Tuvieron que sufrir la prueba; la estrella se oculta... y ellos no han encontrado todavía al Rey que ella, les anunciaba.
     ¿Se habrían engañado?...
     ¿Habrían sido demasiado crédulos o víctimas de una alucinación?...
     Y ahora..., ¿qué hacer?
     ¡Cuántas veces me encuentro yo en una oscuridad semejante, oscuridad dolorosa y que tiende a hacer entrar el desaliento en el alma! Entonces me parece que voy engañado, que mis esfuerzos han sido vanos, que me he fatigado inútilmente corriendo tras una ilusión, la ilusión de llegar a ser santo.
     Los Magos preguntan, urgen, y no cejan hasta haber recibido la respuesta.
     Dios premia su diligencia y su fervor.
     Yo quiero que todo se me facilite. Y si al querer cumplir lo que me parece que la inspiración divina me pide encuentro tropiezo, el desaliento se apodera de mí. Soy cobarde.
     Tengo que hacer como los Magos.
     Preguntar a los que Dios me ha dado para dirigirme, urgir en mi oración y en la penitencia, y no cejar. No dejarme derrotar por la desolación.
     La estrella volverá a brillar en mi cielo, como brilló para los Magos. Y con ella por guía llegaré también a los pies del Niño para ofrecerle mis pobres dones
     Obedecer, pues, a la divina inspiración sin tardanzas, sin vacilaciones. El que me llama, está dispuesto a darme su gracia. ¿Por qué, pues, temer?
     Confianza, y con los ojos puestos en la estrella, adelante.
Alberto Moreno S.I.
ENTRE EL Y YO

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