Los modernistas, en su intento de
destruir la liturgia Católica, gradual y astutamente introdujeron la “Misa
Nueva”, también llamada “Novus Ordo”, los nuevos sacramentos y los cambios
litúrgicos que resultaron del Vaticano II. Como consecuencia de eso los
católicos se volvieron reacios hacia el cambio litúrgico. Desafortunadamente algunos
tradicionalistas han ido más allá, hasta rechazar los legítimos cambios
introducidos por el Papa Pio XII, el cual ellos lo consideran como Papa
legítimo.
Ellos sostienen erróneamente que
algunas de estos cambios, incluso la Semana Santa Reformada, fueros los
primeros pasos hacia el Novus Ordo, debido al envolvimiento de Monseñor
Annibale Bugnini, además a causa de unos retoques hechos por otros Modernistas.
Estas almas fuertemente porfiadas no rechazan completamente todos los
cambios; ellos recogen y eligen lo que van a aceptar y lo que van a rechazar.
Por ejemplo, ellos observan la reforma que hizo el Papa sobre el ayuno
eucarístico y el permiso para decir Misas vespertinas. ¿Quién les dio la
autoridad para determinar lo que hay que seguir respecto a los ritos
litúrgicos, a los decretos y a las rubricas?
El Papa Pio XII promulgó varios
cambios litúrgicos, entre otros están los siguientes:
1) Por muchos siglos la Iglesia
Católica requirió que las personas estuviesen en ayunas desde la medianoche sin
comer ni beber nada, incluso agua, antes de la recepción de la Comunión. En
1950 el Papa Pio XII cambió las leyes del ayuno para una hora para las bebidas
no alcohólicas y tres horas para comidas y bebidas alcohólicas. Se puede tomar
agua y se pude tomas medicamentos a cualquier hora antes de recibir la Sagrada
Eucaristía. El resultado de esas mudanzas viene a ser que los católicos pueden
recibir a Nuestro Señor en la Santa Comunión más frecuentemente. Los sacerdotes
americanos que a menudo rezan varias Misas o Misas vespertinas en el Domingo
apreciaron estos cambios.
2) Su Santidad permitió la
celebración de la Misa a la tarde y a la noche — un cambio muy notable en
comparación con la observancia anterior.
3) En 1955 él simplificó las
rúbricas del Breviario Romano y del Misal cambiando la clase de algunas fiestas
y descartando algunas octavas y vigilias. Él implemento al Breviario las
reformas el Papa San Pio X hizo para el Breviario Monástico.
4) En 1955 el Papa Pio XII aprobó la
Nueva Semana Santa, en la cual se restauró algunas de las ceremonias que fueron
alteradas a través de los años. Además él la hizo más fácil para concurrencia
de los trabajadores en las ceremonias del Jueves Santo, del Viernes Santo y de
la Vigilia Pascual volviéndolas a su tiempo original y apropiado. En los
tiempos apostólicos la Iglesia Católica celebraba la liturgia del Jueves Santo,
del Viernes Santo y de la Vigilia Pascual “en las mismas horas del día en que
aquellos sagrados misterios ocurrieron. Así, la institución de la eucaristía
tuvo lugar en el atardecer del Jueves Santo, la Pasión y la Crucifixión
tuvieron lugar en las horas después del mediodía del Viernes Santo y la Vigilia
Pascual ocurrió en la noche del Sábado Santo, terminando a la mañana del día de
Pascua con el jubilo de la Resurrección de Nuestro Señor.”
“Durante el Medio Evo… [la Iglesia],
a causa de varias razones pertinentes, comenzó a hacer en horas más tempranas
las performances litúrgicas en aquellos días, luego hacia el final de aquel
periodo todos esos servicios litúrgicos han sido transferidos a la mañana. Esto
no tuvo ligar sin detrimento del significado litúrgico y confusión entre las
narraciones Evangélicas y la ceremonias litúrgicas adjuntas a ellas” (Decreto
de la Sagrada Congregación de Ritos, pp. 1-2, 16 de Noviembre, 1955).
Los servicios litúrgicos solemnes
del Jueves Santo, del Viernes Santo y de la Vigilia Pascual eran llevados a
cabo a la mañana en Iglesias casi vacías porque pocos podían atender a ellas.
Colegiales tenían que suplantar a los hombres en la ceremonia del lavado de los
pies en el Jueves Santo porque estos tenían que trabajar. Debido a la
restauración de la semana Santa hecha por el Papa Pio XII las Iglesia ahora
están llenas y los fieles vienen en gran número para asistir las ceremonias y
recibir la Santa Comunión.
En 1951 el Papa Pio XII restauró la
Vigilia Pascual para la noche, su propio tiempo:
“Por siglos la Iglesia ha visto la
incongruidad de la celebración de la Vigilia Pascual — un servicio cuyo textos
[v.gr. el alleluia] y simbolismos [v.gr. Lumen Christi] obviamente se inclinan
hacia las horas de la noche — en tempranas horas de la mañana del Sábado Santo
cuando ciertamente Cristo no había surgido todavía. Que esto no ha sido siempre
así está probado históricamente fuera de toda duda. (John Miller, C.S.C, “The
History and Spirit of Holy Week”, The American Ecclesiastical Review, p.235.)
El Papa Pio XII redujo el número de
las lecciones recitadas de doce para cuatro, volviendo a la práctica de San
Gregorio Magno. El Papa ordenó que el ayuno de la Cuaresma concluyese a la
medianoche del Sábado Santo en lugar de a la tarde para que completase los 40
días de ayuno, y no 39 días de ayuno. Esta ley disciplinaria asegura que el
Sábado Santo retenga su carácter de tristeza por la muerte de Nuestro Redentor
que yace en el Santo Sepulcro.
5) En 1954 el Papa Pio XII hizo una
revisión del Oficio Divino, omitiendo varias oraciones, como el Padre Nuestro,
el Ave-María y el Credo antes de las horas, las preces en Laudes y Vísperas con
algunas excepciones, el largo Credo Atanasiano, a excepción del día de la
Santísima Trinidad, etc. De acuerdo con la Sagrada Congregación de Ritos, el
objetivo propuesto de estas modificaciones era “para reducir la gran
complejidad de las rubricas a una forma más sencilla”.
El Papa San Pio X ya había
introducido algunos de esos cambios en el Breviario Monástico. A través de la
influencia de los Benedictinos, el Papa Pio XII las extendió para todo el
clero. Por la simplificación de las rubricas y la disminución de las oraciones,
el Breviario pasó a ser más fácil para que los sacerdotes llevasen a cabo fiel
y devotamente su obligación de recitar todos los días el Oficio Divino. El
clero recibió de muy buena gana estos sabios cambios.
El Papa Pio XII aprobó y promulgó oficialmente
estos cambios. Bugnini no tenía autoridad para promulgar nada. Referirse a la
Nueva Semana Santa como si fuera la liturgia de Bugnini es cosa poco ingeniosa
y hasta deshonesta intelectualmente hablando. Cualquier que sea el rol que haya
tomado, eso no obscurece el hecho de que varios cardinales y liturgistas
ortodoxos tuvieron envolvimiento en los preparativos de estos cambios.
La Sagrada Congregación de Ritos fue
establecida para dirigir la liturgia de la Iglesia Latina. Por Iglesia Latina
se entiende aquella parte de la Iglesia Católica, de lejos la mayor, que usa el
latín en sus ceremonias. El Papa Pio XII estableció una comisión “para examinar
la cuestión de la restauración del Ordo de la Semana Santa y proponer una
solución. Obtenida la respuesta, Su Santidad decretó, como la seriedad del
asunto demandaba, que la cuestión en su totalidad fuese sujeta a un especial
examen hecho por los Cardenales de la Sagrada Congregación de Ritos.”
[Cuando los Cardenales se reunieron
en el Vaticano en 1950,] “ellos consideraron a fondo el asunto y votaron unánimemente que
el Ordo de la Semana Santa restaurada fuera aprobada y prescrita, sujetos a la
aprobación del Santo Padre. Acto continuo, habiendo sido detalladamente
reportada al Santo Padre por el… Cardenal Prefecto, Su Santidad se dignó a
aprobar lo que los Cardenales habían decidido. Entonces, por especial mandato
del mismo Papa Pio XII, la Sagrada Congregación de Ritos declaró lo siguiente…
[dando directivas específicas, incluso:] Aquellos que siguen el Rito
Romano están obligados… a seguir el Ordo de la Semana Santa
Reformada, expuesto en la edición oficial del Vaticano” (Decreto de la
Sagrada Congregación de Ritos, pp. 1-2, 16 de Noviembre de 1955).
De acuerdo con el Papa Pio XII, la
reformas litúrgicas que él promulgó fueron “un signo de la disposición
providencial de Dios en la moción del Espíritu Santo a la Iglesia para los
tiempos presentes” (The Assisi Papers, Procedentes del Primer
Congreso Internacional de liturgia pastoral, Asís-Roma, 18 al 22 Septiembre,
1956, p. 224). Cristo dijo a San Pedro y a todos sus sucesores legales, “Aquel
que os oye, a mi me oye.” (Lucas 10:16). El tema en cuestión es la obediencia a
la legítima autoridad suprema de la Iglesia Católica. Un verdadero Papa aprobó
estos cambios. Debemos aceptar estos cambios como legales y dignos de
seguimiento salvo que podamos probar que el Papa Pio XII no fue un verdadero
Papa.
El que diga que el Papa Pio XII no
aprobó la Semana Santa Restaurada, lo dice sin fundamento. Es ridículo decir
que el Papa Pio XII no tenía idea de que la Sagrada Congregación de Ritos y
todo el mundo Católico estaban haciendo respecto a la Semana Santa. ¿No es este
el mismo argumento que algunos usan para defender a los “papas” posconciliares
— que desde la muerte del Papa Pio XII, los “Vicarios de Cristo” no han tenido
idea de lo que pasaba en la Iglesia Católica? El argumento que dice que él era
ya anciano o tenía cualquier otra discapacidad para regir la Iglesia es también
completamente absurdo por lo claro de sus últimas encíclicas, directivas y
discursos en el mismo año de su fallecimiento.
El Papa Pio VI estigmatizó
como “al menos errónea” la hipótesis “de que la Iglesia podría establecer
una disciplina que fuera peligrosa, prejudicial, conducente a la superstición o
al materialismo.” (Dz. 1578). En la sección 22, canon 7, el concilio de
Trento condenó a cualquiera que diga que las ceremonias de la
Iglesia son un estimulo a la impiedad más que a la piedad.
Los cambios introducidos por el Papa
Pio XII son legales, santos y conducentes a la santificación y salvación de las
almas. La Iglesia Católica ha enseñado consistentemente que un Papa válido no
puede promulgar una ceremonia o ley litúrgica que sea prejudicial a la fe y a
la piedad y que desagrada a Dios. En tales decisiones el Papa es protegido por
la infalibilidad.
Los teólogos enseñan que las leyes
disciplinarias universales y los cambios litúrgicos son objetos secundarios de
la infalibilidad. Esto está claramente explicado por Monseñor Van Noort: “El
bien conocido axioma, Lex orandi est lex credendi (la ley de la oración es la
ley de la creencia), es una especial aplicación de la doctrina de la
infalibilidad de la Iglesia en materias disciplinares. Este axioma dice en
efecto que la formula de la oración aprobada para el uso público de la Iglesia
universal no puede contener errores contra la fe y moral” (Christ’s
Church — La Iglesia de Cristo — p.116).
Los cambios litúrgicos del Papa Pio
XII — la institución de la festividad de San José Obrero, la restauración de la
Semana Santa, las leyes para el ayuno Eucarístico, etc. — no son pecaminosas.
Se alguno dijere que ellas son heréticas o pecaminosas, éste estaría acusando
la autoridad doctrinal infalible de la Iglesia de prácticas sacrílegas y
errores doctrinales que corrompen la fe, comprometen sus doctrinas y perjudica
a las almas. Tal acusación negaría que Cristo proteja a Su Iglesia y sagrada
liturgia de ella del mal y del error.
El Papa Pio XII prohibió sin
excepciones, en un leguaje más preciso, a los sacerdotes de usar la liturgia
antigua. Él condenó también el anticuarismo (arqueologismo), es decir, la
práctica de volver a las observancias litúrgicas primitivas por la no
conformidad con las rubricas concurrentes y con las leyes eclesiásticas, que en
tal ocasión sería implícita la no actividad del Espíritu Santo en la conducción
de la Iglesia. Ni siempre lo más antiguo es mejor, especialmente cuando desafía
las órdenes de un verdadero Papa.
El motivo por el cual nosotros
seguimos los cambios litúrgicos del Papa Pio XII es la autoridad infalible de
la Iglesia de enseñar. Los cambios fueron autorizados por un Vicario de Cristo infalible y
fueron promulgados oficialmente para remplazar los antiguos ritos y leyes
existentes. Ya que el Papa Pio XII era un Papa verdadero, debemos obedecer sus
órdenes respecto a la sagrada liturgia. La obediencia es lo más seguro, lo más
consistente y la regla de ortodoxia.
Por otro lado, aquellos que aceptan
a Pio XII como un verdadero Papa mientras rehúsan aceptar sus decretos
litúrgicos, demuestran rebeldía y desobediencia. Recogiendo y
eligiendo lo que ellos quieren, ellos se ponen a sí mismos como
la suprema autoridad de la Iglesia Católica. Ellos se adjudican el
derecho de juzgar al Papa, cerniendo lo que él enseña y decidiendo lo que
van a obedecer y lo que van a rechazar. Recoger y escoger lo que se va obedecer
y lo que se va a rechazar es un error. Es un sello de rebelión negar
obediencia al verdadero vicario de Cristo; rebelión en materia de
obediencia a la legítima autoridad es siempre un peligro para la Fe.
El Galicanismo fue una herejía
contra la jurisdicción papal, que tendía a limitar los poderes del Papa.
Comenzó al principio del siglo XV y se desparramó por toda la Europa
[especialmente en Francia, cuyo exponente actual es el lefebvrismo]. Acto
continuo, muchos europeos perdieron su virtud de obediencia al Papa. En 1682 el
clero francés formuló los Cuatro Artículos que se hicieron obligatorios para
todas las escuelas y para todos los maestros de teología. Los cuatro artículos
estatuyeron que el juicio papal carece de valor sin el consentimiento de la
Iglesia. Los Papas Alejandro VIII y Pio VI y el Concilio Vaticano
condenaron el Galicanismo. Tristemente, el espíritu del Galicanismo
prevalece hoy día [y no sólo en el lefebvrismo, sino en varios obispos y
sacerdotes sedevantistas].
Aquellos que rechazan los cambios
litúrgicos del Papa Pio XII son incoherentes. Si ellos aceptan a Pio XII como
papa, deben reservar su propia opinión acerca de la liturgia de él, echar a un
rincón sus gustos y disgustos litúrgicos y simplemente obedecerlo. La
mentalidad católica es obedecer a los superiores legales en todo, excepto en el
pecado.
(…)
Concluiremos con un discurso del
Papa San Pio X a los sacerdotes de la Unión apostólica:
“Cuando uno ama al Papa, uno no se
queda a debatir sobre lo que él aconseja o manda, no pregunta hasta donde se
extiende el riguroso deber de obedecer y no marca los límites de esta
obligación. Cuando uno ama al Papa, uno no objeta que él no ha hablado con toda
claridad, como si él fuera obligado a repetir su voluntad en el oído de cada
uno lo que muy a menudo expresa no sólo viva voce, sino también por cartas y
otros documentos públicos; uno no pone en duda sus órdenes so pretexto —
fácilmente usado por cualquiera que no quiera obedecer — de que ellas no emanan
de él, sino de sus legados; uno no limita el espacio en el cual podemos y
debemos ejecutar su voluntad; uno no se opone a la autoridad del Papa porque otras
personas, letradas quizás, difieren de la opinión del Papa. Además, no obstante
su gran conocimiento, su santificación está en espera, porque no puede haber
santidad donde hay discordancia con el Papa.” (AAS 1912, p. 695)
Acordarnos hemos de que todo esto
incumbe al legítimo y válido Papa elegido; esto no se aplica a un hereje o un
“papa” electo inválidamente — un falso papa.
Padre
Dominic Radecki C.M.R.I.
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