LOS CAMBIOS EN EL SEMINARIO DE MÉXICO
Y LO QUE PIENSA SU NUEVO RECTOR
Y LO QUE PIENSA SU NUEVO RECTOR
En una junta con sus sacerdotes, Su Eminencia Miguel Darío Cardenal Miranda y Gómez se quedó abrumado ante las denuncias que varios de sus sacerdotes le hicieron acerca de la situación verdaderamente repugnante de su antiguo y en otros tiempos glorioso Seminario Conciliar, ahora Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos. Ante aquellas denuncias S. E. se vio en la penosa necesidad de hacer algunos cambios, de los cuales el más radical fue el del Rector, nuevo en oficio, pero no en ideas. Del periódico "EL UNIVERSAL", 25 de noviembre de 1972, tomamos los juicios emitidos por el nuevo Rector Carlos Rangel Nava y el Prefecto General de Estudios, Salvador Castro Pallares, en entrevista de prensa a que convocaron con motivo de la celebración del 275 aniversario de la fundación del Seminario de la Arquidiócesis de México:
"El pueblo de México dijeron las autoridades máximas del Seminario, está desesperado de las injusticias que diariamente se obser van. Su situación es grave y explosiva y, como consecuencia de su falta de concientización, necesaria para conocer los problemas, cualquier brote de agitación, llámese como se llame, lo arrastra, pura no tiene otra salida". "El sacerdote que requiere la Iglesia Mexicana, dijeron, es aquel que coadyuve a dar a conocer al pueblo sus dere chos y obligaciones, para que sepa exigir y ser responsable de su actuación como ciudadano". "Ya pasaron los días en que se tenia la idea de que el acudir al sacerdote era para recibir la gloria celestial. Ahora el mexicano, conjuntamente con el sacerdote, deben trabajar por erradicar la injusticia y borrar el contraste de "la pobreza humana y la riqueza inhumana"...
"La Iglesia en México está cambiando ya la mentalidad del pueblo católico, para que comprenda la magnitud de los problemas que hay que resolver..." "La injusticia en México, manifestaron, se advierte en todos los órdenes, ya económico, político, cultural, etc. En México la Iglesia lucha por un catolicismo más consciente. . ."
"Antiguamente, dijeron, el sacerdote se enclaustraba prácticamente para realizar sus estudios del sacerdocio. Todo ello ha ido desapareciendo poco a poco, ya que se consideró contraproducente para el cabal ejercicio del ministerio..."
"En otra parte de la entrevista manifestaron que se hace necesario que la Iglesia adopte una nueva reforma, a fin de que se compenetre más de la situación, no sólo de nuestro país, sino del mundo..."
Aquí tenemos las luminosas ideas, que hoy por hoy, y gracias a sus expertos dirigentes, están formando a los sacerdotes tipo "siglo XXI", para resolver los problemas socio-económicos y socio-políticos de México y del mundo entero. Los resultados, ya los vimos, en lo que antes fielmente expusimos. No quieren ya al sacerdote santo, sino al sacerdote violencia, cambio, demagogia; al sacerdote engaño, que predica pobreza y busca la abundancia, en automóviles "último modelo", que frecuentan los centros nocturnos, que, para hacer más su misión transformadora, buscan en la vida del mundo la desacralización completa de su ministerio. Pero, estas ¡deas no son de esos pobres clérigos, que han traicionado su ministerio; esas ideas vienen de la jerarquía; vienen de las altas esferas; de las consignas que vienen de ROMA, vía S. j., y que f¡delísimamente ejecutan los prelados mexicanos.
¿Me pedís una prueba? pues, os la voy a dar y muy elocuente. En el periódico "EL SOL DE MÉXICO", sábado 2 de diciembre 1972, leemos:
"SEMINARIOS ABIERTOS AL SERVICIO SOCIAL QUE NECESITA EL PAÍS: MONS. QUINTERO ARCE.-Mons. Carlos Quintero Arce, obispo de Hermosillo y presidente de la Comisión Episcopal de Educación y Cultura manifestó que los seminarios de México se han abierto a ese sentido de servicio, que reclaman los problemas sociales de hoy; el nuevo urbanismo, las ciudades perdidas, etc. lo que implica una teología de la realidad, pues a nuevas situaciones, nuevas soluciones.
"Declaró en conferencia de prensa que la apertura comenzó mucho antes de 1965 —hasta hubo ahí una huelga— y en la actualidad alcanza a las 66 instituciones de esta índole que funcionan en el país. Lo apoyaron en su afirmación el P. Benjamín Bravo, rector del Seminario de Misiones Extranjeras y el P. Carlos Rangel, rector del Seminario Conciliar de México.
"Los tres dijeron que los seminaristas piden convivir con los sectores pobres, para dar testimonio de la fe cristiana e identificarse con los problemas de las clases menos favorecidas. Pero, aparte de satisfacer sus peticiones, las autoridades de los Seminarios incluyen ahora en sus programas educacionales actividades y prácticas, que antes estuvieron prohibidas". La dura prueba que supone para los futuros sacerdotes y misioneros arrostrar los peligros morales y materiales de salir al encuentro de la realidad, es pasada con éxito por los muchachos, afirmaron los tres declarantes. Y fueron un poco más lejos para asegurar que la Iglesia se ha fortalecido con el ecumenismo. Tratándose de los seminarios, la sólida formación intelectual que reciben impide que se contaminen —porque conocen el marxismo a fondo— y no sucumben ante los sofismas. Esa formación y la madurez que adquieren en el contacto con los problemas humanos, los hacen capaces de llevar a Cristo al Hombre, y de contribuir a una patria más libre, más hermosa, más feliz".
"El obispo de Hermosillo indicó que "la Iglesia es historia y vive según las épocas y que los cambios se deben a los cambios de cultura y añadió: "ahora existe una comprensión mayor de la Doctrina Social de la Iglesia". Declaró que las conclusiones a las que llegó la Conferencia Episcopal son las siguientes:
"1° Nació la unión entre los obispos y los formadores del Seminario.
2° Juntos hicieron una estimación positiva de nuestra juventud.
3° lo necesario no es redactar documentos, sino asumir actitudes. No se van a lanzar indicaciones, sino que se va a trabajar para que el seminarista se forme en y para el mundo.
4° Unir los seminarios. Han resurgido los seminarios regionales y son una solución mejor.
En la república hay 58 seminarios, de ellos 30 son mayores y son regionales el de México que da servicio a 35 institutos religiosos, 19 congregaciones y 21 diócesis y el de Tula, anteriormente en Montezuma...
2° Juntos hicieron una estimación positiva de nuestra juventud.
3° lo necesario no es redactar documentos, sino asumir actitudes. No se van a lanzar indicaciones, sino que se va a trabajar para que el seminarista se forme en y para el mundo.
4° Unir los seminarios. Han resurgido los seminarios regionales y son una solución mejor.
En la república hay 58 seminarios, de ellos 30 son mayores y son regionales el de México que da servicio a 35 institutos religiosos, 19 congregaciones y 21 diócesis y el de Tula, anteriormente en Montezuma...
"Abundan sacerdotes en Aguascalientes y Zacatecas y escasean en el norte. Pero se considera que los diáconos casados y la participación de los seglares en algunas tareas antes reservadas al sacerdote, aliviará un tanto esa escasez. Los señores obispos y arzobispos, en su reunión, indicó Mons. Quintero Arce, encontraron que la juventud actual es sincera y no hay en ella rechazo a Cristo, sino desconocimiento. 200 grupos de jóvenes buscan espontáneamente la orientación religiosa, humana, abierta, "Sin mojigatería".
Si no tuviésemos delante el periódico, no hubiéramos creído que Su Excelencia Reverendísima Don Carlos Quintero Arce fuese de tan escasas luces y dijese cosas tan "fantasmagóricas". ¡Qué ideastan absurdas, tan descabelladas tiene el Prelado sobre lo que es un seminario! Es, en buenas palabras la idea de la "nueva religión", de la "nueva economía del Evangelio", a la que lógicamente se han de ajustar los futuros clérigos, "abiertos al servicio", es decir, "cerrados al servicio de Dios y la salvación de las almas". Porque hay esta correlación entre los dos servicios: si nos damos al servicio del mundo, nos cerramos al servicio de Dios, y vicerversa, si nos damos al servicio de Dios, nos tenemos que cerrar al servicio del mundo.
Esa "teología de la realidad", de la que nos habla el obispo, espero que no sea la teología de la revolución, la teología de la violencia, la teología de los centros nocturnos, la teología de los prostíbulos. Su Excelencia así parece que nos lo da a entender, cuando nos dice que "hubo por ahí una huelga, en 1965", en algún seminario: lo cual es un indicio confortante, porque es prometedor. Ahora, hay huelgas de oración, huelgas de Ejercicios Espirituales, huelgas de examen de conciencia, huelgas de vía enclaustrada. Los jóvenes seminaristas deben vivir en el mundo, conocer al mundo, experimentar al mundo y gozar al mundo. ¡Qué cosa más halagadora que las "posadas" con bailes que hoy estilan los seminarios, para prepararse a celebrar debidamente el nacimiento del Salvador! ¿No es verdad, Eminencia?
Hay una frase de marcado sabor pelagiano en la "teología" de su Excelencia Don Carlos Quintero y Arce: "la sólida formación intelectual que reciben (la cual ya conocemos) impide que se contaminen". Don Carlos, esto es tanto como decir que los sólidos (?) conocimientos intelectuales suplen con creces los auxilios de la divina gracia; y esto es pelagianismo; es racionalismo; es materialismo; es lo que Ud. quiera, pero NO ES LA TEOLOGÍA CATÓLICA.
Otra expresión del ultraprogresista obispo de Sonora: "La Iglesia es historia" y "vive según las épocas", dijo Don Carlos Quintero y Arce. He aquí la Iglesia evolutiva, la Iglesia inestable, la Iglesia dialéctica. "Ahora existe una comprensión mayor de la doctrina social de la Iglesia". Así debe ser, pienso yo, sobre todo si comparamos la manera humilde, pobre, sencilla del Exmo. Sr. Arzobispo Don Juan Navarrete, el predecesor de Don Carlos, con la vida fastuosa del actual prelado. ¿Es ésta la comprensión de que habla Su Excelencia? Antiguamente, en los seminarios, se formaban los jóvenes en el servicio divino y para la santificación propia y de las almas. Hoy, no, dice Don Carlos; hoy el seminarista se forma "en y para el mundo". Su excelencia se adelantó, por lo visto, a los tiempos modernos, porque sabe vivir muy bien en y para el mundo. Ha de haber tenido una orientación religiosa "humana, abierta, sin mojigatería".
OTRO DISCURSO DE OTRO PRELADO MEXICANO DE LA "NUEVA OLA"
Me voy a permitir copiar aquí, como un paréntesis, las palabras, que otro obispo mexicano de la "nueva ola" pronunció recientemente en Salina Cruz, cuyos datos tomo del periódico "EXCELSIOR", 12 de Julio de 1972:
"El obispo de Tehuantepec, Arturo Lona Reyes, manifestó hoy que admira a Benito Juárez, porque "fue un estadista de visión", porque tuvo conciencia de que la persona humana debe ser digna de respeto, y porque dio la oportunidad al hombre de su tiempo para realizarse". "Además, el prelado, que abolió el trato de 'Excelentisimo Sr. Obispo', por el de 'padre obispo', agregó: "En este sentido, cuántos Juárez nos hacen falta para que nos estén hablando con los hechos. Insisto; es una obsesión mía, de que cada individuo necesita la oportunidad de realizarse como persona humana, para que así, como mexicanos, podamos brindar el orgullo de una patria más limpia, más honrada, con ansias inagotables de superación; y, en este sentido, todos los organismos internacionales verían en México un retrato de los que saben respetarse mutuamente, quererse, ayudarse, para realizar el papel de cada uno, dentro de su vocación humana, a la que está llamado". El P. Lona Reyes, que hace apenas un año que se hizo cargo del obispado de la diócesis de Tehuantepec, ha manifestado, desde un principio, su admiración por el benemérito de las Américas.
"El obispo, para conmemorar el centenario del fallecimiento del patricio, organizó un acto de homenaje en el patio y los salones del exconvento de Santo Domingo: hubo una velada cultural, concursos pictóricos, fotografías, de artesanías y, al final, el propio prelado y varios hombres de letras, exaltaron la figura de Benito Juárez. El obispo, de 47 años, dijo, por otra parte, que "este mundo va a la deriva y mucha culpa de ello la tenemos los cristianos, porque somos cristianos aburguesados; somos cristianos instalados; no vibramos con el pobre. iMentiral Nos acordamos del pobre, que pasa por la banqueta y le tendemos una limosna, que lo humilla, que no lo levanta, sino, por el contrario, lo aplasta más. Soy de la opinión más fiel, que, cuando alguien te pide de comer, no le des un pescado; enséñale a pescar".
"Se le preguntó si las diferencias que existen entre la Iglesia tradicionalista y la reformista estriban en que el sacerdote moderno debe ser de mayor activismo, de más acercamiento, entre su feligresía. Dijo: "la primera condición, que veo yo para ser eficaz, debe ser la "encarnación". Y, por encarnación entiendo ser uno igual a los demás; tratar de adentrarse a su cultura, vibrar con esa gente, sentir con ellas. Por tanto, ir a sus alegrías, ir a sus tristezas, aceptar sus valores en todos sus aspectos. En realidad, la Iglesia, que ha calificado en dos bandos, la de adelante, la del "aggiornamento", de la que hablaba el Concilio, ponerse al día, la Iglesia de visión, debe entenderse bien, porque hay que hincarse en lo esencial y tratar de vivir de acuerdo a la exigencias del hombre de hoy". Y agregó: "Saber qué cosa quiere el pueblo, cuáles son sus esperanzas, donde están sus esperanzas, dónde están sus fracasos, para estar con ellos y desde dentro, sin importarles nada, ayudarlos a superarse. Yo soy de los que pienso: que mis obras hablen por mí, porque las palabras se las lleva el viento".
Perdóneme el obispo de Tehuantepec que, con franqueza evangélica, le diga la impresión que ha dejado en mi conciencia católica, en mi conciencia de mexicano ese demagógico discurso, esa conmemoración de la muerte de Don Benito, hecha en un exconvento confiscado por él. Un obispo, devaluado a la categoría de Padre Obispo, dice "muchos Juárez", es decir, muchos promulgadores de las Leyes de Reforma, de los supresores y expoliadores de los conventos, de los del laicismo cerrado, de los de las transacciones con los Americanos, por medio de las logias. No pretendo expresar mi pensamiento —porque no es éste el lugar apropiado, y que, por otra parte, es el pensamiento católico de México de cien años, sobre la persona y las gestas de Don Benito Juárez, el benemérito de las Américas. No es éste mi tema, ni son éstas las circunstancias para estudiar esa figura de nuestra historia. Juárez es un mito de nuestra historia y no es ésta la hora para ahondar divisiones, que ya han sido superadas con el tiempo. Lo que choca, lo que irrita estraordinariamente es que un obispo católico venga a convertirse ahora, con entreguismo servil y rastrero, en el "trovador", el "panegirista" de Benito Juárez, olvidándose, desconociendo toda la literatura eclesial, que de la Santa Sede y del Episcopado Mexicano brotó entonces, como una legítima protesta, ante el despojo de los bienes de la Iglesia, que eran el patrimonio de los pobres. Juárez trató de destruir la misma personalidad moral de la institución de Cristo, que nos había hecho un pueblo unido y nos había incorporado a la civilización cristiana de Occidente.
El discurso del Sr. "padre obispo" es de una cursilería intolerable, que, estoy seguro, ha de disgustar a los mismos miembros de las logias masónicas de México Si su ex-excelencia es de los que quiere más obras que palabras, que se dedique a dar doctrina a sus feligreses, en vez de andar organizando veladas, para lucir su oratoria de rancho; que dedique sus escasos recursos económicos en evangelizar, en educar a esos indígenas, que, después de 150 años de laicismo, de persecución y de luchas estériles siguen en su misma, si no peor, ignorancia, con sus mismos vicios, con su misma indolencia ancestral. "Padre obispo", más que veladas fúnebres, más que discursos demagógicos, más que querer tomar las riendas del gobierno civil, dediqúese su merced a una vida humilde, de oración y de trabajo propio de su ministerio.
SACERDOTES PARA EL PUEBLO
Reproducimos ahora el texto de una carta dirigida al Director General del periódico "EXCELSIOR" por un grupo de sacerdotes mexicanos, que han decidido manifestarse en relación a los pronunciamientos recientes de dos obispos (el de Ciudad Juárez y Chihuahua) y un sector de la COMPAÑÍA DE JESÚS:
"Señor Director: Una de las responsabilidades proféticas de la Iglesia es denunciar las injusticias. Debe ser la voz de los silenciados. Reconocemos que los medios, por los cuales algunos sacerdotes de la Iglesia Mexicana han denunciado, en los últimos meses, la injusticia social reinante, no han sido del todo eficaces, porque han llegado principalmente a los estratos superiores de la sociedad. Tales declaraciones provocaron una cadena de reacciones, posturas, definiciones, contradeclaraciones, que dejaron alguna confusión. Muchos presienten algo nuevo en la Iglesia; otros no pueden creer en la autenticidad y el desinterés de posiciones tan firmes contra la situación social de injusticia en México.
"Un centenar de sacerdotes y pastores mexicanos nos sentimos urgidos a definir públicamente nuestra postura y decidimos configurar el movimiento 'Sacerdotes para el pueblo'. Nuestro propósito es hacer eficazmente presente a la Iglesia, misterio de salvación liberadora para todo hombre, especialmente para el pobre y el oprimido, en las luchas por la construcción de una sociedad nueva.
"Necesitamos unirnos quienes buscamos una Iglesia, cuyos miembros sean capaces de dar la vida por el prójimo; queremos una Iglesia, comunidad de hombres comprometidos en la transformación de la sociedad. Los cristianos debemos decidirnos a pasar del egoismo a la solidaridad, de la actitud competitiva a la colaboración, de la sociedad de clases a la lucha por la justicia. Algunos nos acusarán de dividir a la Iglesia; esta división ya existe, no la provocamos, la constatamos. Otros nos acusarán de clero político; respondemos que no buscamos los intereses de la institución eclesial, sino los intereses del pueblo; no nuestra participación en el poder, sino la del pueblo.
"Como creyentes en Cristo Jesús y proclamadores del Evangelio, nos oponemos radicalmente al capitalismo, porque:
1) Asegura el poder estratégico de la clase dominante a través de la economía organizada en función del lucro, del provecho, del interés individual y del monopolio de las riquezas.
2) Considera el trabajo como una mercancía; es subordinación esclavizadora del individuo, que está obligado por el sistema a vender su fuerza de trabajo. La apropiación privada de los bienes de producción que defiende, divide fatalmente la sociedad en opresores y oprimidos. Se constituye así el mecanismo implacable de dominación del hombre por el hombre.
3) La mayoría de la población vive en una pobreza creciente, porque no hay posibilidad de distribución equitativa del ingreso. Los precios no se basan en los costos de producción, sino en la maximación de los beneficios.
4) A nivel internacional origina la dependencia imperialista, que sufren los países subdesarrollados, cada vez más invadidos por empresas 'multinacionales'.
"De acuerdo con la 'POPULORUM PROGRESSIO' repudiamos como opuesta al Evangelio la ideología que viene generando el capitalismo fundada en el individualismo, el egoísmo de clase, la intocable propiedad privada de los bienes que producen riquezas, apoyándose en expresiones como defensa de la democracia, libertad, orden, legalidad".
"Entendemos por pueblo las clases explotadas y marginadas del goce de los bienes sociales: los campesinos y los indígenas, los obreros industriales y de servicios, los empleados del comercio, los desempleados y subempleados que pueblan las ciudades de miseria. Hay además personas que, aunque no pertenecen estrictamente al pueblo, desde diversas posiciones sociales se comprometen con él en su lucha. Quedan fuera del pueblo sus explotadores, los que mantienen las estructuras económicas, sociales y políticas, que dan como resultado la explotación generalizada del pueblo y su alienación.
"Afirmamos la intención de ser servidores del Evangelio para el pueblo, identificándonos totalmente con sus aspiraciones más humanas. Por eso no pretendemos hablar en nombre del pueblo; nos solidarizamos con él en su lucha libertadora hacia la construcción de una nueva comunidad humana. Deseamos compartir y aportar nuestros esfuerzos de conversión en Cristo, para superar el egoísmo interior, que falsea todo cambio social.
"Los análisis de la realidad socio-política invitan a prever, como base de la nueva sociedad, la creación de un nuevo tipo de sociedad y de producción, sin explotación ni acumulación injusta. Por eso nos parece imprescindible y urgente la constitución de una conciencia colectiva, que se oponga al individualismo de la ideología liberal y que lleva al pueblo mismo a la dinámica de la autodeterminación y autogestión, por medio de la participación en las decisiones del poder.
"Nuestra opción nace de la exigencia evangélica y de las bienaventuranzas que nos dan una insaciable "hambre y sed de justicia".
"Decididos a vivir con el pueblo y actuar con él, queremos hablar con acciones, más que con palabras, y luchar en plena solidaridad con los oprimidos en sus acciones liberadoras.
"Teniendo en cuenta la realidad de nuestra Iglesia en México, que, en muchos casos, retrasa la acción promotora del pueblo, en el trato preferencial de las personas, en la educación clasista, en una predicación frecuentemente alienadora, queremos provocar a partir de nosotros mismos los cambios necesarios en el ambiente eclesial.
"Vivir exclusivamente del culto y de los sacramentos nos coloca en una situación privilegiada y hace que seamos una carga para el pueblo. En la sociedad de hoy, todo hombre debe vivir de su trabajo. Por ello, nos comprometemos a promover los estudios y realizar las acciones necesarias para suprimir el sistema del pago por los servicios religiosos.
"Confesamos, explicita y públicamente, nuestra fe en Cristo Jesús, único Salvador y Liberador de los hombres y nuestra fe en la renovación de la Iglesia; vivimos en la esperanza de la realización de esta sociedad nueva, con abierta disposición de hacer realidad el precepto del amor: nadie ama a su prójimo más, que aquél que da su vida por él. Firmas..."
El argumento que en nuestro libro anterior presenté a los lectores del influjo comprometedor y claramente revolucionario del célebre Congreso Eucarístico internacional, en el que se habló, no de "Eucaristía", sino de cambio de estructuras, de revolución y de violencia; las pruebas que entonces di de la tendencia agitadora de la Conferencia del CELAM en Medellín, se encuentran aquí condenadas, en una repercusión mexicana, en este documento tendencioso, falso, subversivo y engañador. Los obispos Almeida, Talamás, Méndez Arceo y el ya dimisionario Rovalo con los jesuítas, que inspiraron y muy probablemente redactaron este documento —no son juicios temerarios, porque los conozco bien y conozco sus caminos- quisieron tocar a vuelo no la campana de la libertad, sino la de la esclavitud, la de la revolución sangrienta, que derrocando nuestras instituciones nacionales, nuestro régimen constitucional, y provocando la inconformidad, el engaño, la lucha armada, abriesen las puertas del Palacio de Gobierno a las milicias comunistas, integradas por obispos agogó y por curas, traidores a su vocación sobrenatural, que, encabezan las turbas azuzadas por la demagogia clerical. ¿Querrán estos corifeos ser unos nuevos Hidalgos o Morelos? No; lo que quieren es el liderazgo de la subversión, aunque, para esto, sea necesario traicionar a su vocación, traicionar a la Iglesia y hacer alianza con los peores enemigos de Cristo.
La Iglesia, dicen estos demagogos, debe ser, en su misión profética, la voz de los silenciosos, porque están silenciados; el pueblo calla, porque la represión brutal del régimen impide que, a gritos, los agitadores profesionales, los pseudo-estudiantes, los asalariados al comunismo internacional se lancen a las calles, a sembrar el pánico, la destrucción, el incendio, el pillaje, en nombre de un pueblo, que no está de acuerdo y que, a pesar de tanta demagogia, prefiere el trabajo constructivo, el pan honrado, que se gana con el sudor, que no la destrucción que paraliza el ritmo del progreso verdadero, en el que las fuentes de producción se multiplican, haciendo que así los bienes materiales se distribuyan con mayor abundancia.
El peligro mayor de esta labor subversiva de los curas y de los obispos está en la influencia, que el carácter sagrado, que el pueblo está acostumbrado a ver siempre en los sacerdotes y los obispos, quiera ahora utilizarse en una empresa utópica, criminal y necesariamente sangrienta. Si, por la violencia, quieren estos pseudo-redentores, establecer esa igualdad utópica, irrealizable; esa lucha de clases; que tengan a lo menos el valor de quitarse los hábitos, como "Camilo Torres", para morir, como él, en las guerrillas. Y que, a la hora en que la justicia exija las responsabilidades, que no se escondan en sus sacristías, después de haber derramado, con sus prédicas, la sangre inocente, que clama contra ellos venganza al cielo.
La configuración de ese su novedoso y postconciliar movimiento "Sacerdotes para el Pueblo" es el disfraz cobarde, que oculta una traición al ministerio sagrado, al servicio de Dios, a nuestros deberes fundamentales con la Iglesia, y esconde también las ambiciones políticas, los compromisos hechos secretamente por las altas jerarquías, que dieron el viraje funesto hacia la izquierda comunista. La Iglesia no quiere sacerdotes clasistas, porque no instituyó Cristo este sacerdocio, que es negación, ataque y destrucción de la obra redentora, instituida por el Divino Salvador.
Y es además, como ya lo he dicho muchas veces, una infame traición a las verdaderas víctimas del comunismo internacional, que ven a sus antiguos pastores, cogidos del brazo con sus enemigos y abrazando, como ellos, las metralletas, las bombas incendiarias, en nombre de un Cristo revolucionario, en nombre de una Iglesia comunista. Dicen o escriben que es necesario unirse, quienes buscan una Iglesia que sea "una comunidad de hombres comprometidos en la transformación de la sociedad". "Comprometidos": esa es la palabra, la que implica la perfecta identificación, no con la doctrina del Evangelio eterno, sino con el marxismo, con el maoísmo, que os espera con los brazos abiertos a colaborar con ellos, en la dominación del mundo. Por eso, necesitáis uniros, quienes habéis fingido una contra-Iglesia, cuyos miembros sean capaces de dar la vida, no por el prójimo, (que poco os importa), sino por el triunfo rápido de la revolución.
Me alegra, por lo menos, la confesión que hacéis en esta vuestra proclama demagógica: la división de la Iglesia "ya existe", no es invención nuestra; nosotros también la constatamos, como dicen ellos. Pero, echamos toda la responsabilidad a esos emboscados enemigos, vestidos de sotana, que son los únicos y verdaderos responsables de la tragedia mundial, que estamos sufriendo, la pasión dolorosa del CRISTO MÍSTICO.
Y si esos malos sacerdotes y obispos, que malamente se llaman "proclamadores del Evangelio", tratan de atacar la economía organizada, para establecer la "economia de un estatismo cruel, que esclaviza y destruye la libertad, al negar la base de libertad, que es la legítima propiedad privada", nosotros, no por intereses mezquinos, ni con hipócrita e interesada demagogia, sabremos defender los derechos inalienables que la ley natural, reflejo de la ley eterna, dio al hombre y que llevamos escrita en nuestra conciencia y en nuestro corazón. Nosotros seguiremos proclamando la legítima apropiación privada de los bienes de producción, aunque reconociendo, al mismo tiempo, la función social del capital y los legítimos derechos de los trabajadores, según los dictámenes de esa ley natural, proclamada también por el Magisterio auténtico de la Iglesia. La verdadera posibilidad de una equitativa distribución del ingreso no está en cerrar las fuentes de la producción, sino en multiplicarlas. En cuanto a los problemas internacionales, la solución debe buscarla la autoridad suprema de los países, teniendo también en cuenta que es una utopía manifiesta ambicionar a tener lo mismo que otros países más ricos, más prósperos, más desarrollados pueden tener. La Providencia no nos hizo iguales; y la demagogia de los hombres no puede eliminar esas desigualdades humanas.
Todo este documento, que comentamos, está definitivamente modelado por la encíclica famosa, con la que Paulo VI quiso "especificar" su política más humana que eclesiástica y evangélica. NO tienen ningún derecho esos curas, aunque sean jesuítas y aunque ocupen puestos de mando; no tienen —digo— ningún derecho para atacar la "intocable propiedad privada" de los bienes, que producen riquezas. No es la Iglesia de siempre, sino la postconciliar, la montiniana, la que se esconde con los nombres demagógicos de "defensa de la democracia, libertad, orden, legalidad"; no sólo quieren suprimir las leyes, que mantienen el orden, salvaguardan la legítima libertad en su ejercicio, y promueven el bien común, sino cambiar esas leyes, no por otras mejores, sino por unos grilletes de esclavitud para todos, menos para aquéllos, que son los amos y señores.
Para los redactores de este provocativo escrito, los ricos, los que tienen algo propio, son todos unos criminales, que han de ser exterminados —este es el compromiso de que hablaban; mientras que los que viven de su trabajo, son todos víctimas de la explotación, marginados, que viven amamantando sus envidias, sus rencores, su sed de venganza. Ese documento no sólo es totalmente negativo, provocador y pernicioso, terriblemente pernicioso, sino que, sobre todo —y esto es lo que más irrita— es una falsa conmiseración, una mentirosa sed de justicia, que está buscando el acomodo anticipado en las filas, que ellos consideran triunfantes, del Comunismo.
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