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martes, 28 de junio de 2011

DIES IRAE


Oh! aquel día de venganzas que horroriza!...
Este mundo trocárase en vil ceniza:
La Sibyla con David lo profetiza!

¡Qué espantosas convulsiones de pavor
Cuando venga como juez Nuestro Señor
A pesar todas las cosos con rigor!

La trompeta de admirables vibraciones
Los sepulcros llenará de las naciones
y ante el trono arrojará los corazones.

Y la muerte estupefacta y la natura,
Mirarán el resurgir de la creatura
Que ante el Juez va a responder de su locura...

Sacarán el libro aquel, en donde escrito
Sin que falte nada. nada! está el delito
De que al mundo va a juzgar el Infinito.

Una vez que se ha sentado el Juez terrible,
Aún el crimen más oculto está visible:
Dejar algo sin castigo, es imposible!

Yo, qué digo miserable, en esa hora?
A quién pide amparo mi alma, a quién implora
Cuando apenas, solo el justo es quien no llora?

Rey divino de tremenda majestad;
Tú que salvas a los justos, por bondad,
Sálvame, ya que eres fuente de piedad!!

No te olvides, no te olvides, Jesús bueno.
De que fuiste por mi causa el Nazareno. . .
No me arrojes aquel dia de tu Seno!. . .

Por buscarme te sentaste faligado.
Por comprarme ¡yo te vi crucificado!
¡Que no sea tanto empeño defraudado!

Justo Juez de las venganzas: de tus dones
Uno pido y es, Señor, que me perdones
Cuando no juzgues aun los corazones!

Como reo estoy gimiendo en tu presencia.
Ya mi rostro se encendió en la penitencia.
Haz, que alance, ¡oh Dios! mi ruego, tu clemencia!

A María Magdalena perdonaste,
Del ladrón la humilde súplica escuchaste,
Y con eso mi esperanza Tú engendraste!

Ser oído no merece, no, mi ruego;
Mas benigno Tú, Señor, de bondad ciego.
No permitas que me abrace eterno fuego!

Quiero ser de los corderos. Oh Jesús!
Róbame de las tinieblas a la luz
Colocándome a la diestra de tu Cruz!

Cuando rueden confundidos los malditos
A quemarse en los tormentos infinitos;
De tu Padre, llámame con los benditos!

Yo te ruego suplicante, prosternado.
Hecho polvo el corazón, despedazado.
Que recibas mi última hora a tu cuidado.

Día espantoso aquel, de llanto y de tristeza!
Reo, el hombre se alzará de la paveza
De los mundos, a que juzgues su vileza. . .

Para él, pido el perdón! Y, si lo alcanzo.
Oh Señor, dulce Jesús, piadoso y manso
Da a tus hijos que murieron el descanso.

Mons. Vicente M. Camacho
Marzo 1926.

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