Hasta ahora, hijo mío, no has tenido más que dejarte llevar en la vida: tu padre, tu madre, tu maestro se encargaban de pensar y de obrar por ti. Eres semejante al pájaro en el nido, que ni siquiera intenta agitar sus alas, porque está seguro que nada le falta.
Pero hora todo ha cambiado; es necesario lanzarte a la vida donde todo es trabajo, lucha y contradicción, donde no se ocupa más que el lugar que ha conquistado uno mismo a fuerza de energía.
Desdichadas aquellas almas débiles y desidiosas, ineptas para el combate; serán juguetes o víctimas de aquí abajo, y su vida sin virtud no tendrá derecho allá arriba a alguna recompensa.
Aprende, pues, la ciencia del esfuerzo; tu título de cristiano te obliga a ello; no serás hijo del Evangelio si no eres hombre de energía y voluntad.
Si se te dice que el cristianismo es la religión del amor, créelo: es verdad; pero si se te dice que es una religión de inercia, niégalo; el amor que imone no es un amor puramente sentimental, es un amor activo y viviente.
"El cristianismo es dulce, sin duda, pero porque es fuerte; está lleno de ideas fuertes: de sentimientos fuertes, pide voluntades fuertes, actos fuertes: aprende a sufrir con fuerza, a actuar con fuerza".
"Tiene audacias que asustarán siempre a ciertas debilidades. Pide un sacrificio de sí mismo, la preferencia de la verdad, de la justicia de Dios a uno mismo, la preferencia del prójimo a uno mismo".
De este modo no es comprender su religión si no se busca en ella más que lo que halague el corazón, lo consuele y lo arrebate.
La religión de Cristo nos ha hecho del esfuerzo un deber; hijos de la Iglesia militante, es menester que seamos sus soldados.
Es necesario que seamos soldados para defendernos del mal, soldados para atacar dentro y fuera de nosotros mismos las potencias del mal; soldados para hacer triunfar el bien en nuestra alma y en el mundo; soldados prestos a verter nuestra sangre por la más santa de las causas.
Hijo mío, es pues, necesario que seas fuerte, y lo conseguirás también si por un acto inteligente y perseverante sabes trabajar, formar y transformar tu naturaleza.
¡A la obra! Podrás conquistarlo todo, cuando hayas conquistado la divina fuerza del alma.
Aprende, pues, la ciencia del esfuerzo; tu título de cristiano te obliga a ello; no serás hijo del Evangelio si no eres hombre de energía y voluntad.
Si se te dice que el cristianismo es la religión del amor, créelo: es verdad; pero si se te dice que es una religión de inercia, niégalo; el amor que imone no es un amor puramente sentimental, es un amor activo y viviente.
"El cristianismo es dulce, sin duda, pero porque es fuerte; está lleno de ideas fuertes: de sentimientos fuertes, pide voluntades fuertes, actos fuertes: aprende a sufrir con fuerza, a actuar con fuerza".
"Tiene audacias que asustarán siempre a ciertas debilidades. Pide un sacrificio de sí mismo, la preferencia de la verdad, de la justicia de Dios a uno mismo, la preferencia del prójimo a uno mismo".
De este modo no es comprender su religión si no se busca en ella más que lo que halague el corazón, lo consuele y lo arrebate.
La religión de Cristo nos ha hecho del esfuerzo un deber; hijos de la Iglesia militante, es menester que seamos sus soldados.
Es necesario que seamos soldados para defendernos del mal, soldados para atacar dentro y fuera de nosotros mismos las potencias del mal; soldados para hacer triunfar el bien en nuestra alma y en el mundo; soldados prestos a verter nuestra sangre por la más santa de las causas.
Hijo mío, es pues, necesario que seas fuerte, y lo conseguirás también si por un acto inteligente y perseverante sabes trabajar, formar y transformar tu naturaleza.
¡A la obra! Podrás conquistarlo todo, cuando hayas conquistado la divina fuerza del alma.
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