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martes, 16 de agosto de 2011

LETRAS APOSTÓLICAS DEL CONCILIO PLENARIO DE AMERICA LATINA

PUBLICANDO Y PROMULGANDO
LOS DECRETOS
DEL CONCILIO PLENARIO DE LA AMÉRICA LATINA

LEÓN PAPA XIII.
Deber y sagrada obligación de los Romanos Pontífices es proteger la Iglesia de Cristo en su vastísima extensión, y promover sus intereses en todas las regiones de la tierra. Nos, por tanto, a quien, aunque sin mérito alguno, la divina Providencia ha confiado tan altos destinos, ni un momento hemos permitido que a las escogidas Repúblicas de la América Latina, falten los cuidados y los desvelos que hemos prodigado a las demás naciones católicas. Así como, en todos tiempos, hemos dictado las medidas más oportunas, para que en todas ellas brillen cada día más y más el esplendor de la cristiana piedad y el vigor de la eclesiástica disciplina, así también recientemente hemos excitado a todos sus Arzobispos y Obispos, a que tomaran la determinación de congregarse en Concilio Plenario. Bien comprendíamos su grande utilidad y suma eficacia; porque nadie mejor podía conocer las necesidades de cada una de sus Iglesias, que aquellos designados por el Espíritu Santo para gobernarlas; y la mutua comunicación de los pareceres de tantos Pastores, no podía menos que añadir eficacia y valor a sus esfuerzos para apartar de los fieles los peligros, robustecer la disciplina y proveer al bienestar del clero y del pueblo. - Unánimes estuvieron los Obispos con respecto a la celebración del Concilio; y dándonos una nueva prueba de su obediencia y adhesión á la Cátedra de San Pedro, opinaron que en ningún lugar mejor que en Roma, y a Nuestra vista, debería reunirse la sagrada Asamblea. En tal virtud, Nos, con Nuestras Letras y Apostólicas Cum diuturnum expedidas el día 25 de Diciembre de 1898, convocamos para Roma el referido Concilio. - A su debido tiempo se reunieron los Prelados. Con la misma Conformidad de pareceres con que, a pesar de la diversidad de nacionalidades, dieron principio a sus graves tareas; con la misma las continuaron y felizmente las llevaron a cabo. Ni fueron menores que la concordia la buena voluntad y el asiduo trabajo; asi es que a nadie maravilló que el Concilio se acabase en breve tiempo; y que las materias que se proponian, después de una prudente discusión, se decretasen bajo la forma de justas leyes y graves sentencias. Durante la celebración del mismo Concilio, no cesaron los Padres de darnos pruebas inequívocas de su piedad filial y veneración; y más de una vez expresamos en público Nuestra complacencia y agradecimiento por tales manifestaciones. Para dar un nuevo testimonio de benevolencia a Nuestros Venerables Hermanos, nombramos una Congregación especial de Cardenales de la Santa Iglesia Romana, a quienes mandamos que a nombre Nuestro y con Nuestra autoridad, revisaran los Decretos del Concilio. Lo cumplieron después de maduro examen y largos estudios: y Nos, accediendo a los deseos de los Padres del primer Concilio Plenario de la América Latina, por las presentes Nuestras Letras, publicamos los Decretos del mismo Concilio ya revisados por la Sede Apostólica, y al mismo tiempo decretamos, que por estas Letras Apostólicas, y sin que obste nada en contrario, en toda la América Latina y en cada una de sus diócesis, dichos decretos se tengan universalmente por publicados y promulgados, y puntualmente se observen. Quiera Dios que las disposiciones decretadas por tantos Pastores, con singular prudencia y afecto, y por Nos revisadas, cedan en provecho y esplendor de todas y cada una de esas Iglesias.
Dado en Roma, sellado con el anillo del Pescador, el primer día del mes de Enero del año de mil novecientos, vigésimo segundo de Nuestro Pontificado.
LEÓN PAPA XIII.

LETRAS APOSTÓLICAS CONVOCANDO
EL CONCILIO PLENARIO DE LA AMERICA LATINA

A NUESTROS VENERABLES HERMANOS
LOS ARZOBISPOS Y OBISPOS DE LA AMERICA LATINA.
LEÓN PAPA XIII.
VENERABLES HERMANOS SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA.

Al repasar en la memoria el larguísimo curso de Nuestro Pontificado, se nos figura que nada hemos omitido, en ninguna ocasión, que pudiera servir para consolidar en esas naciones, o extender el Reino de Cristo. De cuanto, con el favor divino, hemos llevado a cabo hasta hoy en favor vuestro, os queda la memoria y el reconocimiento, Venerables Hermanos; pues a vuestra diligencia y solicitud encomendamos, y no en vano, la ejecución de Nuestras soberanas providencias. - Hoy, empero, realizando lo que hace tiempo deseábamos con ansia, queremos daros una nueva y solemne prueba de Nuestro amor hacia vosotros. Desde la época en que se celebró el cuarto centenario del descubrimiento de América, empezamos a meditar seriamente en el mejor modo de mirar por los intereses comunes de la raza latina, a quien pertenece más de la mitad del Nuevo Mundo. Lo que juzgamos más a prepósito, fue que os reunieseis a conferenciar entre vosotros con Nuestra autoridad y a Nuestro llamado, todos los Obispos de esas Repúblicas. Comprendíamos, en efecto, que comunicándoos mutuamente vuestros pareceres, y juntando aquellos trutos de exquisita prudencia, que ha hecho germinar en cada uno de vosotros una larga experiencia, vosotros mismos, podríais dictar las disposiciones más aptas para que, en esas naciones, que la identidad, o por lo menos, la afinidad de raza debería tener estrechamente coligadas, se mantenga incólume la unidad de la eclesiástica disciplina, resplandezca la moral católica y florezca públicamente la Iglesia, merced a los esfuerzos unánimes de todos los hombres de buena voluntad. A llevar adelante Nuestros proyectos, Nos estimulaba igualmente el considerar que, cuando os pedimos vuestra opinión, acogisteis la idea con ardiente entusiasmo. Cuando llegó el momento de ejecutar Nuestros propósitos, os dimos a escoger el lugar en que había de celebrarse el Concilio. La mayor parte de vosotros nos manifestó que preferiríais reuniros en Roma, entre otros motivos, porque a casi todos era mucho más fácil el viaje a esta Dominante, que a alguna otra ciudad de América, siendo allí largas las distancias é imperfectas las vías de comunicación. No pudimos menos que acceder, de muy buena voluntad, a esta opinión por vosotros manifestada, tanto más cuanto que era indicio bien claro de vuestro amor a la Santa Sede Apostólica. Duélenos tan sólo, que por la estrechez a que las adversas circunstancias Nos han reducido, no podremos trataros durante vuestra permanencia en Roma, con aquella liberalidad y hospitalaria largueza que quisiéramos. Por tanto, hemos mandado ya a la Sagrada Congregación establecida para interpretar los Decretos del Sínodo Tridentino, que expida la convocatoria para el Concilio de todos los Obispos de las Repúblicas de la América Latina, que ha de reunirse en Roma el año próximo, y dicte con oportunidad el reglamento a que debe sujetarse.
Entretanto, en prenda de celestiales favores, y en testimonio de Nuestra benevolencia, enviamos con toda Nuestra alma la Bendición Apostólica, a vosotros, Venerables Hermanos, y al clero y al pueblo a cada uno de vosotros encomendado.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el mismo día de la Natividad de N. S. Jesucristo, del año de 1898, 21° de Nuestro Pontificado.

LEÓN PAPA XIII.

Circular de la S. Congregación del Concilio, a los Prelados Ordinarios de toda la América Latina, acerca del Concilio Plenario.

Ilustrisimo Señor y Hermano:
Nuestro Santísimo Padre, animado como se halla por el afán de gobernar con acierto todas las Iglesias, y con el fin de proveer a las diversas y urgentes necesidades de la América Latina, habiendo resuelto celebrar un Concilio plenario de los Obispos de toda esa región, y habiéndolo convocado con sus Letras Apostólicas "Cum diuturm" de 25 de Dicembre próximo pasado: para que todo marche ordenada y debidamente, mandó a la S. Congregación del Concilio, que dicte ciertas normas, las cuales fijen, con precisión y oportunidad, el tiempo y el modo de la Santa Asamblea.
Cumpliendo, pues, con las órdenes de Su Santidad, la Sagrada Congregación, por las presentes letras, advierte a todos y cada uno de los Arzobispos y Obispos de las Repúblicas de la América Latina:
1.° Este Concilio plenario se celebrará en Roma, en el Colegio Pío Latino Americano, y se ha señalado para su primera sesión el Domingo de la Santísima Trinidad, 28 de Mayo del presente año.
2.0 Deberán asistir al Concilio, en primer lugar, los Arzobispos. Si alguno, por legítimo impedimento, no pudiere venir, elija a un Obispo que lo represente en el Concilio, y avíselo a la S. Congregación.
3.° Deberán concurrir igualmente, y a ello los obliga la ley anterior, aquellos Obispos que son los únicos en una República, a saber: los de San José de Costarica, Comayagua, Nicaragua. San Salvador de Centro-América y el Paraguay.
4.° En cuanto a los demás, no pareciendo conveniente que, durante el Concilio, se quede absolutamente sin Pastores esa vastísima parte del mundo, no impone Su Santidad a cada uno de los sufragáneos de las provincias eclesiásticas, la obligación de venir; sino que manda que cada Metropolitano reúna a los Obispos sufragáneos, quienes elegirán para que los represente en el Sínodo, a uno ó a varios de sus Venerables Hermanos de la misma Provincia.
5.° Además, en dicha reunión provincial, deberán los Obispos examinar con sumo cuidado, las observaciones que cada Prelado hubiere juzgado conveniente hacer el Schema propuesto desde el principio, y que van adjuntas a estas letras; y manifestarán su opinión y sentir acerca de todos sus puntos, para que el Obispo u Obispos delegados puedan exponerlas y declararlas en el Concilio.
6.° Si, por causa legitima, no pudiera alguno concurrir a esta reunión provincial, deberá mandar por escrito al Arzobispo su voto, tanto acerca de las susodichas observaciones, como acerca del Obispo u obispos que se han de delegar para el Concilio, con el fin de que pueda tomarse de ello la debida razón.
Mucho interesa a la gloria de Dios y al bien de las almas, la fiel observancia de todas estas disposiciones, para que, con la ayuda de Dios, produzca en abundancia este Concilio Plenario, los saludables frutos qué deseamos. De que así sucederá, abriga la S. Congregación los mayores deseos y la más firme confianza.

Dado en Roma, en la S. C. del Concilio, A 7 de Enero de 1899.
A. Cardenal di Pietro, Prefecto.
B. Arzobispo de Nazianzo, pro-secretario.

Advertencia. - Se servirán los Arzobispos y Obispos que vengan al Concilio, traer consigo el Schema de los Decretos.

Carta de los Padres del Concilio a Nuestro Santísimo Padre el Papa León XIII.
Beatísimo Padre:
Los Obispos de las Iglesias de la América Latina, al inaugurarse ayer solemnemente el Concilio Plenario, resolvieron por unanimidad el ir a postrarse a los pies de Vuestra Santidad, y solicitar la Bendición Apostólica, antes de poner mano en los negocios que han de ventilarse en el Sínodo.
Deber sagrado de los Obispos de la América Latina, es manifestar a Vuestra Santidad su profundo reconocimiento, por la solicitud especial que manifiesta para con sus Iglesias. Grande es su regocijo, al ver que, vencidos y superados los obstáculos que parecían oponerse, han podido corresponder a los sapientísimos designios de Vuestra Santidad, suministrando asi no escaso consuelo A su Padre amantísimo, y constituyéndose, hasta cierto punto, en instrumentos, que añadirán nuevo lustre A un pontificado ya tan glorioso, en el cual, por vez primera, se reúnen en Concilio Plenario los Prelados de las Repúblicas Latinas de la América.
Al escoger a Roma para la celebración del Concilio, tuvieron presente los Obispos, el deseo de dar A la Santa Sede Apostólica una prueba patente de su adhesión y obediencia, de visitar A Vuestra Santidad, y de beber en las fuentes que manan en derredor de los sepulcros de los Santos Apóstoles, aquella sabiduría de que han menester, para decretar lo que más conviene a los intereses católicos en sus respectivos países.
Quiera Dios que la empresa que hemos acometido, corresponda a los altos designios y merezca la aprobación de Vuestra Santidad, para que produzca abundantes frutos en provecho de la Religión, de la cual dependen, en gran parte, la prosperidad y el progreso de la sociedad civil.
Se aprovechan de esta ocasión los infrascriptos Obispos, para dar a Vuestra Santidad las más rendidas gracias, por la benevolencia con que los ha distinguido, al asignarles como presidente honorario de las sesiones solemnes, a un Cardenal de la Santa Iglesia Romana; y por haber dado la presidencia efectiva a todos los Arzobispos de la América Latina en sucesión, condecorando a cada uno, al llegar su respectivo turno, con el título de Delegado Apostólico.
Los Obispos de las Iglesias Latino-Americanas, dirigen a Dios fervientes plegarias, para que se digne proteger y conservar largos años a Vuestra Santidad, cuyo sabio gobierno, constantemente ha aspirado a infundir en las naciones nueva vitalidad, que no puede alcanzarse sino volviendo a los santísimos principios, que Vuestra Santidad ha estado incubando en tantas Encíclicas, trazadas por Su augusta mano con singular doctrina, esttediando cada dia más los vínculos con la Sede Apostólica, y afirmando y consolidando la obediencia y adhesión al Vicario de Jesucristo.

De Vuestra Santidad
Humildes y obedientes Hijos
(Siguen las firmas de todos los Arzobispos y Obispos presentes).
Roma, a 29 de Mayo de 1899.

Respuesta de su Santidad

LEÓN PAPA XIII.

Venerables Hermanos, Salud y Bendición Apostólica.
Con sobrada razón os alegráis vosotros, y Nos sobremanera nos regocijamos, porque al fin se ha reunido vuestro Concilio plenario, hace tanto tiempo deseado, y preparado con dilatadas labores. Uno e idéntico es el motivo del regocijo que a Nos y a vosotros anima: a saber, las halagüeñas esperanzas qne todos abrigamos, de que vuestra asamblea ha de ser fecunda en frutos optimos para todos los pueblos de la América Latina. Más y más han confirmado en Nos estas esperanzas, la presteza con que hemos visto a cada uno de vosotros acudir de buena gana a Roma, sin mirar a la larga distancia que de ella os separaba: y la suma concordia que hemos admirado en vosotros, en virtud de la cual, sin tener en cuenta vuestras diversas nacionalidades, os habéis entregado unánimemente a los estudios y tareas conciliares. Corroboran Nuestra confianza, el amor y la adhesión a la Sede Apostólica, que os plugo manifestar al principio mismo del Concilio, escribiéndonos una carta llena de afecto y de sumisión. Merced a esta estrechísima unión con la Cátedra de San Pedro, alcanzaréis sin duda abundantísimos socorros de gracia divina para vuestra Asamblea, con el fin de que, lo que se ha inaugurado bajo tan favorables auspicios, logre obtener un desenlace todavía más favorable. De Nuestra propia benevolencia, Venerables Hermanos, no tenéis el menor motivo para dudar; bien os la hemos mostrado en las audiencias privadas, que, con gran consuelo de Nuestro corazón, os hemos concedido; bien os la hemos probado, cuando, para aumentar la dignidad de vuestras reuniones, permitimos que algunos miembros del Sacro Colegio de Cardenales, fuesen presidentes de honor en las sesiones solemnes. Una nueva prueba queremos daros con la Bendición Apostólica, que, en prenda de celestiales favores, os concedemos en el Señor a todos vosotros.
Dado en Roma, junto a San Pedro, a 23 de Junio de 1899, año 22° de Nuestro Pontificado.
LEON PAPA XIII


ELENCO DE LOS PADRES DEL CONCILIO.
Ilustrísimos y Reverendisímos Señores.
D. Jerónimo Thomé da Silva, Arzobispo de San Salvador, Primado del Brasil.
D. Mariano Casanova, Arzobispo de Santiago de Chile.
D. Bernardo Herrera Restrepo, Arzobispo de Bogotá.
D. Jacinto López, Arzobispo de Linares.
D. Eulogio Gregorio Gillow, Arzobispo de Antequera.
D. Próspero María Alarcón, Arzobispo de Méjico.
D. Pedro Rafael González, Arzobispo de Quito.
D. Julio Tonti, Arzobispo de Puerto-Principe.
D. Santiago Zubiría y Manzanera, Arzobispo de Durango.
D. Uladislao Castellano, Arzobispo de Buenos Aires.
D. Mariano Soler, Arzobispo de Montevideo.
D. Joaquín Arcoverde de Albuquerque Cavalcanti, Arzobispo de San Sebastián de Rio de Janeiro. D. Manuel Tovar, Arzobispo de Lima.
D. Ignacio Montes de Oca, Obispo de San Luis de Potosí.
D. Bernardo Augusto Thiel, Obispo de San José de Costarica.
D. Claudio Goncalves Ponce de Leao, Obispo de San Pedro de Río Grande.
D. Joaquín I. Vieira, Obispo de Fortaleza.
D. Rafael Camacho, Obispo de Querétaro.
D. Fray Reinaldo Toro, O. P., Obispo de Córdoba de América.
D. Fray José María Portugal, O. M., Obispo del Saltillo.
D. Ismael Puirredón. Obispo de Puno.
D. Placido Labarca, Obispo de Concepción.
D. Florencio Ed. Fontecilla, Obispo de la Serena.
D. Manuel dos Santos Pereira, Obispo de Olinda.
D. Silverio Gomes Pimenta. Obispo de Marianna.
D. Eduardo Duarte Silva, Obispo de Goyaz.
D. Joaquín Pardo Vergara, Obispo de Medellín.
D. Antonio M. Duran, Obispo de Guayana.
D. Pablo Padilla, Obispo de Tucumán.
D. Manuel De Caycedo, Obispo de Popayán.
D. Atenógenes Silva, Obispo de Colima.
D. Rosendo de la Lastra, Obispo del Paraná.
D. Ignacio Díaz, Obispo de Tepic.
D. Juan Antonio Falcón, Obispo del Cuzco.
D. Juan María Alejandro Morice, Obispo de Cayes.
D. José de Jesús Ortiz, Obispo de Chihuahua.
D. Juan Agustín Boneo, Obispo de Santa Fe.
D. Mariano Antonio Espinosa, Obispo de la Plata.
D. Francisco do Rego Maia, Obispo de Petrópolis.
D. José Lorenzo da Costa Aguiar, Obispo de Amazonas.
D. José De Camargo Barros, Obispo de Curityba de Paraná.
D. Antonio Raimundo Silva, Obispo de Mérida en las Indias.
D. Antonio Manuel De Castilho Brandao, Obispo de Belem de Pará.
D. Sinforiano Bogarín, Obispo del Paraguay.
D. Esteban Rojas, Obispo de Tolima.
D. Francisco Plancarte y Navarrete, Obispo de Cuernavaca.
D. Manuel Ballón, Obispo de Arequipa.
D. Evaristo Blanco, Obispo de Socorro.
D. Francisco Campos, Obispo de Tabasco.
D. Pedro Brioschi, Obispo de Cartagena de Indias.
D. Matías Linares, Obispo de Salta.
D. Ramón Ángel Jara, Obispo de San Carlos de Ancúd.
D. Homobono Anaya. Obispo de Sinaloa.

N. B. - A la lista anterior debe hasta cierto punto añadirse el nombre del Ilustrísimo Señor D. Fernando Arturo de Merino, Arzobispo de Santo Domingo, quien viniendo al Concilio, cayó gravemente enfermo en París, de donde envió a su secretario a Roma, a manifestar su fraternal unión a los Padres del Concilio, y su plena adhesión a los Decretos sinodales que promulgaran.

ELENCO DE LOS OFICIALES DEL CONCILIO.
Secretarios.
Sr. D. Ignacio Montes de Oca, Obispo de San Luis de Potosi.
Francisco do Regó Maia, Obispo de Petrópolis.
Pro-secretarios.
Sr. D. Bernardo Augusto Thiel, Obispo de San José de Costarica.
Pedro Brioschi, Obispo de Cartagena de Indias.
Subsecretario.
Sr. D. Pedro Corvi, Prelado Doméstico de S. S. y Protonotario Apostólico ad instar.
Jueces de querellas.
Sr. D. Claudio Gonealves Ponce de Leao, Obispo S. Pedro de Rio Grande,
Joaquín Vieira, Obispo de Fortaleza.
Rafael Camacho, Obispo de Querétaro.
Fray Reinaldo Toro, Obispo de Córdoba.
Fray José M. Portugal, Obispo del Saltillo
Jueces de excusas.
D. Ismael Puirredón, de Puno.
D. Florencio Eduardo Fontecilla, de la Serena.
D. Plácido Labarca, de la Concepción.
D. Silverio Gomes Pimenta, de Marianna.
D. Manuel dos Santos Pereira, de Olinda.
Promotores.
D. Atenógenes Silva, de Colima.
D. Francisco Campos, de Tabasco.
Relatores.
D. Ismael Puirredón, de Puno.
D. Francisco Plancarte, de Cuernavaca,
D. Antonio Espinosa, de la Plata.
D. Silverio Gomes Pimenta, de Marianna
Notarios del Concilio.
D. Gilberto Fuensalida.
D. Francisco Orozco.
D. Ángel Brasesco.
D. Leopoldo Ruiz, Abad de Guadalupe.
D. Marcolino Pacheco de Amaral, Protonotario Apostólico.
D. Benedicto Pablo Alves de Souza.
D. Carlos Garcia Irigoyen.
D. Alberto Reyes.
D. Juan Gonealves da Cruz, Camarero de S. S.
D. Manuel María Polít.
D. Eduardo Ribault, Protonotario Apostólico.
D. Nicolás Navarro,
D. Trinidad Colmenares.
D. Jorge Inda.
Ujieres.
Fray Pablo Pellistri.
Domingo Cergnossi.
Juan Cecconi.

CONSULTORES DEL CONCILIO.
D. Pedro Corvi, Prelado Doméstico de S. S. y Protonotario Apostólico ad instar.
José Mansella, Prelado Doméstico de S. S.
Pacífico Pierantonelli, Prelado Doméstico de S. S.
Padre Maestro F. Tomás Rodríguez, Prior General de los Ermitaños de S. Agustín.
F. José Calasanz de Llevaneras, Capuchino.
M. Jerónimo Coderch, del Orden de Predicadores.
Francisco Javier Wernz, de la Compañía de Jesús.
Jenaro Bucceroni, de la Compañía de Jesús.

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