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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Catecismo sobre la Misa (8)

CAPITULO VII
MISA DE LOS FIELES

PARTE SEGUNDA
Números 207-220

Preparados en la ANTE-MISA
con la purificación del alma y
con la ilustración de la fe, entramos
ya en la Misa propiamente dicha,
es decir, en el SANTO SACRIFICIO.

CONSAGRACION

207. La CONSAGRACION o realización del Sacrificio de la Misa, ¿cómo se lleva a cabo en la Iglesia Católica?
Se lleva a cabo según las preces, ritos y ceremonias prescritas por el CANON.

208. ¿Qué es el Canon?
Como indica esta misma palabra griega— es regla o norma—, el CANON es la regla fija y el formulario invariable, que desde los primeros siglos instituyó la Iglesia Católica para la realización del Sacrificio de la Misa; «está de tal manera exento de todo error, que no contiene nada que no respire santidad y piedad, y que no eleve a Dios las almas de los que ofrecen el sacrificio, porque se compone de las mismas palabras de N. S. Jesucristo, de las tradiciones de los Apóstoles y de las piadosas instituciones de los santos Pontífices». Conc. Trid.: sess. 22, De Sacrif. Missae, c. IV.
«El origen del Canon, su antigüedad y su uso, hacen de él un arca santa tan venerable como inviolable. Si alguna oración de la Iglesia ha sido compuesta con la influencia y la inspiración del Espíritu Santo, es el Canon. Está penetrado del espíritu de fe y embalsamado del perfume de la piedad, está lleno de fuerza y de unción. Su lenguaje sencillo tiene un carácter viril, un sabor arcaico y bíblico; produce una impresión conmovedora en quien lo pronuncia, semejante a la que produce en el alma la obscuridad misteriosa de las basílicas de la Ciudad Eterna. ¡Qué delicioso poder repetir en el altar las mismas palabras con que tantos sacerdotes fervorosos han celebrado el santo sacrificio durante tantos siglos en toda La Iglesia! Estas oraciones del Canon fueron ya consagradas en la era de los mártires y en las capillas funerarias de las catacumbas. ¡Qué elevación y dulzura se halla en este pensamiento! Ghir: Le Saint Sacrifice de la Messe.

209. EL CANON.
El Canon
(Realización del sacrificio)
1
PREFACIO o prólogo
Cántico de acción de gracias y alabanzas a Dios.
2
PLEGARIAS antes de la Cons.
Mementos I, II y III
Frutos del Sacrificio Plegarias sacrifícales
I-Aceptación de las ofrendas.
II-Transubstanciación de las ofrendas.
3
CONSAGRACION
Relato de la última Cena
Consagración del pan y del vino.
Plegaria Memorial.
Ofrecimiento de la Víctima.
4
PLEGARIAS después de la Consagración.
Plegarias Sacrifícales.
III- Aceptación de la Víctima.
IV- Entrega de laVíctima.
Mementos IV y V.
Frutos del Sacrificio.
5
CONCLUSION
Doxologias:
A Jesucristo.
Al Padre y ESPIRITU SANTO
¡AMEN!

210. EL CANON, ¿De cuántas partes consta?
Consta: 1, de un PREFACIO o prólogo; 2, de cinco MEMENTOS o súplicas: tres antes y dos después de la Consagración; 3, de cuatro PLEGARIAS SACRIFICALES: dos inmediatamente antes y dos inmediatamente después de la Consagración; y, por fin, 4, de una DOXOLOGIA final o conclusión.
Las cruces que traza el sacerdote también están simétricamente distribuidas: tres al principio y al fin del Canon, y cinco inmediatamente antes y después de la Consagración.
Todos estos elementos litúrgicos sirven de marco incomparable y de riquísimo engarce a la CONSAGRACION, la cual, a su vez, se compone: 1, del RELATO DE LA ULTIMA CENA; 2, de la misma CONSAGRACION, seguida de la PLEGARIA MEMORIAL.

211. EL PLAN ARQUITECTONICO DEL CANON ES GRANDIOSO Y ARTISTICAMENTE DIVINO: LA IDEA QUE INSPIRA TODAS SUS PARTES NO PUEDE SER MAS SUBLIME.
Jesucristo había dicho: «Cuando fuere levantado sobre la tierra, todo lo atraeré a mi mismo». Jo. XII, 32.
Y efectivamente, toda la creación anhelando su renovación y rescate converge desde entonces hacia la Cruz, donde Cristo se ha levantado entre el cielo y la tierra; converge hacia la Consagración que es el momento culminante en que Jesucristo reproduce tantas veces en la tierra el Sacrificio de la Cruz, y en cada Misa todas las criaturas tienden sus brazos suplicantes hacia el Redentor del mundo y le dirigen la misma humilde y tierna plegaria que el buen ladrón le dirigiera en el Calvario: «MEMENTO»...: —Acuérdate, Señor, de nosotros, dice la Iglesia militante, la Iglesia de la tierra con el Papa, los Obispos y todos los fieles que estamos luchando por conseguir la aplicación de los frutos de la Redención... MEMENTO I Acuérdate, Señor, de nosotros, dice la Iglesia triunfante, la Iglesia del cielo con su glorioso cortejo de Santos que, gracias a Jesucristo, han triunfado y continúan ahora en el cielo la obra de la Redención, rogando por nosotros... MEMENTO I Acuérdate de nosotros, dice la Iglesia paciente, la Iglesia del Purgatorio con sus almas rescatadas pero no todavía definitivamente redimidas..., y en fin, también nosotros pecadores, NOBIS QUOQUE PECCATORIBUS, que nos hemos colocado los últimos, decimos al Señor que se acuerde de sus siervos y nos deje un rinconcito allá en su reino...
Mientras tanto, las plegarias sacrifícales despiden su incienso, las cruces se multiplican como destellos luminosos de la única Cruz Redentora, y en el Santuario, rompiendo el silencio más profundo y misterioso, se oye al mismo Jesucristo, a la misma VICTIMA DIVINA que exclama desde la Cruz: «TOMAD Y COMED... PORQUE ESTE ES MI CUERPO... TOMAD Y BEBED... PORQUE ESTE ES EL CALIZ DE MI SANGRE, DEL NUEVO TESTAMENTO... LA CUAL SERA DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR MUCHOS PARA LA REMISION DE LOS PECADOS. Pío Parsch: o. c.: pp. 187-189.

212. ¿Qué es el Prefacio?
Es un magnífico cántico de acción de gracias y de alabanzas a Dios, que el celebrante, imitando a Nuestro Señor Jesucristo, quien también en la Ultima Cena, antes de consagrar el pan y el vino, dió gracias a su Padre Celestial (Lc. XXII, 19; Mt. XX, 27, y Mc. XIV, 23), entona ahora como introducción al Canon. Prefacio parece provenir de praefari, pronunciar solemnemente fórmulas consagiadas por el derecho o por el ritual. El Sacramentario Gregoriano lo toma en el sentido de introducción al Canon, y esta última acepción es la que ha prevalecido. Actio no es abreviación de gratiarum actio, sino en el sentido clásico de esta palabra latina, es la contracción de sacrum agere, operare, facere, expresiones con que los antiguos designaban el sacrificio.
Los orígenes del Prefacio, de este cántico de acción de gracias, hay que buscarlos, sin duda ninguna, en la oración o himno con que el jefe de la familia judía, durante las alegrías del banquete pascual, exaltaba las obras maravillosas con que Dios había siempre regalado a su pueblo escogido: la creación, la salvación de Noé, la vocación de Abrahán, la revelación del Sinaí y la conquista de la tierra prometida... Jesucristo, jefe y cabeza de la gran familia cristiana, inauguró la nueva Alianza celebrando la verdadera Pascua, pues se inmoló a sí mismo, como verdadero Cordero de Dios, y también El entonó en esta memorable ocasión un nuevo cántico de acción de gracias: este cántico eucaristico dió su nombre al Sacrificio y sacramento por excelencia y constituyó la gran plegaria de la Consagración. El Prefacio formaba, pues, un todo con el Canon de la Misa, y era como el fondo y la idea dominante de toda la gran plegaria consecratoria; en un principio era improvisado por el celebrante que, sin interrupción, lo amplificaba hasta después de la Consagración. Cfr. San Justino: n. 136 (6).
En la actualidad aparece desligado del Canon por el canto del Sanctus y del Benedictus — el Sanctus se introdujo en la primera mitad del siglo II , y el Benedictus algo después—; pero este desligamiento es sólo aparente, como bien lo indican las palabras con que empieza el Canon: «TE IGITUR... A TI, PUES», y el espíritu eminentemente eucarístico de todo el Canon.
En el Sacramentario Leoniano hallamos 267 prefacios; en el Gelasiano, 54 y en el Gregoriano, 10; nosotros tenemos 15, pero con la tendencia a aumentar su número.
_______________
PREFACIO:
S. El Señor sea con vosotros.
P. Y con tu espíritu.
S. Arriba los corazones.
P. Los tenemos elevados al Señor.
S. Demos gracias al Señor, Dios nuestro.
P. Digno y justo es.
(Prefacio común: días ordinarios.)
Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, El darte gracias en todo tiempo y en todo lugar, Señor Santo, Padre omnipotente, Dios eterno, POR CRISTO, NUESTRO SEÑOR.
(Aqui suele venir el embolismo o intercalación del motivo especial de acción de gracias.)
Por quien los Angeles alaban tu Majestad. La adoran las Dominaciones, tiemblan ante ella las Potestades. Los Cielos, y las Virtudes da los Cielos y los bienaventurados Serafines, La celebran con mutuos transportes de alegría. Rogamoste, pues, que juntamente con sus alabanzas, Te dignes aceptar las nuestras, Al decirte con humilde alabanza:
SANTO, SANTO, SANTO ES EL SEÑOR DIOS DE LOS EJERCITOS. LLENOS ESTAN LOS CIELOS y LA TIERRA DE TU GLORIA.
¡HOSANNA EN LAS ALTURAS! ¡BENDITO SEA EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR ¡HOSANNA EN LAS ALTURAS!

213. ¿Cuántas partes podemos distinguir en el Prefacio?
Podemos distinguir: 1, una INTRODUCCION o diálogo entre el celebrante y los fieles; 2, una ALABANZA GENERAL a Dios, seguida muchas veces de un EMBOLISMO o intercalación de algún motivo especial de acción de gracias; y 3, una CONCLUSION con los cánticos del SANCTUS y del BENEDICTUS.
La fórmula «POR CRISTO NUESTRO SEÑOR» que ha venido a resolver el problema más trascendental, planteado entre Dios y los hombres, constituye el núcleo y el centro giratorio de todo el Prefacio: no sólo nuestras humildes alabanzas humanas, sino también las angélicas y celestiales pasan por Jesucristo, y pasando por Jesucristo tienen por necesidad que llegar directamente hasta el mismo trono de Dios.
1. INTRODUCCION o diálogo: comienza con el cristiano saludo, siempre antiguo y siempre nuevo del «Dominus vobiscum» — véase n. 163—: ahora si que está próximo el cumplimiento de este deseo, pues el Señor va a estar con nosotros dentro de pocos instantes; y al dirigir este saludo no se vuelve el sacerdote hacia el pueblo, como antes, porque ya se encuentra en el monte dentro de la nube, como Moisés y cara a cara con el Señor... «ARRIBA LOS CORAZONES», se oye exclamar al sacerdote con los brazos levantados, mientras va subiendo más alto y acercándose al trono de Dios... «ARRIBA LOS CORAZONES» es, por decirlo así, el «aúpa» cristiano con que el celebrante anima a los pcqueñuelos, a los fieles para que se levanten con él de la tierra y le sigan en su vuelo hacia Dios. Y el pueblo, como queriendo tranquilizar a su sacerdote, responde en seguida: «SI YA LOS TENEMOS ELEVADOS A DIOS», si ya están desprendidos de la tierra y desarraigados de todo lo pecaminoso, culpable y aun distractivo... Pues si es así, replica el sacerdote, «DEMOS GRACIAS AL SEÑOR DIOS NUESTRO», es decir, según el sentido primitivo: «Eucaristicemos»..., pongámonos a celebrar el Santo Sacrificio, que es la acción de gracias más cumplida...
"Es digno y justo que asi lo hagamos», termina respondiendo el pueblo cristiano.
2. Y el sacerdote, reafirmando estas últimas palabras de la asamblea, las amplifica poética y solemnemente, celebra los atributos de Dios con ETERNO AGRADECIMIENTO — semper et ubique, siempre y en todo lugar —e INTERCALA DIVERSAS ALUSIONES, siempre concisas y bellas, al misterio o festividad que se celebra; y todo ello deslizándose sobre un recitado griego antiquísimo, tan melódico y sencillo, con tan pocas notas musicales y un efecto tan sorprendente, que es la admiración de los genios musicales, de un Mozart, por ejemplo, que habría dado, según se cuenta, toda si: obra musical por el Prefacio.
3. La Iglesia, con la grandiosa inspiración de los momentos más solemnes de su liturgia, recuerda ahora que allá, en el cielo, los ángeles y los espíritus bienaventurados están eternamente cantando a Dios otro Prefacio que escuchara el Profeta Isaías en una de sus famosas visiones, Isai., 6, 3, y con humilde plegaria ruega a la Majestad de Dios que permita juntar nuestras débiles voces humanas con las sublimes adoraciones de los Angeles, de las Dominaciones, de las Potestades y de las demás jerarquías angélicas — que se describen en el Prefacio, cada una en actitud diferente — para formar asi un solo Prefacio y un solo coro angélico-humano que llene los cielos y la tierra con el más sonoro, armonioso y universal himno de la santidad y del poder de Dios:
SANTO, SANTO, SANTO ES EL SEÑOR DIOS DE LOS EJERCITOS. LOS CIELOS Y LA TIERRA ESTAN LLENOS DE VUESTRA GLORIA.
El celebrante, imitando a los ángeles del cielo que, al decir estas palabras, cubren con las alas sus rostros, inclina reverente la cabeza y junta ante el pecho las manos, mientras la campanilla advierte a los fieles que nos bailamos en uno de los momentos más importantes del Santo Sacrificio.
AL TRISAGIO en honor de la Sma. Trinidad — así se llama al Sanctus con vocablo griego, que significa TRES VECES SANTO — sigue un saludo popular y cariñoso al Salvador del mundo: es el mismo saludo, son las mismas aclamaciones entusiastas y espontáneas que las turbas y los niños hebreos le dirigieron en su entrada triunfal en Jerusalén, el domingo de Ramos... ¡Cómo se siente el hondo dramatismo de la Misal ¿No viene ahora Jesucristo a inmolarse sobre el altar, como entonces entraba en Jerusalén para consumar su Sacrificio?...

214. ¿Cuál es el origen de la imagen del Crucifijo que suele llenar la página izquierda que precede al Canon en nuestros misales?
Procede de la primera letra con que comienza el Canon.
En efecto: esta letra es una T mayúscula que, como se ve, presenta la forma de una cruz; los monjes antiguos, que con admirable paciencia y arte inimitable pasaban la vida copiando códices e iluminando con lindas miniaturas las letras iniciales de los viejos manuscritos, comenzaron también a adornar la T del Canon; a la cruz, que les ofrecía la forma natural de esta letra, sobrepusieron muy pronto la imagen del Crucificado, agrandaron la figura, hasta que, por fin, en el siglo XI, desprendiéndose de la letra que le dió su origen, aparece el Crucifijo en cuadro separado y, por cierto, en el lugar más digno, presidiendo el Canon y llenando la página más bella y artística de nuestros misales.

215. PLEGARIAS ANTES DE LA CONSAGRACION.
FRUTOS DEL SACRIFICIO
a) Para la Iglesia:
Paz-Proteccion-Unidad: "TE IGITUR"
b) Para los que encargan la MISA y asistentes a ella:
Perdón de sus pecados-salvación de sus almas y salud de sus cuerpos: "MEMENTO, DOMINE"
c) Para los mismos: Participación en los bienes espir. de los Santos: "COMMUNICANTES" ACEPTACION de la OFRENDA-APLICACION de sus frutos: "HANC IGITUR" TRANSUBSTANCIACION de la OFRENDA:
"QUAM OBLATIONEM"

216. PRIMER MEMENTO: POR LA IGLESIA — FRUTO GENERAL DE LA MISA: Véase n. 19.
a) ¿Qué gestos o ceremonias ejecuta ahora el sacerdote?
En una escena muda, pero majestuosa, extiende los brazos el celebrante, los eleva y, juntando en lo alto las manos, levanta al mismo tiempo sus ojos hacia el cielo; en seguida los vuelve a bajar, y profundamente inclinado ante el altar, apoyadas en él las manos, comienza a recitar la primera oración del Canon.
Antes de las palabras «que aceptes y bendigas», besa el altar, que simboliza a Jesucristo, para sacar de allí el poder de bendecir... como efectivamente bendice en seguida con tres grandes cruces las ofrendas que están sobre el ara, y prosigue después su oración con los brazos levantados, como las figuras Orantes de la Catacumbas.
b) ¿A quién va dirigida esta plegaria?
Va dirigida, como todo el Canon, al PADRE ETERNO, y valiéndose, como siempre, de la mediación de Jesucristo: mediación que, sobre todo aquí, al principio de la gran plegaria sacrifical, se pone tan de relieve... POR JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR, TU HIJO.

c) ¿Cual es el contenido de este primer Memento?
Podemos distinguir dos partes de diferente época y enlazadas por la partícula «un primis, en primer lugar»; la segunda, posterior a la primera, es de mediados del siglo VI.

MEMENTO I
A Ti, pues, clementísimo Padre, por Jesucristo, nuestro Señor, tu hijo, humildemente te rogamos y pedimos que aceptes y bendigas estos dones, estos presentes, estos santos sacrificios inmaculados, que en primer lugar te ofrecemos por tu santa Iglesia Católica; para que te dignes darla paz, custodiarla, unificarla y gobernarla en toda la redondez de la tierra; juntamente con tu siervo, nuestro Papa N., con nuestro Obispo N., y con todos los ortodoxos y los que promueven la fe católica y apostólica.

EN LA PRIMERA PARTE: rogamos y pedimos humildemente la aceptación, que sean agradables a Dios; y la bendición, es decir, LA CONSAGRACION de las ofrendas del pan y del vino. Estas ofrendas se llaman dona, porque a Dios libremente se las ofrecemos; munera, porque, además, se las ofrecemos por razón de nuestro cargo, de sacerdotes, y por razón de nuestra naturaleza, de criaturas de Dios; y sacrificios, por anticipación, porque van a ser en seguida consagradas en el Cuerpo y en la Sangre de Jesucristo.
«Donum», de do, es el don libre; «munus», es el don que resulta de un cargo — donum, quod officii causa datur— (Festus), por ejemplo, los espectáculos que los magistrados por su cargo, debían dar al pueblo. Estas dos palabras, cuyo sentido se completa, aparecen con frecuencia reunidas, como aquí, en los clásicos latinos, sobre todo en Cicerón: Pro Arch., VIII, 18: aliquo dono atque munere; De Senect, XII. 40: divino muneri ac dono; Pro Cluentio XXIV, 66: donis dalis muneribusque...

EN LA SEGUNDA PARTE: pedimos que nuestro Sacrificio, primero y antes que a nadie, aproveche a la IGLESIA DE DIOS; a esta Iglesia que, como obra maestra de Jesucristo, nacida de su pensamiento y de la sangre y del agua de su costado, es la prolongación de su vida entre nosotros; y a la que ya en los primeros siglos de su existencia, como indica esta oración, podemos distinguir, divinamente ataviada, con dos de sus más brillantes notas o signos que la señalan como la única y verdadera esposa de Jesucristo: SANTIDAD y CATOLICIDAD... «por tu santa Iglesia católica».
Y para esta Iglesia, tomada, no en abstracto, sino muy en concreto en cuanto es la congregación o reunión de los fieles cristianos que actualmente viven, pedimos estos cuatro bienes: PAZ, PROTECCION, UNIDAD y DIRECCION DIVINA, orando nominalmente por el PAPA y por el Obispo, donde se celebra la Misa y, en fin, por «TODOS LOS ORTODOXOS», o sea, por todos los cristianos que profesan la fe pura, y por LOS QUE PROMUEVEN LA FE CATOLICA Y APOSTOLICA, es decir, por los sacerdotes y misioneros y también por los apóstoles seglares que trabajan en las filas de la Acción Católica.
Leyéndola en latín se advertirá el ritmo de esta hermosa plegaria que ha logrado juntar las palabras en grupos de dos, tres, cuatro o cinco; y comparándola con la sublime oración de Jesús al fin de la Cena, Jo. XVII, 11-26, y con las fórmulas litúrgicas de los primeros cristianos — véase p. e. la Didaje: n. 62, cap. X—, se hallará la misma unanimidad de deseos y aspiraciones... LA UNIDAD, LA PAZ, EL BIENESTAR DE LA IGLESIA UNIVERSAL. A ROGAR POR LA IGLESIA Y POR EL PAPA nos enseña la Liturgia con sus oraciones verdaderamente católicas y universales: ésta es la devoción predilecta de los Santos y de las almas grandes... ¡Cómo aman a la Iglesia los Santos! Citemos solamente a «la hija de la Iglesia», Santa Catalina de Sena, que llamaba al Papa: «el dulce Cristo en la tierra», y escribía a la Reina Madre de Hungría: «Debemos apasionarnos por la Santa Iglesia»; y al Papa Gregorio IX: «Yo quiero dar mi sangre y la medula de mi sangre por la Santa Iglesia...». Y Santa Teresa de Jesús, cuando se hallaba en su lecho de muerte... «Daba a Dios muchas gracias porque la había hecho hija de la Iglesia y porque moría en ella, y muchas veces repetía esto: —EN FIN, SEÑOR, SOY HIJA DE LA IGLESIA», Ribera Francisco: Vida de Santa Teresa de Jesús, lib. 3. c. 15. Para amar a la Iglesia y sentir con ella, léanse las áureas reglas de S. Ignacio de Loyola en su libro de los Ejercicios.

217. SEGUNDO MEMENTO: POR LOS QUE ENCARGAN LA MISA, Y LOS ASISTENTES A ELLA. FRUTO MINISTERIAL Y ESPECIAL DE LA MISA.
¿A quiénes recuerda ahora el celebrante?
El celebrante, profundamente recogido, junta ahora las manos y las eleva casi a la altura del rostro, mientras con los ojos bajos y la cabeza algo inclinada recuerda:
1. Mentalmente, a aquellas personas por quienes aplica el fruto ministerial de la Misa.
Son momentos de silencio y de gran recogimiento: es también ahora cuando los fieles que asisten a la misa deben recomendar sus intenciones particulares. Cuánto deseaba Sta. Teresita del Niño Jesús tener un hermano sacerdote para lograr la fortuna de ser recordada cada mañana, aquí en el Memento de los vivos.
2. Poco después, y ya con las manos extendidas, hace mención de TODOS LOS CIRCUNSTANTES, en los cuales la Iglesia supone — y así se lo manifiesta a Dios N. S. con maternal complacencia — que asisten a la Misa con FE y DEVOCION: virtudes tan propias del sencillo pueblo cristiano y que son como las dos alas con que se remonta al cielo el culto católico.
La expresión, muy antigua: "circumstantes» — en latín los que están de pie y en derredor —, indica que los asistentes a la misa permanecían de pie durante la misma, y además que rodeaban al altar, el cual, en las primitivas basílicas cristianas, como se sabe, estaba situado hacia el medio del templo. Véase nn. 79 y 82.
3. En fin, la Iglesia, volviendo a su oración característica, la oración universal y católica, ruega también «POR TODOS LOS SUYOS», es decir, por los padres, familiares y amigos de aquellos a quienes acaba de encomendar.
¿Qué pide para todos ellos?
La «redención de sus almas», es decir, el perdón de sus pecados; la salvación del alma, y también la conservación o salud del cuerpo.
¿Qué observamos en cuanto a las dos fórmulas: «por quienes te ofrecemos o que ellos te ofrecen?».
Que esta segunda «que ellos te ofrecen», es la única fórmula original y más antigua; porque presenta a los asistentes a la Misa como verdaderos OFERENTES de este «sacrificio de alabanza»: pues como todos ellos — ya lo hemos visto—, participaban activamente en el OFERTORIO, por todos ellos naturalmente solía rogarse. La primera fórmula no se encuentra en los antiguos Sacraméntarios y viene a romper la construcción de la frase... «y de todos los circunstantes»... (por quienes te ofrecemos o) que te ofrecen este sacrificio... Se introdujo en el Canon hacia el siglo X, cuando cesó la ofrenda popular.
__________________

MEMENTO II
Acuérdate, Señor, de tus siervos y siervos NN...; y de todos los circunstantes, cuya fe te es conocida y manifiesta su devoción, poi quienes te ofrecemos o ellos te ofrecen este sacrificio de alabanza por si y por todos los suyos, por la redención de sus almas, por la esperanza de su salvación y conservación, y rinden sus votos o Ti, Dios eterno, vivo y verdadero.

En las antiguas liturgias se pasaba del Prefacio, por medio de una corta transición, al mismo relato de la Cena: La doble enumeración, la de los vivos y la de los difuntos — mártires o santos propios de cada iglesia, obispos bienhechores y fieles más significados —, tenía lugar en la parte preparatoria, antes de la plegaria eucarística; pronto, sin embargo, el fervoroso deseo de los fieles de ser recordados dentro de los divinos misterios hizo que los diáconos comenzaran a leer en alta voz estas listas de nombres o DIPTICOS, después que el celebrante había recitado el comienzo siempre invariable: «MEMENTO, DOMINE...» El Memento o díptico de vivos se situó antes, y el de difuntos, después de la Consagración; lo mismo se hizo con el díptico de los Santos, invocándose a unos antes y a otros después de la misma Consagración. Esta lectura o recitación de los dípticos en alta voz aparece claramente atestiguada desde el siglo IV al X, al cesar esta costumbre, que, como se deja entender, presentaba graves inconvenientes, los Misales conservaron las fórmulas inicial y final del los antiguos dípticos, con las letras N. N., o sea, nombres que puede recordar mentalmente el celebrante en el cuerpo de los Mementos.

218. TERCER MEMENTO: LOS SANTOS.
¿Qué título lleva en el Misal este Memento?
«INFRA-ACTIONEM», o sea, dentro o durante al ACCION sacrifical o Canon: título que nos indica que el texto del Comunicantes, como presenta algunas variedades en determinados tiempos litúrgicos — ahora en el Jueves Santo, Navidad, Epifanía, Pascua, Ascensión y Pentecostés, y antes, además, en otras festividades—, se colocaba antiguamente fuera del Canon, como una parte variable de la Misa; este título advertía, pues, al celebrante que debía intercalarlo dentro del Canon.
Nótese que este Memento, lo mismo que el anterior, están unidos al primero formando todos una sola oración continua, que comienza con el TE IGITUR y termina con el AMEN del Comunicantes: por eso en muchos Misales antiguos, antes del Comunicantes, no había punto, sino sólo una coma; de modo que el sentido es: «...Y te suplicamos todo esto..., no solos, sino unidos con TODOS LOS FIELES, en comunión de los méritos, oraciones y satisfacciones de los otros miembros, y de la INTERCESION DE LOS BIENAVENTURADOS del cielo».
¿Cuál es el dogma católico que aquí se recuerda?
Es el dogma grandioso de la COMUNION DE LOS SANTOS: dogma que es una síntesis de la teología católica. y por el cual los fieles tenemos parte — eso significa comunión—, participación, en los bienes espirituales de los otros, como miembros de un mismo cuerpo que es la Iglesia.
Formando un solo corazón y una sola alma, un solo corazón que late a impulso de la misma caridad, y una sola alma que vive con la misma vida de Jesucristo; todos los fieles — los de la tierra, los del purgatorio y los del cielo —, venimos así a reunimos junto a la cruz y en torno a la Consagración. La Misa, donde con inagotable largueza se distribuyen y comunican los tesoros comunes de la Iglesia Católica es, por consiguiente, el abrazo común de la gran FAMILIA DE DIOS y el lazo de unión de todos sus miembros con su CABEZA, JESUCRISTO, y entre sí mismos.
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MEMENTO III
Uniéndonos en la misma comunión y venerando en primer lugar la memoria de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Señor Jesucristo, también la de tus bienaventurados Apóstoles y Mártires Pedro y Pablo, Andrés, Santiago, Juan, Tomás, Santiago (el menor), Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo— Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio — y Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián y de todos tus Santos, por cuyos méritos te suplicamos nos concedas que en todas las cosas nos defienda el auxilio de tu protección. Por el mismo Cristo, nuestro Señor. Amén.

¿A qué Santos particularmente invocamos en este Memento?
a) EN PRIMER LUGAR, In primis, presidiendo este antiquísimo retablo, donde sólo figuran Santos de los cuatro primeros siglos, descuella majestuosa la REINA DE TODOS ELLOS, «la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Nuestro Dios y Señor Jesucristo».
La veneración a la Madre de Dios, ya en los primeros siglos de la Iglesia, aparece claramente atestiguada por las pinturas de las Catacumbas — primera mitad del siglo II, en el cementerio de Priscila —, representando la profecía de Isaías sobre la Virgen que había de dar a luz; y por las alusiones de los Santos Padres, de los siglos II y III; por ejemplo, S. Ignacio de Antioquía ensalzando su Virginidad, y S. Ireneo estableciendo un paralelo entre Eva y María... En 370 se celebra, en Antioquía, una fiesta en honor de la Madre de Dios. San Cirilo de Alejandría alude a diversas iglesias con la advocación de María, y de hecho sabemos que la iglesia donde se reunió el tercer Concilio Ecuménico, año 431, estaba dedicada a la Madre de Dios... En fin — para terminar esta nota, forzosamente muy breve—, en el siglo VI, lo mismo en Oriente que en Occidente, va se celebraban estas cuatro fiestas en honor de la Virgen: LA PURIFICACION, LA ANUNCIACION, LA ASUNCION y LA NATIVIDAD. Cfr. BAUDOT; Catechisme Liturgique, t. II: Le propre des Saintes, pp, 76, 79. ALAMEDA: La Virgen en la Biblia y en la Primitiva Iglesia: Parte 3.

b) DOCE APOSTOLES Y DOCE MARTIRES. En seguida, con perfecta simetría, se citan los nombres de doce Apóstoles y los de doce Mártires.
Entre los Apóstoles no hallamos a S. Matías, que, agregado más tarde al Colegio apostólico, es nombrado en la segunda lista; y advertimos, en cambio, la presencia de S. Pablo, inseparablemente unido por la liturgia con S. Pedro, como unidos estuvieron los dos en el martirio, en la preeminencia del apostolado y en la avasalladora conquista de Roma para el cristianismo. En cuanto a la colocación de sus nombres — fuera de Andrés, que sigue de cerca a su hermano Pedro, y de los dos hermanos Santiago y Juan—, los demás parece que siguen el orden de sus fiestas en el calendario: Tomás, con su fiesta en diciembre; Santiago y Felipe, en mayo; Bartolomé, en agosto; Mateo en septiembre; Simón y Tadeo, en octubre.
Entre los Mártires reconocemos a cinco PAPAS: S. Lino, año 67-79; S. Cleto, 79-90 ; 8. Clemente, 90-99 ; 8. Sixto I, 116-125 (o tal vez el segundo de este nombre: años 257-258), y S. Cornelio, 251-253. A continuación de los Papas, y estrechamente unido a San Cornelio por la lucha victoriosa que ambos sostuvieron contra el cisma de Novaciano, figura el célebre mártir africano y elocuente defensor del martirio, S. Cipriano, Obispo de Cartago (muerto el 258); viene después el famoso diácono español, S. Lorenzo, asado en unas parrillas el 10 de agosto del 258 y asimilado en su culto, desde los primeros tiempos de la Iglesia de Roma, a S. Juan Bautista, teniendo su vigilia y octava por lo menos a partir del siglo V; S. Crisógono, soldado y mártir bajo Diocleciano, el 24 de noviembre del 304; los dos hermanos Juan y Pablo, martirizados en la persecución de Juliano el Apóstata, el 26 de junio del 362, y, en fin, los dos hermanos médicos, de origen árabe, Cosme y Damián, decapitados en tiempos de Diocleciano, el año 306.

«Citar a los Apóstoles y a los mártires, en el momento en que la Sangre de la Divina Victima va a correr místicamente sobre el altar, es tributar a aquéllos el honor más excelso. Es, en alguna manera, unir su sangre derramada a la de su Divino Maestro, por amor de quien ha dado su vida» (Bravant).
LAS RAZONES HISTORICAS que explican la inserción en el Canon de Santos mártires solamente, y de mártires romanos, véanse en los nn. 121 (2) y 122.
Incluir el nombre de alguno en los dípticos del Canon equivalía a declararlo oficialmente merecedor del supremo honor de los altares, es decir, a canonizarlo, palabra que pasó a significar la introducción de esas personas en el Catálogo de los Santos, así como ser borrado de los dípticos era señal de excomunión.

219. PLEGARIA SACRIFICAL, I: ACEPTACION DE LA OFRENDA V APLICACION DE SUS FRUTOS.
a) ¿Qué ceremonia ejecuta ahora el sacerdote?
Mientras recita esta oración que antiguamente variaba según las circunstancias — hasta 38 Hanc igitur trae el Sacram. Gelasiano—, y que hoy recibe una ligera adición sólo en Pascuas y en Pentecostés; el celebrante tiene extendidas las manos sobre el Cáliz y la Hostia, expresando con esta ceremonia la satisfacción del pecado por substitución; véase n. 35. El tañido de la campanilla que en estos momentos viene a romper la silenciosa recitación del Canon, nos invita a postrarnos de hinojos y a concentrar toda nuestra atención en los instantes más solemnes del Sacrificio.
A nosotros esta ceremonia nos debe indicar que ha llegado el momento de renovar las OFRENDAS que antes hicimos: DEL PAN, DEL VINO Y DE NOSOTROS MISMOS.
Este rito de colocar las manos abiertas y juntas sobre la OBLATA fue extendido a toda la Iglesia en tiempos de PIO V, pues antes, el celebrante recitaba esta plegaria profundamente inclinado hacia el altar.
En cuanto al inciso: «DISPON EN TU PAZ NUESTROS DIAS», sabemos que es una de las últimas adiciones al Canon, y que fue incorporada a éste por el Papa S. Gregorio Magno con ocasión de las guerras e invasiones de los pueblos bárbaros, particularmente de los Lombardos, que penetraron en Italia en el año 538, apoderándose del valle del Po — llamado por esto, después, Lombardía —, y que, al fin, fueron convertidos al Cristianismo por el mismo S. Gregorio.

b) ¿Qué pedimos en esta oración?
En esta oración, además de continuar — nótese la partícula unitiva: IGITUR, PUES — la misma súplica con que empezamos el Canon, o sea la ACEPTACION DE LAS OFRENDAS... «Suplicamos que te dignes aceptar benigno esta OBLACION de nuestra servidumbre (del sacerdote), y también de toda tu familia (de los fieles)...»; pedimos estos tres frutos, tan propios del Santo Sacrificio: 1, LA PAZ... pero «TU PAZ, la paz que el mundo no puede dar», la paz con todo el sentido cristiano, consolador y amplio de esta palabra en los labios de Jesús; 2, LA PRESERVACION DE LA ETERNA CONDENACION; 3, LA ADMISION EN LA GREY DE LOS ESCOGIDOS o predestinados.
Las imágenes de la familia y de la grey, que en esta oración se recuerdan, no pueden ser más cristianas y hermosas.
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PLEGARIA SACRIFICAL I
Te suplicamos, pues, Señor, que te dignes aceptar, benigno, esta oblación de nuestra servidumbre y también de toda tu familia, y dispongas en tu paz nuestros dias y haz que seamos libres de la eterna condenación y contados en la grey de tus escogidos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

220. PLEGARIA SACRIFICAL, II: TRANSUBSTANCIACION DE LA OFRENDA.
¿Cómo se llama esta plegaria?
Esta plegaria, una de las más antiguas del Canon — pues ya aparece en el Tratado de S. Ambrosio sobre los Sacramentos, hacia el año 370—, se llama «la PLEGARIA DE LA CONSAGRACION», porque en ella pedimos a Dios N. S. que realice, ahora mismo, entre nosotros esta conversión estupenda, que se llama en lenguaje teológico: TRANSUBSTACIACION. Véase n. 16 y 224:
«A fin de que nuestra ofrenda se convierta PARA NOSOTROS— recuerda el Christus natus est nobis... Nobis datus, nobis natus —en el CUERPO Y SANGRE DE TU AMADISIMO HIJO, NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO».
«Un vivo sentimiento de ternura, provocado por las palabras: «dilectissimi Filii tui», obliga al sacerdote a juntar las manos, como para abrazar y estrechar contra su pecho al Hijo amadísimo del Padre. Coelho: Cours de Liturg. Rom. pág. 216.
«La sencillez con que pedimos el gran milagro de la transubstanciación se asemeja a la que emplea la Sagrada Escritura, tan sublime cuando refiere el poder de Dios en el acto de la creación: Que exista la luz, y la luz existió, y la maravilla no menos grande de la Encarnación del Verbo en el seno de María: Hágase según tu palabra. Y el Verbo se hizo carne.» S. di Franza: Luce Eucarística, p. 76.
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PLEGARIA SACRIFICAL II
La cual oblación te rogamos, oh Dios, que te dignes hacerla en todo bendita, legitima, ratificada, razonable y aceptable, a fin de que se convierta para nosotros en el Cuerpo y Sangre de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Es en verdad sorprendente, pero muy significativa, la insistencia con que vuelve la Iglesia una y otra vez sobre su idea, LA ACEPTACION, POR PARTE DE DIOS N. S., DE NUESTRA OFRENDA; pero sobre todo aquí al llegar el momento sublime de la Consagración, acumula tantas expresiones, no todas fácilmente traducibles — algunos de estos epítetos son términos del derecho romano, p. e., adscriptam, lo conforme a lo escrito, y aquí a lo prescripto o instituido por Jesucristo; ratam, lo ratificado, aprobado —; y acompaña y refuerza estas expresiones con tantas cruces — aquí traza cinco—, y la cruz, como se sabe es el gesto más sagrado y significativo de la Liturgia; que bien se adivina, con todos estos insistentes anhelos, que nos hallamos ya en la misma cumbre del Calvario, junto a la Cruz de Jesús y cayendo sobre nuestras almas, gota a gota, la sangre redentora de la Víctima divina del Sacrificio...

«¡Cuerpo de Cristo, sálvame;
Sangre de Cristo, embriágame !»..

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