Cerca del año 1428, a un mozo de la diócesis de Vannes se le volvió la cara hacia las espaldas, de tal suerte que de muchos remedios que buscó, ninguno le aprovechó para alcanzar lo que deseaba. Y así, obligándole a ello su trabajo, hizo voto a San Vicente de visitar cada año su sepulcro y ofrecerle allí ciertos dineros. Apenas hubo concluido su oración, cuando ya la cara se le volvió a su lugar natural. Pero como él se olvidase de visitar el sepulcro cada año, como era obligado, cuando menos se cató se vió en el mesmo trabajo que antes. Y como aquel que ya sabía el remedio, encomendóse al Santo con el mesmo ofrecimiento, y alcanzó la salud deseada.
Cerca del año 1428, Pedro Chauteur, niño de hasta siete años, vino en otra enfermedad semejante a la del enfermo, de quien ahora tratábamos, y estuvo así lisiado siete meses. Encomendóle su padre a muchos médicos y en especial a uno que emprendió su cura muy de propósito. Al cabo de tiempo, cansado el padre de tanta prolijidad, hizo un voto a San Vicente y partióse a ver su hijo que estaba en otro lugar del obispado de Vannes. Y encontrándose con el médico, le prequntó si su hijo estaba ya sano. Respondióle el otro que no. Entonces dijo el padre: Hora bien, que yo ya sé el médico que tengo que buscar; si no es con favor del santo fray Vicente, ninguno de vosotros me lo podrá curar; y así ya le tengo ofrecido a este santo mi hijo. Dicho esto, fuése a ver su hijo, el cual en el mesmo punto le halló sano y con la cabeza concertada. De lo cual, atónito el padre, le llevó al sepulcro del Santo para hacerle gracias de ello. Entendió el niño por dónde le había venido la salud y aprobó el voto de su padre; y de nuevo prometió de cada año visitar el sepulcro. Cosa maravillosa fue, que en espacio de veinticinco años por ciertas ocupaciones no pudo cumplir su voto seis o siete veces, y todas ellas le volvió la mesma enfermedad. No obstante, que cada vez de éstas enviaba en su lugar a otro para que cumpliese el voto; en cumpliéndole por su mesma persona, estaba muy sano. Así lo atestigua él mesmo bajo de juramento en el proceso.
Tres semanas antes que se escribiesen en Bretaña los milagros, por mandado del papa Nicolao V, un barbero llamado Oliverio Helbet, vecino de Vannes, súbitamente vino en tal enfermedad que la boca se le torció hacia la boca derecha, y se le hincharon la lengua y cara. También el brazo derecho se le ató o tullió de suerte que sg podía ayudar muy poco de él; y no sabiendo qué sería de sí mesmo, subióse a un aposento alto de su casa para llegarse a la lumbre y calentarse. Mas, antes que a ella llegase se ofreció a San Vicente, y luego la boca se le tornó a enderezar, y la cara y la lengua se le deshincharon y pudo hablar. Lo cual visto, envió una ofrenda al sepulcro del Santo.
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