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miércoles, 21 de agosto de 2013

¿DONDE ESTA EL CIELO?

CIEN PROBLEMAS SOBRE CUESTIONES DE FE
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¿DONDE ESTA EL CIELO? 

     María fue llevada al cielo en alma y cuerpo, como Jesús ascendió al cielo con su cuerpo glorioso. Ahora bien, se trata siempre de cuerpos materiales, aunque gloriosos, los cuales tienen que situarse en algún lugar del espacio. ¿Dónde sostiene la Iglesia que se encuentran? (F. C.—Belluno.)  

     Aquí tenemos una pregunta que excita la curiosidad de muchos y que ya se planteó, tal vez por primera vez, desde el siglo IV, San Basilio. F. C. va, pues, en buena compañía. 
     Jesús y María ya, y cuando tenga lugar la resurrección de los cuerpos también todos los bienaventurados tendrán asimismo que habitar un lugar material. No dejó el mismo Jesús de referirse a él: «Yo voy a preparar lugar para vosotros» (Juan, XIV, 2).
     Pero sobradamente no es una curiosidad que se pueda plenamente satisfacer, porque el divino Maestro mantuvo, de intento, el secreto.
     Es seguro solamente que será fuera de la tierra, y por eso se le llama cielo: «Padre nuestro que estás en los cielos...» Y en la Ascensión de Jesús se dice: «Se fue separando de ellos, y elevándose al cielo» (Lucas XXIV, 51; Hechos III, 21). Cosa natural, tratándose de la morada de quien moralmente ha vencido los lazos corruptores de la tierra y ha pasado a la vida superior de beatífico premio. Todo lo contrario del infierno —sobre el cual se puede hacer la misma pregunta—, que es posible se abra dentro de la tierra misma, a la que los condenados se ligan por el pecado.
     ¿Será, pues, un astro en el centro o en el límite de la indefinida extensión de los cuerpos celestes? ¿O de algún modo —aun excluyendo, se entiende, la ingenua cosmogonía de Tolomeo de esferas celestes— «más allá» de toda la materia celeste, como se concebía en la antigüedad el Empíreo, el décimo y último cielo del Paraíso de Dante? 
     Misterio. 
     Sin embargo, prescindiendo del estricto problema de la ubicación en el espacio, y pasando a sus aspectos cualitativos, esto es, relativos a la naturaleza de esa morada material, se puede tener por seguro que se trata de un «más allá», o sea de algo diferente.

Es realmente natural que haya una morada adecuada al nuevo estado corporal incorruptible y luminoso, al que serán elevados milagrosamente los cuerpos en la resurrección final. No puede, por tanto, admitirse un lugar de materia cósmica ordinaria corruptible. Y no parece ni siquiera suficiente la belleza del Paraíso Terrenal que albergó al principio a los primeros padres, cuando tenían un cuerpo, dotado, es cierto, de dones especiales, pero no todavía glorioso. Ese —prescindiendo, repito, de la rudimentaria concepción geométrica cósmica de Tolomeo— es el pensamiento asimismo de Santo Tomás de Aquino, siempre claro, aun en las cuestiones secundarias (Véase Summa Theol., I, 66, 3).
Lo extraordinario de esa morada es bosquejada por San Pedro, que dijo: "Esperamos, conforme a sus promesas, nuevos cielos y nueva tierra" (2 Pedro, III, 13).
     Y así San Juan, cuando vio "un cielo nuevo y tierra nueva" (Apocalipsis, XXI, 1) y la "nueva Jerusalén" maravillosa y luminosa morada de los bienaventurados, que, "no necesita sol ni luna que alumbren en ella; porque la claridad de Dios la tiene iluminada, y su lumbrera es el Cordero" (Apocalipsis, XXI, 23).
     Hay sin embrago un modo seguro de satisfacer plenamente la curiosidad sobre esa morada.
     Consiste en llegar a ella... ¿Conformes, amigos?.

Bibliografia
Santo Tomás: Summa Theol. I, 61, 4; 66, 2.
P. Bernard: Oú est le ciel? Nature, propriétés DthC., II, págs. 2504-8

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