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sábado, 3 de agosto de 2013

EL GRAN ORIENTE DE LA MASONERIA SIN MASCARA (XI)

Por Mons. George F. Dillon
 
XIX
EL PARTIDO BELICISTA BAJO PALMERSTON
     El padre Deschamips, citando la autoridad de Eckert y de Misley, nos da una interesante descripción de todo la que la francmasonería, bajo la dirección de Lord Palmerston, intentó y llevó a cabo después del fracaso de los movimientos revolucionarios, conducidos por el partido de la acción, bajoMazzini,en 1848, Estos fue-_ ron fomentados en gran medida por la diplomacia británica y dinero del servicio secreto manipulado por Lord Palmerston. Bajo su guia y asistencia, Mazzini había organizado todas. sus sectas revolucionarias. La joven Italia, la joven Polonia, la joven Europa y el resto surgieron tanto de uno como de otro. Pero después de años de estrecha unión, Mazzini, que era probablemente odiado por Palmerston, y temido como el asesino de Nubius, comenzó a perder influencia. Tanto él comov su fracción sintieron, por supuesto, los inevitables efectos del fracaso, y el líder cedió sin perder, sin embargo, su. utilidad para la secta. Napoleón III parece haber suplantado a Mazzini en la estima de Palmerston y habría, si se hubiera atrevido, cesado de ser un acólito de los carbonarios. Mazzini, por lo tanto, odiaba a Napoleón III con un odio mortal, que vivió para , gratificar señaladamente cuando Palmerston murió. Como él fuera el medio principal por el cual Palmerston, se elevó al poder de la Alta Vendita es que fallecido ya Palmerston introdujo a otro gran hombre de estado en la conducción de la conspiración, si no en el más alto cargo de ésta. Y de este modo causó un golpe fatal a Francia y a la dinastía de Napoleón. Mientras tanto, desde 1849 hasta el final de la vida de Palmerston, los designios planeados por el alto consejo del ateísmo secreto fueron" realizados con una perfección, un vigor y un éxito nunca antes conocido en su historia. Nada se precipitó; sin embargo, todo marchó con rapidez hacia la realización. El Plan de Palmerstom, o el plan del mortifero consejo que complotaba bajo su adquiescencia, era separar a los grandes imperios conservadores: Rusia y Austria, al mismo tiempo que les asestaba a ambas un golpe mortal. Fue fácil para Palmerston hacer que Inglaterra viera la utilidad de debilitar a Rusia, que amenazaba sus posiciones en le India. Francia podia ser hecha intervenir en la contienda por su gobernante y por los poderes que le daban la influencia masónica  a sus órdenes: he aquí el por qué de la campaña Rusa de 1852. Pero para esta guerra era necesario mantener a Prusia y a Austria quietas. Prusia fue sobornada con la promesa de obtener, a su debido tiempo, el Imperio Unido de Alemania. Austria fue asustada por la resuloción de Inglaterra y Francia de traer la guerra hasta el Danubio y de esta manera posibilitar la de un proyectado Reino de Polonia y Hungria. Los poderes unidos de Inglaterra, Francia y Turquia podrían fácilmente, entonces, con la ayuda de las poblaciones interesadas, formar el nuevo Reino, y de este modo dominar fácilmente a Rusia y Austria. Pero era de mayor importancia para los designios de la secta sobre el poder temporal del Papa, y sobre la misma Austria, separar los imperios. Palmerston tuvo éxito con Austria, que se retractó de su alianza con Rusia. Entonces las fuerzas de Inglaterra y Francia fueron trasladadas desde el Danubio hasta la esteril Crimea, como pago de la neutralidad austríaca.
     Este soborno fue la ruina de la influencia austríaca. Tan pronto como Rusia se separo de Austria, y fue debilitada como para no poder asistirla aun en el caso que quisiera, Francia alentada por Inglaterra, asestó mortal golpe al dominio austríaco en Italia, unió a Italia y colocó al poder temporal del Papa en el último estado de decadencia. Por otra parte, se le permitió a Prusia, poco después, asestar otro golpe a Austria. Esto terminó con el prestigio de esta última como el poder mas fuerte en Alemania, y le confinó a su territorio original, con la perdida de Venecia, la unica provincia italiana que le quedaba. Después de esta guerra Palmerston falleció y Mazzini recuperó su autoridad en la secta. Recordó este su resentimiento contra Napoleón y enseguida utilizó su influencia con las altas autoridades de la masoneria para abandonar Austria y asistir a Alemania; y, sobre las promesas promesas de Bismarck -promesas cumplidas con las leyes de Mayo- acerca de que Alemania perseguiría a la Iglesia en la misma manera en que fuera perseguida en Italia, la masoneria llegó a Alemania y los masones urgieron a Napoleón a la loca expedición que colocó a Alemania coo el árbitro de Europa y que provocó la ruina de Francia y de la Dinastia de Napoleón. Hay suficientes pruebas en las autoridades citadas de que la masonería, así como había asistido a la Revolución Francesa, y a Napoleón I, asistía ahora a los alemanes. Hubo traición con respecto a Francia, y de hecho, vendió a este desafortunado país y a su inescrupuloso gobernante. Mazzini forzó a Italia a no asistir a Napoleón y se sintió gratificado al descubrir, antes de su muerte, que el mentiroso y traidor que, en la esperanza de obtener la asistencia que no pudo obtener de la masoneria, habia asestado el último golpe al Vicario de Cristo, y colocado a Roma, y el remanente de los Estados de la Iglesia en las manos del Rey de Italia, había perdido el trono y ganado los poco envidiables epítetos de cobarde y tonto.
     Necesariamente, esta no es sino una breve ojeada al programa que el ateísmo ha planeado y llevado a cabo desde que el gobierno de Palmerston comenzara. Donde quíera que este programa prevaleciera, las peores formas de persecución de la Iglesia comenzaron a hacerse sentir. En Cerdeña, tan pronto como el ateísmo se apoderó del rey y del gobierno, los designios de la Revolución Francesa contra la religión fueron al instante puestos en vigencia. El mismo Estado empleó los horribles e impuros inventos de la Alta Vendita para la corrupción y desmoralización de todas las clases del pueblo. Las puertas de contención del infierno fueron abiertas. La educación fue al instante hecha completamente secular. Los maestros religiosos fueron elíminados. Los bienes de las órdenes religiosas fueron confiscados. Sus conventos, sus tierras, las mismas iglesias, fueron vendidos y ellos mismos fueron obligados a vivir miserablemente mientras se les prohibía rígurosamente el derecho a sucesión. Todo reconocimiento del poder espiritual de los obispos tuvo un abrupto fin. El sacerdocio fue sistemáticamente despreciado y degradado. Todo el ministerio de la Iglesia y fue atacado de cien maneras vejatorias. Impuestos demoledores fueron aplicados a la administración de los sacramentos, a la misa y a las modestas entradas de las modestas entradas de los curas párrocos. El matrimonio se convirtió en secular, se legalizo el divorcio, se cancelaron los privilegios del estado clerical. Y, lo peor de todo, la leva, o conscripción fue hecha rigurosamente obligatoria. Los candidatos a sacerdotes, en el momento más difícil de su carrera, fueron obligados a enrolarse en el ejército por varios años, y expuestos a todos los desprecios que la Alta Vendita había preparado astutamente, con el fin de destruir, su pureza, y con ella, por supuesto, su vocacion; producid corazones viciosos, y no tendréis más católicos. Aparte de estas medidás tomadas y llevadas a efecto por la autoridad pública, cada favor del Estado, su poder de conferir honores, puestos y protección fue constantemente negado a los católicos. Para conseguir cualquier cargo de valor en el ejército, la armada, los puestos de gobierno, la policía, oficinas de recaudación de impuestos, ferrocarriles, oficinas de telégrafos; para ser el médico oficial de la más pequeña de las municipalidades, para ser empleado casi en todas partes, era necesario ser un francmasón o tener una poderosa influencia masónica, la prensa, las firmas mercantiles más importantes, las manufacturas más importantes, al depender, como en general lo hacen de los intereses y patrocinio del Estado, estaban también en manos de los sectarios. A los católicos se les reservó el papel de esclavos. Si por casualidad se les permitía existir, fue sólo como cortadores de leña y acarreadores de agua. Las tierras que aquellos de entre ellos poseían, si no estaban dispuestos a renunciar a la religión, eran castigadas con impuestos insoportables. La condición de los fieles campesinos católicos fue toda una desgracia por causa del peso de las obligaciones fiscales a que se los sometía. El triunfo del ateísmo no podía ser más completo, en cuanto a todo lo que el mundo puede otorgar. A la Iglesia sólo se le dejaba apenas algo más que lo que cubría a su Divino Fundador sobre la Cruz.
     Bismarck, aunque asistido en sus guerras contra Francia por los bravos soldados católicos del Rhin y los de su patria nativa en general, no bien tuvo a sus enemigos vencido y su victoria asegurada, se apuró para cumplir con la promesa hecha a los francmasones de perseguir a la Iglesia. Los francmasones del parlamento aleman y los ministros de la secta, le ayudaron a preparar medidas contra la religión católica tan drásticas como las que estaban en operación en Italia; aún peores, en muchos aspectos. Las órdenes religiosas de hombres y mujeres fueron rigurosamente suprimidas, como primer paso. Luego cayó la educación católica para hacer lugar a la propaganda impía. Luego vinieron agresivos decretos contra el clero por los cuales los obispos fueron eliminados o puestos en prisión y las parroquias fueron privadas de cientos de sacerdotes. Todas las malas e inmorales influencias que fueron ejercidas y propagadas por los sectarios corrían ahora libres por el país. Se intentó un cisma dentro de la Iglesia. La educación eclesiástica fue corrompida en las raíces, y todo menos la existencia de católicos fue proscripto en materia religiosa.
     Dondequiera que encontremos triunfante a la secta hallaremos los mismos resultados. En las Repúblicas de Sudamérica, donde la francmasonería detenta los más altos puestos, la condición de la Iglesia es normalmente la persecución y las vejaciones de todas clases. Esto ha sido así por muchos años en España y Portugal, en Suiza, y, en la medida en que los francmasones lo han podido realizar, en Bélgica y en Austria. El Tenebroso Directorio que sucedió a Weishaupt, la Alta Vendita, y Palmerston, tiene sede en París y Berlín casi abiertamente y prepara a su placer las medidas que no son otras que, primero la rápida debilitación de la Iglesia y luego un sangriento intento con miras a su exterminación. Si va más lento de lo que lo hizo en la Revolución Francesa, es con el objeto de ir con más seguridad. La experiencia pasada, también, y las determinaciones de la secta tomadas de antemano, muestran claramente que una consumación final se tiene siempre en vista. Los asesinos impuros que conducen la conspiración no han tenido escrúpulos en empaparse las manos en la sangre de los cristianos en el pasado, y tampoco tendrán escrúpulos para volver a hacerlo, siempre que haya esperanza de éxito.

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