Cuando los católicos decís que "fuera de la Iglesia no hay salvación", ¿no decís, indirectamente al menos, que los que no son católicos se condenan?
No decimos semejante cosa. Creemos, sin embargo, que la Iglesia católica es la única sociedad que Jesucristo instituyó para la salvación del género humano; de lo cual colegimos que para salvarse es menester vivir en comunión con ella. A esto aludió San Cipriano cuando dijo: "Ninguno puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre." Pero no hay duda de que muchas personas que aparentemente están fuera de la Iglesia, están realmente en su seno delante de Dios, que escudriña los corazones. Aunque no están dentro de la Iglesia de hecho, lo están con el deseo. La Iglesia no se cansa de repetir que ninguno se condena sin saberlo, es decir, por su culpa, y que delante de Dios ninguno es responsable de lo que ignora con ignorancia invencible, ¿Cómo va Dios a condenar a uno porque no perteneció a una Iglesia de la que jamás oyó hablar?
He aquí cómo expone esta doctrina Su Santidad Pío IX en la alocución del 9 de diciembre de 1854: "Lejos de nosotros osar poner límites a la ilimitada misericordia de Dios; lejos de nosotros desear escudriñar las profundidades de sus secretos juicios y consejos, abismo que la mente humana es incapaz de explorar... Debemos defender como artículo de fe que fuera de la Iglesia apostólica romana no hay salvación; que ella es la verdadera arca, fuera de la cual se ahoga uno irremisiblemente en las aguas del diluvio. Pero debemos defender también que los que no pertenecen a ella por ignorancia inculpable, no son reos delante del Señor. Ahora bien: ¿quién se atreverá a marcar los límites y fronteras de esa ignorancia entre tanta diversidad de gentes, países, creencias, etc.?" Y más tarde, en la Encíclica que escribió a los obispos de Italia el 10 de agosto de 1863, escribe el mismo Pontífice: "No se Nos oculta que los que ignoran nuestra santísima religión con ignorancia invencible, si al mismo tiempo observan con cuidado la ley natural y los preceptos que Dios ha esculpido en los corazones de todos los hombres, y estando dispuestos a obedecer a Dios en todo llevan una vida honesta y arreglada, pueden, con la ayuda de la divina gracia, alcanzar la salvación eterna. Porque Dios, que lee los secretos de los corazones, no permitirá en su suprema bondad y misericordia que se condene aquel que no ha caído voluntariamente en ningún pecado."
Esta liberalidad y caridad sin límites de la Iglesia católica, que no condena sino a aquellos que deliberadamente rehusan abrir los ojos para no ver, ha impresionado vivamente a no pocos que no son católicos, pero que son listos y se hacen cargo de las cosas. Oigamos, si no, a Mallock, que no es católico: "No ha habido religión que haya hecho tanto hincapié en sus dogmas y enseñanzas como la religión católica. Sin embargo, esta religión es todo caridad y simpatía para los que no pueden recibir su doctrina... Al bueno y humilde de corazón que la ignora o que la rechaza de buena fe, le deja a la infinita misericordia de Dios... Sus anatemas van dirigidos solamente contra los que la rechazan a sabiendas y rehusan abrir los ojos a la verdad ya conocida."
He aquí cómo expone esta doctrina Su Santidad Pío IX en la alocución del 9 de diciembre de 1854: "Lejos de nosotros osar poner límites a la ilimitada misericordia de Dios; lejos de nosotros desear escudriñar las profundidades de sus secretos juicios y consejos, abismo que la mente humana es incapaz de explorar... Debemos defender como artículo de fe que fuera de la Iglesia apostólica romana no hay salvación; que ella es la verdadera arca, fuera de la cual se ahoga uno irremisiblemente en las aguas del diluvio. Pero debemos defender también que los que no pertenecen a ella por ignorancia inculpable, no son reos delante del Señor. Ahora bien: ¿quién se atreverá a marcar los límites y fronteras de esa ignorancia entre tanta diversidad de gentes, países, creencias, etc.?" Y más tarde, en la Encíclica que escribió a los obispos de Italia el 10 de agosto de 1863, escribe el mismo Pontífice: "No se Nos oculta que los que ignoran nuestra santísima religión con ignorancia invencible, si al mismo tiempo observan con cuidado la ley natural y los preceptos que Dios ha esculpido en los corazones de todos los hombres, y estando dispuestos a obedecer a Dios en todo llevan una vida honesta y arreglada, pueden, con la ayuda de la divina gracia, alcanzar la salvación eterna. Porque Dios, que lee los secretos de los corazones, no permitirá en su suprema bondad y misericordia que se condene aquel que no ha caído voluntariamente en ningún pecado."
Esta liberalidad y caridad sin límites de la Iglesia católica, que no condena sino a aquellos que deliberadamente rehusan abrir los ojos para no ver, ha impresionado vivamente a no pocos que no son católicos, pero que son listos y se hacen cargo de las cosas. Oigamos, si no, a Mallock, que no es católico: "No ha habido religión que haya hecho tanto hincapié en sus dogmas y enseñanzas como la religión católica. Sin embargo, esta religión es todo caridad y simpatía para los que no pueden recibir su doctrina... Al bueno y humilde de corazón que la ignora o que la rechaza de buena fe, le deja a la infinita misericordia de Dios... Sus anatemas van dirigidos solamente contra los que la rechazan a sabiendas y rehusan abrir los ojos a la verdad ya conocida."
¿No obráis ilógicamente los católicos al invitar a los protestantes a vuestras iglesias, y al prohibir al mismo tiempo a los católicos que asistan a las ceremonias en las iglesias protestantes?
No hay en esto falta alguna de lógica. El católico que asistiese a las ceremonias de culto en las iglesias protestantes violaría los principios católicos; mientras que el protestante que asista a las funciones de culto que se celebran en las iglesias católicas o para oír sermones o explicaciones catequéticas, no va contra principio alguno. El protestantismo es una religión que, por esencia, está basada en el juicio privado; de donde se sigue que todo protestante es un ser que vive siempre en busca de la verdad. En vista de la división doctrinal de las sectas y de la diversidad de opiniones en materia de religión, el protestante nunca puede estar cierto de que mañana no pensará diferentemente de como pensó hoy. Tal vez un sermón o una explicación de catecismo o la hermosura del culto católico le hagan conocer que la Iglesia católica es la única Iglesia de Jesucristo.
El catolicismo es por esencia una religión basada en una enseñanza divina e infalible; de lo cual se colige que el católico está siempre en posesión de la verdad. ¿Por qué, pues, ha de ir a otra religión a buscar lo que ya posee? Su fe, que descansa inconmovible en la autoridad de Dios, cierra el paso aun a la posibilidad de dudar. El católico no puede admitir jamás que cualquiera otra Iglesia, sea liberal, sea ortodoxa, pueda poseer la verdad. Un protestante congregacionalista me preguntó en una ocasión: "¿Qué puede haber más noble que buscar la verdad?" "Poseerla", le respondí.
¿Enseña la Iglesia católica que todos los paganos se condenan? Porque el Concilio de Trento (sesión 6, cap. 4) dice que, después de la promulgación del Evangelio, ninguno se puede salvar si no está bautizado. ¿Qué decir, pues, de tantos millones de paganos que, tanto antes como después de Jesucristo, han muerto sin el bautismo? ¿No les impide la entrada en el cielo el pecado original?
La Iglesia católica no enseña que todos los paganos van al infierno. Lutero fue el que dijo que se habían condenado los filósofos paganos, "aunque en los secretos de su alma hubieran sido virtuosos". Más aún: llegó a decir que sus buenas obras eran pecaminosas por no haber tenido fe en Jesucristo, y que sus virtudes estaban manchadas por el pecado original. La Iglesia católica, por el contrario, enseña que "Dios quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4); que Dios da a todos los hombres gracia suficiente para que se salven, y que la incredulidad no es pecaminosa, a no ser que sea voluntaria. En la pregunta del adversario no se cita correctamente la doctrina de Trento. El Concilio dice que "nadie puede pasar del pecado original al estado de gracia, a no ser por medio del bautismo, al menos de deseos". Para el pagano que aún no ha oído hablar del bautismo, la promulgación, del Evangelio no tiene fuerza alguna, pues por lo que a él se refiere, todavía no se ha promulgado. Su tabla de salvación en este caso será, no el bautismo de hecho, sino el bautismo "de deseo". Esta es doctrina común, defendida por Santo Tomás cuando dijo que "el pagano obtiene la remisión del pecado original por la gracia, una vez que se ha vuelto a Dios, su último fin" (2, 2, q. 89, a. 6).
¿Enseña la Iglesia católica que todos los paganos se condenan? Porque el Concilio de Trento (sesión 6, cap. 4) dice que, después de la promulgación del Evangelio, ninguno se puede salvar si no está bautizado. ¿Qué decir, pues, de tantos millones de paganos que, tanto antes como después de Jesucristo, han muerto sin el bautismo? ¿No les impide la entrada en el cielo el pecado original?
La Iglesia católica no enseña que todos los paganos van al infierno. Lutero fue el que dijo que se habían condenado los filósofos paganos, "aunque en los secretos de su alma hubieran sido virtuosos". Más aún: llegó a decir que sus buenas obras eran pecaminosas por no haber tenido fe en Jesucristo, y que sus virtudes estaban manchadas por el pecado original. La Iglesia católica, por el contrario, enseña que "Dios quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4); que Dios da a todos los hombres gracia suficiente para que se salven, y que la incredulidad no es pecaminosa, a no ser que sea voluntaria. En la pregunta del adversario no se cita correctamente la doctrina de Trento. El Concilio dice que "nadie puede pasar del pecado original al estado de gracia, a no ser por medio del bautismo, al menos de deseos". Para el pagano que aún no ha oído hablar del bautismo, la promulgación, del Evangelio no tiene fuerza alguna, pues por lo que a él se refiere, todavía no se ha promulgado. Su tabla de salvación en este caso será, no el bautismo de hecho, sino el bautismo "de deseo". Esta es doctrina común, defendida por Santo Tomás cuando dijo que "el pagano obtiene la remisión del pecado original por la gracia, una vez que se ha vuelto a Dios, su último fin" (2, 2, q. 89, a. 6).
El pagano tiene que tener fe, que es necesaria para salvarse, pues "sin fe es imposible agradar a Dios" (Hebr 11, 6). A esto añade el apóstol que tiene que creer en dos artículos fundamentales, a saber: que Dios existe y que es remunerador. Este don divino de la fe será dado a toda alma bien dispuesta que sin culpa alguna ignora el Evangelio. La proposición de Quesnel de que "no se da gracia fuera de la Iglesia" fue condenada como herética por el Papa Clemente XI. Por el contrario, así como todos caímos en Adán, así también todos nos levantaremos al orden sobrenatural por Jesucristo, como enseña San Pablo (Rom 5, 18). Esto quiere decir que la gracia de Jesucristo se da a todos los hombres, iluminándoles la mente y moviéndoles la voluntad para que se vuelvan a Dios como el verdadero fin de su existencia. Si responden a la inspiración divina, reciben gracia santificante que les borra el pecado original, y si luego ofenden a Dios gravemente, les queda la gracia que da un acto de perfecta contrición. El pagano, sin embargo, no se salva por su buena fe, sino por la fe divina, es decir, debe aceptar las verdades que Dios reveló; explícitamente, que Dios existe y que es remunerador; implícitamente, todos los otros dogmas. Al creer en una Providencia sobrenatural el pagano cree implícitamente en Jesucristo, el único Mediador, porque ha aceptado todos los medios de salvación que Dios ha dispuesto, y el principal de ellos es la muerte de Jesucristo en la cruz para la salvación del mundo. En el orden actual de la divina Providencia, fe equivale a fe de Jesucristo y fe en Jesucristo, pues sólo en atención a los méritos infinitos del Salvador se da a los hombres esta virtud junto con la esperanza y la caridad.
BIBLIOGRAFÍA
Apostolado de la Prensa, Nuestra religión es divina.
Id., Espíritu del católico.
Id., Tiempo tendré de confesarme y convertirme.
Bilbao, Apologética escolar.
Croizier, Los tópicos modernos ante el sentido común.
Gentilini, Única cosa necesaria.
Giebons, Nuestra herencia cristiana.
Id., La fe de nuestros padres.
Muñosa, El triunfo de la verdad católica.
Negueruela. ¿Por qué soy católico?
Ribera, ¡Señor, dadme almas.'
3 comentarios:
¿No entiendo si es un sermón o qué? Gracias por su respuesta y aclaración.
Guz
@ P. Manuel ¿quién escribió este texto? Nos puede decir el libro? Por eso preguntaba que no entiendo si es un sermón suyo o de otro, o si nomas fue citado de algún libro. ¿Me podría responder esta pregunta? Muchas gracias.
Guz
El libro se llama "Buzon de preguntas"
del P. Bertrand L. Conway, CSP.
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