Vistas de página en total

sábado, 28 de abril de 2012

Advertencia a los Padres para la educación de sus hijas.

Si tienes hijas, dice el Espíritu Santo, enséñalas el temor santo de Dios, y guarda sus cuerpos, no sea que te afrenten y te confundan (Eccl., VII, 20). No les muestres alegría de rostro, sino severidad benigna, para que no se crien liberales, sino modestas y muy atentas.
Antes les enseñarás a llorar que a reir, y que guarden modestia en sus ojos, para mirar con encogimiento y rubor; porque la muerte del alma entra por los ojos del cuerpo, dice en sus lamentos Jeremías, para perder a los jóvenes fuera de casa, y a las doncellas hacerlas combates con sus canciones y entretenimientos alegres.
A tales risas el Sabio desengañado las llamó errores, y a las alegrías las dijo, que eran engañosas. Y para la buena crianza de las hijas dijo, que el corazon de los padres sabios estaba en la tristeza, y el corazon de los padres estultos y necios se hallaba en la nimia alegría (Eccli., II, 2).
El hombre necio, como cosa de risa, juzga las prudentes y discretas advertencias, y riéndose comete muchas maldades, dice un proverbio de Salomon; y esto principalmente sucede con mujeres jóvenes, cuyo escándalo y espiritual ruina se tiene por entretenimiento y jocosidad de buen humor; pero el astuto enemigo no pierde ocasion alguna para la perdición de las almas. 
La hija suelta y audaz confunde a su pobre padre, dice el Espíritu Santo (Eccli., XXII, 5), por lo cual importa mucho tener cuidado a los principios, cuando tiene lugar el remedio; porque si se dejan crecer con malos vicios, se hará irreparable su perdición. Hay una hija mejor que otra, dice el sagrado texto, y también puede haber una hija peor que otra. Por esto te desvelará el cuidado de tu hija, para que no proceda de mal en peor, y a ti te confunda, y ella se pierda (Eccli., XXXVI, 23).
Atiende a tus hijas, y obsérvalas los pasos, porque en ellos conocerás si comienzan a perderse, y si son puros ó viciados sus pensamientos. Esta señal te da el Sabio; guíate por ella, y no te descuides en cosa que tanto te importa (Prov , XX, 11).
Cuida en tu hija el mirar de los ojos, que por ellos se conoce el estado del corazon y afectos del alma, y no la dejes de corregir hasta los ápices desordenados que advirtieres en ella (Eccli., XXVI, 11). No te dejes engañar de confianzas insipientes y necias; sino recélate lo peor, para que lu hija esté mas segura, y no se precipite en alguna ruindad. 
El fuego lujurioso no se puede esconder en el pecho, dice el Sabio, sin que se conozca en lo exterior. Anda con cuidado no sea que suspires engañado, cuando la decencia de tu hija y la tuya no tengan remedio.
La maldad de la mujer se conoce en la mutación de su rostro, dice el Espíritu Santo (Eccli., XXV, 24); y pues tienes la señal, no te descuides en lo que tanto te importa; porque la honra de tu hija es la tuya.
La infeliz Tamar no estuvo segura en la casa de su padre David (II Reg., XIV, 16). Teman los padres que no son tan santos, ni sus casas tan autorizadas, y no se pierdan de confiados; porque en el paño mas precioso se hace mas irreparable la fea mancha.  
No estaba léjos de sus padres la incauta de Dina; y por dejarse llevar de curiosidades peligrosas fué atropellado su honor, y se hizo público su delito, siendo hija de unos padres justificados y virtuosos. Todo quedó escrito para enseñanza de los mortales, dice san Pablo (Gen., XXXIV, 1 et seq.); y este caso enseña a velar a los padres que tienen hijas.
No se admire el padre discreto, si su hija disoluta le despreciare, dice el Espíritu Santo (Eccli., XXVI, 14), ni por eso desista de sus frecuentes correcciones; para que si la hija se perdiere, no sea por la culpa de su padre descuidado, y tenga que alegar en la presencia divina, que ya hizo de su parte cuanto le fué posible para el bien de su hija.
El desvelo prudente del padre cuidadoso con su hija, ha de ser muy disimulado; pero no ha de dormir a todas horas, no sea que su hija de pocos años, se haga en la malicia de muchos, y despues en la casa de su marido se haga despreciable y aborrecible, con rubor y confusion de su padre (Eccli., XIII, 9).
La hija recibe de su padre la vida temporal, y no conviene que la deje perder la vida eterna (II Par., XXII, 3). En la primera contrajo la deuda de cuidar de la segunda; esta, como mas importante, pide mayores cuidados.
Acuérdense los padres insipientes del cautiverio infeliz de las hijas de Sion, porque un santo profeta dice, padecieron esta desventura por los graves pecados de sus padres (Bar., IV, 14).
Acuérdense también los descuidados padres de aquellos hombres infelices que ofrecían sus hijas a los demonios; no sea que imitándolos en la tiranía con su mala crianza, lloren como ellos su perdición eterna (Deut., XII, 31).
El padre culpable en la perdición de su hija, es causa y ocasion de inumerables pecados; porque una vez perdida, se hace común a todos, y con ella se contamina la tierra, dice la divina Escritura (Levit., XIX, 29).
Verdad es que hay algunas hijas tan inquietas y malas, que no basta todo el cuidado de un pobre padre para reprimirlas, y seria conveniente que el padre resuelto las escupiese en la cara, dice el sagrado texto, para que ellas se confundiesen con el rubor de su fealdad, y pusiesen raya a sus malos pasos (Num., XII, 14).
El Espíritu Santo dice, que se pongan guardas a las hijas, y que sean guardas firmes y seguras: Firmam custodiam. Y no especificándose de quién, se han de guardar, debe entenderse que de todos, del doméstico, del pariente, del vecino, del anciano, y de todo hombre viviente. La infeliz Tamar no estuvo segura en la casa de su santo padre David, ni pudo fiarse de un hermano suyo, como nos lo dice el sagrado texto. (II Reg., XIII, 10 et seq.)
Los grandes y patentes peligros fácilmente se conocen y se previenen. Dios nos libre, y las madres libren a sus hijas de otros peligros disimulados, que por increíbles, y que parecen pequeños, no se advierten, y son causa de muchas ruinas espirituales. Estas son las vulpejas párvulas, que destruyen a muchas almas que son las viñas estimadas del Señor; de quienes habla Salomon en el misterioso libro de sus Cánticos.
La prudente madre ha de ser como la mujer fuerte; de la cual se dice en los Proverbios, que considera vigilante todas las sendas y caminos de su casa, por donde se pueden perder sus hijas: Consideravit semitas domus suae; y no duerme jamas a sueño suelto y sin cuidado, miéntras no tiene a sus hijas acomodadas y fuera de peligro.
El ingenioso político don Francisco Manuel Tesauro dijo, que a las señoras de este calaminoso tiempo les eran mas dañosas sus amigas, que sus enemigas; porque sus enemigaa no las sacaban de su casa, ni las llevaban a visitas, donde se perdian sus hijas; y aun las madres andan como descasadas, estando tanto tiempo fuera de su casa, segun lo advierte gracioso el venerable Palafox.
No permitan las madres a sus hijas, que tengan ni lean libros de comedias, que traten de amores profanos; porque la experiencia nos enseña, que son muy perjudiciales a la juventud. Los libros han de ser para edificación y consuelo espiritual, que para esto los tenían los insignes Macabeos (I Mac., XII, 9). Y soy de firme dictamen, que no conviene para la buena crianza de las hijas el enseñarlas a escribir.
Las habilidades de danzar, tañer y cantar, no acomodan a las mujeres; porque todos los hombres cuerdos quisieran para mujer propia a una señora, que ni hubiera sido vista ni oida, ni hubiera hecho ruido en el pueblo con semejantes habilidades, sino que profesase modestia y retiro, y supiese gobernar bien su casa. La danzante disoluta Herodias ya sabemos los escandalosos males que hizo (Matth., XIV, 6).
La señora doncella, que ha de ser perfectamente virgen, dice san Basilio, ha de tener puros y virginales todos sus sentidos, ojos, oídos, boca, manos y movimientos: Virgo sit virginis auditus, visus, gustus, et tactus, motusque omnis. En todo ha de ser modesta y recatada la hija de buenos padres, que la crian como deben criarla.
Si la enseñanza necesaria para que las hijas aprendan a leer, puede hacerse por aplicación de otra mujer, no la encomienden a hombre ninguno; para que del todo se cierren las puertas, y se quiten las ocasiones aun al remoto peligro. Así dispuso Dios nuestro Señor enviar una mujer inteligente para la enseñanza de las mujeres de su pueblo escogido: Misit Mariam ad docendum mulieres, dice la edición caldaica (Mich., VI, 4).
El apóstol san Pablo previene lo mismo, y dice, que las mujeres de mas años, que saben leer, enseñen a las jóvenes, y estas las atiendan a sus maestras (Tit., II, 4). Y un docto político dice lo mismo: Puellae a viris non instruantur, si possint habere mulieres, quae eas docere valeant.
No permitan las madres que sus hijas asistan en conversaciones largas con ningún género de hombres; y aun cuando en las noches dilatadas del invierno concurren a conversaciones los vecinos, tengan este cristiano desvelo, para que las hijas y criadas estén con el debido retiro; porque la vista, el pensamiento y el deseo distan muy poco, como dice san Gregorio Nacianceno. Justo es prevenir el daño antes que suceda.
El Espíritu Santo dice, que antes de la enfermedad apliques el preservativo: Ante languorem adhibe medecinam. La ocasion engendra la pasión, y la pasión precipita el efecto, y no atiende a la razón. La madre prudente que quisiere tener segura a su hija, apártela de ocasiones, aunque parezcan remotas; y créame, que este es el único remedio para tan deseado fin de la mayor seguridad de sus hijas.
Adviertan asimismo las prudentes madres, que muchas veces vuelvan a su casa de la iglesia y de la visita política ántes del tiempo que en su casa lo piensan, para que si la criada y la hija pensaban estar seguras de la venida de su señora, vean por la experiencia que no pueden fiarse, y vivan con este cuidado que el Señor quiere tengamos todos de su venida.
Las madres virtuosas y cristianas eviten cuanto puedan el criar perrillos de faldas, y créanme harán un grande servicio a Dios nuestro Señor, mortificándose en esto; y la comida de los perrillos estará mas bien empleada en los pobres de Cristo. Los que son mayores, ya sirven de mayor utilidad y servicio de su amo, como el de Tobías.
A ninguna hija se la permita especial amistad con alguna de las criadas; no solo por las discordias y emulaciones, que de tales amistades particulares resultan en la familia, sino también por otros inconvenientes que se siguen, y porque la hija dista mucho de la criada para secretearse con ella y profesar amistad íntima confidencial, como entre dos personas iguales.
En todas los familias se ha de celar mucho, que ningún varón, sea pequeño ó sea grande, trate con frecuencia, ni comunique (sino lo sumamente indispensable y preciso) con ninguna mujer; por lo que ya tenemos advertido. Háganse divisiones santas conforme a la voluntad de Cristo nuestro Señor (Matth., X, 5).
Jamás permita la madre a su hija, por muy niña que sea alga con su tema en cosa alguna, aunque parezca de leve momento; porque el Sabio dice, que si la criatura se la deja vivir a su voluntad, después confundirá a su madre (Prov., XX, 5).
Este punto de la buena crianza de las hijas es tan gravísimo, que según escribe san Clemente papa, estando para morir el príncipe de los apóstoles san Pedro, que era su maestro, le llamó aparte, y le dijo, que cuidara del bien espiritual de las doncellas, y de que sus padres las casasen a su tiempo, aunque se privasen de aquella parte de hacienda que las habían de dar, porque así se evitarían gravísimos pecados, y la condenación eterna de muchas almas (Ap. Vit. Vet. P. tom. i). Esta doctrína me ha puesto en asombro, mas que todo cuanto dejo escrito en este libro.
En algunas casas infelices se verifica lo que dice Salomon en sus Proverbios, que son camino del infierno: Viae inferni domus ejus. Y en otro capítulo dice lo mismo: Inclinata est enim ad mortem domus ejus, et ad inferos semitae ipsius; porque son padres insensatos y fatuos, que de cosa ninguna les pasa cuidado, y sus hijas viven como quieren, y no cuidan mas de acomodarlas, que si no fuesen hijas suyas.
A semejantes padres indignos amenaza Dios por uno de sus profetas, y les dice, que le buscarán, y no le hallarán, porque engendraron hijos ajenos (Osae, V, 7). Y dice ajenos, porque no tienen mas cuidado de ellos que si no los hubiesen engendrado, y no los crian para Dios, sino para el demonio. Pierden sus almas, y pierden las de sus hijos.
Asi parece la sucedió a aquella madre infeliz, de la cual se refiere, que era muy aficionada a músicas, visitas, galas y vanidades, y en todo la seguía sus malos pasos una hija suya; pero cuando menos pensaba vino la ira de Dios sobre ella, y poniéndose a morir, a cuantos la exhortaban para que se volviese a Dios, respondía rabiando, que no quería, porque ella estaba ya condenada (Carab., lect. 4). Así mueren las malas madres, que teniendo hijas viven así, perdiendo sus almas y las de sus infelices hijas.
La virtud mas necesaria en una doncella es la modestia; y conviene que por extremada, a todos sea notoria, según la doctrina del apóstol san Pablo: Modestia vestra nota sit ómnibus (Philip., VII, 5), para que si en el barrio sucede un escándalo, de la doncella tan recatada nadie crea cosa mala. Esto han de predicarlas buenas madres a sus hijas.
De la insigne Judith no habia en todo el pueblo quien dijese cosa mala: ¡singular privilegio de mujer afortunada! Pero tenia bien ganado su buen crédito, porque aun del bullicio de su misma casa se apartaba, como se dice en la divina Escritura (Jud., VIII).
Los ojos de la doncella han de ser como los de la paloma, y no como los del halcón, dice san Vicente Ferrer; porque el halcón es inquieto de ojos, y siempre está, traveseando con ellos en continuo movimiento, mirando sin quietud a una parte y a otra.
Las hijas ventaneras luego son notadas de ociosas y bulliciosas. Acuérdense de la desgraciada hija de Jacob, que por curiosa perdió su reputación, y puso en empeño ruidoso a toda la casa de su santo padre. Aquellas hijas inquietas, que en sintiendo el menor ruido en la calle, luego están en la ventana, deben ser reprendidas de sus madres, dice el mismo san Vicente.
La doncella recatada jamas ha de tocar la mano a ningún hombre, aunque sea, como dicen, sin mal fin. El apóstol san Pablo dice, que es bueno el no tocar a la mujer: Bonum est mulierem non tangere (1 Cor., VII, 1); y por lo mismo será bien que la mujer modesta no toque la mano del hombre. Los juegos de manos entre hombres y mujeres tienen muchos peligros, y no parecen bien.
Ya está condenada por escandalosa la falsa doctrina, que enseñaba que el ósculo del hombre con la mujer, que solo es por delectación carnal y sensible, sin otro fin de pasar a torpeza mayor, no era pecado. Esta mala doctrina se condenó por el sumo pontífice Alejandro séptimo (Prop., XI). Los mundanos extranjeros, que quieren introducir en España sus abusos, respondan al texto sagrado de san Pablo, y a la proposicion condenada de Alejandro.

R.P. Fray Antonio Arbiol
LA FAMILIA REGULADA

No hay comentarios: