"Ais molts honrats y savis senyers los Jurats de la ciutat de Ma-llorqucs, amics nostres molt cars.
Bisbe de Mallorca, Camarlench de nostre senyor lo Papa.
Honrats senyers e cars amics: scgons avcm entes, lo Reverend Maestre Vinccnt es are en Val acia, segous sanctament lia acostumat, prehicant la sancta doctrina Evangclical. Oy nos desijant la bona instructió, e salvado de vostres ánimas, avcm per nostra letra, e persona certa, molt affectuosement pregat. lo dit Maestre, que per charitat ell vulla passar en aquexa ylla, e Regne per la dita sancta doctrina prrhicar. E, sabent que hi era ab la ajuda de Deu a ops de las ánimas molt profitos. Perqué us pregam que axf matex vullats escriure, e tremetre ab humil supplicatió al dit Maestre Vincent, que per reverencia de Déu: e per tant bé, ell vulla passar aquí, e en acó vullats ésser atents per bé de cossos, e ánimas de tots los del dit Regne. E sia lo sanct Sperit ab vostre guarda; sciita en Tortosa a XXVII de Noembre."
Recibieron los jurados esta carta a 3 de diciembre del año 1412, y, pasando algún tiempo, el Santo se fue allá y fue tan devotamente oído de los mallorquines que no pudiendo caber la gente en la iglesia de Predicadores, aunque es tan grande y espaciosa que en otra ciudad pasaría por catedral, tuvieron necesidad los religiosos de romper un pedazo de la cerca del monasterio, para que parte de la gente estuviese dentro y parte fuera, para que así le pudiesen ver todos sin trabajos y sin ahogarse unos a otros. Hizo grande movimiento en las ánimas de los mallorquines y en especial se convirtieron a nuestra fe muchos moros de los que, según es costumbre en aquellas tierras, se rescatan a sí mesmos después de cautivos, y sirven por su jornal de gana panes. A dos o tres personas aconteció lo que arriba en el capitulo XI escribimos. Y algunos, particular milagro, le oían predicar de algunas millas y aun leguas lejos. Y con la devoción que la gente tenía a sus sermones, ofrecían grandes limosnas al convento, de las cuales hasta hoy queda memoria en los libros del recibo y gasto de aquella casa.
Una vez que el Santo se raspó la barba y se hizo la corona, recogió parte de los cabellos un fray Guillen, y guárdelos como reliquias. Y harto tiempo después, habiendo en Mallorca una mujer endemoniada que descubría unos secretos y daba pena a muchos, tomó el fraile los cabellos y envolviéndolos con un paño, a placer o pesar de ella, se los ató al cuello. Embravecióse el demonio más que nunca y atormentó a la mujer reciamente, y si le preguntaban por qué la maltrataba tanto, respondía que también le atormentaban a él los cabellos de San Vicente. A la postre él hubo de salir de la mujer y dejarla libre. También le tomaron allí una capilla o cuculla al Santo, la cual, como dice Ranzano, ha aprovechado para librar a muchas personas de sus enfermedades. No ha llegado a mí noticia otra cosa que San Vicente hiciese en Mallorca, ni en las otras islas de aquel paraje, y así será bien que escribamos las que hizo después en tierra firme de España.
Fray Justiniano Antist O.P.
VIDA DE SAN VICENTE FERRER
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