La miraron en la cumbre de ua altísima montaña
que tocaba con sus crestas los dinteles de los cielos...
La miraron toda hermosa, toda pura, toda Madre...
La miraron y dijeron:
"Ascendamos a la altura: ¡coronémosla por Reina!"
Y emprendieron el camino todos juntos: era un pueblo:
Ahí van sus sacerdotes; ahí van sus magistrados;
Sus artistas, sus mendigos, sus doncellas, sus guerreros;
Con los niños de la mano o en los brazos, van las madres;
Apoyados en el hombro de sus hijos, van los viejos. . .
Y despiertan las auroras, y las tardes agonizan,
Y los soles reverberan, y se prenden los luceros;
Y sonríen las primaveras,
Se enardecen les estíos y tiritan los inviernos. . .
Y los meses pasan rápidos, y los años, y los siglos. . .
Y la inmensa caravana va subiendo... va subiendo,
Con el alma en las pupilas, y los ojos en la cumbre
Que tocaba con sus crestas los dinteles de tos cielos. . .
Los ancianos se acostaron a la vera del camino,
Y quedáronse dormidos. . .: y los hijos de los nietos
De los niños que avanzaban en los brazos de sus madres.
Encorvaron sus espaldas, y temblaron y cayeron
Para nunca levantarse. . . y seguía la caravana
Siempre arriba, por el borde de barrancas que dan vértigo.
Escalaron peñas lisas que las víboras no suben.
Por caminos, por veredas, que a los tigres dieran miedo. . .
¡Oh! el poder de los ideales que a las almas vuelven locas!
Oh, las fuerzas invencibles de esa raza y de ese pueblo. . .!
Cuatrocientos años hace que partió la caravana!
Cuatrocientos años hace, no descansa ni un momento!
Cuatrocientos años hace, va subiendo, va cantando. . .!
Ya están roncos, ya están roncos de gritar todos los ecos,
"Dios te salve, luna hermosa... Dios te salve, luz del día"...
—Así cantan las doncellas, y los niños, y los viejos. . .
La montaña se ha vestido de blanquísimo ropaje. . .!
Cuatro siglos de camino han regado tantos huesos. . .!
Y la túnica blanquísima que se viste la montaña
Una cinta obscura tiene como adorno de su cuello. . .
Y así dicen los que vuelven sus miradas a la cumbre:
"Ved! un grupo de cóndores que alimentan sus polluelos"
Ya estamos en la cumbre!
Ha llegado todo el pueblo!
Ha tocado con sus manos la visión de sus amores:
La corona está en las sienes de la Reina de los Cielos. . .!
Nos hallamos en la cumbre.
Ya la Reina... es nuestra Reina.. .!
La montaña se ha cubierto
¿No la veis? - toda de rosas:... Es un ramo la montaña!
Hoy los huesos que regó la caravana, florecieron!. . .
La montaña se ha encendido en la lumbre de mil soles:
Son "los nuestros" que hoy son de Ella,
y que forman su cortejo!
(Con razón llegan las águilas de lejanos horizontes!
Esas águilas gloriosas de los músculos de acero;
De las alas invencibles, que no pierden ni una pluma
Cuando rasgan las tormentas y se burlan de los vientos)
La montaña se estremece:
Los acordes de un gran himno le sacuden los cimientos:
Es la voz de cuatro siglos de locuras y entusiasmos.
Que repiten hoy los ecos. . .
El aplauso de los siglos, el aplauso de los mundos,
Y el aplauso de los cielos!!
Madre Virgen, Madre Reina!
A tus pies está tu pueblo
Cuatro siglos de cansancio '
Piden un descanso... eterno!!
que tocaba con sus crestas los dinteles de los cielos...
La miraron toda hermosa, toda pura, toda Madre...
La miraron y dijeron:
"Ascendamos a la altura: ¡coronémosla por Reina!"
Y emprendieron el camino todos juntos: era un pueblo:
Ahí van sus sacerdotes; ahí van sus magistrados;
Sus artistas, sus mendigos, sus doncellas, sus guerreros;
Con los niños de la mano o en los brazos, van las madres;
Apoyados en el hombro de sus hijos, van los viejos. . .
Y despiertan las auroras, y las tardes agonizan,
Y los soles reverberan, y se prenden los luceros;
Y sonríen las primaveras,
Se enardecen les estíos y tiritan los inviernos. . .
Y los meses pasan rápidos, y los años, y los siglos. . .
Y la inmensa caravana va subiendo... va subiendo,
Con el alma en las pupilas, y los ojos en la cumbre
Que tocaba con sus crestas los dinteles de tos cielos. . .
Los ancianos se acostaron a la vera del camino,
Y quedáronse dormidos. . .: y los hijos de los nietos
De los niños que avanzaban en los brazos de sus madres.
Encorvaron sus espaldas, y temblaron y cayeron
Para nunca levantarse. . . y seguía la caravana
Siempre arriba, por el borde de barrancas que dan vértigo.
Escalaron peñas lisas que las víboras no suben.
Por caminos, por veredas, que a los tigres dieran miedo. . .
¡Oh! el poder de los ideales que a las almas vuelven locas!
Oh, las fuerzas invencibles de esa raza y de ese pueblo. . .!
Cuatrocientos años hace que partió la caravana!
Cuatrocientos años hace, no descansa ni un momento!
Cuatrocientos años hace, va subiendo, va cantando. . .!
Ya están roncos, ya están roncos de gritar todos los ecos,
"Dios te salve, luna hermosa... Dios te salve, luz del día"...
—Así cantan las doncellas, y los niños, y los viejos. . .
La montaña se ha vestido de blanquísimo ropaje. . .!
Cuatro siglos de camino han regado tantos huesos. . .!
Y la túnica blanquísima que se viste la montaña
Una cinta obscura tiene como adorno de su cuello. . .
Y así dicen los que vuelven sus miradas a la cumbre:
"Ved! un grupo de cóndores que alimentan sus polluelos"
Ya estamos en la cumbre!
Ha llegado todo el pueblo!
Ha tocado con sus manos la visión de sus amores:
La corona está en las sienes de la Reina de los Cielos. . .!
Nos hallamos en la cumbre.
Ya la Reina... es nuestra Reina.. .!
La montaña se ha cubierto
¿No la veis? - toda de rosas:... Es un ramo la montaña!
Hoy los huesos que regó la caravana, florecieron!. . .
La montaña se ha encendido en la lumbre de mil soles:
Son "los nuestros" que hoy son de Ella,
y que forman su cortejo!
(Con razón llegan las águilas de lejanos horizontes!
Esas águilas gloriosas de los músculos de acero;
De las alas invencibles, que no pierden ni una pluma
Cuando rasgan las tormentas y se burlan de los vientos)
La montaña se estremece:
Los acordes de un gran himno le sacuden los cimientos:
Es la voz de cuatro siglos de locuras y entusiasmos.
Que repiten hoy los ecos. . .
El aplauso de los siglos, el aplauso de los mundos,
Y el aplauso de los cielos!!
Madre Virgen, Madre Reina!
A tus pies está tu pueblo
Cuatro siglos de cansancio '
Piden un descanso... eterno!!
Mons. Vicente M. Camacho
Enero 18 de 1921.
Enero 18 de 1921.
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