¿Puede tener la religión, por sí misma, un valor psicoterapéutico? No es necesario buscar mucho, para obtener una contestación afirmativa.
Charcot escribe: "El fin esencial de la medicina es la curación de las enfermedades, sin distinción en el procedimiento curativo empleado; en este orden de ideas la faith healing (curación por la fe) me parece el ideal que debe alcanzarse, puesto que la misma actúa a menudo cuando todos los otros remedios fallan" (La Foi qui guérit).
Dubois, de Berna, en su libro sobre las Psychonévroses et leur traitement moral, nos ofrece un testimonio tanto más precioso, en cuanto es la opinión de un ateo obligado a inclinarse ante los hechos:
Charcot escribe: "El fin esencial de la medicina es la curación de las enfermedades, sin distinción en el procedimiento curativo empleado; en este orden de ideas la faith healing (curación por la fe) me parece el ideal que debe alcanzarse, puesto que la misma actúa a menudo cuando todos los otros remedios fallan" (La Foi qui guérit).
Dubois, de Berna, en su libro sobre las Psychonévroses et leur traitement moral, nos ofrece un testimonio tanto más precioso, en cuanto es la opinión de un ateo obligado a inclinarse ante los hechos:
"He visto a los sacerdotes católicos repetir en otra forma lo que yo he dicho a menudo a mis enfermos durante un tratamiento, y secundarme en mi obra mucho mejor de lo que hubieran podido hacer muchos colegas. He sorprendido a pastores de alma a la cabecera de mis enfermos, y allí nos hemos hallado en un terreno común, a pesar de la diversidad de puntos de vista...
"La fe religiosa puede ser el mejor preservativo contra esas enfermedades del alma y el medio más poderoso para curarlas, si ella es lo suficientemente viva como para crear en sus adeptos un verdadero estoicismo cristiano.
"En ese estado de alma, tan raro en los ambientes inteligentes (?) el hombre se torna invulnerable. Sintiéndose sostenido por Dios, no teme ni la enfermedad ni la muerte. Puede sucumbir bajo los golpes de una enfermedad física, mas moralmente permanece erguido en medio del dolor; es inaccesible a las emociones pusilánimes de los neuróticos.
"He visto a cristianos protestantes aceptar la vida más dura, las enfermedades más penosas, afrontar con serenidad la seguridad de su fin próximo, sin tratar siquiera de escapar a su ineluctable destino, pidiendo ayuda a la medicina; sabían sufrir alegremente.
"Experimenté una emocionada simpatía por un pobre misionero al que yo aconsejé no volver ya al clima matador de Africa y que me contestó con una sonrisa angelical: Volveré, doctor, es mi deber, es mi vida...
"Este cristianismo hace los santos y los mártires...
"No hay otro recurso fuera del sentimiento religioso que se pueda emplear para devolver el enfermo a su conducta moral. Puede parecer extraño ver a un librepensador pactar con los creyentes, emplear las convicciones religiosas, recomendarlas a determinados enfermos.
"Y bien, no hay contradicción en ello. Más de una vez me he podido sentir en comunión espiritual con cristianos, pastores protestantes, abates, religiosos enclaustrados...".
"La fe religiosa puede ser el mejor preservativo contra esas enfermedades del alma y el medio más poderoso para curarlas, si ella es lo suficientemente viva como para crear en sus adeptos un verdadero estoicismo cristiano.
"En ese estado de alma, tan raro en los ambientes inteligentes (?) el hombre se torna invulnerable. Sintiéndose sostenido por Dios, no teme ni la enfermedad ni la muerte. Puede sucumbir bajo los golpes de una enfermedad física, mas moralmente permanece erguido en medio del dolor; es inaccesible a las emociones pusilánimes de los neuróticos.
"He visto a cristianos protestantes aceptar la vida más dura, las enfermedades más penosas, afrontar con serenidad la seguridad de su fin próximo, sin tratar siquiera de escapar a su ineluctable destino, pidiendo ayuda a la medicina; sabían sufrir alegremente.
"Experimenté una emocionada simpatía por un pobre misionero al que yo aconsejé no volver ya al clima matador de Africa y que me contestó con una sonrisa angelical: Volveré, doctor, es mi deber, es mi vida...
"Este cristianismo hace los santos y los mártires...
"No hay otro recurso fuera del sentimiento religioso que se pueda emplear para devolver el enfermo a su conducta moral. Puede parecer extraño ver a un librepensador pactar con los creyentes, emplear las convicciones religiosas, recomendarlas a determinados enfermos.
"Y bien, no hay contradicción en ello. Más de una vez me he podido sentir en comunión espiritual con cristianos, pastores protestantes, abates, religiosos enclaustrados...".
Y Déjerine muestra la incompatibilidad de la psicoterapia, cuyos resultados son evidentes, con el determinismo:
"¿Cómo esperar devolver al enfermo el dominio de sí mismo, si no se llega a comprender que más allá de los fenómenos del automatismo psicológico hay un lugar para las facultades morales superiores, que realmente se sirven del automatismo psicológico, pero que no están enteramente constituidas o formadas por el mismo? ¿Cómo pedirle que eche o desprecie una preocupación obsesionante, si se imagina que esa preocupación es dada por un mecanismo que nada podría frenar en su individualidad? ¿Cómo pedirle que recobre por sí mismo su juicio, si ese juicio no es, en resumen, más que una cuestión de nombre y cualidad, de asociaciones de ideas puramente pasivas?" (Les manifestations fonctionnelles des psychonévroses. Leur traitement par la psychothérapie, pág. 553).
La psicoterapia, pues, no se comprende lógicamente más que desde un punto de vista espiritualista, y por sus mismos resultados confirma la exactitud de esta opinión. Además, por el testimonio de los autores citados, es en la religión donde halla los medios de acción más poderosos: ¿Cuáles son, por lo tanto, los procesos adecuados de la psicoterapia religiosa?
"¿Cómo esperar devolver al enfermo el dominio de sí mismo, si no se llega a comprender que más allá de los fenómenos del automatismo psicológico hay un lugar para las facultades morales superiores, que realmente se sirven del automatismo psicológico, pero que no están enteramente constituidas o formadas por el mismo? ¿Cómo pedirle que eche o desprecie una preocupación obsesionante, si se imagina que esa preocupación es dada por un mecanismo que nada podría frenar en su individualidad? ¿Cómo pedirle que recobre por sí mismo su juicio, si ese juicio no es, en resumen, más que una cuestión de nombre y cualidad, de asociaciones de ideas puramente pasivas?" (Les manifestations fonctionnelles des psychonévroses. Leur traitement par la psychothérapie, pág. 553).
La psicoterapia, pues, no se comprende lógicamente más que desde un punto de vista espiritualista, y por sus mismos resultados confirma la exactitud de esta opinión. Además, por el testimonio de los autores citados, es en la religión donde halla los medios de acción más poderosos: ¿Cuáles son, por lo tanto, los procesos adecuados de la psicoterapia religiosa?
1. Psicoterapia simple
La manera de actuar de las ideas y los sentimientos religiosos sobre nuestro modo de sentir y pensar —y consiguientemente sobre nuestras funciones nerviosas orgánicas y las funciones corporales que dirigen— es en su forma más simple la consecuencia directa de la disciplina del espíritu, guiado por esas ideas y esos sentimientos.
Como dice Bordreuil en su tesis, "la religión verdadera, la religión vivida, constituye la mejor higiene del alma y del cuerpo. Desde la infancia, el cristiano oye decir que la mentira, el odio, la cólera, los celos, la pereza, la sensualidad, la gula, etc., son pecados, prohibidos por la ley de Dios. Si el cristiano es sincero y lógico, lucha contra todas las tendencias de su cuerpo, contra todos los impulsos que sus órganos transmiten a su cerebro y que crearían las malas pasiones, si no se contienen dentro de los justos límites".
Ahora bien, además que esas pasiones arrastrarían a todas las enfermedades que hemos visto resultar de la no observancia de los mandamientos de Dios, tendrían por efecto inmediato una debilitación o alteración de las capacidades morales. Como lo escribió el autor del libro de Los Proverbios, hace tres mil años, "el corazón alegre equivale a una medicina, en cambio el espíritu abatido seca los huesos" (XVII, 27). El dominio de las pasiones ordenado por la religión, lleva a su atenuación, al mismo tiempo que la elevación de los pensamientos desliga de las pequeñas preocupaciones terrenales y favorece la serenidad y la alegría.
El doctor Bordreuil toma de La Gazette de Lausanne del 18 de abril de 1911 estas líneas:
"En distintas escuelas de Alemania se ha desatado una espantosa epidemia de suicidios... En Leipzig, en un colegio, sobre diecisiete alumnos de una clase, tres se dieron muerte sin acuerdo alguno, impelidos al parecer por un idéntico cansancio de vivir... No queremos exagerar el papel de la religión en estos problemas... Pero resulta que los tres escolares de Leipzig, sobre quienes se poseen informaciones exactas, se privaron voluntariamente del contrapeso moral que ofrecen a las desesperanzas de la vida los consuelos de la religión. Se trata de tres cabezas fuertes que tenían un corazón débil".
En resumen, agrega el doctor Bordreuil, esos jóvenes no han hecho otra cosa que realizar prácticamente una de las conclusiones de las doctrinas ateístas, formuladas por Le Dantec: "Una sociedad formada exclusivamente por ateos terminaría naturalmente en una epidemia de suicidio anestésico".
"Para el ateo lógico, no hay principio alguno, en el real sentido de la palabra, afirma Le Dantec; el ateo lógico no puede tener interés alguno en la vida; ésa es la verdadera sabiduría, pero a mi modo de ver, demasiada sabiduría... Estoy muy contento, por mi parte, de poseer, junto con mi ateísmo lógico, una conciencia moral, resultado de una cantidad de errores ancestrales, que me dicta mi conducta en los casos en que mi razón me dejaría perecer".
En oposición al ateo lógico o ilógico, "el cristiano perfecto, por definición —escribe Bordreuil— sería un hombre que unificaría su vida, suprimiendo en sí mismo todas las malas tendencias, y desarrollando todas las buenas aspiraciones de su naturaleza, dándoles el máximum de intensidad.
"En este entrenamiento, en esta lucha de cada instante, llegaría a poseer una energía extraordinaria que lo pondría al cubierto de un gran número de causas de depresión intelectual y moral, fuente de tantas enfermedades.
"Los cuidados, las preocupaciones materiales, las emociones deprimentes no tendrían en su vida más que un papel secundario...
"La religión puede secundar útilmente en muchos casos la obra del médico... Es por lo tanto mediante la "educación de la voluntad" que la psicoterapia religiosa ayudará el tratamiento médico. Intervendrá eficazmente, no sólo en las afecciones que de un cabo a otro de su evolución son dirigidas por factores morales, sino también en no importa qué enfermedad cuya causa física es bien determinada...
"El enfermo no es un ser pasivo como el niño pequeño o el animal. Compromete a menudo la buena acción del médico dejando actuar sobre sí mismo "emociones deprimentes" que le quitan el apetito, cuando debería sobrealimentarse, que le quitan el sueño cuando tendría absoluta necesidad de dormir. Estas emociones consisten en preocupaciones y temores diversos. Pero, generalmente, se vinculan al miedo de sufrir y al temor de morir.
"...El verdadero cristiano no teme la muerte, seguro de que ella lo llevará a un estado de felicidad perfecta; esta idea de la inmortalidad, de la vida eterna, llega a imponerse tanto a su yo, que por una ley psicológica conocida, concluye por destruir —substituyéndosele— la idea de la muerte y el miedo natural que la misma inspira... "En tal estado de alma un enfermo está inmunizado contra todas las emociones deprimentes y puede concentrar todas sus energías, para que concurran juntas a su curación. He visto de cerca a esos creyentes, gravemente afectados; he visto especialmente a uno en un caso desesperado, desahuciado por sus médicos. Ni un solo instante se dejó perturbar por la idea de la muerte y tenía serios motivos para querer vivir; permaneció calmo, aun alegre, sometido a la voluntad de Dios. Y contra toda opinión, curó y su estado de alma debe haber contribuido mucho a determinar una curación que parecía imposible".
2. Psicoterapia apoyada en la idea de Dios
Toda disciplina moral no tiene realmente su valor más que en la idea de Dios que es su fundamento. La hemos separado solamente para disociar el proceso mental de la psicoterapia religiosa y porque se encuentran a menudo ateos ilógicos y cristianos igualmente ilógicos, en los que se pueden ver actuar ciertos métodos mentales y ciertos conceptos morales, separados de su base divina.
La manera de actuar de las ideas y los sentimientos religiosos sobre nuestro modo de sentir y pensar —y consiguientemente sobre nuestras funciones nerviosas orgánicas y las funciones corporales que dirigen— es en su forma más simple la consecuencia directa de la disciplina del espíritu, guiado por esas ideas y esos sentimientos.
Como dice Bordreuil en su tesis, "la religión verdadera, la religión vivida, constituye la mejor higiene del alma y del cuerpo. Desde la infancia, el cristiano oye decir que la mentira, el odio, la cólera, los celos, la pereza, la sensualidad, la gula, etc., son pecados, prohibidos por la ley de Dios. Si el cristiano es sincero y lógico, lucha contra todas las tendencias de su cuerpo, contra todos los impulsos que sus órganos transmiten a su cerebro y que crearían las malas pasiones, si no se contienen dentro de los justos límites".
Ahora bien, además que esas pasiones arrastrarían a todas las enfermedades que hemos visto resultar de la no observancia de los mandamientos de Dios, tendrían por efecto inmediato una debilitación o alteración de las capacidades morales. Como lo escribió el autor del libro de Los Proverbios, hace tres mil años, "el corazón alegre equivale a una medicina, en cambio el espíritu abatido seca los huesos" (XVII, 27). El dominio de las pasiones ordenado por la religión, lleva a su atenuación, al mismo tiempo que la elevación de los pensamientos desliga de las pequeñas preocupaciones terrenales y favorece la serenidad y la alegría.
El doctor Bordreuil toma de La Gazette de Lausanne del 18 de abril de 1911 estas líneas:
"En distintas escuelas de Alemania se ha desatado una espantosa epidemia de suicidios... En Leipzig, en un colegio, sobre diecisiete alumnos de una clase, tres se dieron muerte sin acuerdo alguno, impelidos al parecer por un idéntico cansancio de vivir... No queremos exagerar el papel de la religión en estos problemas... Pero resulta que los tres escolares de Leipzig, sobre quienes se poseen informaciones exactas, se privaron voluntariamente del contrapeso moral que ofrecen a las desesperanzas de la vida los consuelos de la religión. Se trata de tres cabezas fuertes que tenían un corazón débil".
En resumen, agrega el doctor Bordreuil, esos jóvenes no han hecho otra cosa que realizar prácticamente una de las conclusiones de las doctrinas ateístas, formuladas por Le Dantec: "Una sociedad formada exclusivamente por ateos terminaría naturalmente en una epidemia de suicidio anestésico".
"Para el ateo lógico, no hay principio alguno, en el real sentido de la palabra, afirma Le Dantec; el ateo lógico no puede tener interés alguno en la vida; ésa es la verdadera sabiduría, pero a mi modo de ver, demasiada sabiduría... Estoy muy contento, por mi parte, de poseer, junto con mi ateísmo lógico, una conciencia moral, resultado de una cantidad de errores ancestrales, que me dicta mi conducta en los casos en que mi razón me dejaría perecer".
En oposición al ateo lógico o ilógico, "el cristiano perfecto, por definición —escribe Bordreuil— sería un hombre que unificaría su vida, suprimiendo en sí mismo todas las malas tendencias, y desarrollando todas las buenas aspiraciones de su naturaleza, dándoles el máximum de intensidad.
"En este entrenamiento, en esta lucha de cada instante, llegaría a poseer una energía extraordinaria que lo pondría al cubierto de un gran número de causas de depresión intelectual y moral, fuente de tantas enfermedades.
"Los cuidados, las preocupaciones materiales, las emociones deprimentes no tendrían en su vida más que un papel secundario...
"La religión puede secundar útilmente en muchos casos la obra del médico... Es por lo tanto mediante la "educación de la voluntad" que la psicoterapia religiosa ayudará el tratamiento médico. Intervendrá eficazmente, no sólo en las afecciones que de un cabo a otro de su evolución son dirigidas por factores morales, sino también en no importa qué enfermedad cuya causa física es bien determinada...
"El enfermo no es un ser pasivo como el niño pequeño o el animal. Compromete a menudo la buena acción del médico dejando actuar sobre sí mismo "emociones deprimentes" que le quitan el apetito, cuando debería sobrealimentarse, que le quitan el sueño cuando tendría absoluta necesidad de dormir. Estas emociones consisten en preocupaciones y temores diversos. Pero, generalmente, se vinculan al miedo de sufrir y al temor de morir.
"...El verdadero cristiano no teme la muerte, seguro de que ella lo llevará a un estado de felicidad perfecta; esta idea de la inmortalidad, de la vida eterna, llega a imponerse tanto a su yo, que por una ley psicológica conocida, concluye por destruir —substituyéndosele— la idea de la muerte y el miedo natural que la misma inspira... "En tal estado de alma un enfermo está inmunizado contra todas las emociones deprimentes y puede concentrar todas sus energías, para que concurran juntas a su curación. He visto de cerca a esos creyentes, gravemente afectados; he visto especialmente a uno en un caso desesperado, desahuciado por sus médicos. Ni un solo instante se dejó perturbar por la idea de la muerte y tenía serios motivos para querer vivir; permaneció calmo, aun alegre, sometido a la voluntad de Dios. Y contra toda opinión, curó y su estado de alma debe haber contribuido mucho a determinar una curación que parecía imposible".
2. Psicoterapia apoyada en la idea de Dios
Toda disciplina moral no tiene realmente su valor más que en la idea de Dios que es su fundamento. La hemos separado solamente para disociar el proceso mental de la psicoterapia religiosa y porque se encuentran a menudo ateos ilógicos y cristianos igualmente ilógicos, en los que se pueden ver actuar ciertos métodos mentales y ciertos conceptos morales, separados de su base divina.
La verdadera psicoterapia religiosa, naturalmente, es inseparable del pensamiento de Dios, de su poder, de su sabiduría, de su bondad, de su solicitud, de la caridad de Cristo, de su enseñanza, de su muerte por nosotros, de los socorros sacramentales, como el perdón que aporta la confesión, la presencia divina en la Santa Eucaristía, la gracia medicinal de la Extremaunción.
"El dolor —escribe Bordreuil— es un gran elemento de depresión. Uno de los caracteres que el cristiano da a menudo al dolor es que, sin ser siempre impuesto por Dios, está empleado por Él como un medio educativo y aun correctivo del alma. El oro se depura con el fuego; en el crisol del sufrimiento el cristiano adquiere un grado más alto de perfección. Por eso no es raro oír al creyente que bendice y agradece a Dios por los sufrimientos que resiste.
"Es así, como parece que la religión interviene utilísimamente para dar al hombre el dominio de su personalidad. Nada deprime, nada provoca el debilitamiento, la disociación del yo, como un sufrimiento continuo, repetido, si no está equilibrado o dominado por una idea más fuerte. Un dolor que se exaspera, quita al enfermo la mayor parte de sus recursos de defensa contra la enfermedad. El que sufre sin ser sostenido, muy pronto se desanima y desespera. El cristiano orienta constantemente su personalidad hacia la persona misma de Jesucristo. Ahora bien, Cristo fué víctima especial del dolor, y con razón se le denomina "el hombre del dolor". Cuanto más aumenta la fe del cristiano, tanto más resulta capaz de someter lo físico a lo moral. Para imitar a su Maestro, domina sus sufrimientos y llega a efectuar esa experiencia extraordinaria que consiste en "alegrarse en la aflicción".
"¡Cuántos autores cristianos han glorificado el dolor!".
Pero, además de la aceptación y dominación del sufrimiento, la idea y el conocimiento y la meditación de Dios son el mejor agente de equilibrio del espíritu, el tratamiento más eficaz de todos los desórdenes nerviosos. Por eso Bordreuil demuestra la eficacia de la religión para reequilibrar a los histéricos.
"La fe en Jesucristo es una fuerza de cohesión, un principio que unifica al yo. El histérico es un ser que se deja llevar por su inconsciencia, o por su subconsciente, si se prefiere esta palabra. La religión, bien comprendida, da a la vida una meta precisa, un ideal elevado, hasta difícil de seguir, a propósito para despertar todas las energías psíquicas que el enfermo de histeria deja dormir en sí mismo, porque no tiene ningún motivo serio para ponerlas en actividad ...
"En resumen —escribe Krafft Ebing en su Tratado de psiquiatría—, debe admitirse que la verdadera religión, la ética pura, ennobleciendo el espíritu humano, elevándolo hacia el ideal y prodigándole consuelos en los momentos de angustia, disminuye los peligros y las amenazas de la alienación mental".
"Los profesores Déjerine y Dubois, de Berna —agrega Bordreuil—, admiten que es casi imposible que un cristiano que vive sus doctrinas se convierta en un neurótico.
"El dolor —escribe Bordreuil— es un gran elemento de depresión. Uno de los caracteres que el cristiano da a menudo al dolor es que, sin ser siempre impuesto por Dios, está empleado por Él como un medio educativo y aun correctivo del alma. El oro se depura con el fuego; en el crisol del sufrimiento el cristiano adquiere un grado más alto de perfección. Por eso no es raro oír al creyente que bendice y agradece a Dios por los sufrimientos que resiste.
"Es así, como parece que la religión interviene utilísimamente para dar al hombre el dominio de su personalidad. Nada deprime, nada provoca el debilitamiento, la disociación del yo, como un sufrimiento continuo, repetido, si no está equilibrado o dominado por una idea más fuerte. Un dolor que se exaspera, quita al enfermo la mayor parte de sus recursos de defensa contra la enfermedad. El que sufre sin ser sostenido, muy pronto se desanima y desespera. El cristiano orienta constantemente su personalidad hacia la persona misma de Jesucristo. Ahora bien, Cristo fué víctima especial del dolor, y con razón se le denomina "el hombre del dolor". Cuanto más aumenta la fe del cristiano, tanto más resulta capaz de someter lo físico a lo moral. Para imitar a su Maestro, domina sus sufrimientos y llega a efectuar esa experiencia extraordinaria que consiste en "alegrarse en la aflicción".
"¡Cuántos autores cristianos han glorificado el dolor!".
Pero, además de la aceptación y dominación del sufrimiento, la idea y el conocimiento y la meditación de Dios son el mejor agente de equilibrio del espíritu, el tratamiento más eficaz de todos los desórdenes nerviosos. Por eso Bordreuil demuestra la eficacia de la religión para reequilibrar a los histéricos.
"La fe en Jesucristo es una fuerza de cohesión, un principio que unifica al yo. El histérico es un ser que se deja llevar por su inconsciencia, o por su subconsciente, si se prefiere esta palabra. La religión, bien comprendida, da a la vida una meta precisa, un ideal elevado, hasta difícil de seguir, a propósito para despertar todas las energías psíquicas que el enfermo de histeria deja dormir en sí mismo, porque no tiene ningún motivo serio para ponerlas en actividad ...
"En resumen —escribe Krafft Ebing en su Tratado de psiquiatría—, debe admitirse que la verdadera religión, la ética pura, ennobleciendo el espíritu humano, elevándolo hacia el ideal y prodigándole consuelos en los momentos de angustia, disminuye los peligros y las amenazas de la alienación mental".
"Los profesores Déjerine y Dubois, de Berna —agrega Bordreuil—, admiten que es casi imposible que un cristiano que vive sus doctrinas se convierta en un neurótico.
"Para todos los nerviosos, cuyo número crece día por día, y que se hallan en un estado continuado de inminencia morbosa, habría que elevar una barrera que los salvara de caer en la locura.
"Esa barrera existe: está en los preceptos del Evangelio comprendidos y vividos".
3. Psicoterapia con la posible intervención de Dios
Se trata aquí de casos en que la actividad mental del sujeto no parece suficiente para explicar los resultados obtenidos. Lortsch, que viera algunos casos, concluye en su tesis:
"La interpretación que identifica psicoterapia religiosa y sugestión, subconsciencia, dirección moral, educación, explica el mecanismo de la acción religiosa, sin precisar su determinismo, su esencia.
"Por nuestra parte creemos que un principio sobrenatural existe como fundamento de la psicoterapia religiosa en razón de la naturaleza de sus resultados.
"Estos resultados son notables por su frecuencia, su estabilidad, su universalidad y, sobre todo, por su carácter esencial que es el de restablecer un equilibrio psíquico definitivo, favoreciendo la formación de nuevas y fuertes síntesis mentales, y el de crear nuevas personalidades allí donde faltan los elementos mismos de la personalidad, y eso en casos en que fracasa la psicoterapia ordinaria...".
Parece que es posible dividir en tres grupos los casos de esta categoría.
a) En primer lugar las mejorías o curaciones funcionales, como parálisis, contracturas, sorderas, cegueras y trastornos diversos en que el elemento nervioso parece predominante, cuando no exclusivo, que se producen en ocasión de oraciones, peregrinaciones, actos religiosos. Esas curaciones no están consideradas oficialmente como milagrosas por los teólogos y por las Oficinas médicas de Comprobación, como la de Lourdes. Pero ¿es bien seguro que la curación depende de un proceso psíquico simple? O bien, si un proceso psíquico ha sido suficiente para dar la curación, ¿es bien seguro que su desarrollo se ha producido espontáneamente por el solo juego de las circunstancias? Estos enfermos han sido sometidos a la acción sugestiva de las medicaciones, los tratamientos, a veces a ensayos de psicoterapia; a menudo han orado, frecuentado los sacramentos, tomado parte en ceremonias religiosas, y, un buen día, sin que haya habido alguna condición exterior especial, la curación se realiza. Por el hecho de que la curación natural fuera posible, sería absolutamente ilegítimo llegar a la conclusión de que seguramente se ha producido así.
Por otra parte, puede también ocurrir que existan muchas probabilidades de una intervención divina, ya sea para desarrollar el proceso psíquico de curación, ya sea para producir la misma curación: por ejemplo, la ausencia de elementos exteriores susceptibles de actuar con fuerza sobre el sujeto, o bien la modificación completa del estado neuropático del enfermo, consiguientemente a la curación. "La curación no ya accidental, sino la definitiva de una epilepsia o de una histeria, es sin duda alguna, tan interesante como la de cualquier otra enfermedad" (Dra. Juana Bon). Psicoterapia religiosa simple o psicoterapia con intervención divina, o aun intervención divina pura y simple, he ahí las tres hipótesis entre las que se vacila.
b) Un segundo grupo se compone de las afecciones orgánicas durante las cuales el elemento dolor se halla modificado en ocasión de actos religiosos. Bordreuil nos cita en su tesis un caso interesante en un protestante:
Observación
"Pedro G..., de 35 años, cultivador en X..., es afectado a comienzos de febrero de 1910 por una crisis de reumatismo articular agudo, generalizada, violenta, con temperatura elevada. Las junturas más atacadas son las de las rodillas, de los hombros y del brazo izquierdo (codo y puño). Las vértebras cervicales y las articulaciones témporomaxilares también son invadidas.
"El doctor llamado para atenderlo, D..., ordena una poción de salicilato de soda, pero temiendo una complicación renal, dosifica débilmente, primero a un gramo, luego a dos por día.
"Para cumplir los deberes de mi profesión, fui a visitar al paciente más o menos ocho días después del comienzo de la enfermedad. Le hallé sumamente deprimido, enflaquecido, muy anemizado y sobre todo quejoso de dolores muy agudos en todas las junturas que no le permitían ningún movimiento. Al cabo de unos días, debió quedarse inmóvil, tendido de espaldas. Su mujer me dijo que el doctor, que lo visitara el día anterior, le había encontrado empeorado: le preocupaba el estado del corazón.
"No pude darle más que los consuelos que depara en estos casos la religión.
"Le recordé que Jesucristo sufrió y fué para nosotros un ejemplo de paciencia y de resignación; que el dolor bien comprendido y animosamente aceptado es uno de los mejores recursos para perfeccionar nuestro carácter y fortificar nuestra piedad. Finalmente, le recomendé tener confianza en Dios, que en última instancia es el dominador de las enfermedades y que puede actuar también cuando la medicina ha agotado todos los medios que ofrece la ciencia.
"Me fui, prometiéndole volver al día siguiente. Volví en realidad, y mucha fué mi sorpresa al ver al enfermo sentado en su lecho y sonriente. Le pregunté lo que había acontecido y me contestó: "Después de vuestra partida, en un momento en que yo estaba solo, he rezado, he pedido con todas mis fuerzas a Dios que me concediera un alivio y le dije: Jesús, mi Señor, Tú tienes el poder de calmar el sufrimiento, te ruego que me demuestres que no me has abandonado, permitiéndome sentarme en el lecho. En el acto —continuó el enfermo— sentí como una gran calma en mí; me pareció que algo de afuera entraba en mí, comunicándome nuevas fuerzas. Casi en seguida pude sentarme en el lecho sin esfuerzo y sin dolor". La mujer del enfermo me confirmó que al volver a la habitación, se asombró viendo a su esposo sentado y sonriente.
"Examiné las articulaciones: estaban todavía hinchadas, dolorosas a la presión, pero infinitamente menos sensibles que la víspera. Luego, la curación sobrevino mucho más rápidamente de lo que podía esperarse, y las complicaciones cardíacas se corrigieron.
"Hablando estrictamente, no hubo curación milagrosa, porque el enfermo tuvo dos leves recaídas y durante algunos meses la planta de los pies permaneció sensible y hasta dolorida. Mas ¿no hubo algo de sobrenatural en ese amenguar brusco del dolor, a raíz de una oración fervorosa? Se trata aquí de un hombre religioso, cuya piedad personal es real, sin ser de un sentimentalismo exagerado. No se puede por lo tanto colocar ni su enfermedad ni su rápido alivio en la cuenta de un estado particular de sugestión o sugestividad. Este hombre que conozco desde hace mucho, es de un temperamento muy calmo, de un carácter muy equilibrado. Nunca hubo nada en él que permitiera considerarlo como un nervioso".
En un caso tal, en que el elemento dolor es normalmente tan intenso y tenaz y el sujeto es medianamente religioso y de un sistema nervioso, al parecer, muy sano, la hipótesis de un simple efecto psíquico no parece suficiente, ni satisfactoria. Aparece verisímil un socorro divino, y en los numerosos casos de enfermedades orgánicas dolorosas, en las que el dolor no sólo es aceptado, sino también suprimido consiguientemente a un acto religioso, ese proceso queda como el más probable.
c) En un tercer grupo se pueden reunir afecciones de carácter moral pero con substrato fisiológico, como el alcoholismo, la toxicomanía (opio, morfina, cocaína, etc.), la prostitución, el libertinaje y la criminalidad.
Es evidente que esos vicios pueden encontrarse en gente sin taras, ni intoxicada ni degenerada: el mal ejemplo, la falta de educación o la educación deficiente, la instrucción religiosa insuficiente, la debilidad de los sentimientos morales y religiosos, son la base de esas perdiciones. No hay lugar para la psicoterapia, sino para la instrucción y dirección moral.
Entretanto, en muchos casos, todos los sociólogos y los psiquiatras están de acuerdo en reconocer un estado fisiológico morboso.
Por eso el doctor Bérillon escribe a propósito de los alcoholicos:
"¡Cómo no asombrarse por el hecho de que en las mismas condiciones de existencia y de ambiente, unos ceden al arrastre del alcohol y otros son capaces de sustraerse! Es que la resistencia mental a los impulsos no es la misma en todos... No hay que creer que las deficiencias de juicio en los bebedores consuetudinarios sean la consecuencia de su intoxicación. Un examen profundo de los antecedentes personales demostraría, por el contrario, que aun antes de intoxicarse, los alcoholicos no se han distinguido nunca por la seguridad ni por el valor de su juicio... La debilidad mental, estado en que el juicio y el poder de reflexión se hallan reducidos a la más simple expresión, constituye uno de los terrenos más predispuestos para la intoxicación alcohólica.
"...En su infancia el bebedor presenta disposiciones impulsivas. En muchos de ellos se han comprobado hábitos viciosos.
"...No se convierte en bebedor todo el que quiere... Tal es la fórmula por la que no hay que olvidar que independientemente de determinadas predisposiciones al uso de excitantes, la constitución psicológica del sujeto tiene un papel importante en la etiología del alcoholismo" (La Psychologie des alcooliques, en "Revue de psychotérapie", París, 1914).
Para los toxicómanos, se deben considerar como causas las mismas taras, las mismas degeneraciones: debilidad mental, abulia, impulsividad, lo que constituye el fondo del cual nacerá y se desarrollará el vicio.
Las mismas consideraciones se aplican al libertinaje y a la prostitución. El doctor Simonot escribe:
"La prostituta es un temperamento especial, de la misma categoría que el criminal y el epiléptico. Ser débil, degenerado mentalmente, y a menudo físicamente, la prostituta va a la prostitución como el alcoholico va al alcohol... La prostituta es siempre un temperamento especial con manifestaciones morbosas... En los antecedentes de las prostitutas hallamos padres tuberculosos, alcoholicos, sifilíticos, alienados por sífilis, de costumbres disolutas. La prostituta, heredera de un capital orgánico ya gastado, profundamente modificado, no podrá tener, pues, más que actos mediocres o malos o peligrosos, comparados con los realizados por una energía orgánica bien conservada" (Psychologie physiologique de la prostitueé, en "Annales d'hygiéne publique et de médecine légale", noviembre de 1911, pág. 3).
Lo mismo sucede con la mayoría de los clientes de las prostitutas y con la mayoría de los hombres y las mujeres que se entregan al libertinaje. Porque las predisposiciones morbosas de muchas prostitutas no hubieran podido ser suficientes para hacerlas aceptar tan triste oficio, si no hubiera de por medio el abandono del primer seductor, o el mal ejemplo o la mala educación, o la atracción de la ganancia, para vencer los factores morales capaces de frenarlas, mientras que en el libertinaje libre, y con mayor razón en el que paga, la causa única es el impulso animal y morboso. Este impulso por el cual un hombre o una mujer que se creen algo en la sociedad, que tienen un valor social y aun reales tendencias morales, faltan a la palabra dada, cultivan la mentira, gastan el dinero que corresponde legítimamente a sus parientes o hijos, arriesgan para sí y sus descendientes enfermedades y taras, se unen con seres que desprecian, es evidentemente del mismo orden y de la misma fuerza que los de los alcoholicos y criminales.
"Esa barrera existe: está en los preceptos del Evangelio comprendidos y vividos".
3. Psicoterapia con la posible intervención de Dios
Se trata aquí de casos en que la actividad mental del sujeto no parece suficiente para explicar los resultados obtenidos. Lortsch, que viera algunos casos, concluye en su tesis:
"La interpretación que identifica psicoterapia religiosa y sugestión, subconsciencia, dirección moral, educación, explica el mecanismo de la acción religiosa, sin precisar su determinismo, su esencia.
"Por nuestra parte creemos que un principio sobrenatural existe como fundamento de la psicoterapia religiosa en razón de la naturaleza de sus resultados.
"Estos resultados son notables por su frecuencia, su estabilidad, su universalidad y, sobre todo, por su carácter esencial que es el de restablecer un equilibrio psíquico definitivo, favoreciendo la formación de nuevas y fuertes síntesis mentales, y el de crear nuevas personalidades allí donde faltan los elementos mismos de la personalidad, y eso en casos en que fracasa la psicoterapia ordinaria...".
Parece que es posible dividir en tres grupos los casos de esta categoría.
a) En primer lugar las mejorías o curaciones funcionales, como parálisis, contracturas, sorderas, cegueras y trastornos diversos en que el elemento nervioso parece predominante, cuando no exclusivo, que se producen en ocasión de oraciones, peregrinaciones, actos religiosos. Esas curaciones no están consideradas oficialmente como milagrosas por los teólogos y por las Oficinas médicas de Comprobación, como la de Lourdes. Pero ¿es bien seguro que la curación depende de un proceso psíquico simple? O bien, si un proceso psíquico ha sido suficiente para dar la curación, ¿es bien seguro que su desarrollo se ha producido espontáneamente por el solo juego de las circunstancias? Estos enfermos han sido sometidos a la acción sugestiva de las medicaciones, los tratamientos, a veces a ensayos de psicoterapia; a menudo han orado, frecuentado los sacramentos, tomado parte en ceremonias religiosas, y, un buen día, sin que haya habido alguna condición exterior especial, la curación se realiza. Por el hecho de que la curación natural fuera posible, sería absolutamente ilegítimo llegar a la conclusión de que seguramente se ha producido así.
Por otra parte, puede también ocurrir que existan muchas probabilidades de una intervención divina, ya sea para desarrollar el proceso psíquico de curación, ya sea para producir la misma curación: por ejemplo, la ausencia de elementos exteriores susceptibles de actuar con fuerza sobre el sujeto, o bien la modificación completa del estado neuropático del enfermo, consiguientemente a la curación. "La curación no ya accidental, sino la definitiva de una epilepsia o de una histeria, es sin duda alguna, tan interesante como la de cualquier otra enfermedad" (Dra. Juana Bon). Psicoterapia religiosa simple o psicoterapia con intervención divina, o aun intervención divina pura y simple, he ahí las tres hipótesis entre las que se vacila.
b) Un segundo grupo se compone de las afecciones orgánicas durante las cuales el elemento dolor se halla modificado en ocasión de actos religiosos. Bordreuil nos cita en su tesis un caso interesante en un protestante:
Observación
"Pedro G..., de 35 años, cultivador en X..., es afectado a comienzos de febrero de 1910 por una crisis de reumatismo articular agudo, generalizada, violenta, con temperatura elevada. Las junturas más atacadas son las de las rodillas, de los hombros y del brazo izquierdo (codo y puño). Las vértebras cervicales y las articulaciones témporomaxilares también son invadidas.
"El doctor llamado para atenderlo, D..., ordena una poción de salicilato de soda, pero temiendo una complicación renal, dosifica débilmente, primero a un gramo, luego a dos por día.
"Para cumplir los deberes de mi profesión, fui a visitar al paciente más o menos ocho días después del comienzo de la enfermedad. Le hallé sumamente deprimido, enflaquecido, muy anemizado y sobre todo quejoso de dolores muy agudos en todas las junturas que no le permitían ningún movimiento. Al cabo de unos días, debió quedarse inmóvil, tendido de espaldas. Su mujer me dijo que el doctor, que lo visitara el día anterior, le había encontrado empeorado: le preocupaba el estado del corazón.
"No pude darle más que los consuelos que depara en estos casos la religión.
"Le recordé que Jesucristo sufrió y fué para nosotros un ejemplo de paciencia y de resignación; que el dolor bien comprendido y animosamente aceptado es uno de los mejores recursos para perfeccionar nuestro carácter y fortificar nuestra piedad. Finalmente, le recomendé tener confianza en Dios, que en última instancia es el dominador de las enfermedades y que puede actuar también cuando la medicina ha agotado todos los medios que ofrece la ciencia.
"Me fui, prometiéndole volver al día siguiente. Volví en realidad, y mucha fué mi sorpresa al ver al enfermo sentado en su lecho y sonriente. Le pregunté lo que había acontecido y me contestó: "Después de vuestra partida, en un momento en que yo estaba solo, he rezado, he pedido con todas mis fuerzas a Dios que me concediera un alivio y le dije: Jesús, mi Señor, Tú tienes el poder de calmar el sufrimiento, te ruego que me demuestres que no me has abandonado, permitiéndome sentarme en el lecho. En el acto —continuó el enfermo— sentí como una gran calma en mí; me pareció que algo de afuera entraba en mí, comunicándome nuevas fuerzas. Casi en seguida pude sentarme en el lecho sin esfuerzo y sin dolor". La mujer del enfermo me confirmó que al volver a la habitación, se asombró viendo a su esposo sentado y sonriente.
"Examiné las articulaciones: estaban todavía hinchadas, dolorosas a la presión, pero infinitamente menos sensibles que la víspera. Luego, la curación sobrevino mucho más rápidamente de lo que podía esperarse, y las complicaciones cardíacas se corrigieron.
"Hablando estrictamente, no hubo curación milagrosa, porque el enfermo tuvo dos leves recaídas y durante algunos meses la planta de los pies permaneció sensible y hasta dolorida. Mas ¿no hubo algo de sobrenatural en ese amenguar brusco del dolor, a raíz de una oración fervorosa? Se trata aquí de un hombre religioso, cuya piedad personal es real, sin ser de un sentimentalismo exagerado. No se puede por lo tanto colocar ni su enfermedad ni su rápido alivio en la cuenta de un estado particular de sugestión o sugestividad. Este hombre que conozco desde hace mucho, es de un temperamento muy calmo, de un carácter muy equilibrado. Nunca hubo nada en él que permitiera considerarlo como un nervioso".
En un caso tal, en que el elemento dolor es normalmente tan intenso y tenaz y el sujeto es medianamente religioso y de un sistema nervioso, al parecer, muy sano, la hipótesis de un simple efecto psíquico no parece suficiente, ni satisfactoria. Aparece verisímil un socorro divino, y en los numerosos casos de enfermedades orgánicas dolorosas, en las que el dolor no sólo es aceptado, sino también suprimido consiguientemente a un acto religioso, ese proceso queda como el más probable.
c) En un tercer grupo se pueden reunir afecciones de carácter moral pero con substrato fisiológico, como el alcoholismo, la toxicomanía (opio, morfina, cocaína, etc.), la prostitución, el libertinaje y la criminalidad.
Es evidente que esos vicios pueden encontrarse en gente sin taras, ni intoxicada ni degenerada: el mal ejemplo, la falta de educación o la educación deficiente, la instrucción religiosa insuficiente, la debilidad de los sentimientos morales y religiosos, son la base de esas perdiciones. No hay lugar para la psicoterapia, sino para la instrucción y dirección moral.
Entretanto, en muchos casos, todos los sociólogos y los psiquiatras están de acuerdo en reconocer un estado fisiológico morboso.
Por eso el doctor Bérillon escribe a propósito de los alcoholicos:
"¡Cómo no asombrarse por el hecho de que en las mismas condiciones de existencia y de ambiente, unos ceden al arrastre del alcohol y otros son capaces de sustraerse! Es que la resistencia mental a los impulsos no es la misma en todos... No hay que creer que las deficiencias de juicio en los bebedores consuetudinarios sean la consecuencia de su intoxicación. Un examen profundo de los antecedentes personales demostraría, por el contrario, que aun antes de intoxicarse, los alcoholicos no se han distinguido nunca por la seguridad ni por el valor de su juicio... La debilidad mental, estado en que el juicio y el poder de reflexión se hallan reducidos a la más simple expresión, constituye uno de los terrenos más predispuestos para la intoxicación alcohólica.
"...En su infancia el bebedor presenta disposiciones impulsivas. En muchos de ellos se han comprobado hábitos viciosos.
"...No se convierte en bebedor todo el que quiere... Tal es la fórmula por la que no hay que olvidar que independientemente de determinadas predisposiciones al uso de excitantes, la constitución psicológica del sujeto tiene un papel importante en la etiología del alcoholismo" (La Psychologie des alcooliques, en "Revue de psychotérapie", París, 1914).
Para los toxicómanos, se deben considerar como causas las mismas taras, las mismas degeneraciones: debilidad mental, abulia, impulsividad, lo que constituye el fondo del cual nacerá y se desarrollará el vicio.
Las mismas consideraciones se aplican al libertinaje y a la prostitución. El doctor Simonot escribe:
"La prostituta es un temperamento especial, de la misma categoría que el criminal y el epiléptico. Ser débil, degenerado mentalmente, y a menudo físicamente, la prostituta va a la prostitución como el alcoholico va al alcohol... La prostituta es siempre un temperamento especial con manifestaciones morbosas... En los antecedentes de las prostitutas hallamos padres tuberculosos, alcoholicos, sifilíticos, alienados por sífilis, de costumbres disolutas. La prostituta, heredera de un capital orgánico ya gastado, profundamente modificado, no podrá tener, pues, más que actos mediocres o malos o peligrosos, comparados con los realizados por una energía orgánica bien conservada" (Psychologie physiologique de la prostitueé, en "Annales d'hygiéne publique et de médecine légale", noviembre de 1911, pág. 3).
Lo mismo sucede con la mayoría de los clientes de las prostitutas y con la mayoría de los hombres y las mujeres que se entregan al libertinaje. Porque las predisposiciones morbosas de muchas prostitutas no hubieran podido ser suficientes para hacerlas aceptar tan triste oficio, si no hubiera de por medio el abandono del primer seductor, o el mal ejemplo o la mala educación, o la atracción de la ganancia, para vencer los factores morales capaces de frenarlas, mientras que en el libertinaje libre, y con mayor razón en el que paga, la causa única es el impulso animal y morboso. Este impulso por el cual un hombre o una mujer que se creen algo en la sociedad, que tienen un valor social y aun reales tendencias morales, faltan a la palabra dada, cultivan la mentira, gastan el dinero que corresponde legítimamente a sus parientes o hijos, arriesgan para sí y sus descendientes enfermedades y taras, se unen con seres que desprecian, es evidentemente del mismo orden y de la misma fuerza que los de los alcoholicos y criminales.
Para estos últimos afirma en su tesis el doctor Lortsch:
"El terreno criminal también está condicionado en gran parte por la herencia: la herencia es la madre del crimen, como el ambiente es el padre. La predisposición al vicio, al mal, al crimen es de las más hereditarias" (Aug. Voisin: L'Atavisme et le crime, en "Revue de l'Ecole d'antropologie, 1891).
"...Además, ese fondo tarado nunca tuvo más que una educación que dejó brotar todos los malos instintos, todos los malos ejemplos; todos los días sus padres han expuesto sus propios vicios ante ellos; el padre se emborracha, roba, va a la cárcel; la madre se prostituye en el mismo lecho del marido.
"El terreno criminal, como los demás, parece desafiar todos los esfuerzos de transformación, porque "el crimen no es más que un epifenómeno, un accidente en la vida de los degenerados, de los locos, de los epilépticos, en una palabra, de todos los que llevan sobre sí taras de decadencia" (Emile Laurent: Les maladies de la volonté chez les criminéis, en "Annales médico-legales", 1892).
Ahora bien, en todos estos seres en los que el vicio se injerta morbosamente, la psicoterapia religiosa ofrece resultados notables. La literatura religiosa está colmada de ejemplos de esas conversiones. Confesores y religiosas de las cárceles son testigos constantes y animan a arrepentidos y arrepentidas hacia las obras y las comunidades que ayudarán a la redención total, redención que llega a veces hasta el punto de que los regenerados se convierten a menudo en religiosos y religiosas perfectos. A este respecto se conocen diversas casas: las Hermanas del Buen Pastor, las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad o del Refugio, las Hijas de la Cruz, las Hermanas de la Providencia (en las cárceles), las "Madelonettes", las Siervas de María, las Hermanas de las Prisiones de María José, las "Miramiones", las Hermanas de la Misericordia, los Dominicos de Betania, etc.
En los ambientes protestantes, Rogues de Fursac refirió ejemplos notables de curaciones de alcoholicos o de desviados durante el movimiento religioso que se produjo en el país de Gales en 1905. Tomamos de la tesis de Lortsch los rasgos principales de la curación de H. Loiseau:
"H. Loiseau, nacido en La Salle, cerca de Mácon, el 21 de octubre de 1841.
"Dejó el pecho, por intervención de la madre mesonera, que le daba bizcochos mojados en el vino. Desde la edad de 7 años bebía a menudo vino a escondidas, en gran cantidad... Se emborrachaba a menudo durante sus estudios... Se emplea sucesivamente en el servicio de puentes y caminos, en la administración militar, en obras públicas, en la intendencia de Lyon, como agente viajero, en múltiples empleos donde no resiste más de 15 días, y hasta los 50 años de edad se abandona a una ebriedad perpetua.
"A los 50 años, precozmente envejecido, apodado "el beodo", lleva la vida más irregular, y practica toda suerte de pequeños oficios: "Las tabernas españolas —confiesa— tenian el poder de atraerme en modo especial; me gustaba respirar las emanaciones cálidas que se desprenden en la sucia atmósfera de esas salas húmedas, bajas, mal iluminadas... Me quedaba en ellas hasta que cerraban, y como a mi parecer era todavía demasiado temprano para volver a casa, iba a golpear a la puerta de un mal lugar nocturno, sentina de vicio, donde concluía mis jornadas ingiriendo mal aguardiente o ron infecto".
"Llega a la furia e intenta matar a su esposa. Trata de suicidarse, y mientras maduraba esta idea en su habitación, sus ojos se detuvieron en un grabado que le había regalado un amigo cristiano que se interesaba por él. Ese grabado representaba al hijo pródigo, cayendo en brazos de su padre. Loiseau se acercó a la imagen y vió las palabras que en la parábola pronuncia el hijo: "Padre mío, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo".
"Una lucha terrible se entabló en él: quiso humillarse, enmendarse, pero se sentía incapaz y oía siempre las olas del Ródano; el suicidio resolvería todos los problemas.
"Yo miraba siempre la imagen, escribe, y sentí mi corazón precipitar sus latidos, mis brazos se tendieron hacia un Salvador que yo esperaba, mis rodillas tocaron el suelo, lágrimas abundantes bañaron mi rostro y de mi garganta contraída por una violenta emoción salió finalmente la palabra que grité a Dios con un profundo arrepentimiento: ¡Perdón!".
"El mismo día (22 de febrero de 1801) firmó un compromiso de abstinencia total que puso en manos de Greene, miembro bien conocido de la sección de la Cruz Azul de Lyon.
"Poco tiempo después, este último le tomó simpatía y se esforzó en hacerle conocer a Jesucristo.
"Loiseau no recayó una sola vez... "Ninguna fuerza humana, escribió él mismo en 1913, me había podido arrancar a las garras de la terrible pasión que me había dominado desde la cuna, puede decirse. Dios hizo sin esfuerzo lo que el hombre no había podido hacer y he aquí que su mano poderosa me sostiene desde hace 22 años".
"H. Loiseau murió el 17 de febrero de 1916, a la edad de 75 años, después de 25 años de absoluta fidelidad al compromiso de abstinencia total y de apostolado fecundo en salvamentos".
¿Pueden atribuirse estas curaciones, estas "conversiones" a un simple fenómeno psicológico? Algunos autores han querido reducir también la psicoterapia religiosa a la sugestión, como Charcot y Rogues de Fursac; al subconsciente, como Charcot, Janet, Freud, Pfister; a la excitación, como W. James y Janet; a la dirección moral, como Janet y Déjerine. Que esos procesos psíquicos tengan importancia, nadie lo impugna. "Creemos —escribe el doctor Lortsch— que si la acción del sentimiento religioso y la de la psicoterapia ordinaria no tienen la misma causa primaria, la misma fuente de energía, su mecanismo sin embargo es en muchos casos el mismo...".
"El terreno criminal también está condicionado en gran parte por la herencia: la herencia es la madre del crimen, como el ambiente es el padre. La predisposición al vicio, al mal, al crimen es de las más hereditarias" (Aug. Voisin: L'Atavisme et le crime, en "Revue de l'Ecole d'antropologie, 1891).
"...Además, ese fondo tarado nunca tuvo más que una educación que dejó brotar todos los malos instintos, todos los malos ejemplos; todos los días sus padres han expuesto sus propios vicios ante ellos; el padre se emborracha, roba, va a la cárcel; la madre se prostituye en el mismo lecho del marido.
"El terreno criminal, como los demás, parece desafiar todos los esfuerzos de transformación, porque "el crimen no es más que un epifenómeno, un accidente en la vida de los degenerados, de los locos, de los epilépticos, en una palabra, de todos los que llevan sobre sí taras de decadencia" (Emile Laurent: Les maladies de la volonté chez les criminéis, en "Annales médico-legales", 1892).
Ahora bien, en todos estos seres en los que el vicio se injerta morbosamente, la psicoterapia religiosa ofrece resultados notables. La literatura religiosa está colmada de ejemplos de esas conversiones. Confesores y religiosas de las cárceles son testigos constantes y animan a arrepentidos y arrepentidas hacia las obras y las comunidades que ayudarán a la redención total, redención que llega a veces hasta el punto de que los regenerados se convierten a menudo en religiosos y religiosas perfectos. A este respecto se conocen diversas casas: las Hermanas del Buen Pastor, las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad o del Refugio, las Hijas de la Cruz, las Hermanas de la Providencia (en las cárceles), las "Madelonettes", las Siervas de María, las Hermanas de las Prisiones de María José, las "Miramiones", las Hermanas de la Misericordia, los Dominicos de Betania, etc.
En los ambientes protestantes, Rogues de Fursac refirió ejemplos notables de curaciones de alcoholicos o de desviados durante el movimiento religioso que se produjo en el país de Gales en 1905. Tomamos de la tesis de Lortsch los rasgos principales de la curación de H. Loiseau:
"H. Loiseau, nacido en La Salle, cerca de Mácon, el 21 de octubre de 1841.
"Dejó el pecho, por intervención de la madre mesonera, que le daba bizcochos mojados en el vino. Desde la edad de 7 años bebía a menudo vino a escondidas, en gran cantidad... Se emborrachaba a menudo durante sus estudios... Se emplea sucesivamente en el servicio de puentes y caminos, en la administración militar, en obras públicas, en la intendencia de Lyon, como agente viajero, en múltiples empleos donde no resiste más de 15 días, y hasta los 50 años de edad se abandona a una ebriedad perpetua.
"A los 50 años, precozmente envejecido, apodado "el beodo", lleva la vida más irregular, y practica toda suerte de pequeños oficios: "Las tabernas españolas —confiesa— tenian el poder de atraerme en modo especial; me gustaba respirar las emanaciones cálidas que se desprenden en la sucia atmósfera de esas salas húmedas, bajas, mal iluminadas... Me quedaba en ellas hasta que cerraban, y como a mi parecer era todavía demasiado temprano para volver a casa, iba a golpear a la puerta de un mal lugar nocturno, sentina de vicio, donde concluía mis jornadas ingiriendo mal aguardiente o ron infecto".
"Llega a la furia e intenta matar a su esposa. Trata de suicidarse, y mientras maduraba esta idea en su habitación, sus ojos se detuvieron en un grabado que le había regalado un amigo cristiano que se interesaba por él. Ese grabado representaba al hijo pródigo, cayendo en brazos de su padre. Loiseau se acercó a la imagen y vió las palabras que en la parábola pronuncia el hijo: "Padre mío, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo".
"Una lucha terrible se entabló en él: quiso humillarse, enmendarse, pero se sentía incapaz y oía siempre las olas del Ródano; el suicidio resolvería todos los problemas.
"Yo miraba siempre la imagen, escribe, y sentí mi corazón precipitar sus latidos, mis brazos se tendieron hacia un Salvador que yo esperaba, mis rodillas tocaron el suelo, lágrimas abundantes bañaron mi rostro y de mi garganta contraída por una violenta emoción salió finalmente la palabra que grité a Dios con un profundo arrepentimiento: ¡Perdón!".
"El mismo día (22 de febrero de 1801) firmó un compromiso de abstinencia total que puso en manos de Greene, miembro bien conocido de la sección de la Cruz Azul de Lyon.
"Poco tiempo después, este último le tomó simpatía y se esforzó en hacerle conocer a Jesucristo.
"Loiseau no recayó una sola vez... "Ninguna fuerza humana, escribió él mismo en 1913, me había podido arrancar a las garras de la terrible pasión que me había dominado desde la cuna, puede decirse. Dios hizo sin esfuerzo lo que el hombre no había podido hacer y he aquí que su mano poderosa me sostiene desde hace 22 años".
"H. Loiseau murió el 17 de febrero de 1916, a la edad de 75 años, después de 25 años de absoluta fidelidad al compromiso de abstinencia total y de apostolado fecundo en salvamentos".
¿Pueden atribuirse estas curaciones, estas "conversiones" a un simple fenómeno psicológico? Algunos autores han querido reducir también la psicoterapia religiosa a la sugestión, como Charcot y Rogues de Fursac; al subconsciente, como Charcot, Janet, Freud, Pfister; a la excitación, como W. James y Janet; a la dirección moral, como Janet y Déjerine. Que esos procesos psíquicos tengan importancia, nadie lo impugna. "Creemos —escribe el doctor Lortsch— que si la acción del sentimiento religioso y la de la psicoterapia ordinaria no tienen la misma causa primaria, la misma fuente de energía, su mecanismo sin embargo es en muchos casos el mismo...".
"Los hechos místicos —dice el Abate Pacheu (L'expérience mystique et l'activité subconsciente, 1911, Perrin, París)— aun suponiendo que atestiguan una intervención muy especial, de una causa superior al mecanismo que sacuden, estos hechos producidos o recibidos en una mentalidad humana, no pueden ser totalmente extraños al mecanismo natural de esa mentalidad, que no se deba hallar su camino, y asignarle por lo menos su parte.
"Y para decirlo de paso, los teólogos prudentes no han faltado a ese deber, hasta los que afirman por sus experiencias propias y por su ciencia de psicólogos o teólogos, que reconocen en los hechos místicos los signos manifiestos de lo divino...".
Pero de ello a poder atribuir únicamente a los procesos psicológicos las curaciones expuestas, hay un mundo de distancia. Pierre Janet es el primero que habla de la "insuficiencia de nuestra ciencia psicológica" y de sus "lagunas y vacíos" y concluye su obra sobre Las medicaciones psicológicas, con estas líneas:
"Los métodos de tratamiento ¿han llegado a ser prácticos y útiles, permitiendo obtener la curación de los trastornos neuropáticos, con la seguridad o por lo menos la probabilidad que se logra en muchas terapéuticas médicas o quirúrgicas? Desgraciadamente es imposible contestar en otra forma que la negativa. Demasiado a menudo todos esos tratamientos fallan por entero. Muy frecuentemente esos tratamientos, cuando parecen dar resultado, no tienen más que una acción momentánea y nos obligan a comenzar eternamente de nuevo.
"Finalmente, aun en el caso más feliz, la mayor parte de esos tratamientos son siempre muy largos, y cabe preguntarse, en general, si la evolución natural de la enfermedad, durante un período tan extenso, no hubiera podido llevar a una mejoría parecida con exclusión de todos los tratamientos".
El doctor Lortsch demuestra la insuficiencia de cada uno de los procesos psicoterápicos, para explicar las curaciones que estudia.
"Ahora bien —dice —el sentimiento religioso se muestra más fuerte que los factores que se atribuyen a su composición: realiza curaciones y restablecimientos que en ningún grado han logrado sus pretendidos factores; ¿no prueba esto que contiene algo más que los elementos analizados?
"Los psicoterapeutas reconocen los límites de su ciencia; pero no se muestran desconcertados; creen en su eficacia —nosotros también creemos en ella en muchos casos— y creen sobre todo en su porvenir: "Hoy —escribe Pierre Janet— la psicoterapia no existe; a lo sumo, comenzamos a entrever lo que ella debe ser, lo que será un día".
"No alcanzamos a ver en qué se funda esta seguridad".
"No existen en ese terreno, resortes o recursos no utilizados todavía y que se pueda prometer valorizar.
"Los progresos ya realizados no permiten esperar un porvenir extraordinariamente fecundo...
"Consideremos, en cambio, la terapéutica religiosa: vemos que goza de una anterioridad casi dos veces milenaria. Desde hace diecinueve siglos rinde eminentes servicios y obtiene efectos parecidos a los que tenemos como ejemplo.
"Mientras que la psicoterapia se halla todavía en sus balbuceos, el cristianismo inauguró desde su principio métodos definitivos; lejos de necesitar perfeccionamientos perpetuos, esos métodos se demuestran realmente eficaces, cuando se aplican en toda su simplicidad y en todo su rigor primitivo.
"Frente a esta doble comprobación, nos creemos autorizados a llegar a esta conclusión: los límites de la psicoterapia son fundamentales, definitivos, inherentes a sus principios, a sus mismos procedimientos.
"La psicoterapia restablece a menudo la armonía en los psiquismos trastornados, pero ella no crea nuevas personalidades; nada puede allí donde la voluntad ha desaparecido completamente...
"Estos límites de la psicoterapia explican las dificultades y los fracasos a que se expusieron los que quisieron intentar el tratamiento de nuestros enfermos; explican cómo, prácticamente, la mayoría de los psicoterapeutas abandonan a esos enfermos y por qué estos últimos no confían generalmente en los médicos...
"Los distintos terrenos que presentan el alcoholico, el fumador de opio, la prostituta, el criminal, el caníbal, ofrecen una notable unidad: son inadecuados para toda labor, para toda siembra. Nos hallamos en presencia de seres humanos cuya constitución mental es en gran parte responsable de su decadencia. Son los tarados (por herencia) y, en ausencia de un tratamiento "específico", la terapéutica se limita a su respecto a medios preventivos o paliativos, como la profilaxis o la reglamentación...
"Estos enfermos, prácticamente, están abandonados... Apenas si se ha ensayado el tratamiento de los alcoholicos por la sugestión o por la dirección moral: el doctor Dubois se rehusa a aceptar a los alcoholicos en su casa de salud...".
La psicoterapia religiosa alcanza, pues, resultados reales en enfermos rebeldes a los métodos psicoterapéuticos comunes. Esos resultados son inexplicables por el temperamento de los sujetos, que frecuentemente no son en absoluto religiosos, por una especialidad racial (la acción regeneradora del Evangelio se halla doquiera), por una influencia de educación a menudo inexistente o contraria. Finalmente, es notable la estabilidad de los resultados mismos. Las órdenes religiosas que admiten a la profesión de votos a los rehabilitados y los confunden sin distinciones en sus filas, con sus demás miembros, nunca han debido arrepentirse de ello.
Parece, pues, que en ese gran grupo de enfermedades morales con substrato psicológico, la psicoterapia religiosa actúa, de acuerdo con las conclusiones del doctor Lortsch, verisímilmente utilizando mecanismos psicológicos clásicos, pero bajo la acción esencial de un principio sobrenatural. La intervención de Dios en esas curaciones morales aparece a menudo tan manifiesta como en las curaciones morales en que la Iglesia reconoce la intervención divina. En cualquier caso, su gracia parece actuar en la mayoría de estos enfermos y conceder el éxito a los esfuerzos del catequista o del médico.
Como escribe el doctor Ferraris en su tesis, "la sugestión, ha dicho alguien, lo hace todo. Sin embargo, para la Cruz Azul la sugestión está solamente en un segundo plano. Hay que ir más lejos; el desgraciado esclavo, cuando va a la Cruz Azul, ha hecho ya generalmente esfuerzos increíbles para liberarse. Sugestiones y resoluciones repetidas han sido ensayadas alternativamente por él y otros inútilmente; no queda más que el naufragio, todo ha concluido. ¡Cuántos médicos dicen: ¡Ya no hay nada que hacer! Y he aquí que el bebedor oye decir que otros peores que él han sido curados, radicalmente curados... Sí, es verdad, la sugestión obra. Intentarán también ese recurso. Con mano que tiembla por el alcohol y la emoción, ellos firman. Cualquier otra organización podrá obtener la firma, pero le faltarán dos cosas esenciales: el antiguo bebedor, que no conforme con haberse salvado él, dedica su tiempo a salvar a otros, y la fuerza con que hablarán siempre desde el estrado todos los ex-bebedores, diciendo: "Hemos sido salvados solamente el día en que hemos aceptado la ayuda de Dios".
"Evidentemente, es posible realizar salvamentos sin esa fe, pero es necesario reconocer que sin ella hay muy pocos apóstoles consagrados a la salud de los demás y, por otra parte, muchos de ellos, sin la fe, nunca se hubieran salvado...
"La experiencia religiosa es un hecho; no se discute; no hay necesidad de discutirla. La Cruz Azul, ella sola, nos da más de veinte mil de estos casos: 20.000 alcoholicos han perdido de pronto el vicio de beber, el deseo de beber. Intentaron un día la experiencia, se entregaron a la única fuerza que les quedaba experimentar, la ayuda de Dios, y helos aquí, no ya regenerados, sino más todavía, con una nueva personalidad. Así se realiza la palabra de Cristo: Es necesario que volváis a nacer. La cantidad de miserias y hasta de crímenes que esos veinte mil salvados evitaron, no puede calcularse. Y hay que multiplicar todavía esos 20.000. Son en realidad centenares de millares los que la misma fe ha salvado, sobre toda la tierra.
"Esos seres conscientemente malos, han llegado a ser conscientemente buenos y pueden aplicar a sí mismos la palabra de San Pablo: No soy yo el que vive ahora, es Cristo el que vive en mí. Esta es la conversión".
La psicoterapia religiosa y las diferentes religiones
Nuestro estudio se ha dirigido a la psicoterapia religiosa en el cristianismo. Mas ella se encuentra, naturalmente, en grados diversos, en las otras religiones, y esto es lo que ha traído en error a los autores materialistas acerca de su mecanismo: desde el momento que efectos análogos se hallan en los cultos más diferentes, eso implica un elemento común y natural (proceso mental) y atestigua por otra parte en favor del origen humano de las religiones. Esta confusión resulta de la falta de distinción de los tres modos de la psicoterapia religiosa, que hemos expuesto.
Toda religión, aun de origen humano, podrá producir efectos psicoterapéuticos (o, a veces, psicopáticos), en relación con la disciplina mental que ella comporta. Toda religión, aun de origen humano, podrá producir efectos semejantes, en relación con la idea de Dios que ella proclama. Y en todas las religiones, aun de origen humano, Dios podrá recompensar la fe que se dirige a Él, aun a través del error.
Establecido esto, es fácil reconocer, como lo ha demostrado el doctor Lortsch, que todas las religiones están lejos de ser las mismas desde el punto de vista de la eficacia psicoterapéutica.
Las religiones politeístas o fetichistas tendrían una acción muy restringida y hasta perjudicial. Otras, como el islamismo o el budismo, o las religiones seudo-cristianas como la Christian Science lograrían resultados variables y que serían apenas de orden natural. Es solamente en el cristianismo donde se ve desarrollarse plenamente la psicoterapia religiosa: hasta protestantes ven su fe recompensada en ellos mismos o en los que ellos asisten y por quienes rezan, y estas curaciones son proclamadas por ellos y les permiten atraer almas a Dios. Mas esas curaciones, que con justa razón los satisfacen y alegran, son moneda corriente en el catolicismo, que frecuentemente no las aprecia en su justo valor, estando acostumbrado a hallar la manifestación de Dios en las enfermedades orgánicas o en los milagros materiales, formalmente extraños a todo mecanismo psíquico.
Psicoterapia católica
De lo que acabamos de decir, se deduce que la psicoterapia religiosa puede tener una importancia de primer plano. Por de pronto, se tiene una idea equivocada de la misma, aplicada por espíritus no religiosos. Sin duda, Dubois, de Berna, y otros psiquiatras incrédulos han tratado de utilizarla, mas ¿cómo es posible dar fuerza a ideas que no se comprenden, que no se asimilan? ¿Cómo desarrollarlas, probarlas, imponerlas? ¿Cómo tomar la lumbre semiapagada de un tizón de la fe en un alma y reavivarlo, despertarlo en llama brillante, si un fuego ardiente no quema dentro de uno mismo?
Por eso, como dice Lortsch, la mayoría de los enfermos, cuyo caso estudiara, habían abandonado a los médicos y habían sido abandonados por ellos, y es el azar de una misión, del encuentro de una iglesia, de un apóstol religioso o laico, que determina la conversión, o la gracia de Dios. Pero, en los casos en que la acción humana ha sido determinante, ¿por qué los médicos han debido renunciar cuando, siguiendo la definición de Charcot, el fin esencial de la medicina es la curación de las enfermedades, sin distinción del procedimiento curativo que se emplea? Porque, aun siendo psiquiatras, no son espíritus religiosos y les falta un "procedimiento curativo"; son médicos incompletos, porque son hombres incompletos, por no saber dar a Dios lo que es de Dios.
No todo católico puede ser un buen psicoterapeuta, porque hacen falta muchas condiciones para ser hábil en esa rama de la medicina; pero un psicoterapeuta no es completo, no posee todo su valor, si no es un católico con toda el alma. Porque, como lo dijo Burlureaux, "¿cuáles son las cualidades que exige inevitablemente la práctica de la psicoterapia? Son las virtudes cristianas, los frutos del espíritu".
El hipnotismo
El hipnotismo ha dado lugar a numerosas discusiones desde el punto de vista médico-religioso. Estas discusiones provinieron sobre todo de la confusión existente entre fenómenos de orden diferente, y del hecho de que el hipnotismo ha sido empleado frecuentemente en prácticas de brujería y en reuniones espiritistas. Finalmente, ciertos materialistas han querido confundir el hipnotismo con el éxtasis religioso, o explicar por su intermedio fenómenos místicos o curaciones milagrosas; el hipnotismo se presentó en esta forma como un aparato de guerra antirreligiosa.
Actualmente las cosas se nos aparecen más sencillas. El hipnotismo es para nosotros un fenómeno de sugestión o de autosugestión en sujetos de sistema nervioso predispuesto.
Médicamente puede emplearse:
1. para fines educativos, para ayudar a la corrección de determinados defectos o hábitos en los niños;
2. para liberar a enfermos de ciertas fobias o ideas fijas;
3. para anestesiar a un enfermo, en el cual estén contraindicados los demás sistemas de anestesia (cardíacos, hepáticos, renales, nerviosos, etc.).
Desde el punto de vista religioso, ofrece estos inconvenientes:
1. Durante la hipnosis, el hipnotizado está a merced del hipnotizador. Por lo mismo, la hipnosis debe tener lugar en presencia de terceros.
2. El hipnotismo permite sugestiones malas.
3. El hipnotismo debilita la personalidad del sujeto.
4. El hipnotismo puede ser asociado a intervenciones diabólicas, espiritistas u otras.
Es por esta última razón que San Juan Bautista Vianney, el párroco de Ars, reconoció muchas veces un factor diabólico en las sesiones hipnóticas en las que el factor sobrenatural, probablemente, no había sido excluido en forma deliberada. Como ya dijimos acerca de los prodigios biológicos, los demonios pueden intervenir para hacer dar una interpretación espiritual falsa a fenómenos de por sí naturales, y la atracción de misterio propia del hipnotismo hizo del mismo, temporalmente, un dominio en que los demonios pueden pescar en río revuelto. El diablo es siempre el padre de la mentira. Ese peligro no existe cuando se trata de hipnotismo puramente médico, utilizado como terapéutica natural y sin preocupación oculta, porque, faltando un permiso especial de Dios, es casi siempre necesaria una colaboración humana para dar pie a un demonio en el mundo natural.
Por esta razón, la Congregación del Santo Oficio contestó en el año 1840:
"Descartando todo error, sortilegio, invocación explícita o implícita del demonio, el empleo del magnetismo, es decir, el simple acto de usar de medios físicos, permitidos por otra parte, no está moralmente prohibido, siempre que no tienda a un fin ilícito o que de algún modo sea condenable. En cuanto a la aplicación de principios y medios puramente físicos a cosas o efectos realmente sobrenaturales, es una decepción completamente ilícita y con carácter de herejía".
El hipnotismo médico, por lo mismo, es así enteramente lícito. Como lo dijo el Padre Lemoigne, S. J. desde el púlpito de Saint-Merry, con el consenso del Arzobispo de París, "...hipnotizar a alguien para evitarle los sufrimientos de una operación dolorosa, está permitido por la Iglesia. Emplear el hipnotismo y la sugestión para hacer caminar a un enfermo que cree haber perdido la posibilidad de hacerlo, emplearlo para permitir a ese enfermo comer o recobrar la palabra momentáneamente perdida, está permitido por la Iglesia. Hipnotizar a un enfermo para darle el descanso reparador que proporciona el sueño, está permitido por la Iglesia. Hipnotizar a un paciente para aliviarlo o curarlo de sus males, para impedir el retorno de crisis nerviosas, que se encuentran tan a menudo en las mujeres y a veces aun en los hombres, está permitido por la Iglesia" (Grasset).
Y el doctor Lapponi, médico de León XIII y de Pío X, escribió: "Mas si no se puede justificar de manera alguna el ejercicio incondicional e ilimitado de esas prácticas (hipnóticas), la cosa es muy distinta en un ejercicio prudente y reflexivo, hecho en condiciones especiales y con las restricciones necesarias, siempre que no tenga otro objeto que la curación de un enfermo".
El hipnotismo-diversión no está justificado; el hipnotismo espiritista es un pecado grave; el científico y médico es una práctica normal que se puede y debe emplear todas las veces que sea necesario.
"Y para decirlo de paso, los teólogos prudentes no han faltado a ese deber, hasta los que afirman por sus experiencias propias y por su ciencia de psicólogos o teólogos, que reconocen en los hechos místicos los signos manifiestos de lo divino...".
Pero de ello a poder atribuir únicamente a los procesos psicológicos las curaciones expuestas, hay un mundo de distancia. Pierre Janet es el primero que habla de la "insuficiencia de nuestra ciencia psicológica" y de sus "lagunas y vacíos" y concluye su obra sobre Las medicaciones psicológicas, con estas líneas:
"Los métodos de tratamiento ¿han llegado a ser prácticos y útiles, permitiendo obtener la curación de los trastornos neuropáticos, con la seguridad o por lo menos la probabilidad que se logra en muchas terapéuticas médicas o quirúrgicas? Desgraciadamente es imposible contestar en otra forma que la negativa. Demasiado a menudo todos esos tratamientos fallan por entero. Muy frecuentemente esos tratamientos, cuando parecen dar resultado, no tienen más que una acción momentánea y nos obligan a comenzar eternamente de nuevo.
"Finalmente, aun en el caso más feliz, la mayor parte de esos tratamientos son siempre muy largos, y cabe preguntarse, en general, si la evolución natural de la enfermedad, durante un período tan extenso, no hubiera podido llevar a una mejoría parecida con exclusión de todos los tratamientos".
El doctor Lortsch demuestra la insuficiencia de cada uno de los procesos psicoterápicos, para explicar las curaciones que estudia.
"Ahora bien —dice —el sentimiento religioso se muestra más fuerte que los factores que se atribuyen a su composición: realiza curaciones y restablecimientos que en ningún grado han logrado sus pretendidos factores; ¿no prueba esto que contiene algo más que los elementos analizados?
"Los psicoterapeutas reconocen los límites de su ciencia; pero no se muestran desconcertados; creen en su eficacia —nosotros también creemos en ella en muchos casos— y creen sobre todo en su porvenir: "Hoy —escribe Pierre Janet— la psicoterapia no existe; a lo sumo, comenzamos a entrever lo que ella debe ser, lo que será un día".
"No alcanzamos a ver en qué se funda esta seguridad".
"No existen en ese terreno, resortes o recursos no utilizados todavía y que se pueda prometer valorizar.
"Los progresos ya realizados no permiten esperar un porvenir extraordinariamente fecundo...
"Consideremos, en cambio, la terapéutica religiosa: vemos que goza de una anterioridad casi dos veces milenaria. Desde hace diecinueve siglos rinde eminentes servicios y obtiene efectos parecidos a los que tenemos como ejemplo.
"Mientras que la psicoterapia se halla todavía en sus balbuceos, el cristianismo inauguró desde su principio métodos definitivos; lejos de necesitar perfeccionamientos perpetuos, esos métodos se demuestran realmente eficaces, cuando se aplican en toda su simplicidad y en todo su rigor primitivo.
"Frente a esta doble comprobación, nos creemos autorizados a llegar a esta conclusión: los límites de la psicoterapia son fundamentales, definitivos, inherentes a sus principios, a sus mismos procedimientos.
"La psicoterapia restablece a menudo la armonía en los psiquismos trastornados, pero ella no crea nuevas personalidades; nada puede allí donde la voluntad ha desaparecido completamente...
"Estos límites de la psicoterapia explican las dificultades y los fracasos a que se expusieron los que quisieron intentar el tratamiento de nuestros enfermos; explican cómo, prácticamente, la mayoría de los psicoterapeutas abandonan a esos enfermos y por qué estos últimos no confían generalmente en los médicos...
"Los distintos terrenos que presentan el alcoholico, el fumador de opio, la prostituta, el criminal, el caníbal, ofrecen una notable unidad: son inadecuados para toda labor, para toda siembra. Nos hallamos en presencia de seres humanos cuya constitución mental es en gran parte responsable de su decadencia. Son los tarados (por herencia) y, en ausencia de un tratamiento "específico", la terapéutica se limita a su respecto a medios preventivos o paliativos, como la profilaxis o la reglamentación...
"Estos enfermos, prácticamente, están abandonados... Apenas si se ha ensayado el tratamiento de los alcoholicos por la sugestión o por la dirección moral: el doctor Dubois se rehusa a aceptar a los alcoholicos en su casa de salud...".
La psicoterapia religiosa alcanza, pues, resultados reales en enfermos rebeldes a los métodos psicoterapéuticos comunes. Esos resultados son inexplicables por el temperamento de los sujetos, que frecuentemente no son en absoluto religiosos, por una especialidad racial (la acción regeneradora del Evangelio se halla doquiera), por una influencia de educación a menudo inexistente o contraria. Finalmente, es notable la estabilidad de los resultados mismos. Las órdenes religiosas que admiten a la profesión de votos a los rehabilitados y los confunden sin distinciones en sus filas, con sus demás miembros, nunca han debido arrepentirse de ello.
Parece, pues, que en ese gran grupo de enfermedades morales con substrato psicológico, la psicoterapia religiosa actúa, de acuerdo con las conclusiones del doctor Lortsch, verisímilmente utilizando mecanismos psicológicos clásicos, pero bajo la acción esencial de un principio sobrenatural. La intervención de Dios en esas curaciones morales aparece a menudo tan manifiesta como en las curaciones morales en que la Iglesia reconoce la intervención divina. En cualquier caso, su gracia parece actuar en la mayoría de estos enfermos y conceder el éxito a los esfuerzos del catequista o del médico.
Como escribe el doctor Ferraris en su tesis, "la sugestión, ha dicho alguien, lo hace todo. Sin embargo, para la Cruz Azul la sugestión está solamente en un segundo plano. Hay que ir más lejos; el desgraciado esclavo, cuando va a la Cruz Azul, ha hecho ya generalmente esfuerzos increíbles para liberarse. Sugestiones y resoluciones repetidas han sido ensayadas alternativamente por él y otros inútilmente; no queda más que el naufragio, todo ha concluido. ¡Cuántos médicos dicen: ¡Ya no hay nada que hacer! Y he aquí que el bebedor oye decir que otros peores que él han sido curados, radicalmente curados... Sí, es verdad, la sugestión obra. Intentarán también ese recurso. Con mano que tiembla por el alcohol y la emoción, ellos firman. Cualquier otra organización podrá obtener la firma, pero le faltarán dos cosas esenciales: el antiguo bebedor, que no conforme con haberse salvado él, dedica su tiempo a salvar a otros, y la fuerza con que hablarán siempre desde el estrado todos los ex-bebedores, diciendo: "Hemos sido salvados solamente el día en que hemos aceptado la ayuda de Dios".
"Evidentemente, es posible realizar salvamentos sin esa fe, pero es necesario reconocer que sin ella hay muy pocos apóstoles consagrados a la salud de los demás y, por otra parte, muchos de ellos, sin la fe, nunca se hubieran salvado...
"La experiencia religiosa es un hecho; no se discute; no hay necesidad de discutirla. La Cruz Azul, ella sola, nos da más de veinte mil de estos casos: 20.000 alcoholicos han perdido de pronto el vicio de beber, el deseo de beber. Intentaron un día la experiencia, se entregaron a la única fuerza que les quedaba experimentar, la ayuda de Dios, y helos aquí, no ya regenerados, sino más todavía, con una nueva personalidad. Así se realiza la palabra de Cristo: Es necesario que volváis a nacer. La cantidad de miserias y hasta de crímenes que esos veinte mil salvados evitaron, no puede calcularse. Y hay que multiplicar todavía esos 20.000. Son en realidad centenares de millares los que la misma fe ha salvado, sobre toda la tierra.
"Esos seres conscientemente malos, han llegado a ser conscientemente buenos y pueden aplicar a sí mismos la palabra de San Pablo: No soy yo el que vive ahora, es Cristo el que vive en mí. Esta es la conversión".
La psicoterapia religiosa y las diferentes religiones
Nuestro estudio se ha dirigido a la psicoterapia religiosa en el cristianismo. Mas ella se encuentra, naturalmente, en grados diversos, en las otras religiones, y esto es lo que ha traído en error a los autores materialistas acerca de su mecanismo: desde el momento que efectos análogos se hallan en los cultos más diferentes, eso implica un elemento común y natural (proceso mental) y atestigua por otra parte en favor del origen humano de las religiones. Esta confusión resulta de la falta de distinción de los tres modos de la psicoterapia religiosa, que hemos expuesto.
Toda religión, aun de origen humano, podrá producir efectos psicoterapéuticos (o, a veces, psicopáticos), en relación con la disciplina mental que ella comporta. Toda religión, aun de origen humano, podrá producir efectos semejantes, en relación con la idea de Dios que ella proclama. Y en todas las religiones, aun de origen humano, Dios podrá recompensar la fe que se dirige a Él, aun a través del error.
Establecido esto, es fácil reconocer, como lo ha demostrado el doctor Lortsch, que todas las religiones están lejos de ser las mismas desde el punto de vista de la eficacia psicoterapéutica.
Las religiones politeístas o fetichistas tendrían una acción muy restringida y hasta perjudicial. Otras, como el islamismo o el budismo, o las religiones seudo-cristianas como la Christian Science lograrían resultados variables y que serían apenas de orden natural. Es solamente en el cristianismo donde se ve desarrollarse plenamente la psicoterapia religiosa: hasta protestantes ven su fe recompensada en ellos mismos o en los que ellos asisten y por quienes rezan, y estas curaciones son proclamadas por ellos y les permiten atraer almas a Dios. Mas esas curaciones, que con justa razón los satisfacen y alegran, son moneda corriente en el catolicismo, que frecuentemente no las aprecia en su justo valor, estando acostumbrado a hallar la manifestación de Dios en las enfermedades orgánicas o en los milagros materiales, formalmente extraños a todo mecanismo psíquico.
Psicoterapia católica
De lo que acabamos de decir, se deduce que la psicoterapia religiosa puede tener una importancia de primer plano. Por de pronto, se tiene una idea equivocada de la misma, aplicada por espíritus no religiosos. Sin duda, Dubois, de Berna, y otros psiquiatras incrédulos han tratado de utilizarla, mas ¿cómo es posible dar fuerza a ideas que no se comprenden, que no se asimilan? ¿Cómo desarrollarlas, probarlas, imponerlas? ¿Cómo tomar la lumbre semiapagada de un tizón de la fe en un alma y reavivarlo, despertarlo en llama brillante, si un fuego ardiente no quema dentro de uno mismo?
Por eso, como dice Lortsch, la mayoría de los enfermos, cuyo caso estudiara, habían abandonado a los médicos y habían sido abandonados por ellos, y es el azar de una misión, del encuentro de una iglesia, de un apóstol religioso o laico, que determina la conversión, o la gracia de Dios. Pero, en los casos en que la acción humana ha sido determinante, ¿por qué los médicos han debido renunciar cuando, siguiendo la definición de Charcot, el fin esencial de la medicina es la curación de las enfermedades, sin distinción del procedimiento curativo que se emplea? Porque, aun siendo psiquiatras, no son espíritus religiosos y les falta un "procedimiento curativo"; son médicos incompletos, porque son hombres incompletos, por no saber dar a Dios lo que es de Dios.
No todo católico puede ser un buen psicoterapeuta, porque hacen falta muchas condiciones para ser hábil en esa rama de la medicina; pero un psicoterapeuta no es completo, no posee todo su valor, si no es un católico con toda el alma. Porque, como lo dijo Burlureaux, "¿cuáles son las cualidades que exige inevitablemente la práctica de la psicoterapia? Son las virtudes cristianas, los frutos del espíritu".
El hipnotismo
El hipnotismo ha dado lugar a numerosas discusiones desde el punto de vista médico-religioso. Estas discusiones provinieron sobre todo de la confusión existente entre fenómenos de orden diferente, y del hecho de que el hipnotismo ha sido empleado frecuentemente en prácticas de brujería y en reuniones espiritistas. Finalmente, ciertos materialistas han querido confundir el hipnotismo con el éxtasis religioso, o explicar por su intermedio fenómenos místicos o curaciones milagrosas; el hipnotismo se presentó en esta forma como un aparato de guerra antirreligiosa.
Actualmente las cosas se nos aparecen más sencillas. El hipnotismo es para nosotros un fenómeno de sugestión o de autosugestión en sujetos de sistema nervioso predispuesto.
Médicamente puede emplearse:
1. para fines educativos, para ayudar a la corrección de determinados defectos o hábitos en los niños;
2. para liberar a enfermos de ciertas fobias o ideas fijas;
3. para anestesiar a un enfermo, en el cual estén contraindicados los demás sistemas de anestesia (cardíacos, hepáticos, renales, nerviosos, etc.).
Desde el punto de vista religioso, ofrece estos inconvenientes:
1. Durante la hipnosis, el hipnotizado está a merced del hipnotizador. Por lo mismo, la hipnosis debe tener lugar en presencia de terceros.
2. El hipnotismo permite sugestiones malas.
3. El hipnotismo debilita la personalidad del sujeto.
4. El hipnotismo puede ser asociado a intervenciones diabólicas, espiritistas u otras.
Es por esta última razón que San Juan Bautista Vianney, el párroco de Ars, reconoció muchas veces un factor diabólico en las sesiones hipnóticas en las que el factor sobrenatural, probablemente, no había sido excluido en forma deliberada. Como ya dijimos acerca de los prodigios biológicos, los demonios pueden intervenir para hacer dar una interpretación espiritual falsa a fenómenos de por sí naturales, y la atracción de misterio propia del hipnotismo hizo del mismo, temporalmente, un dominio en que los demonios pueden pescar en río revuelto. El diablo es siempre el padre de la mentira. Ese peligro no existe cuando se trata de hipnotismo puramente médico, utilizado como terapéutica natural y sin preocupación oculta, porque, faltando un permiso especial de Dios, es casi siempre necesaria una colaboración humana para dar pie a un demonio en el mundo natural.
Por esta razón, la Congregación del Santo Oficio contestó en el año 1840:
"Descartando todo error, sortilegio, invocación explícita o implícita del demonio, el empleo del magnetismo, es decir, el simple acto de usar de medios físicos, permitidos por otra parte, no está moralmente prohibido, siempre que no tienda a un fin ilícito o que de algún modo sea condenable. En cuanto a la aplicación de principios y medios puramente físicos a cosas o efectos realmente sobrenaturales, es una decepción completamente ilícita y con carácter de herejía".
El hipnotismo médico, por lo mismo, es así enteramente lícito. Como lo dijo el Padre Lemoigne, S. J. desde el púlpito de Saint-Merry, con el consenso del Arzobispo de París, "...hipnotizar a alguien para evitarle los sufrimientos de una operación dolorosa, está permitido por la Iglesia. Emplear el hipnotismo y la sugestión para hacer caminar a un enfermo que cree haber perdido la posibilidad de hacerlo, emplearlo para permitir a ese enfermo comer o recobrar la palabra momentáneamente perdida, está permitido por la Iglesia. Hipnotizar a un enfermo para darle el descanso reparador que proporciona el sueño, está permitido por la Iglesia. Hipnotizar a un paciente para aliviarlo o curarlo de sus males, para impedir el retorno de crisis nerviosas, que se encuentran tan a menudo en las mujeres y a veces aun en los hombres, está permitido por la Iglesia" (Grasset).
Y el doctor Lapponi, médico de León XIII y de Pío X, escribió: "Mas si no se puede justificar de manera alguna el ejercicio incondicional e ilimitado de esas prácticas (hipnóticas), la cosa es muy distinta en un ejercicio prudente y reflexivo, hecho en condiciones especiales y con las restricciones necesarias, siempre que no tenga otro objeto que la curación de un enfermo".
El hipnotismo-diversión no está justificado; el hipnotismo espiritista es un pecado grave; el científico y médico es una práctica normal que se puede y debe emplear todas las veces que sea necesario.
El psicoanálisis
El psicoanálisis es a un tiempo una doctrina psicológica y un método terapéutico. Por este doble título merece un examen desde el punto de vista médico-religioso.
Que las impresiones y las necesidades de la primera infancia y que las inhibiciones de tendencias puedan tener una notable importancia en la vida psicológica ulterior y en sus anomalías o desviaciones, es perfectamente aceptable. Pero por un lado, no se podría aceptar el papel omnipotente acordado por Freud a la sexualidad; la importancia atribuida a la sexualidad por el adulto procede del hecho de que éste se halla en un período de actividad genésica, porque cultiva artificialmente sus instintos de esa naturaleza mediante las novelas, el teatro, el cinematógrafo, etc., y también del hecho de que —como hemos visto— se ha descuidado totalmente la terapéutica de la hipergenesia, y mucho menos de impresiones de infancia centralizadas misteriosamente sobre un sentido apenas esbozado. Por otro lado, el hombre no tiene más que tendencias sensitivas e intelectuales que despiertan muy temprano y "la alegría de conocer" está muy lejos de ser uná cualidad exclusiva del adulto. Finalmente, sabemos que hay que tener en cuenta las tendencias, la vida espiritual y también gracias sobrenaturales, en el desarrollo psicológico y psíquico del niño y del hombre. El psicoanálisis requiere, pues, numerosas correcciones, atenuaciones y agregados, para adaptarse a las categorías de los hechos que pueden depender del mismo y responder a las concepciones católicas del ser y de la vida psicológica.
Freud y sus discípulos, además, han dado a su sistema una extensión indefinida. Han llegado a pretender interpretar por el psicoanálisis la vida religiosa de los pueblos primitivos: éstos realmente no tenían más que la dificultad de la elección entre los medios de tornarse religiosos, si creemos a la psicología materialista. De cualquier manera, "el mismo freudismo —escribe el doctor Laumonier— se convierte en una religión, y por consecuencia en una moral. Allí está el peligro. La vieja moral enseña las reglas que conviene observar para hacer el bien y evitar el mal, y su fin es el perfeccionamiento del hombre en relación a sus fines sociales. Con la nueva moral, la del freudismo, se trata de otra cosa muy distinta, porque la sexualidad llega a ser su inspiradora; es necesario satisfacerla con cualquier medio, para evitar los conflictos interiores y las neurosis; es necesario, no ya reprimir al niño vicioso, sino guiarlo en su evolución sexual precoz; es necesario alejar el casamiento o hasta suprimirlo y permitir, si el caso falla, una promiscuidad casi canina. No insistiremos, porque tal sistema 110 puede menos que despertar la curiosidad malsana del público y dar a los libertinos y pervertidos razones de disculpa y justificación" (L'Opinion, 4 de julio de 1925).
Desde el punto de vista terapéutico, el método ofrece grandes peligros: peligro de despertar, poner a la luz y desarrollar sentimientos malsanos; peligro de crear por sugestión toda una Tabulación morbosa o de cultivar tendencias mitomaniáticas; finalmente, peligro de crear entre enfermo y médico relaciones afectivas llenas de riesgos.
El doctor Codet nos dice: "Es habitual, que en el curso del tratamiento el paciente pase por un período sentimental de reacciones, inconscientes por cierto, frente al médico, período en relación con un estado afectivo ya experimentado. Las reacciones pueden ser de hostilidad, traslado negativo, o pueden ser de apego, traslado positivo. Este hecho, generalmente común en toda psicoterapia, no carece de peligro, si el psicoanalista no sabe descubrirlo y explicar al enfermo su proceso. Si durante un tiempo tal situación es útil para el tratamiento, sabrá el médico, a los fines de la curación, organizar con prudencia su terminación. La oportunidad, las condiciones de la curación, los fracasos posibles y la importancia eventual de las reaccione: afectivas requieren de parte del médico tanto cualidades morales (al igual que para cualquier psicoterapia) como competencia técnica" (Prat. méd. chir., 1931).
Estos peligros son tales que ningún sacerdote debe dejarse tentar por el psicoanálisis, como recurso para la dirección de conciencia, y que ningún médico debe adoptarlo sin haberse plenamente familiarizado con él, sin estar absolutamente seguro de sí mismo, y en la necesidad casi absoluta de emplearlo. El hipnotismo, con su número reducido de sesiones, su posibilidad de realización en presencia de terceros y, finalmente, su falta de confidencias, parece mucho menos peligroso en los casos difíciles.
"El rev. Padre Roure, en su obra Au pays de l'occultisme (París, 1925), llega a esta conclusión: "En total, el psicoanálisis, como medio de revelar y traer a la luz el inconsciente, para explicar el consciente, es un procedimiento del cual Freud dedujo ingeniosamente las leyes y que puede dar la llave de algunos problemas psicológicos y también el remedio de ciertos trastornos mentales. Pero no es la llave que lo abre todo, ni el tratamiento que todo lo cura. Necesitaría librarse del espíritu sistemático en que fué concebido y sobre todo de la tara vulgar y burda que lo compromete y lo descalifica".
El psicoanálisis es a un tiempo una doctrina psicológica y un método terapéutico. Por este doble título merece un examen desde el punto de vista médico-religioso.
Que las impresiones y las necesidades de la primera infancia y que las inhibiciones de tendencias puedan tener una notable importancia en la vida psicológica ulterior y en sus anomalías o desviaciones, es perfectamente aceptable. Pero por un lado, no se podría aceptar el papel omnipotente acordado por Freud a la sexualidad; la importancia atribuida a la sexualidad por el adulto procede del hecho de que éste se halla en un período de actividad genésica, porque cultiva artificialmente sus instintos de esa naturaleza mediante las novelas, el teatro, el cinematógrafo, etc., y también del hecho de que —como hemos visto— se ha descuidado totalmente la terapéutica de la hipergenesia, y mucho menos de impresiones de infancia centralizadas misteriosamente sobre un sentido apenas esbozado. Por otro lado, el hombre no tiene más que tendencias sensitivas e intelectuales que despiertan muy temprano y "la alegría de conocer" está muy lejos de ser uná cualidad exclusiva del adulto. Finalmente, sabemos que hay que tener en cuenta las tendencias, la vida espiritual y también gracias sobrenaturales, en el desarrollo psicológico y psíquico del niño y del hombre. El psicoanálisis requiere, pues, numerosas correcciones, atenuaciones y agregados, para adaptarse a las categorías de los hechos que pueden depender del mismo y responder a las concepciones católicas del ser y de la vida psicológica.
Freud y sus discípulos, además, han dado a su sistema una extensión indefinida. Han llegado a pretender interpretar por el psicoanálisis la vida religiosa de los pueblos primitivos: éstos realmente no tenían más que la dificultad de la elección entre los medios de tornarse religiosos, si creemos a la psicología materialista. De cualquier manera, "el mismo freudismo —escribe el doctor Laumonier— se convierte en una religión, y por consecuencia en una moral. Allí está el peligro. La vieja moral enseña las reglas que conviene observar para hacer el bien y evitar el mal, y su fin es el perfeccionamiento del hombre en relación a sus fines sociales. Con la nueva moral, la del freudismo, se trata de otra cosa muy distinta, porque la sexualidad llega a ser su inspiradora; es necesario satisfacerla con cualquier medio, para evitar los conflictos interiores y las neurosis; es necesario, no ya reprimir al niño vicioso, sino guiarlo en su evolución sexual precoz; es necesario alejar el casamiento o hasta suprimirlo y permitir, si el caso falla, una promiscuidad casi canina. No insistiremos, porque tal sistema 110 puede menos que despertar la curiosidad malsana del público y dar a los libertinos y pervertidos razones de disculpa y justificación" (L'Opinion, 4 de julio de 1925).
Desde el punto de vista terapéutico, el método ofrece grandes peligros: peligro de despertar, poner a la luz y desarrollar sentimientos malsanos; peligro de crear por sugestión toda una Tabulación morbosa o de cultivar tendencias mitomaniáticas; finalmente, peligro de crear entre enfermo y médico relaciones afectivas llenas de riesgos.
El doctor Codet nos dice: "Es habitual, que en el curso del tratamiento el paciente pase por un período sentimental de reacciones, inconscientes por cierto, frente al médico, período en relación con un estado afectivo ya experimentado. Las reacciones pueden ser de hostilidad, traslado negativo, o pueden ser de apego, traslado positivo. Este hecho, generalmente común en toda psicoterapia, no carece de peligro, si el psicoanalista no sabe descubrirlo y explicar al enfermo su proceso. Si durante un tiempo tal situación es útil para el tratamiento, sabrá el médico, a los fines de la curación, organizar con prudencia su terminación. La oportunidad, las condiciones de la curación, los fracasos posibles y la importancia eventual de las reaccione: afectivas requieren de parte del médico tanto cualidades morales (al igual que para cualquier psicoterapia) como competencia técnica" (Prat. méd. chir., 1931).
Estos peligros son tales que ningún sacerdote debe dejarse tentar por el psicoanálisis, como recurso para la dirección de conciencia, y que ningún médico debe adoptarlo sin haberse plenamente familiarizado con él, sin estar absolutamente seguro de sí mismo, y en la necesidad casi absoluta de emplearlo. El hipnotismo, con su número reducido de sesiones, su posibilidad de realización en presencia de terceros y, finalmente, su falta de confidencias, parece mucho menos peligroso en los casos difíciles.
"El rev. Padre Roure, en su obra Au pays de l'occultisme (París, 1925), llega a esta conclusión: "En total, el psicoanálisis, como medio de revelar y traer a la luz el inconsciente, para explicar el consciente, es un procedimiento del cual Freud dedujo ingeniosamente las leyes y que puede dar la llave de algunos problemas psicológicos y también el remedio de ciertos trastornos mentales. Pero no es la llave que lo abre todo, ni el tratamiento que todo lo cura. Necesitaría librarse del espíritu sistemático en que fué concebido y sobre todo de la tara vulgar y burda que lo compromete y lo descalifica".
BIBLIOGRAFIA
Tesis de medicina:
Bordreuil, Paul: Religión et psychothcrapie, Tolosa, 1911.
Ferraris, J.: L' alcoolisme au poitit de vi te social ct la Croix-Bleue, Tolosa, 1922.
Lortsch, S.: La psychothérapie religieuse, ses resultáis, sa nature, 1925.
Obras varias:
Grasset, Dr. : L'hypnotisme et la suggestion, Doin, París, 1903.
Obras varias:
Grasset, Dr. : L'hypnotisme et la suggestion, Doin, París, 1903.
Lapponi, Dr. José: L'hypnotisme et le spiritisme, Perrin, París, 1907.
Rogues de Fursac, Dr. : Un mouvement mystique contemporain, Alean, París, 1907.
Dr. Henry Bon
MEDICINA CATOLICA
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