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jueves, 16 de mayo de 2013

No bajes la Bandera

     Asi, suceda lo que suceda, hijo mío, no arríes jamás la bandera; que tu conducta no desmienta los principios sagrados de la fe; que al compararte con los mundanos, no se te pueda confundir con ellos.
     Que no se diga: aquél va a tomar a las fuentes sobrenaturales una vida divina y no muestra más que virtudes vulgares.
     Esto es frecuente en nuestros días, en que una religión fácil, asombra y escandaliza.
     Acuérdate que la Religión no es una actitud, sino una convicción íntima, cuyas formas no son más que el reflejo fiel.
     No seáis de aquellos cristianos que son aficionados de baile y de misa y que comparten con el mundo los culpables placeres del mundo.
     Para ellos la Religión no es más que una monada, una cosa graciosa, o más bien el ligero barniz que cubre las deformidades de una alma enferma y de una fe débil.
     Acuérdate que ésta es una de las debilidades que son incompatibles con tus santas creencias, y que tú no puedes ceder en eso sin cobardía y sin traición.
     Es preciso que tú pertenezcas a la flor y nata de aquellos cuyo espíritu es esclarecido, el corazón puro, la voluntad enérgica, y que tienen por regla las austeras máximas del Evangelio.
     La bandera del cristiano es la Cruz. Muéstrate digno de ella y de Aquél que nos la ha legado como signo de reconocimiento con su último suspiro!

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