CIEN PROBLEMAS EN CUESTIONES DE FE
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¿SON LAS PROFECIAS LAS QUE HABLAN DE JESUS O NOSOTROS LOS QUE LAS HACEMOS HABLAR DE ÉL?
Me sigo ateniendo a la objeción de los «dos pesos y dos medidas» del señor N. (consulta número 18), por su referencia a las profecías, que son una de las pruebas clásicas de la divinidad de Jesús. He interpretado esta vez y desarrollado el pensamiento del ilustre consultante dada la extremada concisión de sus graves afirmaciones. Y para habituarnos en los temas religiosos a abrir bien los ojos. —ya que la verdad teme los ojos cerrados, no los ojos abiertos— he ampliado y aumentado la dificultad, en todos sus aspectos.
Así la respuesta será más decisiva.
Aunque puede ser brevísima. El tema de las profecías realmente es de una elegante y arrolladora sencillez.
No es preciso realmente demostrar la autenticidad de los escritos. Aunque hubiesen sido falsarios los que escribieron las profecías, basta que sean anteriores —y esto es cierto— cuando vivió Jesús. No es necesario que se diesen cuenta de que escribían una determinada profecía. Es indiferente el que a veces se dan descripciones simbólicas y a veces literales, que sean oscuras o claras, amplias o extremadamente fragmentarias, achacables claramente a un sólo personaje o capaces a veces de referirse incluso a más de uno.
Lo importante es que, además de ser algunas de ellas por sí solas muy claras y precisas, de su conjunto resulte descrita minuciosamente la vida de Jesús, los pormenores del nacimiento, del lugar, del tiempo, de la vida, de la muerte, de la resurrección, de la dignidad y misión y del triunfo (véase mi Esiste Dio?, donde se indican todas las respectivas citas bíblicas). Y esto con escritos anteriores a Jesús, en milenios y en siglos. Si los autores son muchos e inconscientes, si las descripciones son fragmentarias, etc., el resultado no es sino tanto más grandioso e imponente. Como si surgiese el perfecto retrato de un personaje futuro y de todos desconocido, de los brochazos en un mismo lienzo de los pinceles de tantos —y ojalá falsos— pintores que mutuamente no se conociesen. O como si de la superposición de una multitud heterogénea de proyecciones de contornos más o menos precisos y nebulosos aparezca en la pantalla, claramente, la figura deseada.
Poco importa que una u otra pincelada, o una u otra proyección, tomada aparte, diga poco o incluso pueda aplicarse a otros. El hecho portentoso es que de su superposición resulte el dibujo perfecto.
Y resultando en el caso de Jesús, ese profético dibujo tan particularizado que constituye una verdadera historia suya anticipada, sólo Dios, que desde toda la eternidad supera los tiempos y ve todo presente, puede haberla inspirado y dirigido.
Es un inconfundible sello de Dios a la verdad mesiánica y divina de Jesús.
Pier Carlo Landucci
BIBLIOGRAFIA
L. de Grandmaison: La prophetie, DAFC., II, págs. 1.409-12; P. C. Landucci: Esiste Dio?. Asís, 1951, págs. 184-87;
P. Syneve y P. Benoit-: La prophetie, París, 1947.
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