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martes, 28 de mayo de 2013

¿Y tu hermana?

     No me contestes como Caín: —¿Soy acaso la encargada de guardar a mi hermana?
     Caín, que tenía sobre su conciencia un fratricidio, hubo de contestar así, pretendiendo en vano hurtar el cuerpo a la responsabilidad. De la misma manera contestan algunas chicas cuya conciencia no está muy tranquila respecto a sus relaciones fraternales. Tú, que quieres a tu hermana, te unes muy bien con ella, y eres su íntima, ¿cómo debes contestar?
     Porque no basta que no riñáis y no os envidiéis: hace falta más: que os unáis y os beneficiéis mutuamente.
     Dos gotas de agua del mismo arroyo no sólo corren juntas hacia el mar, sino que se mezclan y funden para formar la corriente: dos llamas del mismo hogar, estrelazándose, integran un solo fuego; dos hermanas nacidas como dos chispitas del mismo incendio, forjadas en el mismo yunque, al calor del mismo ardor, no pueden limitarse a describir en la historia dos trayectorias paralelas, sino que tienen que enlazarse en su actuación, fundirse en el afecto y formar, hasta que Dios las separe, una sola corriente, que un día al tomar estado, se dividirá: pero para continuar proyectándose desde los distintos hogares una ininterrumpida influencia bienhechora.
     Dos hermanas bien unidas se completan muchas veces en la vida. Desde luego, adquieren una independencia grande respecto a amistades, pues nunca se ven solas. Cuando una circunstancia cualquiera les exija arrancarse o alejarse de sus amigas, no les importa; ya están dos. Juntas pueden salir de paseo, acudir a los centros de recreo, cambiar impresiones y desahogarse.
     ¿Que a una le ronda un amor? Allí está la otra para ser su confidente, aconsejarle y acompañarle.
     Suele ser éste uno de los momentos en que las amigas aparecen con frecuencia egoístas, poco condescendientes y un tanto celosas, o —digámoslo claro— envidiosas, sobre todo si la juventud va avanzando y ellas han tenido poca suerte.
     Entonces viene no estar propicias para acompañarle, no transigir en ir por un paseo o lugar determinado o hacer lo buenamente posible para espantar al futuro candidato, etcétera.
     Estando bien unidas las hermanas no hay problema. Juntas van, juntas observan, juntas cambian impresiones; la hermana a quien no afecta personalmente la cosa ve con claridad, pesa con frialdad y sensatez las ventajas e inconvenientes y es la consejera de mayor excepción; la interesada se desahoga, expone con absoluta confianza sus impresiones, deja transparentarse sus reacciones sin tratar de amenguar su espontaneidad, y la unión fraternal sirve en este momento trascendental para hacer luz y prestar ayuda a una voluntad fácilmente esclavizada en tan arduos asuntos por la ceguera de un corazón apasionado.
     Y, efectivamente, con dificultad encontrará una chica Otra persona tan a propósito para inspirarle confianza.
     Las amistades más íntimas y fuertes son, por lo común, las que nacieron en la infancia. Anterior a la amistad fraterna no la hay. Cuando su inteligencia fué despertando del letargo en que vino a la vida, se acostumbró a encontrar a su hermana junto a sí. No recuerda escena importante de su niñez sin su presencia. Han crecido juntas, día tras día, año tras año. Dios les ha destinado a darse la mano, a ayudarse, a beneficiarse.
     Beneficiarse. Esta es la misión de la una respecto a la otra.
     Beneficiarse en lo espiritual, estimulándose en sus deberes para con Dios, empujándose en el camino del alma hacia lo alto, contribuyendo a fomentar su piedad.
     Dos personas aparecen influyendo de manera positiva en la santidad de Santa Teresita del Niño Jesús: sus hermanas Paulina y Celina. Las dos contribuyeron a encaminarla por la vida de piedad hacia las cumbres de la virtud.
     Y podemos muy bien figurarnos la satisfacción inmensa que experimentarían, primero, al contemplar las manifestaciones de su santidad heroica, y más tarde, al verla elevada sobre los altares. Entonces darían por muy bien empleados los pequeños esfuerzos que hubieron de hacer para ayudarle en su camino.
     Beneficiarse en lo moral. Queda dicho, hablando de los hermanos varones, y no hace falta repetirlo. Una muchacha, colocada por su edad en posturas parecidas a las de su hermana, entrelazada en la vida con ella, ¡cuántos peligros puede prevenir y cuántos patinazos puede evitar!
     Beneficiarse en lo material. Las hermanas deben considerar todas sus cosas como comunes.
     No quiero decir que cada una no reconozca lo suyo, no. Para que haya orden y se eviten disensiones y altercados, cada hermana debe tener cosas propias para su uso, utilidad y solaz, de cuya conservación y custodia ella se encargue.
     Pero debe ser generosa y flexible con las otras, dejándoselas, cambiándoselas, dándoselas a tiempo cuando, al crecer, deba otra heredarlas, sin la tacañería y ruindad de la que prefiere tenerlas sepultadas en el último rincón de su armario a que disfrute de ellas su hermana más pequeña.
     Podrá haber ocasiones en que no convenga ceder con una pretensión fraterna abusiva o que puede servir para crear desidia, desorden, o para que la cosa perezca por mal uso; pero, en general, esa amplitud de alma de las hermanas generosas que consideran todo de todos es estupenda.

 Emilio Enciso Viana
LA MUCHACHA EN EL HOGAR

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