
Nosotros mismos lo vimos en nuestra primera juventud, pues vivió largo tiempo y siendo de avanzada edad abandonó esta vida, después de haber brindado un glorioso y muy esplendente testimonio.
Ahora bien, él enseñó siempre la doctrina que había aprendido de los apóstoles, doctrina que es también la que la Iglesia transmite y que es la única verdadera. De ello testimonian todas las Iglesias de Asia y los que hasta hoy han sucedido a Policarpo, que era un testigo de la verdad seguro y digno de fe, lo contrario de Valentín, Marción y todos los otros sostenedores de opiniones falsas.
Habiendo venido a Roma bajo (el papa) Aniceto, alejó de los antedichos herejes a un gran número de personas y las recondujo a la Iglesia de Dios, proclamando que no había recibido de los apóstoles sino una sola y única verdad, esa misma que era transmitida por la Iglesia.
Algunos le escucharon contar que habiendo ido Juan, el discípulo del Señor, a los baños en Éfeso, vio adentro a Cerinto; escapó entonces de las termas sin haberse bañado, gritando: "¡Salvémonos, no sea que se derrumben las termas, pues en su interior se encuentra Cerinto, el enemigo de la verdad!".
Y Policarpo mismo, a Marción que lo abordaba un día, diciéndole: "¿Nos reconoces?", le respondió: "Te reconozco como el primogénito de Satanás".
Tan grande era la circunspección de los apóstoles y de sus discípulos, que llegaban hasta rehusarse a entrar en comunión, incluso en palabras, con uno de esos hombres que falsificaban la verdad.
Como lo dice igualmente Pablo: "Al hereje, después de una primera y segunda amonestación, recházalo, sabiendo que tal hombre está pervertido y que, al pecar, es él mismo el autor de su condenación" (Tito 3,10-11)».
SAN IRENEO DE LIÓN
(ca. 140 ca. 202)
("Adversus haereses": "Denunciación y refutación de la gnosis de mentiroso nombre", 111, 3,4).
(Trad. por Adelin Rousseau, monje de la abadía de Orval, Edit. du cerf, París, 1984, pp. 281-282).
(Trad.: G. D. C.)
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