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miércoles, 17 de noviembre de 2010

«YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN»

MARIA SANTÍSIMA, CONCEBIDA SIN PECADO ORIGINAL NI DEBITO DEL PECADO

En estos momentos tremendos para la Iglesia, parece que se da la apostasía universal anunciada (2 Tes. 2,3) y que se cumple la profecía de La Salette: "Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo".
¿A quién recurrir? Las autoridades defeccionan, no se ve brillar la luz de los doctores, ni se percibe salida humana. Es el momento de —según el consejo de San Bernardo— mirar a la estrella e invocar a María, la Mujer que aplastó y aplasta la cabeza de la serpiente:
¿"Quién es ésta que avanza
como la aurora,
hermosa como la luna,
pura como el sol,
terrible como batallones de guerra?" (Cant. 6,9)

Pedimos pues el auxilio de esta Reina poderosa cantando sus alabanzas, defendiendo sus privilegios.
Haciéndolo seguiremos el ejemplo de "los Padres y escritores de la Iglesia [que], adoctrinados por las divinas enseñanzas, no tuviero la tanto en el corazón, en los libros compuestos para explicar las Escrituras, defender los dogmas, y enseñar a los fieles, como el predicar y ensalzar de muchas y maravillosas maneras, y a porfía, la altísima santidad de la Virgen, su dignidad, y su inmunidad de toda mancha de pecado, y su gloriosa victoria del terrible enemigo del humano linaje" (Pío IX en Inefíabilis Deus) (1).
El primer pensamiento de Dios fuera del seno de la Trinidad es Jesucristo, y unida inseparablemente a El, también en ese mismo decreto de la predestinación, fue la Santísima Virgen, por privilegio especial antes que toda obra creativa, pues sería la Madre del Verbo Encarnado.
En la Bula Ineffabilis Deus dice el Papa Pío IX que "los principios de la Virgen... habían sido predeterminados con un mismo decreto, juntamente con la encarnación de la divina Sabiduría" (2)
La Inmaculada Concepción, que esta Bula definió solemnemente, fue una tesis sostenida naturalmente por los defensores de la Primamacía y Realeza de Cristo Nuestro Señor y María Santísima.
Así dice un autor (3) después de hablar de la predestinación de Nuestra Señora: "No hemos mencionado aún la Concepción Inmaculada, puesto que habíamos de empezar por los principios; pero esta prerrogativa se sigue, lógicamente, de las premisas expuestas. Como los demas privilegios marianos, es gracia que emana del Calvario. Para explicar este origen no es necesario plantear ninguna especie de deuda por parte de María a la ley del pecado, que desconocían los cristianos primitivos y que ha sido formalmente rechazada por la Iglesia en la Bula Ineffabilis Deus: Numquam maledicto obnoxia, et una cum Filio perpetuae benedictionis particeps" (4).

¿Qué se entiende por débito del pecado?
Veamos cómo lo explica el mariólogo Gregorio Alastruey (5):
Hay que distinguir, sin embargo, el pecado original del débito de este mismo pecado, el cual no es otra cosa que el motivo o razón por virtud de la cual toda criatura humana debe, naturalmente, contraer o heredar la mancha del pecado original. O de otro modo: la necesidad de contraer el pecado original, a no ser que medie una positiva preservación por parte de Dios.
El débito del pecado original es de dos clases: próximo y remoto. El próximo es la necesidad de contraer el pecado original, nacida de estar el sujeto incluido en la ley de transmisión del pecado, esto es, en la ley por la cual Adán fue constituido cabeza moral de sus descendientes en cuanto a la transmisión o a la pérdida de la gracia. Débito remoto es la necesidad de contraer el pecado original, por el hecho de la natural descendencia de Adán, de tal modo que todos los que descienden de él por generación carnal deben ser incluidos, si no han sido exceptuados por especial privilegio, en la ley de la transmisión del pecado.
Por tanto, el débito remoto se deriva de Adán como cabeza física, y por física generación a todos sus descendientes. El próximo se transmite a los hombres por Adán no sólo como cabeza física, sino también como cabeza moral, en cuanto que en su voluntad estaban representadas las voluntades de todos sus descendientes."

Por qué el débito próximo debe ser rechazado
El gran teólogo Scheeben, lo explica así (6):
"Por «debitum proximum» entienden la mayor parte de los teólogos la precisión de quedar sin la santidad y justicia, perdidas y menospreciadas por el pecado primero, en fuerza de la culpabilidad ideal de todo el género humano en Adán. Resulta de aquí para todos los descendientes del primer hombre una indignidad y una incapacidad moral de poseer la gracia. Según los teólogos que defienden el «debitum proximum», esta necesidad fue paralizada en María por la gracia de la redención en tal forma que esta gracia redentora hizo que se le concediesen la gracia, la santidad y la justicia en el primer instante de su ser. Y esto a pesar de la pérdida y del menosprecio que de las mismas había hecho la estirpe humana por su pecado. En este caso es obvio que la muerte expiatoria de Cristo no solamente actúa a favor de María en razón de mérito [que es lo que dice el Papa en Ineffabilis, no vayamos más allá], sino también en razón de expiación y de reconciliación. La única diferencia entre María y los demás redimidos del pecado de Adán está en que la gracia santificadora fue otorgada a María antes de que la culpa pudiera actuar sobre ella".
"Mas porque una obligación tan próxima de caer en la culpa pone una sombra del pecado de la estirpe sobre la más santa de las criaturas y sitúa a la nueva Eva en una dependencia indigna respecto del viejo Adán [acá habla Scheeben por sí, es evidente su posición], no es admitida esta opinión por otros teólogos. Buscan éstos implicar lo menos posible a María en el pecado de la estirpe".
"Los primeros teólogos fundan su explicación en la solidaridad ideal con el pecado de Adán. En fuerza de la misma la mancha del pecado hubiera entrado inmediatamente en María si no se lo hubiera impedido la gracia que en aquel momento le fue otorgada. Los otros, por el contrario, excluyen asimismo la solidaridad ideal de María en la culpa actual de Adán y admiten tan sólo un «debitum» de tal naturaleza que el «debitum proximum» propuesto por los primeros teólogos hubiera sido contraído por María, a no intervenir el veto divino que importaba un privilegio singular".

El débito remoto
He aquí cómo razonan estos teólogos: En la ley por la que se constituyó a Adán en jefe y representante moral de todo el linaje, Dios hizo una excepción a favor de María, la madre de Cristo, en atención a los mér¡tos de Este, y por lo mismo, hizo a María bajo este respecto, totalmente independiente de Adán. Se admite, por consiguiente, una deuda u obligación de caer en la culpa únicamente en el sentido de que Maria como descendiente de Adán y en virtud de su dependencia natural respecto del mismo, debería haber quedado sujeta a todas las leyes que concerniesen a la estirpe y, por tanto, también a aquélla que de hecho solidarizó a toda la humanidad con la culpa del primer hombre. El que Dios la haya exceptuado anticipadamente de esta ley, va implicado en la verdad de su Concepción Inmaculada (7).
Y luego (8) "En última instancia, es la íntima relación que liga la concepción de María con la concepción de Cristo lo que funda la santidad de la primera".
Y más adelante (9): "Si los méritos del Redentor liberan a la Virgen María de la mancha del pecado, la acción de estos méritos no se limita a comunicarle en el primer momento de su existencia la gracia santificante, sino también a otorgarle la gracia de la maternidad en el mismo acto de su creación. Esta última gracia exonera a María del pecado en cuanto supone una incorporación nativa e íntima de la persona de María a Dios y a Cristo. Esta incorporación abarca todo el ser y naturaleza de la persona de María, de tal forma, que en virtud de su mismo origen, decretado por el Creador, no fue incorporada, ni en el orden del tiempo, ni en el de la naturaleza, antes a la estirpe de Adán que a Dios y a Cristo. Más aún; hay que afirmar que solamente es hija de Adán, porque fue destinada primeramente a ser madre del Redentor. La unión de María con Adán, como miembro suyo, se halla previa y totalmente supeditada a su unión con Cristo. En tales condiciones la unión orgánica con Adán, aunque opuesta a la unión con Cristo, no puede en modo alguno prevalecer aquí, pues el efecto de aquélla es paralizado plenamente y por anticipado por ésta".
De donde se infiere que el mérito redentor de Cristo no solamente impidió la entrada efectiva de la mancha del pecado habitual, sino también toda relación con la falta original importadora de la misma, suprimiendo así la necesidad de contraerla. El mérito redentor de Cristo obró con tal eficacia que en ningún caso se puede decir que María ha pecado en Adán. La expresión «pecar en Adán» quiere decir en su sentido obvio que esta persona está de tal modo representada por Adán, como jefe pecador, y de tal suerte depende de él, que en sí misma se hace indigna de la gracia".
Más como la existencia misma de María está en función de su destino a la divina maternidad, se sigue que no depende de Adán de la misma manera que los demás hombres. Ahora bien; si en tanto María puede incapacitarse para recibir la gracia por el pecado de Adán, en cuanto dependa de Adán y participa de su pecado, entonces es preciso decir que María, nacida únicamente para ser madre de Cristo y miembro principal de su cuerpo místico, no puede llegar a hacerse indigna de la gracia".
Entonces ¿por qué ha de admitirse débito alguno en María?
Dice San Alfonso María de Ligorio (10):
"Es muy creíble que habiendo Dios distinguido tanto a María de los demás hombres, quiso que quedase fuera de la voluntad del primer padre y que así ni aún el débito de la culpa contrajese".
"A esta opinión, por ser más gloriosa a la Virgen Nuestra Señora me adhiero yo gustosamente. Mas que no incurrió en el pecado no sólo lo tengo por cierto, sino también por muy próximo a ser declarado artículo de fe".
Un siglo después esto hizo el Papa Pío IX en la Bula Ineffabilis Deus.

El magisterio ordinario
Pero no sólo definió solemnemente la Inmaculada Concepción sino en todo el cuerpo de la Bula ejercita su Magisterio ordinario (11)
Allí desarrolla de hecho el principio: De María nunquam satis (De María nunca es bastante).
"Por lo cual [Dios] tan maravillosamente la colmó de la abundancia de todos los celestiales carismas, sacada del tesoro de la divinidad, muy por encima de todos los ángeles y santos, que Ella absolutamente siempre libre de toda mancha de pecado y toda hermosa y perfecta, manifestase tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imagide Dios." (12)
Pero podemos concebir e imaginar que es mayor privilegio no tener el débito que tenerlo, por "remoto" que se lo haga.
Sigue el Papa: "era convenientísimo que [María] brillase siempre de los resplandores de la perfectísima santidad y que reportase un total triunfo de la antigua serpiente, enteramente inmune aun de lamisma mancha de la culpa original.. " (13)
No se dice "de la culpa" sino "de la misma mancha de la culpa".
Y mas adelante el Papa entona un sublime himno de gloria a la imaculada como enhebrando las loas de los Padres y escritores de la Iglesia (14)
Por lo cual, al glosar las palabras con las que Dios, vaticinando en los principios del mundo los remedios de su piedad dispuestos para la reparación de los mortales, aplastó la osadía de la engañosa serpiente y levantó maravillosamente la esperanza de nuestro linaje diciendo: pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya; enseñaron que con este divino oráculo, fue de antemano designado clara y patentemente el misericordioso Redentor del humano linaje, es decir, el unigénito Hijo de Dios, Cristo Jesús, y designada su Santísima Madre, la Virgen María y al mismo tiempo brillantemente puestas de relieve las mismísimas enemistades de entrambos contra el Diablo. Por lo cual, así como Cristo, mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana, borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó triunfante en la cruz, así la santísima Virgen unida a El con apretadisimo e indisoluble vínculo, hostigando con El eternamente a la venenosa serpiente, y de la misma triunfando en toda la lineala línea, trituró su cabeza con el pie Inmaculado."
Este eximio y sin par triunfo de la Virgen, y excelentísima inocencia, pureza, santidad y su Integridad de toda mancha de pecado e inefable abundancia y grandeza de todas las gracias, virtudes y privilegios, viéronla los mismos Padres ya en el arca de Noé, que, providencialente construida, salió totalmente salva e incólume del común naufragio de todo el mundo; ya en aquella escala que vio Jacob que llegaba de la tierra al cielo y por cuyas gradas subían y bajaban los ángeles de Dios y en cuya cima se apoyaba el mismo Señor; ya en la zarza aquella que contempló Moisés arder de todas partes y entre el chisporroteo de las llamas no se consumía o se gastaba lo más mínimo, sino hermosamente reverdecía y florecía; ora en aquella torre inexpugnable al enemigo, de la cual cuelgan mis escudos y toda suerte de armas de los fuertes; ora en aquel huerto cerrado que no logran violar ni abrir fraudes y trampas algunas; ora en aquella resplandeciente ciudad de Dios, cuyos fundamentos se asientan en los montes santos; a veces en aquel augustísimo templo de Dios que, aureolado de resplandores divinos, está lleno de la gloria de Dios; a veces en otras verdaderamente innumerables figuras de la misma clase, con las que los Padres enseñaron que había sido vaticinada claramente la excelsa dignidad de la Madre de Dios y su incontaminada inocencia, y su santidad, jamás sujeta a mancha alguna."

Jamás sujeta a la maldición y partícipe junto
con su Hijo de la perpetua bendición

"Para describir este mismo como compendio de divinos dones y la integridad original de la Virgen, de la que nació Jesús, los mismos [Padres], sirviéndose de las palabras de los profetas, no festejaron a la misma augusta Virgen de otra manera que como a paloma pura, y a Jerusalén santa, y a trono excelso de Dios, y a arca de santificación, y a casa que se construyó la eterna Sabiduría y a la Reina aquella que, rebosando felicidad y apoyada en su Amado, salió de la boca del Altísimo absolutamente perfecta, hermosa y queridísima de Dios y siempre libre de toda mancha." (Eccli. 24. y).
"Mas atentamente considerando los mismos Padres y escritores de la Iglesia que la santísima Virgen había sido llamada llena de gracia, por mandato y en nombre del mismo Dios, por el ángel Gabriel cuando éste le anunció la altísima dignidad de Madre de Dios, enseñaron que, con este singular y solemne saludo, jamás oído, se manifestaba que la Madre de Dios era sede de todas las gracias divinas, y que estaba adornada de todos los carismas del divino Espíritu; más aun, que era como tesoro casi infinito de los mismos, y abismo inagotable, de suerte que, jamás sujeta a la maldición y partícipe juntamente con su Hijo, de la perpetua bendición, mereció oír de Isabel, inspirada por el divino Espíritu: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre".
"De ahí se deriva su sentir no menos claro que unánime, según el cual la gloriosísima Virgen, en quien hizo cosas grandes el Poderoso, brilló con tal abundancia de todos los dones celestiales, con tal plenitud de gracia y con tal inocencia, que resultó como un inefable milagro de Dios, más aun, como el milagro cumbre de todos los milagros y digna Madre de Dios, y allegándose a Dios mismo, según se lo permitía la condición de criatura, lo más cerca posible, fue superior a toda alabanza humana y angélica."

María: "fuera de las leyes comúnmente establecidas"
"Y, de consiguiente, para defender la original inocencia y santidad de la Madre de Dios, no sólo la compararon muy frecuentemente con Eva todavía virgen, todavía inocente, todavía incorrupta y todavía no engañada por las mortíferas asechanzas de la insidiosísima serpiente, sino también la antepusieron a ella con maravillosa variedad de palabras y pensamientos. Pues Eva, miserablemente complaciente con la serpiente, cayó de la original inocencia y se convirtió en su esclava, más la santísima Virgen, aumentando de continuo el don original, sin prestar jamás atención a la serpiente, arruinó hasta los cimientos su poderosa fuerza con la virtud recibida de lo alto."
Por lo cual jamás dejaron de llamar a la Madre de Dios o lirio entre espinas, o tierra absolutamente intacta, virginal, sin mancha, inmaculada, siempre bendita y libre de toda mancha de pecado, de la cual se formó el nuevo Adán; o paraíso intachable, vistosísimo, amenísimo de inocencia, de inmortalidad y de delicias, por Dios mismo plantado y defendido de toda intriga de la venenosa serpiente; o árbol inmarchitable, que jamás carcomió el gusano del pecado; o fuente siempre limpia y sellada por la virtud del Espíritu Santo; o divinísimo templo o tesoro de inmortalidad, o la única y sola hija no de la muerte sino la vida, germen no de la ira, sino de la gracia, que, por singular providencia de Dios, floreció siempre vigoroso de una raíz corrompida y dañada, fuera de las leyes comunmente establecidas."
Acá está dicho; ¡el débito no es para Ella!

Al tratar de pecados, no se ha de hacer la más
mínima mención de María Santísima

Y el Papa sigue su magisterio rebosante de doctrina:
"Más, como si estas cosas, aunque muy gloriosas, no fuesen suficientes, declararon, con propias y precisas expresiones, que, al tratar de pecados, no se había de hacer la más mínima mención de la santa VirgenMaría, a la cual se concedió más gracia para triunfar totalmente del pecado; profesaron además que la gloriosísima Virgen fue reparadora de los padres, vivificadora de los descendientes, elegida desde la eternidad, preparada para si por el Altísimo, vaticinada por Dios cuando dijo a la serpiente: Pondré enemistades entre ti y la mujer, que ciertamente trituró la venenosa cabeza de la misma serpiente, y por eso afirmaron que la misma santísima Virgen fue por gracia limpia de toda mancha de pecado y libre de toda mácula de cuerpo, alma y entendimiento, y que siempre estuvo con Dios, y unida con El con eterna alianza, y que nunca estuvo en las tinieblas, sino en la luz, y, de consiguiente, que fue aptísima morada para Cristo, no por disposición corporal, sino por la gracia original."
"A éstos hay que añadir los gloriosísimos dichos con los que, hablando de la concepción de la Virgen, atestiguaron que la naturaleza cedió su puesto a la gracia, paróse trémula y no osó avanzar; pues la Virgen Madre de Dios no había de ser concebida de Ana antes que la gracia diese su fruto; porque convenía, a la verdad, que fuese concebida la primogénita de la que había de ser concebido el primogénito de toda criatura."

María, primera y exclusiva obra de Dios
Atestiguaron que la carne de la Virgen tomada de Adán no recibió las manchas de Adán, y, de consiguiente, que la Virgen Santísima tabernáculo creado por el mismo Dios, formado por el Espíritu , y que es verdaderamente de púrpura, que el nuevo Beseleel elaboró con variadas labores de oro, y que Ella es, y con razón se la celebra, como la primera y exclusiva obra de Dios, y como la que salió ilesa de los igníferos dardos del maligno, y como la que hermosa por naturaleza y totalmente inocente, apareció al mundo como aurora brillantísima en su Concepción Inmaculada. Pues no caía bien que aquel objeto de elección fuese atacado de la universal miseria, pues, diferenciándose inmensamente de los demás, participó de la naturaleza, no de la culpa; más aun, muy mucho convenía que, como el unigénito Padre en el cielo, a quien los serafines ensalzan por Santísimo, tuviese también en la tierra Madre que no hubiera jamás sufrido mengua en el brillo de su santidad."
"Y, por cierto, esta doctrina había penetrado en las mentes y corazones de los antepasados de tal manera, que prevaleció entre ellos la singular y maravillosísima manera de hablar con la que frecuentísimamente se dirigieron a la Madre de Dios llamándola inmaculada, y bajo todos los conceptos inmaculada [immaculatam], inocente e inocentísima, sin mancha y bajo todos los aspectos inmaculada [illibatam], santa y muy ajena a toda mancha, toda pura, toda sin mancha y como el ideal de pureza e inocencia, más hermosa que la hermosura, más ataviada que el mismo ornato, más santa que la santidad, y sola santa, y Purísima en el alma y en el cuerpo, que superó toda integridad y virginidad, y sola convertida totalmente en domicilio de todas las gracias del Espíritu Santo, y que, a excepción de sólo Dios, resultó superior a todos, y por naturaleza más hermosa y vistosa y santa que los mismos querubines y serafines y que toda la muchedumbre de los ángeles, y cuya perfección no pueden en modo alguno, glorificar dignamente ni las lenguas de los ángeles ni las de los hombres. Y nadie desconoce que este modo de hablar fue trasplantado como espontáneamente a la santísima liturgia y a los oficios eclesiásticos, y que nos encontramos a cada paso con él y que lo llena todo, pues en ellos se invoca y proclama a la Madre de Dios como única paloma de intachable hermosura, como rosa siempre fresca, y en todos los aspectos purísima, y siempre inmaculada y siempre santa, y es celebrada como la inocencia, que nunca sufrió menoscabo, y como segunda Eva, que dio a luz al Emmanuel."
"No es, pues, de maravillar que los pastores de la misma Iglesia y los pueblos fieles se hayan gloriado de profesar con tanta piedad, religión y amor a la doctrina de la Concepción Inmaculada de la Virgen Madre de Dios, según el juicio de los Padres, contenida en las divinas Escrituras, confiada a la posteridad con testimonios gravísimos de los mismos, puesta de relieve y cantada por tan gloriosos monumentos de la veneranda antigüedad, y expuesta y defendida por el sentir soberano y respetabilísima autoridad de la Iglesia, de tal modo que a los mismos no les era cosa más dulce, nada más querido, que agasajar, venerar, invocar y hablar en todas partes con encendidisimo afecto a la Virgen Madre de Dios, concebida sin mancha original."
Como los discípulos de Emaús nuestros corazones arden cuando leemos "las grandes cosas que ha hecho en [Ella], el Poderoso cuyo nombre es Santo" (Le. 1,49).

De María nunquam satis
Después de estos ardientes elogios leemos que Vaticano II "exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la divina palabra que abstengan con cuidado tanto de toda falsa exageración como también de una excesiva estrechez de espíritu, al considerar la singular dignidad de la Madre de Dios". Y que "eviten celosamente todo aquello que sea de palabra, sea de obra, pueda inducir a error a los hermanos separados. ." (15)
Acá Vaticano II contrapone la falsa exageración con la excesiva estrechez de espíritu, como si pudiera haber una sensata y ponderada "mentis angustia".
No hemos oído alabanzas más "exageradas" que éstas, ni más chocantes para muchos "hermanos separados" y también... muchos "católicos aggiornados".
Ningún "alumbrado" o "ultra" fanático "exageró" como hace el Papa Pío IX pasando las cuentas de este rosario de loores, expresión de la santa tradición.
Per volviendo a nuestro tema, varias veces cita el Papa Pío IX en la Bula la emistad entre la serpiente y la Mujer (16)
Sobre la relación que guarda el proto-evangelio (Gen. III, 15) con María —dice Scheeben— ...observaremos ante todo que aquí María juntamente con su hijo son prometidos antes de la promulgación del juicio contra los padres del género humano y sus descendientes. Se los hace, por lo mismo, intervenir como si no pertenecieran en modo alguno a la raza prevaricadora".
Vease el texto bíblico citado: inimicitias ponam inter te et mulierem et semen tuus et semen illius, ipsa conteret caput tuum, et tu insideaberis calcaneo ejus. ("Enemistades pondré entre ti y la mujer y entre tu linaje y su linaje; ella quebrantará tu cabeza y tú pondrás asechanzas a su calcañar").
¡Sí! aquí en el Génesis antes de hablar del linaje o simiente de la serpiente en que son constituidos Adán y sus hijos, aparece María, o sea, la mujer predicha, como ya existente (en el divino decreto), ajena y enemiga de aquélla y su simiente. Así: "hostigando con El y por El eternamente a la venenosa serpiente y de la misma triunfando en toda la linea, trituró su cabeza con el pie inmaculado", como vimos dice el Papa.
Con Scheeben también diremos (17) que: "De los tipos que se refieren a María podríamos utilizar al menos el de Ester... ésta debe ser considerada como tipo de María. Como tal aparece especialmente en las pabras del rey Asuero, tan frecuentemente citadas: No, no morirás; que mi mandato es para el común de las gentes".
Pues bien, el mandato para el común de las gentes, no es para María. Por los méritos de Cristo Jesús, Ella fue preservada inmune de toda mancha de pecado original. Es de buena exégesis mariana entender toda (omni) en su más amplio sentido. En cambio "todos pecaron en Adán" debe serlo en sentido restrictivo como vimos, pues ese "mandato es para el común de las gentes".
Esto ¿no implica un privilegio especial de María respecto de los demás hombres? Sí, efectivamente es "un singular privilegio", como le llama Pío IX en la definición de la Inmaculada Concepción de la Bula Ineffabilis. No la interpretemos restrictivamente sino leamos toda la Bula.
El principio de derecho favorabilia sunt amplianda, odiosa sunt restringenda, se debe aplicar máximamente a María, sin temor de equivocarnos. Pues "entre la Madre de Dios y los siervos de Dios hay una distancia infinita", decimos con San Juan Damasceno. Y así, su "perfección no [la] pueden en modo alguno glorificar dignamente ni las lenguas de los ángeles ni las de los hombres".

La noción misma de "débito" pugna con María
Y bien ¿por qué emplear la expresión, "débito remoto del pecado" hablando de María Santísima? "Pecado" y "María" son palabras antagónicas, entre las cuales hay una enemistad irreconciliable, enemistad puesta por Dios. Así "al tratar de pecados no se ha de hacer la más mínima mención de la Santa Virgen María".
"Todo lo que corresponde a Dios por naturaleza, corresponde a María por gracia" dicen los santos. Y en Dios no puede haber ni eventuales pecados condicionales o hipotéticos. Y por gracia —por los méritos del Hombre-Dios— María fue preservada de toda mancha, por levísima, remota y condicional que se la ponga, de pecado original. Del otro, a fortiori, ni hablar.
No interpretemos restrictivamente la Bula "Ineffabilis", como hacen muchos y así Alastruey (18): "es claro que esta anticipada aplicación de los méritos de Cristo Redentor a María supone que hubo en ella algún débito del pecado original". Después hace a este débito "remoto", eso lo diluye pero no lo borra.
Campana y otros teólogos también admiten lo del débito remoto. ¿Por qué hay que aceptar un débito? Si se dice que es un modo humano de explicar pues cambiemos de modo. Es un modo que no puede predicarse al pueblo fiel. Si a éste se le dice que en la Virgen Santísima hay un débito del pecado, veremos cómo reacciona con desagrado, escandalizado.
Si María fue rescatada por anticipado del poder del demonio, quiere decir que algún derecho éste tenía —por su descendencia seminal de Adán— sobre la Virgen Inmaculada, puesto que hubo que pagar por ello. La Mujer entonces, pertenecería de jure al linaje de la serpiente, aunque fue anticipadamente rescatada y nos parece que esto violenta y ¡cómo! el texto sagrado hasta hacerle perder su sentido.
Pero entonces ¿por qué dice la Santísima Virgen: "Mi Salvador"? Lo dice no porque la rescató, que a Ella no le tocaba, sino porque la preservó, la llenó de las gracias de la Encarnación y de la Cruz y la constituyó Mediadora de Salvación.
Digamos más. Se paga rescate por un esclavo, que pertenece a otro. Tal es nuestro caso. Fuimos comprados a un precio infinito.
Pero la Virgen Santísima, no sólo no pudo ser rescatada del poder de su Enemigo, sino que la misma idea de rescate pugna con Ella. Se rescata a un esclavo. Ella se dijo "la Esclava del Señor", pero la Reina y Señora de los Angeles no pudo ser rescatada como una esclava (por anticipado que se diga) del poder de un súbdito rebelde. Ni quedar obligada la "primogénita de toda criatura" (Eccli. XXIV,5) por la defección de su siervo infiel Adán. ¿Rescatada y Corredentora? ¿Cómo se compaginan?
Scheeben, ya vimos, dice que aplicar no ya la razón de mérito, sino "la razón de expiación y de reconciliación ( ... ) pone una sombra del pecado de la estirpe sobre la más santa de las creaturas y sitúa a la Nueva Eva en una dependencia indigna respecto del viejo Adán".
Pero acaso ¿los méritos de Cristo serían insuficientes para preservarla también de todo débito? Desde la concepción Cristocéntrica de la Creación y Redención no hay lugar para hablar de culpa, ni por tanto de débito próximo ni aun remoto, porque la elección y predestinación de la Santísima Virgen va estrechamente unida a la de Cristo, y esto es anterior (material, física y moralmente) al pecado de Adán.

La otra tesis: Cristo y María no fueron decretados
sino para la redención de los pecadores

En cambio en la otra posición, que se plantea la cuestión hipotética utrum si Adam non peccasset... y la resuelve diciendo que en tal caso Cristo no se hubiese encarnado, es inevitable que sostengan que Maria tuvo algún débito del pecado. Así Alastruey —tan mariano- se ve obligado a sostener que "La Santísima Virgen María no tuvo algún débito próximo del pecado original, sino solamente remoto" (19).
En efecto —dice—, la Virgen contrajo algún débito del pecado original; de otro modo no hubiera sido redimida por Cristo. Es así que no contrajo débito próximo, luego lo contrajo sólo remoto.
Ahora bien, Cristo a quien está indisolublemente ligada María, no fue previsto y decretado sino con posterioridad a la previsión del pecado de Adán, ya que la existencia de Cristo y de la Santísima Virgen no fue decretada sino para la redención de los pecadores. [Se piensa en la Encarnación y Redención en función del hombre caído].
'Esta descendencia seminal llevaría consigo la inclusión de la Santísima Virgen en la ley de herencia del pecado, solamente en cuanto que, en el orden de la predestinación, fuera ella antes hija de Adán que Madre de Cristo. Pero en el orden de la predestinación, la Virgen es antes Madre de Cristo que hija de Adán, porque la Santísima Virgen de tal modo fue predestinada para ser Madre de Dios, que, sin esta destinación suya a la divina maternidad, nunca hubiera existido [¡Muy bien!]; y, solamente en virtud de esta predestinación fue decretada su existencia para nacer por generación natural de Adán, ya preservada de la ley del pecado por los méritos del Redentor, su Hijo, previstos por Dios" [De acuerdo].
La posición cristocéntrica o de la Primacía de Cristo sostiene que Dios quiso la Encarnación y Redención, ante todo para su propia gloria. Para poder recibir así la Trinidad Santísima un sacrificio de valor infinito de la Creación, fuente de toda clase de gracias para ésta. También, secundariamente, quiso el rescate del hombre caído, a cuyo linaje no pertenecía la Virgen Santísima "por especial privilegio en vista de los méritos de Cristo nuestro Salvador".

El sacrificio latréutico: esencia de la redención
Sobre este sacrificio que el Verbo Encarnado ofrece a la Trinidad, Scheeben tiene palabras sublimes (20):
"Este holocausto único —pero infinitamente perfecto en todos los respectos— es en su repercusión sobre la criatura un sacrificio impetratorio de virtud infinita: obra y reclama para nosotros todos los bienes sobrenaturales de la gracia y gloria divinas, hasta la posesión de Dios mismo, cosa que nosotros por naturaleza —aun sin el pecado— no habríamos podido pretender. Mas así como el sacrificio latréutico no es una mera expresión simbólica del culto interior, sino una entrega real de valor infinito, así también en su virtud impetratoria no es mera súplica, simple expresión de un deseo, sino una exigencia que se funda en la entrega de un valor real, equivalente, un mérito verdadero, y en su perduración eterna viene a ser por una parte la garantía más segura para la posesión perdurable de aquellos bienes, y por la otra también la correspondiente acción de gracias por la recepción de los mismos.
Así Cristo en su sacrificio de sumo sacerdote responde a la idea de la mediación más sublime y eterna entre Dios y los hombres. Así como por su doble ser ya establece la unión más íntima e indisoluble entre Dios y los hombres, así en su sacrificio sella la alianza misteriosa que Dios quiere hacer con la humanidad: asegura para los hombres la benevolencia y la gracia más abundantes de Dios, sin que la culpa deje una pared divisoria entre Dios y los hombres, o que la naturaleza, a causa de su mezquindad, haya de perder la esperanza de poder pretender una amistad tan admirable. Pero del mismo modo asegura para Dios la gratitud infinita, que el hombre le debe por un amor tan grande, y une consigo mismo a la humanidad rescatada en un holocausto eterno, que realiza en el grado sumo el fin supremo de la Creación: la glorificación perfecta de Dios.
Salido del seno del Padre como esplendor de su gloria, es también sacerdote por toda la eternidad, según el orden de Melquisedec; igual a su Padre en majestad, se ve ungido y llamado por naturaleza para ofrecer a Dios en su criatura la glorificación suprema; y se la ofrece humillándose tan profundamente como puede humillarse una criatura, y toma su hostia precisamente de aquella naturaleza, que, así como es la unica capaz de la autodestrucción propiamente dicha, así tambien representa en sí como en un punto céntrico, el mundo espiritual y el material de todas las criaturas. Y estando por su Resurrección -en la cual conserva las marcas de la propia destrucción— ante los ojos de Dios, por toda la eternidad, como el Cordero inmolado desde el principio, y transformando en sacrificio eterno el sacrificio hecho en la plenitud de los tiempos, actúa en su sacrificio como el sacerdote -en el sentido absoluto de la palabra— que representa en la criatura mediante el don mutuo del amor infinito la mutua entrega substancial entre Padre e Hijo.
Si no ceñimos el significado del sacrificio de Cristo a la reconciliación, sino que más bien vemos en él la conclusión de una alianza inefablemente íntima entre Dios y la humanidad y el culto latréutico mas elevado que ha de recibir Dios, y, por consiguiente, el acto más elevado con que la criatura complace a Dios, entonces tendrá que parecer completamente natural el atribuirle también el significado más universal para toda la creación no solamente para la creación material que, por decirlo así, es la prolongación del cuerpo del hombre, sino también para el mundo de los espíritus. ¿Qué cosa más natural que concebir este acto supremo de sacrificio, que se realiza en el corazón de toda la creación, y cumple la finalidad suprema de la misma, como hecho en nombre de la creación conjunta y ver esta última participando en su totalidad del mismo? ¿No lo exige tanto la dignidad de Cristo, en su calidad de Cabeza de todos los poderes celestiales, como también el honor de los ángeles mismos, los cuales de otra manera
no cooperarian en el más sublime acto de homenaje que se tributa a Dios? ¿Y no se tendría que admitir también lógicamente que el sacrificio de Cristo es también un sacrificio universal de alianza para la criatura, no por cierto en el sentido de reconciliar los ángeles con Dios después del pecado, mas sí en el de que el Cordero inmolado desde el principio hallándose desde toda la eternidad ante los ojos de Dios, merece y asegura también para ellos la gracia sobrenatural? En la disputa acerca de la Concepción Inmaculada de María los dos bandos opuestos consideraban como una gloria especial de la Virgen Bendita y de su Hijo, el que la gracia le fuese comunicada a ella precisamente por el mérito de su Hijo; ¿por qué habríamos de discutir a los ángeles este privilegio y a Cristo este honor en relación con los ángeles? Sin esta dependencia del sacrificio de Cristo, —tan honrosa para ellos mismos— los ángeles no pertenecerían en un sentido lleno al Reino de Cristo, es decir a aquel Reino que Cristo compró con su sangre, cuando sin embargo esta sangre así como de suyo bastaba para comprar todo el mundo, así en su eficacia y en su valor efectivo no había de ceñirse a la parte inferior del mundo *.
La nota de Hofer * dice:
"Aboga en favor de la posibilidad dogmática de esta opinión la estrecha relación del ministerio sacerdotal de Cristo con su dignidad de rey: cf. Hebr. 1,13; 2,8; 1 Cor. 15,24-28; El. 1,20-23. La opinión de San buenaventura es ésta: "La «gratia capitis» se derrama sobre todos los ciudadanos de la Jerusalén celestial, pero sobre unos más, y sobre otros menos: mas sobre los hombres que son redimidos, que sobre los ángeles que son «renovados»" (III Sent. dist. 13 a 2, q. 3 in fine Corp. citado por Berresheim o. c. 122).
Varias veces hemos indicado que el sacrificio de Cristo, concebido en su más íntima esencia, puede y debe considerarse como la efusión completa y la más sublime representación exterior del amor eterno, que Cristo como Hijo de Dios tiene al Padre; y encontramos indicado este pensamiento en las palabras del Salvador: «A fin de que conozca el mundo que yo amo al Padre... levantaos y vamos de aquí». Creemos poder ampliar esta idea de la siguiente manera y presentar el sacrificio de Cristo —precisamente en la forma en que se verificó, en la forma del derramamiento más completo de sangre— como la expresión suprema de las relaciones trinitarias y vehículo el más hermoso de su prolongación ad extra." Hasta aquí Scheeben.

Angeles y hombres fueron creados
por y para Cristo y María
"La Santísima Virgen es también, sub et cum Christo, la causa final secundaria de todo lo que es inferior a ella; la causa eficiente per modum meriti, secundaria pero universal, sub et cum Christo, de todas las gracias distribuidas a los hombres y a los ángeles. Aquí es donde deben insertarse sus títulos de Mediadora y Corredentora" (21)
"La solidaridad entre estos dos binomios: Adán-Jesucristo, Eva- María, se explica satisfactoriamente teniendo en cuenta que no han sido creados Jesús y María por y para Adán y Eva, sino estos por y para aquéllos, de modo que en el orden intencional de finalidad se trasponen los términos: si Adán y Eva son los que, en el orden cronológico de ejecución aparecen primero en la historia, son Jesús y María quienes, en el orden de las divinas intenciones ocupan el primer lugar, como prototipos, modelos y ejemplares de toda la humanidad. En el orden de naturaleza, Adán y Eva son los padres de Jesús y María; pero, en el sobrenatural de la gracia, se invierten los términos, y Jesús y María son los padres espirituales de Adán y Eva" (22)
"Los que defienden el debitum peccati han reconocido que la negación de tal deuda es consecuencia lógica de la predestinación de María según la entiende la escuela escotista, y no se han percatado lo suficiente de que esta doctrina había sido adoptada por el magisterio ordinario."
"En cuanto a la afirmación que hacen estos teólogos de que la teoría escotista de la primacía de Cristo lleva a la negación de la redención de María por Cristo, evidentemente carece de fundamento, como puede fácilmente demostrarse por lo que llevamos dicho. No sólo la Santísima Virgen, sino aun los ángeles (a quienes nunca he oído se atribuyera debitum peccati) deben su predestinación a la gracia, a su perseverancia en la «sangre de la cruz», para emplear la expresión de San Pablo" (23).
"Todo ser viviente dotado de vida sobrenatural, debe, por causa meritoria, la vida de la gracia a Jesucristo y a su Madre. Poco importa que la aplicación se haya hecho por modo de anticipación prevista, o por modo subsiguiente al mérito, ya que para Dios es tan fácil lo uno como lo otro; basta que se haya dado y conservado la gracia intuitu Christi. Si esto no es así, Jesucristo no tiene más razón de llamarse rey de los ángeles que el Padre o el Espíritu Santo, y por consiguiente como hombre no es su rey; ni podría decirse que El restauró, como dice San Pablo: «tanto las cosas de la tierra como las del cielo» (24).
"Si la preservación de María es verdadera redención, no veo por que la preservación de los ángeles no pueda serlo. Y en todo caso, no tenemos derecho de distinguir, allá donde San Pablo no ha distinguido: sive quae in caelis sive quae in terris.
"El imperio de Cristo y de María es el imperio total de la gracia; ni hay gracia que se haya otorgado a criatura alguna independientemente del influjo de Cristo y de su Madre, como no hay nada, ni nadie bajo el poder de Dios que se sustraiga al dominio de Jesús y de María.
"Todo lo que en la criatura es gratia Dei, desde la predestinación, primera gracia, hasta la glorificación, última y coronamiento de todas demás, es per Christum Dominum Nostrum, como la Iglesia canta al final de todas sus oraciones. [El misterio escondido desde los siglos en Dios creador de todas las cosas].
"El universo entero: naturaleza, gracia y gloria; ángeles y hombres; cielos y tierra, todo depende y está sujeto a Cristo, y por El, a María" (26).
Si María Santísima no hubiera sido preservada del débito, aun remoto, del pecado, no sería María; no habría existido Ella sino otra, pues no se le podría aplicar lo que el Magisterio Pontificio enseña, confirmando a los Padres y autores sagrados. Y como sub Christo et cum Christo, todo fue hecho por y para María, nada existiría.
Como para ratificar que no cupo ni la hipótesis de un débito del pecado en Aquella que "salió de la boca del Altísimo absolutamente perfecta y siempre libre de toda mancha de pecado", Ella misma lo confirmó con sus labios.
Pues Ella es necesariamente exenta de todo débito, "absolutamente siempre libre de toda mancha de pecado", con "tal plenitud que no se concibe mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios".
Así, cuando en 1958 la misma Santísima Virgen apareció en Lourdes, y Bernardita le preguntó cuál era su nombre, Ella no dijo: "yo soy la concebida sin pecado", ni la que recibió ese don del Cielo, sino:

"YO SOY LA INMACULADA, CONCEPCION»

REVISTA ROMA
Buenos Aires junio 1988


NOTAS

1 Ed. BAC (n° 128), Doctrina pontificia, tomo IV, Documentos marianos, Madrid, 1954, n° 284, p. 180.
2. edi. cit., n° 271, p. 173.
3 John F. Bonnefoy O.F.M., en "La Predestinación de Maria", conjunto de reunidos en MARIOLOGIA por Juniper B. Carol O.F.M.. ed. BAC, Ma- 64, p. 568.
4 "Jamas sujeta a la maldición y participe juntamente con su Hijo de la perpetua bendición", (op. cit., nQ 288. p. 183).
5 En "Tratado de la Virgen Santisima", cd. BAC, Madrid 1047, 2 ed.; Cuestión II: Si la Beatísima Virgen Maria estuvo sujeta al débito del pecado original 1°, pág. 237.
6 Matías Josef Scheeben en "María, Madre y Esposa del Verbo", estudio mariológico extractado de su "Dogmatik" por C. Feckes, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1955.
7 Scheeben, op. cit., pp. 159-161.
8 íd., p. 162.
9 íd., pp. 164-166.
10 En "Las glorias de María", 2° parte, discurso sobre la Inmaculada Concepción.
11 "Es necesario distinguir entre magisterio solemne y magisterio ordinario. El magisterio solemne se refiere a definiciones dadas por los concilios generales presididos por el papa, o por el papa solo cuando habla ex cathedra. El Santo Padre habla ex cathedra (del latín "desde la sede" refiriéndose a la sede de Pedro, como sucesor suyo) cuando, como supremo pastor y maestro de los cristianos, propone, en virtud de su autoridad apostólica, alguna doctrina sobre fe o moral para que la crea toda la Iglesia".
"El magisterio ordinario incluye la doctrina contenida en encíclicas, las decisiones de las diferentes Congregaciones (por ejemplo, la del Santo Oficio en Roma) y del conjunto de los obispos. La autoridad del magisterio ordinario se define así en la encíclica Humani generis, del 12 de agosto de 1950: «No debe pensarse que la doctrina expuesta en las cartas encíclicas no obliga a una aceptación inmediata porque, al escribir estas cartas, los papas no usen su supremo poder de enseñar. Por el contrario, lo que allí se dice se enseña usando del poder del que dijo: 'El que a vosotros oye, a mí me oye' (Le. 10,16); y, generalmente, lo que se detalla e inculca a través de las encíclicas no es más que doctrina católica. Pero, si los Supremos Pontífices en sus documentos oficiales emiten intencionadamente un juicio sobre alguna cuestión que hasta entonces ha sido dudosa, está claro que, según el pensamiento de esos mismos Supremos Pontífices, la cosa queda definida y resuelta»". En MARIOLOGIA, Ed. cit., pp. 6-7. Eamon R. Carrol, O. Carm., "María en el magisterio de la Iglesia".
12 Edc. BAC citada, Doctrina pontificia, t. IV, documentos marianos, nQ 269, p. 171
13 ant., n9 270, p. 172.
14 ant., nos. 285 a 294; pp. 180 a 187.
15 Concilio Vaticano, Constituciones, Decretos, Declaraciones. Constitución lesia, n° 67. Edición BAC, Madrid, 1965, p. 115.
16 vease ed. cit., nos. 234, 285, 290, 291, 300.
17 cit., pp. 167 y 170-171.
18 Op. cit. Cuestión II; 29 a; p. 237.
19 Alastruey, op. cit. pag. 239.
20 Scheeben, Matías José: "Los misterios del cristianismo". Cap. 65: El sacrificio místico de Cristo. Herder, Barcelona, 4 cd., 1964, preparada y anotada por Josef Hofer; p. 468 a 470.
21 John F. Bonnefoy O.F.M., op. cit., p. 567.
22 J. M. de Goycoechea O.F.M., "Explicación teológica de la Realeza de María", en ROMA, n° 91-92, p. 88.
23 John F. Bonnefoy O.F.M., op. cit., p. 568.
24 Col. 1,20. Ef. 1,10.
25 Ef. 3,9.
26 J. M. de Goycoechea O.F.M., art. cit. ROMA, n° 91-92, pp. 93-94.

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