Una mujer había estado mucho tiempo enferma de calenturas, y entendidos los muchos milagros que en el sepulcro del Santo se hacían, se fue allá y se estuvo allí un rato, pidiéndole remedio para su trabajo; y de allí se fue sana.
Otra mujer llevó tres viernes arreo al mesmo sepulcro un hijo suyo de once años, y cuando más iba, peores eran las calenturas que tenia; hasta que al tercero viernes, estando encima del sepulcro fue libre de ellas totalmente pocos días antes que se hiciese en Vannes la inquisición sobre los milagros del Santo, en el año 1453.
Juan Bolorec tuvo calentura cuotidiana casi nueve meses continuos, y después de probadas (sin alcanzar el efecto que pretendía) muchas medicinas, ofreció a San Vicente cierta moneda por todos los años que viviese. Y hecho este voto, se halló sano. Pasados tres días fue a visitar el sepulcro, y allí le tomó calentura. Visto esto, acostóse encima del sepulcro una hora, como quien peleaba con la calentura, y al cabo le dejó libre del todo, en el año 1451, o cerca de él.
Martín Güenvego, del obispado de Vannes, bachiller en leyes, estuvo un año enfermo de calentura cuartana, sin que le bastasen para echarla de sí todos los remedios humanos que buscó; en fin, se encomendó a San Vicente y le prometió una imagen de cera. Hecho el voto, se puso encima del sepulcro y estuvo allí media hora con la cuartana; mas después se levantó sano y alegre. Cerca del año 1449. Otros ejemplos pudiera traer del proceso, pero voy cortando, y por eso los dejo.
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