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lunes, 5 de diciembre de 2011

El Hogar Mexicano.


Hoy que estamos en el mes Guadalupano, la intención que proponemos a los socios de la Cruzada Guadalupana para el presente mes no puede ser más importante para el bien de nuestra patria: el hogar mexicano.
Es al mismo tiempo algo que llega hasta el fondo de todo corazón que guarde amor sincero por nuestra afligida tierra, pues en el hogar están condensados los afectos más hondos y más puros que forman como la vida de nuestro corazón.
Vamos, pues, a pedir a la Virgen Santísima de Guadalupe remedio a los males que han destruido ya en parte y amenazan destruir del todo los hogares cristianos que fueron en nuestra patria, gloria de otras edades y muro ante el cual se estrellaron los conatos de la impiedad para acabar con la civilización heredada de generaciones que engrandecieron e hicieron gloriosa a nuestra patria.

Contra el primero y mayor de los males.
De esos males hay uno que ataca la raíz misma del hogar: es el insecto roedor que se esconde bajo la tierra y con su diente maligno, envenenado muerde esa raíz e impide que la savia vivificante vigorice la planta, le dé crecimiento, la haga florecer y fructificar. Se la ve languidecerse, secarse, morir y no se sabe porqué: pero ni el riego la reverdece, ni el sol la alegra, ni los cuidados de que se la rodea son poderosos a salvarla. Entre tanto, el oculto enemigo consuma su obra de destrucción, y la planta hermosa y lozana hace poco, ya no es más que un conjunto de ramas secas, un cadáver que es forzoso arrancar para que no afee con su triste aspecto la lozanía del jardín.
Pero, ¿cuál es esa raíz que perdió su vida destrozada por un voraz insecto? Es el principio de autoridad aplicado a la familia. Basados en una filosofía sana, nuestros padres creían que no puede haber sociedad alguna si en ella, no se unifican las aspiraciones de los componentes de la multitud, hacia un fin determinado; y de ahí deducían lógicamente que para unificar esas aspiraciones era necesario una fuerza capaz de hacerlos converger a dicho fin. Pues esa fuerza es la autoridad; la cual, en la familia está impregnada del amor de los que la ejercen, y no de un amor cualquiera sino del que produce sacrificios llevados más de una vez al heroismo.
Y si el imperio del padre ha de ser firme, como el brazo del piloto que sostiene el timón de la nave, el de la madre es dulce como el soplo de la brisa que impulsa las velas. Mientras esta autoridad que es una sola, combinada, es cierto, en los dos elementos que la forman, esté vigorosa, el hogar será una sociedad ordenada, y la barca, sin sacudidas ni vaivenes, surcará el mar tempestuoso, con rumbo cierto y fuerza bastante para romper las olas.
Pero, ¿qué ha sido en la sociedad moderna de la autoridad doméstica?... Principios demoledores atacaron las bases de la sociedad humana: se proclamó que en ella no hacía falta la autoridad ... propiamente dicha, que viene de Dios, en cuanto es autor de la naturaleza humana; se pretendió sustituirla con un fantasma de superioridad encargado de ejecutar la voluntad del pueblo único soberano...
Del Estado pasó esta ola destructora a la familia y proclamó la independencia de los esposos entre sí, pretendiendo romper el vínculo sagrado que los unía, perpetuo e indisoluble: la independencia de los hijos respecto a sus padres, pregonando entre unos y otros una igualdad que la misma naturaleza condena. Roída la raíz ¿cómo puede vivir la planta? ¿Adonde irá la barca sin timón que la guíe? ¿Qué será de ella si en vez de suave brisa que hinche sus velas, está sujeta a rachas de encontrados vientos y pasiones que la agitan?

Consecuencias.
De aquí la voluntad rebelde de los hijos; la debilidad de los padres; la inconsulta formación de hogares nuevos nacidos solo al soplo de la ambición o de pasiones pasajeras; la educación viciada desde el principio porque está sometida al antojo del que la recibe y no a la experiencia del que la debiera dirigir. Que estos males hayan invadido nuestra patria, no lo podemos negar; que van avanzando cada vez más, es una verdad que causa angustia a los que tienen ojos para ver; que a favor de malhadadas contiendas que todo lo trastornan, los hogares antiguos se disuelven y desaparecen; y así la tradicional familia mexicana, feliz y cristiana un tiempo es ya, no el tipo de la generalidad de las familias, sino excepción rara por desgracia... doloroso es confesarlo.

Al Tepeyac.
¿Adonde, pues, acudir para que esos restos de hogares cristianos no desaparezcan y para que los contagiados del veneno destructor recobren su vitalidad cristiana? "Mira hacia la estrella, invoca a María" respondemos con el piadoso doctor San Bernardo. Pueblo mexicano que aún conservas tu fe, mira hacia la estrella que apareció en el Tepeyac, acude a la Virgen de Guadalupe que salvará tus hogares de perecer al embate de los funestos principios que los combaten. Creemos que no habrá un solo hogar mexicano a donde no haya una imagen de su celestial Protectora: pues en este mes de diciembre, que las almas cristianas que haya todavia en esos hogares, le digan todos los días: "Virgen de Guadalupe, sálvanos que perecemos". Ella oirá ese clamor que se alce hasta su trono de todos los ámbitos de la República, y compadecida de nosotros, enviará sus bendiciones a esas familias, y comenzará una corriente de reacción que salvará los hogares, y con ellos preparará la salvación de la patria mexicana.

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