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martes, 28 de agosto de 2012

ALLA VAN...


I

 Allá van!... Con la noche en las pupilas 
y el invierno en el alma...; 
Caminan paso a paso, temblorosos, 
palpando sombras y pisando escarcha 
y tiñendo de rojo, con su sangre, 
los filosos colmillos de las zarzas...!
 ¡Son los niñosl ¡Los niños! ¡mis hermanos! 
Los hijos de mi Patria...

¡Pobrecitos! El borde del abismo 
en que van asentando sus pisadas, 
es resbaloso, y en el fondo, se oye 
un torrente impetuoso que rebrama...!

¡Pobrecitos! Su cielo no conoce 
ni la naciente claridad del alba, 
ni siquiera el fulgor de las estrellas...!
 Apenas ven brillar, como dos ascuas, 
los ojos de los tigres en acecho 
que, a un lado del camino, se agazapan
 para saltar sobre ellos, y clavarles
las uñas y colmillos en la espalda...!

¡Pobrecitos! En vano con sus voces 
la soledad desgarran...!
A sus padres, en vano, una y mil veces
con ronco grito llaman: 
¡Los feroces rugidos de los tigres 
dan la contestación a su plegaria...!

¡Son los niños! ¡los niños! ¡mis hermanos! ¡los hijos de mi Patria!

II

 ¡Oh Felices nosotros...! Tú presides 
nuestra gloriosa marcha: 
La Cruz que Tú enarbolas, 
con luz de Cielo nuestra frente baña: 
en tus pies, al pisarlos, las espinas
y los cardos se clavan: 
el fuego de la sangre de tus venas
ha deshecho la escarcha; 
tu mano nos sostiene: y así, vamos
posando nuestras plantas 
en la alfombra caliente de tu sangre, 
y fijas en el cielo las miradas...!

¿Rugen los tigres? ¡Pero en vano rugen!
 ¡Tu mano a los leones desquijara...!
 ¿Muge el abismo, y a su fondo oscuro
 vertiginosamente nos arrastra? 
¡Pero tu haces nacer en nuestro hombros
 de la esperanza y del amor las alas,
y  podemos merecernos libremente 
sobre el abismo, cual potentes águilas...!

¿Se agotan nuestras fuerzas? Pero, entonces
el cielo con tu diestra nos señalas,
y nos dices sonriendo...; Allí, en la gloria,
 con los brazos abiertos, nos aguardan...!

III

 Allá van, ¡pobrecitos! ¡mis hermanos!
Los hijos de mi Patria
con  la noche más negra en las pupilas
y el invierno en las alas...!

IV

¡Oh no nos abandones, ni un momento,
hasta que estemos en la eterna Patria!
Mientras llega ese instante, prosigamos
nuestra gloriosa marcha,
con la vista en el Cielo, y en los labios
el sublime cantar de la esperanza!!

Mons. Vicente M. Camacho

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