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domingo, 12 de agosto de 2012

Sobre los ejercicios

TEXTOS PONTIFICOS 

A) Necesidad de los ejercicios en una época 
de frivolidad e irreflexión 

a) El PAPA DESEA QUE SE DIFUNDA ENTRE CLERO Y FIELES LA PRACTICA DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES
«Siguiendo, pues, las huellas de estos Pontífices, hemos juzgado oportuno hacer también Nos algo, aconsejando una cierta practica excelente, de la cual esperamos que el pueblo cristiano sacará muchísimo y extraordinario provecho. Nos referimos al uso de los ejercicios espirituales, que deseamos ardientemente se promueva y difunda más y más cada día, no sólo en ambos cleros, sino también entre las agrupaciones de seglares católicos, y que nos complacemos en dejar a nuestros amados hijos como recuerdo de nuestro año jubilar» (Pio XI, Mens Nostra, n.4: Col. Enc. p. 797). 

b) PORQUE CONSTITUYEN UN ESPECIAL MEDIO PARA ALCANZAR LA SALVACIÓN ETERNA 
«Lo cual hacemos con tanto mayor gusto al expirar el quincuagésimo aniversario de nuestra primera misa, cuanto que nada nos puede ser más grato que recordar las celestiales gracias e inefables consolaciones que muchas veces hemos experimentado al hacer los ejercicios espirituales; con cuya practica asidua hemos marcado, como con otros tantos jalones, las distintas etapas de nuestra vida sacerdotal, y hemos sacado luz, y alientos para conocer y cumplir el divino beneplácito. Nada nos es más grato, finalmente, que recordar cuánto en todo el transcurso de nuestro ministerio sacerdotal trabajamos por instruir a los prójimos en las cosas del cielo por medio de los mismos ejercicios, con tanto fruto y tan increíble provecho de las almas, que con razón juzgamos que los ejercicios espirituales son y constituyen un especial medio para alcanzar la eterna salvación» (ibid.). 

c) VIVIMOS UNA EPOCA DE GRANDES MALES POR LA LIGEREZA E IRREFLEXION DE LOS HOMBRES
«Y, en verdad, venerables hermanos, que, si se consideran, siquiera sea de paso, los tiempos en que vivimos, se verá por más de una razón la importancia, utilidad y oportunidad de los santos retiros. La más grave enfermedad que aflige nuestra época, y fuente fecunda de los males que toda persona sensata lamenta, es la ligereza e irreflexión, que lleva extraviados a los hombres. De aquí la disipación continua y vehemente en las cosas exteriores: de aquí la insaciable codicia de riquezas y placeres, que poco a poco debilita y extingue en las almas el deseo de bienes más elevados, y de tal manera las enreda en las cosas exteriores y transitorias que no las deja levantarse a la consideración de las verdades eternas, ni de las leyes divinas, ni aun del mismo Dios, único principio y fin de lodo el universo creado; el cual, no obstante, por su infinita bondad y misericordia, en nuestros mismos días y a pesar de la corrupción de costumbres, que todo lo invade, no deja de atraer a los hombres hacia sí con abundantísimas gracias» (ibid., 5 : Col. Enc.„ p.797). 
d) LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES SON UN ALIVIO PARA ESTA ENFERMEDAD
«Pues para curar esta enfermedad, que tan reciamente aflige hoy a los hombres, ¿qué remedio y qué alivio mejor podríamos proponer que invitar al piadoso retiro de los ejercicios espirituales a estas almas débiles y descuidadas de las cosas eternas? Y, ciertamente, aunque los ejercicios espirituales no fuesen más que un corto retiro de algunos días, durante los cuales el hombre, apartado del trato ordinario de los demás y de la barnhuuda de inquietudes, halla oportunidad, no para emplear este tiempo en una quietud ociosa, sino para meditar en los gravísimos problemas que siempre han preocupado profundamente al género humano, los problemas de su origen y de su fin, de dónde viene el hombre y adónde va; aunque sólo esto fuesen los ejercicios espirituales, nadie dejaría de ver que de ellos pueden sacarse no pequeños provechos» (ibid.). 

e) SON NECESARIOS LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES PARA INSTALAR EN LAS ALMAS LA VERDADERA PIEDAD 
«Orientad, pues, vuestra actividad de modo particular para que muchísimos fieles, no sólo del clero, sino también seglares, y especialmente los pertenecientes a las sociedades religiosas y a las ramas de la Acción Católica, tomen parte en los retiros mensuales y en los ejercicios espirituales realizados en determinados días para fomentar la piedad. Como hemos dicho anteriormente, estos ejercicios espirituales son útilísimos e incluso necesarios para instalar en las almas la verdadera piedad y para ayudarlas en la santidad, de modo que puedan obtener de la sagrada liturgia beneficios más eficaces y abundantes» (PÍO XII, Mediator Dei. 39 de noviembre de 1047).

B) Fuerza admirable de los ejercicios espirituales

a) PERO SIRVEN PARA MUCHO MAS, PORQUE CON ELLOS EL ALMA SE ELEVA A SU NATIVA NOBLEZA Y EXCELENCIA
«Pero todavía sirven para mucho más. Porque al obligar al hombre al trabajo interior de examinar más atentamente sus pensamientos, palabras y acciones, considerándolo todo con mayor diligencia y penetración, es admirable cuánto ayudan a las humanas facultades; de suerte que, en esta insigne palestra del espíritu, el entendimiento se acostumbra a pensar con madurez y ponderar justamente las cosas; la voluntad se fortalece por extremo; las pasiones se sujetan al dominio de la razón; la actividad toda del hombre, unida a la reflexión, se ajusta a una norma y regla fija, y el alma, finalmente, se eleva a su nativa nobleza y excelencia, según lo declara con una hermosa comparación el papa San Gregorio en su libro Pastoral: «La mente humana, a la manera del agua, si va encerrada, sube hacia lo alto, volviendo a la misma altura de donde baja; pero, si se la deja libre, se pierde, porque se derrama inútilmente en lo más bajo» (Pío XI, Mens nostra, 6 : Col. Enc., p. 798). 

b) DE AHI QUE LOS EJERCICIOS TIENE UN MARAVILLOSO PODER PARA FORMAR AL HOMBRE SOBRENATURAL Y CRISTIANO, APARTANDOLA A LA SOLEDAD CON CRISTO
«De aqui se sigue claramente que los ejercicios espirituales tienen un maravilloso poder, así para perfeccionar las facultades naturales del individuo como principalmente para formar al hombre sobrenatural o cristiano. Ciertamente, en estos tiempos, en que el genuino sentimiento de Cristo, el espíritu sobrenatural, esencia de nuestra santa religión, vive cercado de tantos estorbos e impedimentos, mientras por todas partes campea y domina el naturalismo, que debilita la firmeza de la fe y extingue las llamas de la caridad cristiana, importa sobre toda ponderación que el hombre se sustraiga a esa fascinación de la vanidad que oscurece el bien; y se esconda en aquella bienaventurada soledad, donde, alumbrado por celestial magisterio, aprenda a conocer el verdadero valor y precio de la vida humana, para ponerla al servicio de solo Dios; tenga horror a la fealdad del pecado; conciba el santo temor de Dios; vea claramente, como si se le rasgase un velo, la vanidad de las cosas terrenas, y, excitado por los avisos y ejemplos de Aquel que es el camino, la verdad y la vida, se despoje del hombre viejo, se niegue a sí mismo, se revista de Cristo y se esfuerce por llegar a ser varón perfecto, por conseguir la completa medida de la edad perfecta según Cristo, como dice San Pablo, y hasta procure con todas sus energías poder el también repetir con el mismo Apóstol (Gal. 2,20) : Yo vivo, o más bien, no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí> (ibid. : Col. Enc., p. 7oo). 

c) CONTENIDO EN SI UNA FUERZA ADMIRABLE PARA PACIFICAR A LOS HOMBRES Y ELEVARLOS A LA SANTIDAD DE LA VIDA
«Cosas son éstas, venerables hermanos, verdaderamente singulares y excelentísimas, que exceden con mucho a la naturaleza y en cuya feliz consecución se hallan, y solamente en ella, el descanso, la felicidad, la verdadera paz, que con tanta sed apetece el alma humana, y que la sociedad actual, arrebatada por la fiebre de placeres, busca inútilmente en los bienes inciertos y caducos, en el tumulto y agitación de la vida. En cambio, vemos muy bien por experiencia que en los ejercicios espirituales hay una fuerza admirable para pacificar a los hombres y elevarlos a la santidad de la vida; lo cual también se prueba por la larga práctica de los siglos pasados, y quizá más claramente por la de nuestros días, en que una multitud casi innumerable de almas, que se han ejercitado bien en el sagrado retiro de los ejercicios, salen de ellos arraigadas en Cristo y edificadas sobre El como sobre fundamento, llenas de luz, rebosando de gozo e inundadas de aquella paz que supera a todo sentido» (ibid. : Col. Enc., p.8oo). 

d) DE LA PLENITUD DE VIDA CRISTIANA BROTA EL ANSIA DE GANAR ALMAS PARA CRISTO, QUE LLEVAMOS ESPIRITU APOSTOLICO
«Pero de esta plenitud de vida cristiana que a todas luces producen los ejercicios espirituales, además de la paz interior, brota como espontáneamente otro fruto muy exquisito, que redunda egregiamente en no escaso provecho social, y es el ansia de ganar almas para Cristo, que llamamos espíritu apostólico. Porque natural efecto de la caridad es que el alma justa, donde Dios mora por la gracia, se encienda maravillosamente en deseos de comunicar a otras almas el conocimiento y el amor del Bien infinito, que ella misma ha alcanzado y posee» (ibid., 7 : Col. Enc., p.8oo).

C) Método empleado por Jesucristo 
y por la tradición de la Iglesia

a) El PROCEDIMIENTO DEL RETIRO Y EL APARTAMIENTO FUE EL MÉTODO EMPLEADO POR JESUCRISTO
«Por lo demás, éste fue el procedimiento y método que Nuestro Señor empleó muchas veces para formar a los pregoneros del Evangelio. Porque el mismo divino Maestro, no satisfecho con permanecer durante largos años en su retiro de Nazaret, antes de brillar a plena luz delante de las gentes y de instruirlas con su palabra para las cosas del cielo, quiso pasar cuarenta días enteros en la soledad del desierto» (ibid., 8 : Col. Enc., p.801). 

b) QUE ACOSTUMBRABA A INVITAR A LOS APOSTOLES AL AMABLE SILENCIO DEL RETIRO
«Y más aún, en medio de tas fatigas de la predicación evangélica, acostumbraba asimismo invitar a los apóstoles al amable silencio del retiro: Venid aparte a un lugar desierto y reposad un poco (Mc. VI, 31); y, habiendo dejado por el cielo este valle de miserias, quiso que sus apóstoles y discípulos recibieran su última formación y perfección en el cenáculo de Jerusalén, donde, por espacio de diez días perseverando unánimes en la oración, se hicieron dignos de recibir al Espíritu Santo. Memorable retiro, a la verdad, que bosquejó el primero los ejercicios espirituales, del que la Iglesia salió dotada de perenne vigor y pujanza, y en que, bajo el poderosísimo patrocinio y la asistencia de la Virgen María, Madre de Dios, se formaron no sólo los primeros apóstoles, sino también aquellos que justamente podríamos llamar precursores de la Acción Católica» (ibid.). 

c) DESDE EL GRAN RETIRO DE PENTECOSTES SE HIZO FAMILIAR ENTRE LOS PRIMEROS CRISTIANOS LA PRACTICA DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES.
«Desde aquel día, la práctica de los ejercicios espirituales, sí no con el nombre y método que hoy se usa, por lo menos en cuanto a la cosa misma, se hizo familiar entre los primeros cristianos, como enseña San Francisco de Sales, y de ello hay indicios manifiestos en las obras de los Santos Padres. Así, San Jerónimo exhortaba a la noble matrona Celandia : «Elígete un lugar conveniente y apartado del tráfago familiar, en el cual le refugies como en un puerto. Dedica allí tanto estudio a la lección divina, alternándolo con la frecuente oración y la consideración asidua de las cosas futuras, que con ese retiro compenses todas las ocupaciones del resto del tiempo. No decimos esto para apartarle de los tuyos, sino que te aconsejamos asi para que en ese retiro aprendas y medites cómo debes portarte con ellos» (cf. Epist. 148 ad Celand.. 24 : PL 22, 1216). Y el contemporáneo de San Jerónimo, San Pedro Crisólogo, obispo de Ravena, dirigía a sus fieles esta conocidísima invitación: «Hemos dado al cuerpo un año, concedamos al alma unos días... Vivamos un poco para Dios, ya que el resto del tiempo lo hemos dedicado al siglo... Suene en nuestros oídos la voz divina, no ensordezca nuestro oído al estrépito de las cosas familiares... Así fortalecidos, hermanos, y preparados de este modo, declaremos la guerra al pecado..., seguros de vencer (cf. San Pedro Crisólogo, Serm. 12 : PL 52, 186)» (ibid. : Col. Enc., p. 802). 

d) EN EL CURSO DE LOS SIGLOS, MIENTRAS MAS BORRASCOSOS HAN SIDO LOS TIEMPOS, MAS HAN SIDO LOS HOMBRES IMPULSADOS POR EL ESPIRITU AL RETIRO
«En el decurso de los siglos, los hombres han experimentado siempre en su interior este deseo de la apacible soledad, en el cual, sin testigos, el alma se dedique a las cosas de Dios. Más todavía es cosa averiguada que cuanto más borrascosos son los tiempos por que atraviesa la sociedad humana, tanto con mayor fuerza los hombres sedientos de justicia y verdad son impulsados por el Espíritu Santo al retiro, donde, libres de los apetitos del cuerpo, puedan entregarse más a menudo a la divina sabiduría en el aula de su corazón, y allí, enmudecido el estrépito de los cuidados terrenos, regocijarse con meditaciones santas y delicias eternales» (ibid., 9 : p.802). 

e) POR DISPOSICION DE LA DIVINA PROVIDENCIA NACIERON LOS EJERCICIOS ESPIRITUALESDE SAN IGNACIO, TESORO DE DIOS A SU IGLESIA
«Y habiendo Dios suscitado en su Iglesia muchos varones dotados de abundantes dones sobrenaturales y conspicuos por el magisterio de la vida espiritual, los cuales dieron sabias normas y métodos de ascética aprobadísimos, sacados ora de la divina revelación, ora de la propia experiencia, ya también de la práctica de los siglos anteriores; por disposición de la divina Providencia y por obra de su gran siervo Ignacio de Loyola nacieron los ejercicios espirituales propiamente dichos: Tesoro—como los llamaba aquel venerable varón de la ínclita Orden de San Benito, Ludovico Blosio, citado por San Alfonso María de Ligorio en cierta bellísima carta «Sobre los ejercicios en la soledad»—, tesoro que Dios ha manifestado a su Iglesia en estos últimos tiempos, por razón del cual se le deben dar muy rendidas acciones de gracias» (ibid., 10 : Col. Ene., p.802-803).

D) Todos deben buscar un tiempo de retiro 

a) EL PAPA ALABA EL CELO DE LOS OBISPOS QUE SE REUNEN CON SU CLERO EN EJERCICIOS O EN REUNIONES EPISCOPALES
«Vosotros también, venerables hermanos, en cuánta estima tenéis los ejercicios espirituales es bien manifiesto; pues los practicasteis antes de vuestra ordenación sacerdotal, a ellos os dedicasteis antes de recibir la plenitud del orden sacerdotal, y no pocas veces, presidiendo vosotros mismos a vuestros sacerdotes, oportunamente convocados, acudís a los mismos para alimentar vuestros espíritus con la contemplación de las verdades eternas. Vuestra conducta a este respecto es tan preclara y meritoria, que Nos no podemos menos de citarla con público encomio. Ni juzgamos dignos de menor recomendación a aquellos obispos de la Iglesia, tanto oriental como occidental, que, juntos con el metropolitano o patriarca, se han reunido a veces para los ejercicios espirituales acomodados a sus oficios y cargos. Ejemplo, por cierto, muy luminoso, que esperamos sea imitado con celosa emulación cuanto lo consienta la naturaleza de las cosas. Ni habrá, acaso, gran dificultad en esto si tales retiros se hacen con ocasión de aquellas reuniones que celebran por oficio todos los prelados de alguna provincia eclesiástica, ya para atender al bien común de las almas, ya para deliberar sobre lo que más reclame la condición de los tiempos» (ibid., 15 : Col. Enc., p.804). 

b) EXHORTA A LOS SACERDOTES A QUE LOS PRACTIQUEN CON ARDIENTE DESEO DE PERFECCION
«Con razón, pues, estamos convencidos de que los sacerdotes y religiosos, que, anticipándose a la ley de la Iglesia, con laudable empeño frecuentaban los ejercicios espirituales, en lo futuro emplearán con tanta mayor diligencia este medio de santificación cuanto más gravemente les obliga a ello la autoridad de los sagrados cánones.
Por lo cual exhortamos insistentemente a los sacerdotes del clero secular a que sean fieles a practicar los santos ejercicios, al menos en aquella módica medida que el Código de Derecho Canónico les prescribe (en. 126); de suerte que los emprendan y lleven adelante con ardiente deseo de su perfección, para que adquieran aquella abundancia de espíritu sobrenatural que les es sumamente necesaria para procurar el provecho espiritual de la grey a ellos encomendada y para conquistar para Cristo muchas almas» (cf. ibid. t6 : Col. Enc., p.805).

c) TAMBIEN ES DESEO DEL PAPA QUE LOS SEGLARES DE ACCION CATOLICA FRECUENTEN LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES PARA PELEAR LAS BATALLAS DEL SEÑOR
«Con no menor solicitud, venerables hermanos, aconsejamos que con los ejercicios espirituales se formen convenientemente las múltiples legiones de la Acción Católica, la cual no desistimos ni desistiremos nunca de fomentar y recomendar con todas nuestras fuerzas, porque tenemos por útilísima (por no decir necesaria) la participación de los seglares en el apostolado jerárquico. No tenemos, ciertamente, palabras bastantes con que poder expresar la singular alegría que nos ha inundado al saber que casi en todas partes se han organizado tandas especiales de santos ejercicios en que se ejercitan estos pacíficos y valerosos soldados de Cristo, y principalmente los grupos de los jóvenes. Los cuales, al acudir frecuentemente a ellos para estar cada vez más preparados y prontos para pelear las sagradas batallas del Señor, en ellos no sólo hallan medios para imprimir en sí más perfectamente el sello de la vida cristiana, sino que ni aun es raro que oigan en su corazón la secreta voz de Dios, que los llama a los sagrados ministerios y a promover la salud de las almas, v hasta los impulsa a ejercitar plenamente el apostolado. Espléndida es, en verdad, esta aurora de bienes celestiales, a la que seguirá y coronará en breve un día pleno, con tal que la práctica de los ejercicios espirituales se propague más extensamente y se difunda con pericia y prudencia entre las varias asociaciones de católicos, en especial de jóvenes» (ibid. 17 : Col. Enc., p.806).

E) Que sean verdaderos el silencio y la soledad 

a) PARA QUE LOS EJERCICIOS DEN SU FRUTO ES PRECISO HACERLOS CON DILIGENCIA, NO POR RUTINA
«Pero para que los alegres frutos que liemos enumerado se sigan de los santos ejercicios, es preciso hacerlos con la debida diligencia ; porque, si sólo por rutina o perezosa y negligentemente se practican estos ejercicios, poco o ningún provecho se obtendrá ciertamente de ellos» (ibid., 19 : Col. Enc., p.807).

b) ALEJANDOSE EL HOMBRE DE LOS CUIDADOS DE CADA DIA, PORQUE EN EL SILENCIO Y SOLEDAD APROVECHA EL ALMA
«Por tanto, es preciso, ante todo, que en la soledad el alma se entregue a las sagradas meditaciones, alejando todos los cuidados y preocupaciones de la vida ordinaria; pues, como claramente enseña el áureo librito De la imitación de Cristo (l.i c.20), "en el silencio y la soledad aprovecha el alma devota» (ibid., 30 : Col. Enc., p.807).

c) ADEMAS, NO SE HAN DE ABREVIAR DEMASIADO SI SE QUIEREN OBTENER TODOS LOS BENEFICIOS QUE PROMETEN
«Además, los ejercicios espirituales genuinos requieren que se invierta en ellos cierto espacio de tiempo. Y aunque, según las circunstancias de las cosas y de las personas, pueden reducirse a pocos dias o extenderse a todo un mes, no se han de abreviar demasiado si se quieren obtener todos los beneficios que prometen los ejercicios. Porque, asi como la salubridad de un lugar sólo favorece a la salud del cuerpo cuando se vive allí durante algún tiempo, así el saludable arte de las sagradas meditaciones no ayuda eficazmente al alma si no se ejercita durante cierto tiempo» (ibid., 21 : Col. Enc., p. 808).

d) ENTRE TODOS LOS METODOS, EL DE SAN IGNACIO LLEVA LA PRIMACIA, FECUNDO EN FRUTOS DE SANTIDAD DURANTE CUATRO SIGLOS
«Finalmente, interesa en sumo grado, para hacer los ejercicios espirituales debidamente y sacar fruto de ellos, el que se practiquen con un método sabio y apropiado.
Mas es cosa averiguada que, entre todos los métodos de ejercicios espirituales que muy laudablemente se fundan en los principios de la sana ascética católica, uno principalmente ha obtenido siempre la primacía, el cual, adornado con plenas y reiteradas aprobaciones de la Santa Sede y ensalzado con las alabanzas de varones preclaros en santidad y ciencia del espíritu, ha producido en el espacio de casi cuatro siglos grandes frutos de santidad: nos referimos al método introducido por San Ignacio de Loyola, al que cumple llamar especial y principal maestro de los ejercicios espirituales, cuyo «admirable libro de los Ejercicios" pequeño ciertamente en volumen, pero repleto de celestial sabiduría, desde que fue solemnemente aprobado, alabado y recomendado por nuestro predecesor, de feliz memoria, Pablo III, ya desde entonces, para repetir palabras empleadas en cierta ocasión por Nos antes de que fuésemos elevado a la Cátedra de Pedro, «sobresalió y resplandeció como código sapientísimo y completamente universal de normas para dirigir las almas por el camino de la salvación y de la perfección ; como fuente inexhausta de piedad, a la vez muy eximia y muy sólida, y como fortísimo estímulo v peritísimo maestro para procurar la reforma de las costumbres y alcanzar la cima de la vida espiritual» (ibid., 22 : Col. Enc., p. 808).
e) PORQUE SE ACOMODA A TODA CLASE DE PERSONAS, APARTE DE LA EXCELENTE DOCTRINA Y UNIDAD ORGANICA DE SUS PARTES
"Y, ciertamente, la excelencia de la doctrina espiritual, enteramente apartada de los peligros y errores del falso misticismo; la admirable facilidad de acomodar estos ejercicios a cualquiera clase y estado de personas, ya se dediquen a la contemplación en los claustros, ya lleven una vida activa en negocios seculares; la unidad orgánica de sus partes; el orden claro y admirable con que se suceden las verdades que se meditan; los documentos espirituales, finalmente, que, sacudido el yugo de los pecados y desterradas las enfermedades que atacan a las costumbres, llevan al hombre por las sendas seguras de la abnegación y de la extirpación de los malos hábitos, a las más elevadas cumbres de la oración y del amor divino : sin duda alguna, son tales todas estas cosas, que muestran suficiente y sobradamente la naturaleza y fuerza eficaz del método ignaciano y recomiendan elocuentemente sus ejercicios» (ibid. : Col. Enc., p.809-810).
f) SON INSTRUMENTO PRECIOSÍSIMO DE RENOVACIÓN SOCIAL LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES
«En primer lugar, estimen mucho y apliquen frecuentemente, para bien de sus alumnos, aquel instrumento preciosísimo de renovación privada y social que son los ejercicios espirituales, como dijimos en nuestra encíclica Mens nostra. En ella hemos recordado explícitamente y recomendado con insistencia, además de los ejercicios para todos los seglares, los retiros, de especial utilidad para los obreros. En esa escuela del espíritu no sólo se forman óptimos cristianos, sino también verdaderos apóstoles para todas las condiciones de la vida, inflamados en el fuego del Corazón de Cristo. De esa escuela saldrán, como los apóstoles del cenáculo de Jerusalén, fortísimos en la fe, armados de una constancia invencible en medio de las persecuciones, abrasados en el celo, sin otro ideal que propagar por doquiera el reino de Cristo» (Pio XI, Quadragesimo anno, 58 : Col. Enc., p. 628).

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