¿De qué sirves, Primavera...?
Qué me importa que derrames por doquiera
centenares de corolas y millares de capullos
y despiertes en el bosque la explosión de tus arrullos,
si la tumba de mi padre está callada,
y la frente de mi madre, con espinas, coronada?
¿De qué sirves, Primavera...?
!Qué me importa que se inflamen en la hoguera
de tu sol resplandeciente, las montañas y los cielos,
y las almas sientan vértigos de ilusiones y de anhelos?
¡Ni calientas el sepulcro de mi padre,
ni derrites las escarchas de la frente de mi madre!!
¿De qué sirves, Primavera...?
¡Que me importa que en la hirsuta cabellera
de los pinos multipliques las nidadas de jilgueros,
si mi alma sólo escucha los acentos plañideros
con que lloran su perpetua soledad
abrazadas, tiritando, la viudez y la orfandad...?
¿De qué sirves, Primavera...?
¡No me importa, no me importa ni siquiera
que sacudas con tus alas el cordaje de mi lira...!
¿Para qué son mis canciones, si mi padre no las mira
ni las oye... y, al oirías, la cabeza
de mi madre se doblega abatida de tristeza?...
¡Primavera!... ¡Primavera!...
Guarda todos tus encantos... Cuando muera,
ven y riega en mi cadáver, tus corolas y capullos,
ven y entona en mis oídos la canción de tus arrullos;
ven, forma arcos triunfales,
cuando el alma se abalance a 1as caricias paternales!!
cuando el alma se abalance a 1as caricias paternales!!
Mons. Vicente M. Camacho
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