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lunes, 13 de agosto de 2012

TU PUESTO

Una graciosa leyenda narra:
Las estrellas tuvieron, un día, envidia de las golondrinas.
"¿Por qué — se lamentaban— las golondrinas poseen el privilegio de volar a donde quieran y nosotros, en cambio estamos sometidas a una ley invariable? ¿Por qué no nos es lícito desviarnos aunque sea un poco del curso que se nos ha establecido? También nosotras queremos la libertad de las golondrinas".
Su deseo fue satisfecho. Todas las estrellas pudieron moverse a su antojo.
Entonces en el cielo hubo un gran desorden, anarquía y confusión. Y el magnífico cielo estrellado pareció asemejarse a nuestro planeta, cuando revoluciones y guerras lo trastornan.
Espantadas, las estrellas, pidieron el retorno a su primitiva condición y pronto el cielo recuperó su armonía perdida.
Sobre la tierra cada uno de nosotros es como una estrella a quien Dios ha colocado en su puesto, en su misión, en su camino. Quien se rebela a las disposiciones del Creador es una nota desafinada en la armonía social, una estrella que rehusa recorrer su propia órbita.

También a ti, jovencita, Dios te ha señalado tu puesto en el mundo, en la sociedad, en la familia.
¿Quieres que en ti y en torno de ti no reine un día el desorden que provocaron las estrellas envidiosas?
Conserva reverente tu puesto. Y quiero decir: acéptate como eres, con tus dones y tus deficiencias, en tu condición social, en tu familia, con tu oficio, con tu carácter.
¿Eres agraciada, rica, culta, amada?
Agradece a Dios, canta su bondad inefable.
Aprende a "florecer" donde Dios te ha sembrado; valoriza, santifica sus dones.
Estás, al contrario, privada o escasa de cualidades físicas, morales, intelectuales que admiras en otras compañeras tuyas? También en este caso agradece a Dios y canta su bondad.
No te lamentes ni investigues. El es nuestro Dueño, que obra justamente, con fines inescrutables. El, el Artista supremo, que se deleita haciendo vibrar la cuerda de nuestro corazón con notas de alegría y de dolor, para regular la armonía de la creación. El, nuestro buen Padre, que delicada y providencialmente nos guía paso a paso hacia nuestro fin eterno.
Por lo demás, no creas que los demás sean más felices que tú. Dios al crear los seres humanos dio un poco a todos y todo a nadie. Solamente El es perfecto.
De acuerdo, la frente de los demás muchas veces se te revela una bandera de alegría y, a veces, interpretas una sonrisa de felicidad como irrisión, o burla de tu tristeza.
¡Pero si supieras cuánto puedes equivocarte!
Detrás de una frente airosa y modelada por la virtud, ¡cuántas veces se ocultan dolores que martirizan la existencia de quien tú envidias!
El poeta Parzanés dejó escrito:
 "Si a cada uno el interno afán 
Se leyera en la frente escrito, 
¡Cuántos que envidia nos dan
 Nos causarían piedad!" 
Pocos versos que encierran una gran verdad. Apréndelos de memoria: te ayudarán a comprender y a recordar que en tu lugar y solamente en él, encontrarás la paz, la serenidad y todos los auxilios necesarios para no sucumbir en la prueba sobre este valle de lágrimas y conseguir así triunfalmente la bienaventuranza eterna del cielo.
Y si quieres recuerda también esta leyenda que narra Luis Veuillot:
"Leí —refiere el periodista— que un día entró al cielo un alma desconocida, que sobre la tierra no había hecho cosas extraordinarias, ni había conocido las lágrimas ni las desventuras.
Según el juicio de muchos le correspondía un lugar entre los insignificantes.
Pero ¿qué?
Los bienaventurados, con gran maravilla la vieron llegar airosa, subir y tomar asiento entre los lugares más distinguidos.
Se difundió entonces entre ellos un murmurio de estupor; todos miraron interrogativamente al Angel que había introducido al cielo a aquella alma afortunada.
Este se postró ante el trono de Dios y pidió la palabra. Veloces como un batir de alas de mariposa, le brotaron de los labios palabras que fueron muy bien entendidas por todo el mundo celestial.
Dijo así:

"Esta alma tomó siempre con ánimo tranquilo y sereno, la porción de sol, de sombra, de tierra que le tocaba y nunca entró en cuestiones por cosas que no constituían ofensa de Dios. Por esto tuvo la paz en la tierra y merece una elevada bienaventuranza en el cielo".

 ¿Te gusta el ejemplo?
Imítalo y te tocará también a ti la misma suerte.

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