Tu mejor amiga ha de ser tu madre.
Podrás y deberás tener otras de tu edad con las cuales alternes, te
expansiones y diviertas; pero la mejor de todas las amigas ha de ser para ti
tu propia madre.
Mayor cariño, comprensión, espíritu de sacrificio, tolerancia,
benevolencia y fidelidad no encontrarás en ninguna otra persona.
Ya sé que está de moda despegarse de la madre y hacer alarde de que
ésta no influye nada en la propia vida.
Es una de esas posturas ridículas que sólo merecerían una sonrisa de
compasión si no fuese por los estragos que hace en la muchachada.
Se priva con ello a las chicas de su principal confidente, del guía
que Dios les ha puesto en la naturaleza
La fruta que prematuramente se arranca del árbol o no madura o lo hace
artificialmente. Lo mismo le pasa a la muchacha a quien se arranca demasiado
pronto de la intimidad materna; el sentido de la vida no llega en ella a
sazonar; a lo sumo adquiere una madurez artificial.
Jamás la fruta sazonada artificialmente puede equipararse a la que ha
conseguido una madurez natural. Es ésta más bonita, más sabrosa y más rica en
cualidades alimenticias.
Hoy abundan las chicas insípidas, de personalidad desdibujada, con
ideas confusas y sentimientos mal formados. No es extraño; han madurado
artificialmente.
No pretendo con esto que vivas tan pegada a tu madre que no sepas
separarte de ella. Lo que te digo es que, a su lado o lejos, vivas unida con
ella, como con tu mejor amiga, y, por encima de las opiniones de todos los
demás, escuches su parecer, que en tu balanza debe tener un peso superior a
cuanto te diga todo el mundo.
Tu alma debe ser para ella transparente, de manera que
todos tus sentimientos, afectos, ilusiones e ideales le estén siempre patentes.
¿Por qué ocultarle lo que piensas, sientes, planeas o deseas, si en
ello no hay nada vergonzoso?
¿Y si algo culpable en ello hubiese, mejor que ocultarlo, no sería
arrancarlo o enderezarlo, según los casos? ¿Y quien podrá ayudarte a ello mejor
que tu madre?
Me dan miedo esas chicas que son reservadas con sus mamás y proceden a
sus espaldas o, por lo menos, a su margen. ¡Qué difícil es que no den un
patinazo! En cambio, si conservan la confianza con quien les dio el ser, y se
lo cuenta todo, aun cuando atraviesen una de esas crisis de desorientación, de
distracción y de tontería, que son epidemia de la juventud, conservo la
esperanza de que, tarde o temprano, conseguirán enfocar y equilibrar su vida
sin mayores consecuencias.
Si le ocultas tu interior, si le disimulas los pensamientos, si le
cierras con siete llaves la puerta de tu corazón, de tu voluntad, de tu alma,
¿cómo podrá formarte?
Lo más probable es que no acierte en los procedimientos que contigo
ha de emplear.
Y después te quejas de que tu mamá no te entiende, de que no acierta
contigo. ¿Cómo te va a entender si tú haces todo lo posible para que no te
conozca?
Dices que tu mamá no puede comprenderte porque tiene muy distinta edad
y los años cambian la manera de ver las cosas; que pertenece a otros tiempos ya
pasados, en los cuales las costumbres eran muy otras.
Es cierto; entre tu mamá y tú han de mediar, por lo menos, veinte
años; mas este lapso de tiempo, en vez de ser perjudicial para la confidencia,
es beneficioso. Los años dan sensatez, ponderación, prudencia y equilibrio, a
la par que alejan de la ligereza, de la superficialidad y de la irreflexión.
Cuanto más se avanza por la vida, se miran las cosas con mayor frialdad, se
cala más hondo, se distingue mejor la realidad de los espejismos, se tiene
mayor objetividad en los juicios. ¿No es ésta una gran ventaja para poder
aconsejar?
Por otro lado, tu madre ha sido como tú, ha vivido los mismos
problemas que actualmente te preocupan, ha sentido
la quemazón de los mismos deseos y el hormigueo de las mismas inquietudes.
Ha crecido viendo venir tras de ella a otras chicas con idénticas
preocupaciones, obstáculos, fracasos y éxitos. La serie de chicas caminando por
el mismo o parecido sendero se ha prolongado desde ella hasta ti. Tiene una
experiencia estupenda que le capacita para ver con más claridad y resolver
con mayor probabilidad de éxito.
¡Cuánto sabe tu madre! Las chicas creéis que sabéis más porque habéis
nacido en un tiempo de mayor progreso, entre más aventajados adelantos, y
habéis recibido una instrucción más esmerada, con estudios que vuestras mamás
no hicieron.
Desengáñate: la ciencia de la vida no se adquiere estudiando Geografía o Matemáticas; la ciencia de la vida se aprende viviendo, y como tu
madre ha vivido más que tú, sabe más, muchísimo más que tú, y por eso está muy
bien capacitada para poderte enseñar y aconsejar en cada uno de esos casos.
Cuando te surja un problema de la vida, cuando tu corazón salte con
latidos desacostumbrados, cuando el escarabajeo de una preocupación te hurgue
en el pecho o un recuerdo grato o ingrato se incruste en tu mente o tu conciencia
se encabrite o se retuerza, no busques la solución en el texto de Ciencias
Naturales, ni en la Filosofía, ni en las Matemáticas superiores; vete adonde tu
madre, háblale claro, confíate a ella y deja que abra delante de ti el libro de
su experiencia, donde encontrarás la ciencia práctica de la vida.
Vosotras, las muchachas, como sois nuevas, creéis que todo es nuevo, y
que lo que os pasa no ha pasado nunca.
No seáis ingenuas. La vida es muy vieja, y cuanto os acontece se ha
repetido en millones de casos a través de los siglos.
Siempre ha habido en el mundo chicas que antes fueron niñas y después
serán mujeres, y esas chicas tuvieron un complejo psicológico como las de
ahora, con las mismas pasiones, apetitos y tendencias combinadas en proporciones
idénticas.
Vuestro mundo no es nuevo más que en el exterior, en
lo
accidental; en lo interior y esencial es como el mundo de vuestros abuelos, o
de la Edad Media, o de la época romana o griega, o de los tiempos anteriores
al diluvio.
Tu cuerpo es como el de las mujeres de aquellas edades. Los tiempos
han cambiado; pero sus cambios no han logrado modificar la configuración
corporal de la mujer, sino que tan sólo han introducido variación en los vestidos
que la cubren. Fueron éstos pieles en las épocas prehistóricas, túnicas más o
menos amplias en la cultura griega y romana, corpiños ajustados y abundosas
faldas en el período gótico, miriñaques descomunales en los tiempos de las
meninas y faldas hasta el tobillo cuando vuestras abuelas eran de vuestra edad.
A eso han quedado reducidos todos los cambios del tiempo; pero bajo tan
diversos vestidos, el mismo cuerpo, más o menos alto, más o menos grueso, más
o menos bello, pero con la misma organización y configuración esencial.
Lo mismo ha sucedido respecto a las almas. Tu alma es idéntica a la de
tu madre y a la de todas las mujeres nacidas de Eva a través de los más
diversos tiempos. El mismo complejo psíquico combinado en una u otra proporción,
pero con la misma organización y contextura. El tiempo no ha conseguido
introducir en ellas cambio alguno, sino tan sólo cubrirlas con diversos
ropajes.
Son muy distintas las costumbres de ahora de las de la época de
nuestras madres, sé dice; y esto es cierto en cuanto a lo accidental, pero no
en cuanto a lo esencial, en lo cual continúan siendo idénticas con los mismos
problemas, complicaciones, revulsivos y reacciones.
De donde resulta que, así como, cuando tu cuerpo enferma o es objeto
de cualquier afección, acudes a tu madre y le juzgas capacitada para
entenderte y atenderte, así también cuando tu alma enferma sufre agitación o
atraviesa alguna crisis, debes acudir a tu madre, confiada en que la
encontrarás capacitada mejor que nadie para comprenderte, ayudarte a salvar la
situación y conseguir el éxito.
Ten amigas de tu edad, amigas buenas que con sus risas hagan coro a
tus alegrías, te sirvan para expansionarte, te acompañen en la honesta
diversión y sean tu ayuda en el regocijo y en la
virtud; pero sobre todas ellas, ten, como tu mejor amiga, a tu madre. Jamás te
arrepentirás de ello.
Emilio Enciso Viana
LA MUCHACHA EN EL HOGAR
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