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viernes, 10 de febrero de 2012

LOS TRASTORNOS NERVIOSOS Y MENTALES CON CARACTER RELIGIOSO (4)

C) Neurosis y delirios de ateísmo
En el individuo que adopta la actitud del descreído frente a los problemas religiosos, las afecciones nerviosas y mentales que pueden ocurrir toman naturalmente el color de los elementos de esa actitud: ideas o sentimientos. El vacío metafísico creado por la incredulidad, para responder a los grandes problemas del origen y del destino del hombre y del cosmos, exige una fe intensa en la ciencia material y en las teorías sociales y políticas. En el estado patológico, esta fe se tornará credulidad, absolutamente análoga a las supersticiones religiosas, en los descubrimientos científicos, la metapsíquica, etc.
La negación de los dogmas religiosos en lugar de proceder del concurso de ideas y sentimientos del sujeto, tomará un carácter impositivo, irracional, obsedente. Sin duda, fué pensando en estos enfermos que Broussais escribió en sus Lecciones de Frenología: "El ateísmo no puede penetrar en la cabeza de un hombre que haya reflexionado profundamente acerca de la naturaleza". Y también el abate doctor Bautain, en su Filosofía moral: "El ateísmo, o lo que se llama así, es casi siempre la fantasía oblicua de un espíritu falso dominado por una idea fija; es una especie de monomanía". El doctor Verga, de Milán, hizo una vez un estudio interesante sobre La monomanía blasfematoria, citando observaciones de enfermos llevados impulsivamente a la blasfemia.
Los delirios de negación llevan el negativismo tanto sobre las ideas metafísicas como sobre las otras. El doctor Sante de Santis atribuye el origen de las ideas y los delirios de negación a una tendencia negativa muy neta en el niño, en la mujer y en ciertos adolescentes retardados. Esta misma tendencia antecede al delirio y, curado éste, le sobrevive. El delirio de negación sería la reproducción mecánica del instinto negador de la especie, que constituye una especie de reflejo de defensa (Ann. méd. psych., 1904, T. XX, pág. 493).
El doctor Ceillier, en su reciente Pratique médico-chirurgírale (Tomo V., pág. 796, Masson, París, 1931), después de comprobar que "las fobias religiosas son frecuentes: fobias de sacerdotes, de iglesias, de cementerios, de ceremonias religiosas...", demuestra que en los delirios pasionales de carácter religioso, "ciertos sujetos son reivindicadores vulgares o perseguidos persecutores, que se creen víctimas de la Iglesia y le han jurado un odio eterno. Los demás son espíritus fuertes que combaten el error religioso".
Las neurosis y los delirios de ateísmo se dividen por lo tanto en psicopatías especulativas y en psicopatías de persecución. A más de sus manifestaciones individuales, alcanzan en ciertos períodos revolucionarios considerables consecuencias políticas y sociales. Los fanáticos antirreligiosos, los sectarios que abundan en el modo de pensar de cierto número de personas, tienen la ilusión de ser espíritus superiores y se creen audaces portaestandartes de su ideal. Cuando a este morbo se mezclan las pasiones, en los períodos agitados desde el punto de vista político, sobre todo en las épocas revolucionarias, los neuróticos, los semi-locos y aun los verdaderos delirantes llegan a ser conductores de muchedumbres. El ateísmo ha tenido lugar destacado en la Névrose revolutionnaire descripta por los doctores Cabanés y Nass (cap. VII, La névrose religieuse).
El doctor Duhamel, en su tesis sobre El rol de los factores paranoicos en la génesis de las ideas revolucionarias, hace la siguiente curiosa observación: "Durante el cotejo de la cantidad de admirables observaciones dejadas por Pinel y Esquirol, con nuestra gran sorpresa, no hemos hallado más que pocos casos de paranoya, citados por otra parte muy sucintamente. La razón de esta laguna resulta muy clara: el tipo paranoico de descripción reciente, se acerca en determinados casos a los tipos normales, para quien no se ha hecho la diferencia en una época tan movida como la revolucionaria. Los asilos están llenos de enfermos, pero si no hallamos entre ellos a los paranoicos, es simplemente porque están en la calle".
En otro lugar afirma que "las muchedumbres fueron conducidas por algunos individuos de personalidad poderosa y entre los jefes hallamos excelentes tipos de paranoicos... Entre éstos, Saint Just, Robespierre, Marat, representan tres observaciones de paranoya de distinta gravedad y progresiva en ese orden".
El doctor Duhamel concluye: "Las tendencias paranoicas de la Revolución Francesa se han manifestado especialmente:

a) en las ideas filosófico-sociales expuestas en el programa jacobino;
b) en las ideas políticas: dogma de la infalibilidad del pueblo, proyecto de república universal, etc.;
c) finalmente, y sobre todo en las ideas religiosas, interpretación, supresión y luego creación de una religión, el culto de la Razón con mayúscula, culto ficticio de materialistas de tono subido, en el que naufragaron siempre algunos deístas ingenuos".
Además, la masacre de sacerdotes y religiosos —que nada tenían de aristocrático y que habían aceptado favorablemente los principios de la Revolución— atestiguan de manera dolorosa el verdadero frenesí antirreligioso de sus autores.
Se recuerda a Farini, el revolucionario italiano que un día de revuelta, mostrando su brazo desnudo, gritaba: "He de hundir este brazo hasta el codo en la sangre de los curas" y que se "hundió" él en el delirio de persecución más agudo.
Mas, especulativa o de persecución, es la psicosis la que regula las manifestaciones, y no la teoría filosófica; ésta le sirve de motivo delirante y no sólo no es la causa del delirio sino que se adapta a su variedad patológica. El delirante religioso se cree elegido por Dios, mata o incendia en nombre de un Dios de amor. El delirante ateo se cree un espíritu fuerte, filosófico, se imagina perseguido por los jesuítas, por el Papa, mata y guillotina en nombre de la humanidad y de la libertad de pensamiento.
Más que para conducir un ómnibus o un aeroplano, el examen psiquiátrico sería útil para los conductores de pueblos. Pero esto implicaría el mismo examen en los médicos que los examinaran (¿Marat no fué médico?); las formas comunes de estas psicosis con objeto religioso se acercan tanto al pensamiento normal o al aspecto pasional simplemente del mismo, que los diagnósticos corren el peligro de ser a menudo difíciles o arbitrarios. Además la psiconeurosis, con su carácter impulsivo, se deshace de reglas y contralores y la idea fija seduce fácilmente a las muchedumbres por su esquematización. La vida pública sigue siendo, pues, el gran dominio de la locura y puede salvarse parcialmente de ella solamente por una buena higiene y una vigilancia mental individual.
Los cuatro síntomas cardinales de la paranoya, como nos dice el doctor Duhamel, son: el orgullo, la desconfianza, la falsedad de juicio, la inadaptabilidad social. Hemos visto con Bergson que son justamente las cualidades opuestas las que caracterizan a los grandes místicos: humildad, amplitud de espíritu, buen sentido superior, facultad de adaptación, fecundidad social. Hallar los síntomas de la paranoya en sus aspectos menores, corregirlos cultivando las cualidades citadas es la gran tarea social, médica y moral de educadores, médicos y directores de conciencia.

Observación I
(Según la tesis del Dr. Moussa: La locura de Nietzsche).
"Federico Guillermo Nietzsche nació en Bocken, en Turingia, en 1844. Padre fallecido a los 36 años de edad en 1849 por una enfermedad con manifestaciones cerebrales. Hermano fallecido en 1850 por una crisis nerviosa. Viva sensibilidad, mareos, sugestividad a tal punto "que jugando a la guerra con una amiguita, la hirió seriamente con una flecha griega" (Andler).
"Carácter dulce, de una bondad suma, sensible a la amistad, caritativo y comprensivo. Crisis de cefalalgia que lo retenían muchos días en la cama y le dejaban maltrecho. Cuando se levantaba, era muy sensible a la luz, vivía en una habitación oscura, comía poco (Moebius).
"A los 18 años (en 1862) frecuentó la Universidad de Bonn: vida alegre de estudiante, luego más severa. Se enferma durante varias semanas de reumatismo articular agudo, según algunos, de sífilis, según otros.
"Es nombrado profesor de filología clásica en la Universidad de Basilea en 1869. "Desde esa época se torna vanidoso, ama la soledad, tiene carácter inestable y sufre dolores de cabeza; pero todos los que le tratan, lo consideran como un ser que desborda inteligencia".
"Está obligado a cuidarse durante todo el invierno 1870-71. Sufre de insomnio y de una disentería mal curada, y se ve en la necesidad de tomarse unas vacaciones en febrero, para descansar en Italia con su hermana. Reside seis semanas en Lugano".
"Los trastornos psíquicos de Nietzsche, sea que se trate de parálisis general o de otra afección mental, comenzaron al parecer entre 1882 y 1885.
"Los extraños y los familiares del paciente no creyeron en la existencia del mal, más que en el período de la demencia, que apareció en Nietzsche en 1890.
"Hubo quien, más alerta, comenzó a desconfiar cuando el enfermo sufría delirio de persecución, megalomanía y delirio por intervalos. Estos signos fueron abundantes entre 1885 hasta 1890.
"René Berthelot en la Grande Encyclopédie escribe: "A los quince años su poeta preferido es Hoelderlin, el amigo de Goethe y Herder, el íntimo de Schelling y Hégel. El entusiasmo de Hoelderlin por la civilización griega, como la más hermosa, su panteísmo poético, su aversión por la religión cristiana y por los alemanes de su tiempo, son todos rasgos e ideas destinadas a reaparecer más tarde en Nietzsche como teorías que tratará durante toda su vida de desarrollar y enriquecer...". Hoelderlin murió loco a los 32 años de edad.
"Ahora bien, en la portada de La gaya ciencia, compuesta en 1882, Nietzsche escribió:
"Vivo en mi propia casa,
nunca imité a nadie;
me río de todo maestro
que no se ríe de sí...".


"Y con respecto a El origen de la Tragedia (1871), que exalta el ideal helénico, escribía a Ritschl: "Entretanto manifiesto la convicción de que serán necesarias algunas décadas antes de que los filólogos sepan comprender un libro tan esotérico y tan científico en el sentido más elevado de esta palabra" (Andler).
"Este olvido de lo que debe a Hoelderlin y a otros, esta megalomanía contrastan singularmente con lo que se dice de la dulzura y sencillez de su carácter y dan ya un matiz de la morbosidad.
"En 1873 Treitschke, el historiador prusiano, escribe a Overbeck: "¡Qué desgracia para ti que hayas encontrado a ese Nietzsche, ese desequilibrado, mordido hasta el meollo por la locura de grandezas". En 1875 sufre crisis de insomnio y hemicráneas, que se tornan cada vez más violentas. En 1876, enfriamiento hacia Wagner con quien mantenía estrechos vínculos antes; "por esa misma época ya no aprecia a Schopenhauer. Versatilidad del enfermo y no, como se ha pretendido decir, sublime evolución del genio. Sufría mucho. A comienzos de 1876 tuvo una crisis terrible. La cefalalgia se calmaba solamente con mucho hielo en la cabeza. Tomó entonces unas vacaciones de un año.
"En 1878, reanudó sus cursos, pero no alcanza a dictarlos; los ataques se repiten. En 1879 las crisis retornan cada vez más frecuentes y cada vez más violentas.
"Entrega su dimisión en 1879... Y comienza una existencia solitaria, sin amigos, casi sin libros... El mal no le deja tregua. Desde enero de 1879 hasta enero de 1880 padece de hemicránea durante 118 días. Después de un breve período, las crisis vuelven a fines de diciembre de 1879.
"En ese período, "con un mínimum de fuerzas y de salud" comienza a escribir Aurora.
"Aurora, reflexiones sobre la moral... Se compone de aforismos numerados como La gaya ciencia. Algún psiquiatra cree que la locura comienza su obra devastadora (Dr. Michaut). Y es cuando inicia su campaña contra la moral e inaugura la transmutación de todos los valores.
"Compone en 1882 La gaya ciencia; se trata de aforismos. Después de su libro Humano, demasiado humano, Nietzsche ha renunciado a la tarea de ligar sus ideas, de componer. Desde entonces volcará sus ideas en hojas y las expresará en aforismos. Casi todas sus obras están escritas así, con pocas excepciones.
"Nietzsche dijo: Una máxima es un anillo en una cadena de pensamientos. Exige que el lector recomponga por sus propios medios esa cadena. Eso es pedir al lector lo que debería hacer el autor. Si este último renuncia a ello, es por cansancio mental: el cerebro enfermo ya no puede hacer esfuerzos sostenidos.
"Las ideas expuestas en esos aforismos son revolucionarias. Declaran la guerra a toda la metafísica como a toda religión: guerra al misticismo hindú y a las teorías de un Parménides, de un Platón, de un Espinosa, de un Kant, de un Schopenhauer, precursores o continuadores del cristianismo...
"Del mismo modo que Nietzsche ha renunciado al esfuerzo de la exposición continuada, con el pretexto que abandona el convencionalismo del discurso ligado, tampoco se toma ya la tarea de documentarse. Toma de sí mismo sus afirmaciones y así las suelta.
"Como él mismo confiesa, su método de trabajo ha cambiado en razón de su enfermedad:
Fué entonces que vino en mi ayuda, de manera que no sé admirar lo suficiente, y justo en el momento oportuno, la mala herencia de mi padre y que en resumen es una predisposición a morir joven. La enfermedad me quitó lentamente de mi ambiente; me ahorró toda ruptura, todo paso violento y escabroso. Además la enfermedad me dio el derecho de alterar completamente todas mis costumbres; me permitió, me ordenó entregarme al olvido; me dió la posibilidad feliz de obligarme a quedar en el lecho, a estar ocioso, a esperar, a tener paciencia... Pero eso es justamente lo que se llama pensar... Mis ojos solos bastaron para concluir con toda preocupación por los libros, con toda la filología. Fui libertado de los libros; durante años no leí más nada y ése fué el beneficio más grande que yo recibí (Ecce Homo).
"Nietzsche nos dice que ese sistema de trabajo es el bueno; realmente fué el único que pudo seguir por su enfermedad.
"Así habló Zaratustra, considerado como la obra maestra de Nietzsche, fué compuesto entre 1883 y 1885. Se notan en este libro "oscuridad, contradicciones, repeticiones, rarezas, puerilidades, ingenuidades". El autor muestra la hipertrofia de su yo; su orgullo aumenta, se transforma en megalomanía.
"El período de 1885-1888 es definido por Bernoulli como el Período del Fanatismo. "En las últimas obras de Nietzsche —escribe el doctor Moussa— los ataques furibundos, las exageraciones extremas, la megalomanía, la euforia se acentúan cada vez más. La excitación mental llega al máximum. Nietzsche escribe sus obras en pocos días. Y son numerosas. En 1888 escribe seis obras en ocho meses...".
"Fué el 21 de julio de ese año que escribió al profesor K. Knortz: De mi Zaratustra, creo más o menos que es la obra más profunda que exista en idioma alemán.
El 27 de julio escribe a C. Fuchs: Pero yo soy la única autoridad que exista hoy. Seréis el primero en acordarme la de ser considerado cómico fuera de toda medida.
"El 4 de enero de 1889, poco tiempo antes de que se le recluya, escribe a Brandés una carta en la que se considera como el continuador de Cristo y su mayor enemigo.
"Ese mismo año, escribió todavía: Yo soy Fernando de Lesseps, soy Chambidge, soy Prado.
"Fué desde el 3 hasta el 30 de setiembre de 1888 que compuso El Anticristo, diatriba furibunda contra la religión cristiana. Basta comparar un pasaje de La gaya ciencia (1882), aun cuando no concebida en perfecto equilibrio cerebral, con otros de El Anticristo (1888), para ver la diferencia entre el razonamiento ateo y el delirio de ateísmo:
"1. La Gaya Ciencia. — Del origen de las Religiones: Las verdaderas invenciones de los fundadores de religiones son por un lado: haber fijado un modo de vivir determinado, costumbres de todos los días, que actúan como una disciplina de la voluntad y suprimen al mismo tiempo el aburrimiento; por otro lado: haber dado justamente a esa vida una interpretación por la cual parece envuelta en una aureola de un valor superior, de modo que se convierte en un bien por el que se lucha y a veces se sacrifica la vida. En realidad, de estas dos invenciones, la segunda es la más importante; la primera, el modo de vivir, existía ya generalmente, pero al lado de otros modos de vivir y sin que nadie se diera cuenta del valor que tenía. La importancia, la originalidad del fundador de una religión se manifiesta en general por el hecho de que éste ve el modo de vivir, lo elige, por primera vez adivina a qué puede servir y cómo se puede interpretarlo. Jesús (o San Pablo) por ejemplo, halla alrededor de sí la pequeña vida del pueblo menudo de las provincias romanas: lo interpreta, le infunde un sentido superior y, por eso mismo, el coraje de despreciar todo otro género de vida, el fanatismo tranquilo que reanudarán más tarde los hermanos de Moravia, la secreta confianza subterránea en si, que aumenta sin cesar, hasta sentirse lista para "superar al mundo", es decir a Roma y a las clases superiores de todo el Imperio, (pág. 320).
"2. El Anticristo. — Como todos los clarividentes, tengo una gran tolerancia hacia el pasado, es decir que generosamente me limito a mí mismo; paso con triste circunspección sobre esos millares de años de un mundo-cabaña que se llama cristianismo, fe cristiana, iglesia cristiana. Me cuido de hacer responsable a la humanidad de sus enfermedades mentales, mas mi sentimiento se rebela y estalla, cuando entro en los tiempos modernos, en nuestro tiempo. Nuestro tiempo es un tiempo que sabe... Lo que un tiempo fué solamente enfermedad, hoy se ha trocado en inconveniencia, y en nuestros días es una inconveniencia ser cristianos. Y aquí es que comienza mi disgusto... Aun con las más humildes exigencias de equidad, es necesario que se sepa hoy que un teólogo, un sacerdote, un papa, en cada palabra que pronuncia, no comete solamente un error, sino que dice una mentira. Y no le está permitido mentir por inocencia o por ignorancia... Ese sacerdote también sabe cómo nada importa que no haya más Dios, ni pecado, ni Redentor, que el libre albedrío, el orden moral son mentiras.." (pág. 294). "...El alegre mensaje (de Jesús) fué seguido de cerca por el peor de todos, el de San Pablo. En San Pablo se encarna el tipo contrario del mensajero alegre, el genio en el odio, en la visión del odio, en la lógica implacable del odio. ¡Cuántas cosas no sacrificó al odio ese "disangelista"! Ante todo al Salvador: le clavó en su cruz. La vida, el ejemplo, la enseñanza, la muerte, el sentido y el derecho de todo el Evangelio, nada existía fuera de lo que entendía en su odio ese monedero falso; nada que pudiera serle útil. ¡Nada de realidad, nada de verdad histórica ya! Y una vez más el instinto sacerdotal del judío comete el gran crimen contra la historia, borra simplemente el ayer y el anteayer del cristianismo y se inventa una historia del mismo, del primer cristianismo. Más todavía: San Pablo falsifica de nuevo la historia de Israel, para que aparezca como el prefacio de sus actas: todos los profetas han hablado de su Salvador... La Iglesia falsificó más tarde hasta la historia de la humanidad, para escribir el preludio del cristianismo..." (pág. 301). "Ese Dios que San Pablo se inventó, un Dios que aniquila la sabiduría del mundo (en un sentido más estrecho las dos enemigas de toda superstición, la filología y la medicina) no es en realidad más que una decisión resuelta por San Pablo para llamar Dios a su propia voluntad: thora, es decir lo archijudío. San Pablo aniquila la sabiduría del mundo: sus enemigos son los buenos filólogos y los médicos de la escuela alejandrina; es a ellos que hace la guerra. En realidad, no se es ni filólogo ni médico, sin ser a la vez anticristo. Porque como filólogo, se mira detrás de los libros santos, como médico detrás de la decrepitud fisiológica del cristiano tipo. El médico dice "incurable", el filólogo "charlatanismo"... (pág. 314). "Que la fe salve en determinadas circunstancias, que la beatitud no haga aún una idea verdadera de una idea fija, que la fe no mueva las montañas, sino que eleve a menudo montañas donde no las hay, podrá comprobarse suficientemente con una rápida visita a una casa de alienados. Pero no a un sacerdote: porque éste niega por instinto que la enfermedad sea una enfermedad, que las casas de insanos sean casas de locos. El cristianismo necesita de la enfermedad, casi como la antigüedad griega necesita de un excelente estado de salud. Hacer enfermos, he aquí el pensamiento verdadero, oculto en la inteligencia de todo el sistema redentor de la Iglesia. Y la Iglesia misma ¿no es la casa católica de alienados como ideal supremo? ¿La tierra entera un manicomio?..." (pág. 319).
"Cuatro meses más tarde, Nietzsche se encontraba en plena locura furiosa; se le debió hacer volver a Alemania, para recluirlo en una casa de salud. Pasó sus últimos años en un estado comatoso cercano a la idiotez y falleció consumido a los 56 años de edad, en 1900".

Observación II
Otro ejemplo famoso de neurosis y delirio de ateísmo nos lo ofrece Augusto Comte (1798-1857), cuyos trastornos mentales fueron estudiados por diversos autores, como Calas, G. Dumas, Grasset, Hillemand y Cabanés en Francia, Ireland y Blanchard en el extranjero. Limitémonos a un esbozo rápido:
"En abril de 1826, nos dice Wyrouboff en la Grande Encyclopédie: Augusto Comte, atacado improvisamente por un violento acceso de excitación maniática, debió ser internado en la clínica de Esquirol, donde permaneció siete meses sin experimentar mejoría. Gracias a los cuidados de su esposa, que lo llevó a su casa, la excitación se calmó pronto y en el curso del año 1827 pudo reanudar su trabajo.
"En esa época comienza el período que puede llamarse de la vida intelectual de Comte y que duró quince años (1828-1842). Lo que le precedió, había sido la preparación de su obra capital, lo que le siguió fué una triste aberración mental.
"Si en ese período, Augusto Comte demostró poseer una memoria prodigiosa y un poder de trabajo extraordinario que le permitió componer su Curso de filosofía positiva con maestría, no faltan los síntomas de desequilibrio psíquico. Escribe con orgullo a sus protectores; maltrata a sus competidores; ataca a las celebridades matemáticas; guarda rencor a todo el mundo. "A medida que avanza en su elaboración filosófica y se compenetra de los resultados a que llega, el carácter de Comte, entero y orgulloso, se torna cada vez más intratable". Todo se vuelve procesos y discusiones.
"En esa época, en 1842, se separa de su esposa, notable desde cualquier punto de vista, después de 17 años de matrimonio. "Intolerante en toda discusión, incapaz de aceptar un consejo, la vida en común se había vuelto imposible...".
"En 1845 comienza para Comte una nueva fase, o, más exactamente, una irremediable decadencia intelectual. A lo fundamental, logrado durante la juventud y agotado en los seis volúmenes del Curso de filosofía positiva, Comte, que seguía absteniéndose sistemáticamente de toda lectura, no agrega nada; sin embargo quiso bucear más en su saber y aplicar su filosofía a la política social. Le falta terreno bajo los pies y se lanza perdidamente en esas hipótesis tan fáciles de plantear y tan difíciles de verificar, que por su misma naturaleza se hallan en flagrante contradicción con la primera parte de su obra".
"En realidad, el estado delirante de Augusto Comte en ese período, se alimenta de las ideas madres de su obra intelectual: ateísmo y determinismo sistemático. Escribe un Sistema de política positiva o Tratado de sociología, creando la Religión de la Humanidad, en cuatro tomos, y un Catecismo positivista o Sumaria exposición de la Religión Universal, en Once conversaciones sistemáticas entre una mujer y un sacerdote de la Humanidad.
"En la religión de Augusto Comte —dice Ravaisson— no hay Dios, no hay alma tampoco, por lo menos alma inmortal: por eso, a pesar de tantos cambios, él sigue siendo el mismo. El Ser supremo, para él como para Pedro Leroux y muchos contemporáneos nuestros, es la Humanidad, que él llama el Gran Ser.
"El Gran Ser se origina en la tierra, fuente común de todos los seres, madre de todos los fetiches particulares, y que se puede llamar el Gran Fetiche. La tierra está en el espacio, cuyas leyes son las condiciones primeras de toda existencia y al que corresponde la denominación de Gran Ambiente. El Gran Ambiente, el Gran Fetiche y el Gran Ser son la trinidad honrada por el culto positivista. El Gran Ambiente vió producirse en él el Gran Fetiche, cuyos miembros fueron todos superiores originariamente en vitalidad y poder a los actuales; el Gran Fetiche, para dar lugar al advenimiento del Gran Ser se redujo, se rebajó, se sacrificó. Ese sacrificio nos obliga a nuestra veneración agradecida para con la tierra; mas es en la humanidad que la humanidad honra la perfección suprema, para la que el mismo Gran Fetiche se inmola". Y la elucubración atea de Augusto Comte elabora un culto, algunos sacramentos y una moral igualmente fantástica.
"Esto se completa con una Síntesis subjetiva, donde la sistematización delira perdidamente. "Uno de los puntos que Comte considera capitales, escribe Stuart Mill, es la importancia de las propiedades morales e intelectuales de los números. Guarda para algunos un respeto supersticioso. Los tres primeros son sagrados: porque el Uno es el tipo de toda síntesis; el Dos, de toda combinación, que, ahora, dice ser siempre binaria; el Tres, de toda progresión, que exige no sólo tres términos, sino que no debe tener más. Es necesario proceded de modo que todas nuestras operaciones mentales se adapten en lo posible a esos números sagrados, Luego demuestra para el Siete una gran parcialidad, fundada en estas raras razones: Formado por dos progresiones seguidas por una síntesis, o de una progresión entre dos parejas, el número siete, resultado de la suma de los tres números sagrados, determina el grupo más vasto que podemos imaginar distintamente. Recíprocamente, fija el límite de las divisiones que podemos concebir directamente en una cantidad o extensión cualquiera. No seguiremos a Comte en la aplicación de estos principios a la composición de un libro, en el que haya siete capítulos, dividido cada uno en tres: Cada tercera parte de capítulo debe dividirse en siete secciones, compuesta cada una de siete grupos de frases, separadas por los parágrafos acostumbrados. Constituida normalmente, la sección ofrece un grupo central de siete frases, a la que anteceden y siguen tres grupos de cinco...
¡Y Augusto Comte, Gran Sacerdote de la Religión Positivista, realizaba todos los días cuatro horas de meditación sobre el mundo positivista, en el que no había Dios!
Doctor Henri Bon
MEDICINA CATOLICA

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