El apóstol san Pablo dice, que entre los principales cuidados de los padres de familia, es el primero aprender y saber cómo han de gobernar bien su casa en servicio de Dios nuestro Señor: Discat primum domum suam regere. En lo cual debe notarse, que aquella palabra primum significa el primer desvelo, el primer cuidado y la primera diligencia. Y la palabra discat significa, que los que no saben gobernar su familia, lo aprendan de otros que saben gobernarla, y tomen sano consejo de personas inteligentes.
Este principal encargo le hizo el santo Tobías a su amado hijo, enseñándole que su primera diligencia fuese el saber gobernar bien su casa en santo temor de Dios, y en puntual cumplimiento de la divina ley ; porque este es el fundamento constante de la verdadera prosperidad de todas las casas y familias.
Así se hacen permanentes las casas, fundándolas sobre la piedra sólida en que se escribía la ley del Señor y sus divinos mandamientos, como dice la sagrada Escritura (Deut., v, 43). También nos lo enseña la experiencia, viendo a nuestros ojos que todas las casas infelices donde no se halla este principal fundamento, luego se destruyen y se desvanecen como el humo.
Esto mismo nos enseña Cristo Señor nuestro, desengañándonos, que todas las casas que estuvieren fundadas sobre la arena, darán luego en tierra; porque saldrán los rios de las tribulaciones, y se llevarán el fundamento, y soplarán fuertes los vientos contrarios de las adversidades, y arrojarán en el suelo toda la fábrica; pero las casas fuertes y constantes que están bien fundadas sobre la piedra sólida de la divina ley, resistirán invencibles a todas las adversidades.
Los padres de familia viciosos y relajados, que no tienen cuidado cristiano de sus domésticos, para que vivan en temor de Dios, dice el apóstol san Pablo, que han negado la fe, y son peores que los inlieles: Qui domesticorum curara non habet, fidem negavit, et est infideli deterior. Por lo cual tendrán mayor tormento en el infierno que los gentiles, los cuales no conocieron al verdadero Dios.
Ya se ha llegado el tiempo, dice el principe de los apóstoles san Pedro, para que comience el juicio riguroso de la casa de Dios. Y si los padres de familia juzgan que su casa es casa de Dios, conviene apliquen su justa consideración, para que el juicio del Señor comience por ella, examinando las operaciones de todos sus domésticos, y reconociendo si alguno vive mal, y está en desgracia del Señor.
Antiguamente las casas de los cristianos se decían iglesias, como consta en las epístolas de san Pablo, porque en ellas se vivia con temor de Dios, se observaba puntual la divina ley, y se ocupaban en frecuentes oraciones y divinas alabanzas del Señor: por esto sus casas felices se decian iglesias; y lo mismo podia suceder en el tiempo presente, si los padres de familia fuesen tan virtuosos como lo eran aquellos primitivos fieles.
Así Cristo Señor nuestro entraría espiritualmente en sus casas para santificarlas (como lo bizo personalmente con la casa de Zaqueo), y las haria felices y prósperas en todos los bienes eternos y temporales.
A la casa de Dios, que merezca el nombre de la iglesia, la conviene tener los habitadores con perfección y santidad, como dice David (Psalm. 11, 5): luego si los padres de familia desean hacer felices a sus casas, y que el Señor habite en ellas, y se digan iglesias, conviene no permitan que sus domésticos sean indignos por sus pecados de tanto bien.
El apóstol san Pablo dice, que la Iglesia del Señor debe adornarse con luces y lámparas; y según esta católica doctrina, si los padres de familia quieren que sus casas tengan el estimable título de iglesias, importará que todas sus obras sean como luces, para que los que entran en su casa, vean la luz resplandeciente de la virtud, como dice Cristo Señor nuestro en su santo evangelio (Luc, XI, 33).
Han de ser los padres de familia celosos predicadores de toda su casa; porque si desean que sea como una iglesia, es justo no falten en ella pláticas espirituales, y sermones frecuentes. Estando toda la familia junta, podrá uno leer todo el capítulo primero del libro antecedente, que trata del amor y temor de Dios, y de la observancia puntual do la divina ley; persuadiendo que esto hace felices y dichosas a las familias de los buenos cristianos, como allí se prueba.
Esta máxima verdadera se ha de repetir muchas veces: que toda la felicidad espiritual y temporal de una criatura consiste en amar y temer a su Dios y Señor, y guardar con cuidado sus divinos mandamientos y los de su santa Iglesia. Esto se halla comprobado con muchos y varios lugares de las divinas Escrituras, que ya se explicaron en dicho capítulo.
Pero debe notarse, que si los padres de familia no enseñan a todos los de su casa con su buen ejemplo, será poco o nada loque consigan con solas palabras buenas, si enseñan lo contrario con sus malas obras. Por esto dice el Espíritu Santo, que el malo para sí, para nadie será bueno: Qui enim sibi nequam est, cui bontis erit? (Eccle., XIV, 5.)
El prudentísimo y justo Noé fabricó una grande arca para salvar en ella su persona y su familia; pero debe notarse, que el patriarca santo entró el primero en el arca, y a su buen ejemplo entraron luego los de su casa, y tal vez no conseguiría que los otros se embarcasen, si él no entrase el primero, para darles glorioso ejemplo. Tuvo especial cuidado de salvar su casa, enseñando a los padres de familia, que aunque deben desear la salvación eterna de todas las criaturas; pero con mas aplicación de las que están a su cargo.
El Maestro soberano Cristo Señor nuestro enseñó a todo el mundo con obras y palabras; mas primero con obras que con palabras, como se advierte en la primera cláusula del sagrado libro de los hechos apostólicos: Coepit Jesús facere, et docere. Este es el verdadero modo de enseñar; y si los padres de familia lo hacen así, compondrán una casa que parezca y sea de santos.
Sus principales cuidados se han de aplicar a su propia casa, abstrayéndose de las demás; porque el encargo de Dios nuestro Señor es determinadamente para el cuidado de su familia propia, y esto indican aquellas palabras del apóstol: Discat primum domum suam regere; y las otras que hablan determinadamente de sus domésticos (I Tim., V, 4 et 8).
A todos conviene dar glorioso ejemplo; mas principalmente a los de la propia familia, de los cuales han de dar estrecha cuenta a Dios nuestro Señor los que presiden y mandan en ella, y la tienen a su cargo, para encaminarla con ejemplo y doctrina a la vida eterna.
Regularmente no se cuentan en la divina Escritura sino las cabezas de las familias; porque adonde van los señores, ya se supone que siguen los de su casa. Por esto en el célebre convite de Cristo Señor nuestro, donde concurrieron mas de cinco mil personas, no se cuentan las mujeres ni los niños (Matth., XIV, 21; et XV, 38).
Por la misma razón, cuando se refiere la conversión maravillosa del Régulo feliz, se dice creyó él y toda su casa: Credidit ipse, et domus ejus tota; porque toda la familia sigue la condición de quien la gobierna.
Otra confirmación del asunto tenemos en el patriarca Abrahan, de quien dice la sagrada Escritura, que en el mismo dia en el cual se circuncidó el patriarca, se circuncidaron también todos los de su casa: Eadem die, etc; porque a las buenas obras del padre de familia se siguen luego las de todos aquellos que comen el pan de su mesa.
Lo mismo se confirma con una sentencia del apóstol san Pablo a quien le preguntó el guarda de su cárcel, estando preso el apóstol, ¿qué haria para salvarse? Y san Pablo le respondió: que creyese en Jesucristo, y se salvaria él y toda su casa: Salvus eris tu, et domus tua (Act., XVI, 30). Y san Jerónimo dice, que creyendo el amo y el señor, creería también toda su familia, y se salvaria toda la casa.
Esta gran fuerza tiene el buen ejemplo de los padres de familia; por lo cual se dice en el Génesis, que temiendo a Dios nuestro Señor Abimelech, temieron a Dios juntamente todos los de su casa. Este es el asunto principal de este capítulo.
Si los padres de familia son buenos, y temen a Dios, y guardan la divina ley, y los mandamientos santos de la Iglesia, Dios será conocido en sus casas, como dice David (Psalm., XLVII, 4 et 14); y al buen ejemplo de los amos y señores seguirán sin violencia todos los de su familia dichosa, y parecerá una casa de santos.
Pero al contrario, si los padres de familia son malos, y no sirven a Dios nuestro Señor, por mucho que prediquen a los de su casa, será poco o ninguno el fruto espiritual que consigan, porque el ejemplo tiene mas fuerza que las palabras; y el sujetarse bien a Dios nuestro Señor los superiores, consigue también que los inferiores se les sujeten a ellos. Así le sucedió al dichoso Centurión, que sujetándose a la superior potestad: Homo erat sub potestate constitutus, se le sujetaban a él con gusto todos los de su familia: Dico huic: vade, et vadit (Matth., VIII, 9).
Esta sana doctrina es importantísima para los que gobiernan casas y familias; porque si no dan en el punto principal de mandar y gobernar con su buen ejemplo, todo se les pasará en gritar inútilmente. De los cangrejos escribe Plinio, que andan hacia atrás, y así también lo vemos por experiencia; pero es útil la fábula que dice, que habiéndoles mandado los padres a sus hijuelos que caminasen hacia adelante como todos los demás animales, respondieron ellos: Andad, padres, y andemos. Esto dirán los de la familia, si sus dueños y señores son malos, y predican a los de su casa que sean buenos.
El punto principal para el buen gobierno de las familias, es el enseñar con el buen ejemplo; y los padres de famila que no lo hacen así, serán severamente castigados, como los escandalosos príncipes de Israel que no corrigieron a sus inferiores, según se dice en el sagrado libro de los Números. Ambas obligaciones tienen los padres de familia de dar buen ejemplo a los de su casa, y de corregir a los que obran mal en ella. Los que faltan a estas grandes obligaciones serán castigados de Dios nuestro Señor.
Entre los gritos confusos del abismo del infierno se oyeron unas voces lastimosas de un padre de familia condenado, el cual echaba horrendas maldiciones a los que le habían puesto en estado de matrimonio, con la obligación estrecha de padre de familia; porque descuidándose de cumplir con su obligación, habia condenado su alma por toda una eternidad. Gritaba entre las voraces llamas del infierno, por lo que no habia gritado ni hablado para la educación, enseñanza y corrección necesaria de su familia, en la cual, por su culpable omisión, se introdujeron los feos vicios de los juramentos, blasfemias y torpezas (Doct. Bonet. de Infer., pág. 7).
De semejante casa infeliz dijo Dios por uno de sus profetas, que pensaba enviarle muchos daños y castigos: Ecce ego cogito super familiam istam malum. Y examinando la causa, en el mismo sagrado texto se halla, que era una familia perdida, de malas costumbres, sin temor de Dios, y con muchísimos vicios, y los principales de la familia consentían en todo, sin reprender ni corregir a los de su casa; por lo cual determinó Dios acabar con ella (Mich., II, 3).
Temed al Señor terrible y omnipotente, descuidados padres de familia, y dadle el honor que de justicia se le debe, como dice, la divina Escritura (Ezech., XXXI, 10); porque se llegara el dia fuerte de vuestra última residencia, y pagaréis alma por alma de todas cuantas en vuestra casa se han condenado por vuestro fatal descuido.
Se ha de llegar el dia fuerte y espantoso que Cristo Señor nuestro profetizó a las hijas de Jerusalen, cuando las dijo, que llorasen por ellas y por sus hijos; porque llegaria tiempo en que las mujeres fecundas llamasen bienaventuradas a las estériles (Luc, XXIII, 29 et seq.): y verdaderamente, si las madres se han de condenar por los hijos, mejor las estaría no haberlos tenido. Y si los padres de familia se han de condenar por no cuidar de los de su casa, mejor les estaría el no haber tenido familia ni criados, qué condenar su alma por ellos. El Señor ilumine a todos los que gobiernan casas y familias. Amen.
R.P. Fray Antonio Arbiol
LA FAMILIA REGULADA
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