El documento que el Cardenal Ottaviani presentó a la consideración del Santo Padre, y que fue también enviado a la Conferencia Episcopal y a todos y cada uno de los obispos de Italia, es el que nosotros vamos a dar a conocer a nuestros lectores, como una ratificación del folleto publicado hace unos meses sobre el "Novus Ordo Missae", es decir, sobre la nueva Misa, que "Ya no es una Misa Católica". Es un estudio hecho conscienzudamente por un grupo de teólogos y liturgistas de Roma, de diferentes nacionalidades y diferentes tendencias.
Ya que este documento fue presentado como una base evidente de los puntos expuestos en la carta del Cardenal a Paulo VI, la versión original italiana ha sido traducida con la mayor fidelidad al español, y fácil es de comprender que nuestra traducción no sea perfecta en nuestro idioma. Ya que en este escrito se plantean problemas de suma importancia, de hondo sentido teológico y considerablemente complejos, sería indebido apartarnos en lo más mínimo del texto italiano. La evidencia es cumulativa, no está de lleno en las partes. Para ayudar a los lectores, presentaremos un breve sumario de la exposición hecha en este memorable documento.
SUMARIO
I. Historia del cambio.
La nueva forma de la Misa fue substancialmente rechazada por el Primer Sínodo Episcopal; nunca fue puesta a consideracion a todas las Conferencias Episcopales y nunca fue demandada por el pueblo. Tiende a satisfacer, hasta donde es posible, a los más modernistas de los protestantes.
II. La definición de la Misa.
Por una serie de equivocaciones se hace énfasis obsesivo sobre la "Cena" y el "Memorial", en vez de la renovación incruenta del Sacrificio del Calvario.
III. Presentación de los fines.
Los tres fines de la Misa están alterados; no se hace la debida distinción entre el Sacrificio Divino y el sacrificio humano; el pan y el vino solamente se cambian "espiritualmente", (no substancialmente).
IV. Presentación de la esencia.
En ninguna parte se alude la Real Presencia de Cristo, y la creencia de esta verdad católica es implícitamente repudiada.
V. Presentación de los cuatro elementos del Sacrificio.
La posición del sacerdote y del pueblo está falsificada y el celebrante aparece lo mismo que un ministro protestante, y toda la verdadera naturaleza de la Iglesia es intolerable y falsamente representada.
VI. Destrucción de la unidad.
El abandono del latín destruye para todos los buenos creyentes la unidad del culto. Esta falta de unidad en el culto repercute en la fe, y el Nuevo "Ordo de la Misa" no parece tener la intención de mantener la fe como fue enseñada por el Concilio de Trento, la que todos cátólicos estamos obligados a profesar en conciencia.
VII. Nos alejamos más de los Ortodoxos.
Aunque con el "Novus Ordo Missae" agradásemos a varios grupos disidentes, nos hemos alejado más de la Iglesia Ortodoxa de Oriente.
VIII. Pérdida de nuestras defensas.
El Nuevo "Ordo Missae" abunda en insinuaciones o errores manifiestos contra la pureza de la religión católica y la desmantela de todas las legítimas defensas del depósito de la Fe.
-o O o-
Un estudio crítico del "Novus Ordo Missae".
Por un grupo selecto de teólogos de Roma,
señalados y dirigidos por S.E. Alfredo Ottaviani.
(Primera parte)
señalados y dirigidos por S.E. Alfredo Ottaviani.
(Primera parte)
I
En octubre de 1967, se pidió al Sínodo Episcopal, reunido en Roma por Paulo VI, que emitiese un juicio sobre la celebración experimental de una "Misa, así llamada, normativa", ideada por el Consilium para establecer la Constitución sobre la Liturgia Sagrada. La Misa provocó los más serios recelos. La votación demostró una oposición considerable. 71 votos (non placet) negativos; 62 (juxta modum) con muchas reservas substanciales; y 4 de los 187 votantes se abstuvieron de emitir juicio alguno. La prensa internacional habló de que la "Misa normativa" había sido rechazada por el Sínodo. Los periódicos o revistas de tendencia progresista no hicieron mención de esto.
El "Novus Ordo Missae" recientemente promulgado por la Constitución Apostólica Missale Romanum, nos encontramos de nuevo con la "Misa normativa", substancialmente idéntica, y no se nos indica que en el período de tiempo, entre el experimento condenado por le Sínodo y la promulgación de la dicha Constitución Apostólica, hayan sido consultadas a lo menos las Conferencias Episcopales, como tales, para que emitiesen sus juicios sobre el particular.
En la Constitución Apostólica se afirma que el antiguo Misal, promulgado por San Pío V, el 13 de julio de 1570, pero que en su mayor parte se remontaba hasta San Gregorio el Grande y a una más remota antigüedad fue durante cuatro siglos la norma de la celebración del Santo Sacrificio para todos los sacerdotes del rito latino, y que (ese antiguo Misal) llevado a todas partes del mundo "ha sido además una abundante fuente de alimento espiritual a muchas almas santas, en su devoción hacia Dios".
Las oraciones de nuestro Canon se encuentran en el Tratado De Sacramentis (IV y V siglo)... Nuestra Misa, sin un cambio esencial, se remonta a la época, en la cual ella evolucionó por vez primera de la más antigua liturgia común (en la iglesia). Todavía conserva la fragancia de aquella primitiva liturgia de los tiempos en que el César gobernaba el mundo y esperaba extinguir la fe cristiana: tiempos en que nuestros antecesores en la fe reuníanse antes del alba para entonar un himno a Cristo, como a su Dios... (cf. Pl. jr. Ep. 96)... No hay, en en toda la cristiandad, un rito tan venerable, como el Missal Romano" (A. Fortescue).
'El Canon Romano, tal como existe hoy, se remonta a Gregorio el Grande. No hay, ni en Oriente ni en Occidente, ningún rito eucarístico, que esté en uso aún y que pueda alardear de una semejante antigüedad. Para la Iglesia Romana el arrojarla al mar sería lo mismo, a los ojos no sólo de los ortodoxos, sino de los anglicanos, y aún de los otros protestantes, que todavía conservan en algún grado el sentido de la tradición, como negar toda pretensión en adelante de ser la verdadera Iglesia Católica". (Fr. Louis Bouyer).
La definición de la Misa está, de este modo, limitada a la de una "cena", y este término se encuentra constantemente repetido en toda la Institutio Generalis (Nos. 8, 48,55d, 56). Esta "cena" está además caracterizada como una asamblea, presidida por un sacerdote, y celebrada como un memorial del Señor, recordando lo que El hizo en el primer Jueves Santo. Nada de esto implica, en lo más mínimo, ni la Presencia Real, ni la realidad del sacrificio, ni la función sacramental del sacerdote que consagra, ni el valor intrínseco del Sacrificio Eucarístico, independientemente de la presencia o ausencia de la asamblea del pueblo de Dios. (El Concilio de Trento reafirma la Real Presencia en las siguientes palabras:"Principio docet Sancta Synodus et aperte et simpliciter profitetur in almo Santae Eucaristiae sacramento, post panis et vini consecrationem, Dominum nostrum Jesum Christum, verum Deum atque hominem, realiter et substantialiter (can. I) sub specie illarum rerum sensibilium, contineri" (D. B. 874). (Enseña ante todo este Santo Sínodo y confiesa abierta y llanamente, que en el Sacramento nutritivo de la Santa Eucaristía, después de la consagración del pan y del vino, está real y substacialmente presente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre). En la sesión XXII, que directamente nos interesa (De Sanctissimo Missae Sacrificio), la aprobada doctrina está sintetizada en nueve cánones (D. B. 937-956) de una manera clara y definitiva). En una palabra, esta definición no implica ninguno de los valores dogmáticos esenciales de la Misa, que reunidos deben darnos su verdadera definición. Esa deliberada omisión de estos valores dogmáticos, en este lugar, equivale a su eliminación deliberada y, por lo tanto, a su negación, por lo menos en la práctica. (Es superfluo afirmar que, si un solo dogma definido fuese negado, caerían ipso facto todos los dogmas, ya que con esa negación sería destruido el principio de la infalibilidad del Supremo Magisterio jerárquico, sea papal o conciliar).
El primer texto está tomado del Decreto Presbyterorum Ordinis, N° 5, que dice: "... por medio del ministerio del Obispo, Dios consagra a los sacerdotes, para que ellos puedan participar, por un título especial, en el sacerdocio de Cristo. Así, al cumplir las funciones sagradas, ellos pueden actuar como ministros de Aquel, que en la liturgia ejerce continuamente Su oficio sacerdotal, a favor nuestro, por la acción de Su Espíritu... y especialmente por la celebración de la Misa, los hombres ofrecen sacramentalmente el sacrificio de Cristo".
Nota del traductor mexicano: En este texto conciliar, que encontramos honradamente impreciso y confuso, como otros muchos de los documentos del Vaticano II, se afirma claramente la consagración de los sacerdotes y su participación en el sacerdocio de Cristo, aunque no se especifica, de una manera clara, la esencial diferencia que existe entre esa participación jerárquica, potestativa de los elegidos y ungidos del Señor y la participación analógica que tienen todos los fieles, en el sacerdocio de Cristo. La última parte de la cita de este documento conciliar, que la "institutio Generalis" del "Novus Ordo" cita del mencionado documento del Concilio Ecuménico Vaticano II, puede prestarse todavía más a deplorables equívocos, que soslayan la doctrina dogmática del Concilio de Trento. En síntesis expondremos esta doctrina:
a) La Misa es un verdadero sacrificio: repetición incruenta del Sacrificio cruento del Calvario.
b) La acción sacrifical la hace solamente el sacerdote, ministro de Cristo, con el poder de Cristo, quien, al pronunciar, imperativa, no narrativamente, las palabras de la consagración, hace, por la transubstanciación, que el mismo Cristo esté en el altar, en estado de Víctima acepta. Después los fieles con el sacerdote ofrecen sacramentalmente el Sacrificio de Cristo. En El, con El y por El se da la gloria a Dios, y nuestra acción de gracias, nuestra expiación y nuestras impetraciones llegan hasta el Padre.
El segundo texto conciliar está tomado de la Constitución Sacrosanctum Concilium, N° 33: "...en la liturgia, Dios habla a su pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio. Y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración".
"Más aún, las oraciones que dirige a Dios el sacerdote —que preside la asamblea representando a Cristo— se dicen en nombre de todo el pueblo santo y de todos los circunstantes".
Uno se pierde al tratar de explicar cómo, de estos textos conciliares, pueda deducirse la definición que de la Misa, en el N° 7 de la instítutio Generalis, nos da el "Novus Ordo".
Notamos, desde luego, una alteración radical en esta definición de la Misa, de la que nos dió el Vaticano II (Presbyterorum Ordinis N° 5): "la sinaxis eucarística es el centro de toda la asamblea de los fieles". Se ha removido el centro, en el nuevo "Ordo Missae"; la asamblea ocupado su lugar.
Indiscutiblemente, los textos citados del Vaticano II, que fueron habilmente preparados por los "expertos", pusieron las bases de la liturgia presentada en el "Novus Ordo". Estudiando a fondo esos documentos conciliares nos encontramos con la paradógica e inexplicable ambigüedad, que pueden conformarse con la doctrina del Concilio de Trento, precisa, concreta, definida, y pueden también servir de base al "Novus Ordo", que, como advierte el Cardenal Ottaviani, impresionantemente se aparta de la teología dogmática e inmutable de la Iglesia, con relación a la Eucaristía.
Esta ambigüedad, este patente aquívico, en un punto tan importante y tan sagrado, hacen que la nueva Misa no sea ya una Misa Católica. No es posible un equívoco autorizado en la esencia de lo que es el corazón y el centro del Catolicismo.
Misa puede haber, según sea la intención del sacerdote progresista, como habría también Misa si un sacerdote, apóstata y excomulgado, pero ordenado debidamente, pronunciase con intención sacrifical las palabras consecratorias, sobre un poco de pan y un poco de vino; esa Misa sería ilícita, sacrilega e inadmisible para formar parte, para ser considerada como un culto católico.
Volvamos a recordar esa teología dogmática e inmutable, que, bajo la luz inconfundible del Espíritu Santo, nos ofrecieron aquellos teólogos solidísimos del Concilio de Trento:
1) La Misa es un verdadero y visible Sacrificio—no una representación simbólica— "en el cual se representa el Sacrificio cruento, que una sola vez había de ser consumado en la Cruz... y para que la virtud salvífica de aquel sacrificio nos fuese aplicada, para remisión de los pecados, que diariamente son por nosotros cometidos". (D.B. 938).
por este pan (o vino) fruto de la tierra
(o de la vid) y del trabajo del hombre...
El será para nosotros "pan de vida"
(o 'espiritual bebida").
* Cf. Mysterium Fidei de Paulo VI. El Papa condena el error del simbolismo, juntamente con las nuevas teorías de la "transignificación" y la "transfinalización"... "Ni es correcto el estar tan preocupados en la consideración de la naturaleza del signo sacramental, que la impresión es repetida que el simbolismo —y nadie niega su existencia en la Santísima Eucaristía— expresa y agota todo el significado de la presencia de Cristo en este sacramento. Ni es tampoco correcto tratar del misterio de la transubstanciación, sin mencionar el maravilloso cambio de toda la substancia del pan en el Cuerpo de Cristo, y de toda la substancia del vino en Su Sangre, de la cual habla el Concilio de Trento, y con este lenguaje hacer que esos cambios consistan solamente en una "transignificación" o "transfinalización" para usar sus propios términos. (Mysterium Fidei, art II)
* El introducir nuevas fórmulas o expresiones, que, como ocurre en los textos de los Santos Padres y Concilios y del mismo Magisterio de la Iglesia, debe hacerse en un sentido univoco, subordinado a la substancia de la doctrina, con la cual forman esas fórmulas o expresiones un todo inseparable (por ejemplo, 'banquete espiritual", "alimento espiritual", "bebida espiritual", etc., etc.). En su Encíclica Mysterium Fidei, Paulo VI afirma: "Cuando la integridad de la fe ha sido preservada, también debe salvarse una apropiada manera de expresión. De lo contrario el uso cotidiano o nuestro impreciso lenguaje puede, aunque esperamos que no suceda, dar ocasión a falsas opiniones en la fe, en muy hondas materias. . ." y citando a San Agustín, añade: "Hay una exigencia en nosotros a hablar según una regla fija, para que las palabras no bien seleccionadas y fijas no hagan surgir también una comprensión errónea de los asuntos que expresamos". Y continua el Paulo VI: "Esta regla de lenguaje ha ido introducida por la Iglesia en el largo trabajo de siglos, con la protección del Espíritu Santo. Ella la ha confirmado con la autoridad de los Concilios. Ha sido más de una vez la prueba de garantía de la fe ortodoxa. Debe observarse religiosamente. Nadie debe presumir alterarla a su capricho o con el pretexto do un nuevo conocimiento... Es igualmente intolerable que cualquiera, por propia iniciativa, se atreva a modificar las formulas con las que el Concilio de Trento ha propuesto la doctrina rucarfitlca de la fe".
1 comentario:
Buenas tardes, alguien sabe donde se pueden conseguir los libros del Padre Saenz y Arriaga en físico. Alguna librería, en Argentina, en México, etc. O bien si es muy complicado, tan siquiera en digital. Muchas gracias de antemano, Miguel Angel González. ma.gzl@hotmail.com Saludos.
Publicar un comentario